Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“COMAMOS Y FESTEJEMOS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo veras un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado con comentarios desde diferentes realidades: “SI NO SE CONVIERTEN”.
Un abrazo...P. Bernardino OSM
En nuestras relaciones humanas, difícilmente llegamos a un nivel de verdadera gratuidad. También en el amor más puro y sincero, hay siempre algo de interés, o al menos de gratificación.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo veras un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado con comentarios desde diferentes realidades: “SI NO SE CONVIERTEN”.
Un abrazo...P. Bernardino OSM
“COMAMOS Y FESTEJEMOS”.
En nuestras relaciones humanas, difícilmente llegamos a un nivel de verdadera gratuidad. También en el amor más puro y sincero, hay siempre algo de interés, o al menos de gratificación.
Una parábola del evangelio de san Lucas 15, 1-3. 11-32, nos hace ver la gratuidad del amor de Dios:
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola:
Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes.Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra él Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola:
Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes.Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra él Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. El le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”.Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”. Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.
PALABRA del SEÑOR
Lucas, en el capítulo 15 de su evangelio...
presenta tres parábolas, que nos hablan de la misericordia y ternura de Dios: la oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo pródigo. Las introduce con una observación que sirve como clave de lectura. Hay dos grupos: “los publicanos y pecadores”, que “se acercaban a Jesús para escucharlo”; y “los fariseos y los escribas”, que “murmuraban, diciendo: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Los dos grupos son representados en las parábolas, sobre todo en la del hijo pródigo.
Esta última parábola es muy conocida. Podría llamarse, más propiamente, de los dos hijos, o del padre y los dos hijos.
Frente a la exigencia del hijo menor, que pide “la parte de herencia que le corresponde”, el padre no opone resistencia. Respeta plenamente la libertad del hijo, aunque sepa que la va a usar mal. Y el hijo menor se va de la casa.
¿Por qué se va? ...
¿Por qué se van tantos jóvenes? La parábola no lo dice explícitamente. Puede ser simplemente para una vida más cómoda, sin ningún compromiso. Para pasarla bien. O buscando algo que la casa ya no le da, para conocer y experimentar el mundo. Y hay sin duda un motivo que aparece al final: tenía a un hermano, perfecto cumplidor de todas las órdenes del padre, arrogante y orgulloso, juez pesado. Los dos hermanos no se aman, ni aman al padre.
El menor “se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral”. Llega a tal abismo, que tiene que ponerse a “cuidar cerdos”, animales considerados impuros. Y es menos que ellos: “hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba”.
Constata: “Yo estoy aquí muriéndome de hambre”. Es hambre física, y es tal vez hambre de algo que pueda responder a la búsqueda de su vida, después de haberla desperdiciado con tantas experiencias que no habían podido satisfacerlo.
“Entonces recapacitó”...
Pero su recapacitación es muy ambigua. No extraña al padre. No piensa en su dolor. No tiene deseo de verlo. No está arrepentido de verdad. El pensamiento que lo mueve es muy interesado: yo me muero de hambre, mientras que “los jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia”. No sueña con la casa paterna, sino con el pan que pueda saciar su hambre. Decide regresar para comer, no para encontrar al padre. La misma confesión que prepara no es sincera, aunque diga la verdad. Le interesa la conclusión: “Trátame como a uno de tus jornaleros”. Ellos comen: quiero comer como ellos.
En la medida que vayamos entendiendo... realmente la actitud del hijo, se nos revela más claramente la figura del padre, que es el objetivo de esta parábola. Jesús la propone para responder a las críticas de los escribas y fariseos que le reprochaban su familiaridad con recaudadores de impuestos y pecadores. El Dios que Jesús revela con sus gestos, es como el padre de la parábola. En la parábola, cuando regresa el hijo, el padre no pregunta nada, ni quiere escuchar su confesión. Simplemente “lo vio” cuando aun estaba lejos, “se conmovió”, “salió corriendo”, “se le echó al cuello”, “lo cubrió de besos”.
No es el arrepentimiento y la confesión, sino el amor gratuito del padre que devuelve al joven su dignidad de hijo: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias a los pies”.
Un detalle muy importante:
el padre de la parábola nunca le dirige la palabra al hijo pródigo. Calla cuando el hijo pide su parte de herencia, y se la da. Calla frente al hijo que regresa después de haber desperdiciado todo e intenta su confesión. Habla sólo a los criados y al hijo mayor, para invitarlos a hacer fiesta. Para con el hijo pródigo el padre tiene sólo gestos concretos de respeto y de bondad. Vence con su amor silencioso. Así es Dios.No lo entiende el hijo mayor, por el cual el padre es sólo un patrón que manda, que no regala ni “un cabrito”. Desearía hacer una fiestita con sus amigos, pero no sabe unirse a la fiesta y a la alegría inmensa del padre por el hijo que “estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”. Representa a “los fariseos y los escribas” de todos los tiempos. No conoce el amor del padre.
presenta tres parábolas, que nos hablan de la misericordia y ternura de Dios: la oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo pródigo. Las introduce con una observación que sirve como clave de lectura. Hay dos grupos: “los publicanos y pecadores”, que “se acercaban a Jesús para escucharlo”; y “los fariseos y los escribas”, que “murmuraban, diciendo: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Los dos grupos son representados en las parábolas, sobre todo en la del hijo pródigo.
Esta última parábola es muy conocida. Podría llamarse, más propiamente, de los dos hijos, o del padre y los dos hijos.
Frente a la exigencia del hijo menor, que pide “la parte de herencia que le corresponde”, el padre no opone resistencia. Respeta plenamente la libertad del hijo, aunque sepa que la va a usar mal. Y el hijo menor se va de la casa.
¿Por qué se va? ...
¿Por qué se van tantos jóvenes? La parábola no lo dice explícitamente. Puede ser simplemente para una vida más cómoda, sin ningún compromiso. Para pasarla bien. O buscando algo que la casa ya no le da, para conocer y experimentar el mundo. Y hay sin duda un motivo que aparece al final: tenía a un hermano, perfecto cumplidor de todas las órdenes del padre, arrogante y orgulloso, juez pesado. Los dos hermanos no se aman, ni aman al padre.
El menor “se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral”. Llega a tal abismo, que tiene que ponerse a “cuidar cerdos”, animales considerados impuros. Y es menos que ellos: “hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba”.
Constata: “Yo estoy aquí muriéndome de hambre”. Es hambre física, y es tal vez hambre de algo que pueda responder a la búsqueda de su vida, después de haberla desperdiciado con tantas experiencias que no habían podido satisfacerlo.
“Entonces recapacitó”...
Pero su recapacitación es muy ambigua. No extraña al padre. No piensa en su dolor. No tiene deseo de verlo. No está arrepentido de verdad. El pensamiento que lo mueve es muy interesado: yo me muero de hambre, mientras que “los jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia”. No sueña con la casa paterna, sino con el pan que pueda saciar su hambre. Decide regresar para comer, no para encontrar al padre. La misma confesión que prepara no es sincera, aunque diga la verdad. Le interesa la conclusión: “Trátame como a uno de tus jornaleros”. Ellos comen: quiero comer como ellos.
En la medida que vayamos entendiendo... realmente la actitud del hijo, se nos revela más claramente la figura del padre, que es el objetivo de esta parábola. Jesús la propone para responder a las críticas de los escribas y fariseos que le reprochaban su familiaridad con recaudadores de impuestos y pecadores. El Dios que Jesús revela con sus gestos, es como el padre de la parábola. En la parábola, cuando regresa el hijo, el padre no pregunta nada, ni quiere escuchar su confesión. Simplemente “lo vio” cuando aun estaba lejos, “se conmovió”, “salió corriendo”, “se le echó al cuello”, “lo cubrió de besos”.
No es el arrepentimiento y la confesión, sino el amor gratuito del padre que devuelve al joven su dignidad de hijo: “Saquen en seguida el mejor traje y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias a los pies”.
Un detalle muy importante:
el padre de la parábola nunca le dirige la palabra al hijo pródigo. Calla cuando el hijo pide su parte de herencia, y se la da. Calla frente al hijo que regresa después de haber desperdiciado todo e intenta su confesión. Habla sólo a los criados y al hijo mayor, para invitarlos a hacer fiesta. Para con el hijo pródigo el padre tiene sólo gestos concretos de respeto y de bondad. Vence con su amor silencioso. Así es Dios.No lo entiende el hijo mayor, por el cual el padre es sólo un patrón que manda, que no regala ni “un cabrito”. Desearía hacer una fiestita con sus amigos, pero no sabe unirse a la fiesta y a la alegría inmensa del padre por el hijo que “estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”. Representa a “los fariseos y los escribas” de todos los tiempos. No conoce el amor del padre.
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COMENTARIO DEL 3ER DOMINGO DE CUARESMA 2013
"SI NO SE CONVIERTEN"
Creo que el Señor es muy claro con su llamado, con el camino que nos muestra hacia la conversión, a entregar nuestra vida a su plan. Nosotros somos los que hacemos muchas veces oídos sordos a su llamado, no queremos ver sus señales. Tantas veces nos creemos dueños de nuestros destinos, capaces de decidir nuestro futuro. Ahí es cuando caemos en pecado. Debemos entregarnos a su servicio y seremos bendecidos generosamente.
Raquel, Estados Unidos de América
* * *
La conversión es un cambio de vida, con la mirada puesta en el Señor, sabiéndonos creaturas e hijos de nuestro Padre. El resto, él lo ira haciendo, en la medida de nuestra abertura de corazón y a su palabra. Las cosas que nos van sucediendo a lo largo de nuestra vida, son una consecuencia de nuestras actitudes y a la forma en que vivimos. Es por eso que el Señor va cortando lo que no da fruto, y todo corte significa dolor, para que seamos transformados, para llegar a ser la transparencia del Señor, en la medida que nos vamos dejando purificar por él. La vida que el Señor nos da a cada uno/a, es el tiempo que tenemos para nuestra conversión, y la preparación de encontrarnos cara a cara con él, en la Patria definitiva.
* * *
Dar otra dirección a la mente, es lo más sabio que he escuchado sobre la "conversión" y es la primera vez que lo escucho de labios de alguien de la iglesia. A mí me cuesta mucho recubrir de frescura y espontaneidad a la Palabra tantas veces manipulada por la iglesia, usada como dominio sobre las almas... Pecado, tengo entendido, significa equivocación. Pecado, conversión, arrepentimiento, culpa, me han lastimado tanto en mis años ingenuos, me han estafado tanto, que la reconciliación se me hace cuesta arriba. Sin embargo la paciencia y el cuidado de lo divino arriba y la lucecita en cada uno hace que podamos dejar de estar enfrentados, y buscar un camino de reconciliación sana, en el espíritu. La palabra es tan poderosa como la mente de la que proviene y puede construir o destruir, esclavizar o liberar, y los hechos históricos y los cotidianos dan sobrada muestra de ello. Limpiar la palabra en cada uno, redireccionar nuestras mentes hacia la Creación como dignos hijos creados y creadores.
Isabel, Citybell. La Plata – Argentina
* * *
Creo que debemos aprovechar más el tiempo para poder regresar a Dios. Nos perdemos en tantas cosas, ideas, cuestionamientos y divagamos en miles más, siendo que lo esencial es poder volvernos a él, caminar siguiendo sus enseñanzas. Es un texto muy motivador, que nos muestra la paciencia de Dios en esperar que demos frutos. Ojala pueda en el día a día regresar a él y dar los frutos que espera de mí.
Hilda, Lloleo – Chile
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