Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“ QUÉDATE CON NOSOTROS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
" AL ATARDECER"
Un abrazo... P. Bernardino
“ QUÉDATE CON NOSOTROS”
Infinitas son las formas para celebrar la fe. Los cristianos tenemos un modelo extraordinario en el relato de los discípulos de Emaús.
Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 13-35
El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”. “¿Qué cosa?”,les preguntó.
Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron”.
Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”.
El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
PALABRA del SEÑOR
El relato de los discípulos de Emaús...
es propio del evangelio de san Lucas y evidencia claramente el proceso espiritual de la comunidad de los discípulos después de la pasión y muerte de Jesús. A través de una metodología parecida a una liturgia eucarística, con la lectura de la Palabra de Dios y la celebración de la cena, Jesús resucitado lleva a los discípulos a reconocerlo vivo y presente en medio de ellos.
Lucas nos habla de dos discípulos que se van de Jerusalén al pueblito de Emaús. Y dice que uno se llamaba Cleofás. El otro probablemente era su esposa, María de Cleofás, de la cual nos habla el evangelio de San Juan, que la recuerda al pie de la Cruz, junto a la madre de Jesús y a María Magdalena. Es una de las mujeres testigos de la muerte y sepultura de Jesús, y una de las primeras que han vivido la experiencia de su resurrección.
El esposo, como los otros discípulos varones...
ha pensado que con la muerte de Jesús todo se había terminado: “Nosotros esperábamos”, pero la esperanza ya se acabó. Y por eso decide volver a Emaús, a la casa que habían abandonado para seguir a Jesús. Para Cleofás Jesús había sido sólo “un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo”. Pero él seguía dependiendo de la doctrina de sus maestros, que llama respetuosamente “nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes”, a pesar de que entregaron a Jesús “para ser condenado a muerte y lo crucificaron”. La muerte de Jesús para él cierra definitivamente el capítulo del discipulado: “Ya van tres días que sucedieron estas cosas”. No tiene ninguna importancia el testimonio de las mujeres: “Algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo”. Él y sus compañeros “toman sus palabras por delirio y se niegan a creerlas”. De hecho, algunos “fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron”.
La esposa de Cleofás probablemente no está de acuerdo. Intuye la fuerza de la vida, más allá de la muerte. Por eso en el camino “conversaban y discutían”.
Jesús se une a los dos peregrinos...
sin ser reconocido, e inicia con ellos otra peregrinación. No sólo de Jerusalén, el lugar de la crucifixión, a Emaús, el lugar del olvido y del regreso a lo de antes; sino una peregrinación más interior y profunda: de la tristeza y la desesperanza, a la fe y a la misión. A través de la palabra de Jesús los discípulos van descubriendo el sentido de la pasión y muerte del Mesías, y comprendiendo que su aparente derrota es su verdadera victoria.
El desconocido compañero de viaje pregunta de qué van discutiendo. Entra en sus inquietudes, en su búsqueda, en su dolorosa mirada de la realidad. Luego la ilumina con la Sagrada Escritura. Es el proceso que toda la comunidad cristiana tendrá que hacer siempre: la Palabra de Dios ilumina la realidad, por oscura y dolorosa que aparezca, y la orienta hacia la trasformación: la trasformación de la realidad, para que sea siempre más como Dios la quiere; y la trasformación de nuestra mirada, para que aprendamos a ver las cosas con los ojos de Dios. En los ojos de los dos de Emaús estaba la imagen de la Cruz, de la muerte, y Jesús los ayuda a ver y reconocer la vida justo en la Cruz, en esa manifestación extrema de entrega y de amor. Los discípulos esperaban que Jesús fuera el liberador poderoso de Israel, y en ese sentido se sienten defraudados, se encuentran con la desilusión y la pérdida de esperanza. En cambio, Jesús les hace ver que la Cruz es el fundamento de una esperanza mucho más firme y duradera. La Cruz revela qué clase de Mesías es Jesús, que no busca su propia salvación, sino que da la vida para que todos tengan vida, incluso sus propios enemigos.
Después de la luz de la Palabra...
los peregrinos, llegando a Emáus, invitan a Jesús a quedarse en su casa: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Y lo reconocen cuando bendice y parte el pan. Era un gesto conocido. Ya lo habían visto en la multiplicación de los panes, cuando Jesús había invitado a cambiar el corazón y compartir el pan, para que a nadie le falte el pan de cada día. Y lo habían visto durante la última Cena, cuando Jesús había bendecido el pan, adelantando su entrega en la Cruz e invitando a los discípulos a hacer de su propia vida pan partido para el hambre del mundo. Este gesto de partir el pan identifica a Jesús e identificará siempre a los que quieran ser sus discípulos.
Cuando los dos lo reconocieron, “él había desaparecido de su vista”. Se hace invisible. Será visible en los gestos de comunión y solidaridad que repetirán sus seguidores, libres por fin de los sueños de poder que les habían impedido reconocerlo en el camino.Reconocido el Resucitado a través de la Palabra y de la fracción del pan, los peregrinos vuelven a Jerusalén, a la ciudad donde la Cruz de Jesús ya no proyecta la sombra de la muerte, sino la luz de la vida. Con los discípulos reunidos en el Cenáculo, pueden compartir y celebrar la alegría de ser testigos de la Resurrección. Guardarán en su corazón el proceso que han vivido con Jesús, para renovarlo en sus celebraciones: de la mirada a la realidad, a la luz de la Palabra, a la celebración comunitaria y el cambio de la vida.
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DIVINA Domingo 27 de Abril
" AL ATARDECER"
Son realmente muy alentadores los textos de Resurrección y éste me anima especialmente con las palabras de Jesús: “La paz esté con ustedes”, ¡conmigo! Frente a tantas desavenencias, desencuentros, tensiones, temores, su paz me anima a continuar y a hacerles frente, su paz que me da con la gracia de su Espíritu. El Espíritu siempre está, aunque a veces no lo percibimos por estar imbuidos en nuestro afán o en nuestro "yo".
Hilda, Roma – Italia
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“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos”. ¿Cómo podemos expresar hoy, en nuestro lenguaje, el miedo que sentían los discípulos y que les llevaba a atrancar las puertas? Es el miedo al ambiente que nos rodea, miedo a la cultura dominante, miedo a parecer distintos y extraños, ingenuos y vulnerables, miedo a expresar libre y valientemente el mensaje que llevamos dentro, miedo a dejarnos arrastrar por el Espíritu; comportamientos precavidos, desconfiados, ocultos y anónimos: son consecuencia del miedo.
“La paz esté con ustedes”, es el saludo del resucitado. La paz es también ausencia de miedo. No se trata del miedo como respuesta ante un peligro inminente. Es ese temor indefinible a lo que vendrá, a lo que puede suceder. Los discípulos habían sido testigos de una violencia tremenda, en el arresto, la tortura y la crucifixión de su amigo y Maestro. La violencia a todos nos causa miedo. Cuando uno tiene miedo, está a la defensiva o se encierra, físicamente, atrancando las puertas, haciendo más altas las rejas; o bien nos encierra psicológicamente en un mutismo tenso, paralizante. Miedo y encierro van juntos, mientras que la alegría es fuente de comunicación, de apertura, del ir a los demás. Es el miedo quien nos incapacita para perdonar, porque nos hace violentos. El perdón es fruto del amor y la paz.
La paz y el soplo del Espíritu Santo que comunica el resucitado, llena de alegría a los discípulos. La alegría nace de la fe, del reconocimiento del don de Dios. La alegría de los discípulos es un antídoto, frente al temor del futuro y el agobio que experimentaban, por la violencia que habían experimentado. La alegría y la paz de los discípulos no son un sentimiento de bienestar egoísta, sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios, manifestado en la resurrección de Cristo. Sentir, experimentar a Cristo, el crucificado y resucitado, es el mejor regalo que han recibido, de ello son testigos y esto es lo que anunciarán con valentía y audacia; gracias a su testimonio, nosotros hemos recibido este mismo don: Cristo resucitado.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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Giancarlo y yo pudimos observar las diferentes modalidades del acercamiento al Resucitado de parte de las diversas figuras protagonistas. Las mujeres creyeron enseguida, no han pedido pruebas. Los hombres eran vacilantes, querían ver con sus propios ojos. De hecho Jesús mismo intentó tranquilizarlos mostrándoles sus manos y su costado. Thomas, que siempre hemos visto como sospechoso por definición, finalmente cree sin tocar, reconociendo en la persona que estaba frente a él no sólo a su Señor y Dios, sino poniéndose inmediatamente a su disposición con ese "mi Señor y mi Dios".
Al final, personas que parecen alejarse del Maestro que tanto habían amado, le siguen con un impulso renovado y aún mayor. Le pasó también a Pedro que, después de haberlo negado por tres veces, soporta todo tipo de humillaciones y torturas con el fin de difundir su palabra. Nosotros mismos podemos reconocernos en estas personas que los evangelistas nos presentan tal vez justo para hacernos entender que todos podemos cambiar y seguirlo con confianza, difundiendo, aunque sea sólo con el ejemplo, su mensaje de paz y hermandad.
Gianna y Giancarlo, Pordenone – Italia
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