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miércoles, 9 de mayo de 2012
viernes, 4 de mayo de 2012
EN ESTOS DÍAS....
Querido/a Amigo/a:
En estos días me trasladaré definitivamente a Santiago de Chile. Pienso poder seguir enviando semanalmente mi pequeño comentario. Mi e-mal seguirá el mismo...
y la dirección será:
Comunidad Santa Teresita
Calle P. Faustino Gazziero 2770
Casilla 70072 – Correo 7
SANTIAGO - Chile
Tel.: 0056 2 7370282
NOTA del "equipo" BLOGGER OSM:
¡Gracias Fray, lo esperamos con sus reflexiones!
Carne y hueso
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo (Lucas 24:39).
Antofagasta, Chile / Temas – El hombre moderno da más crédito a las cosas que a las ideas. Somos concretos, empíricos y carnales. Nos gusta más la solidez del dato científico que las nociones ilusorias de la filosofía, la poesía y el sentimiento. Así, se ha forjado el imperio de este mundo. Cualquiera puede constatar las glorias arquitectónicas de nuestras ciudades, el milagro de las comunicaciones electrónicas y la maravilla de la medicina moderna.
Y, así con todo, se vive carenciado. Falta un elemento. Todos lo saben, pero muchos optan por ignorarlo. Se trata de la esencia misma, la chispa de la vida; la energía del amor, difundida en el planeta, como pequeñas gotas de un licor concentrado; animando nuestra sequedad con su aliento de sentido.
El problema, sin embargo, no es que seamos concretos, sino que, al distanciar la esencia espiritual del discurso cotidiano, se transforma en un refugio alienante para quienes no se atreven a enfrentar la vida de carne y hueso que nos toca vivir aquí y ahora. La trascendencia mística, cuando es tratada como cosa de cada uno, deja de ser el misterio compartido que nos une con lazos profundos. Los fantasmas personales suelen ser falsos, efímeros y, a veces, vengativos.
El Resucitado no es un sentimiento, no es un espíritu, no es una fantasía. Quienes creen eso se van en la volada, se despegan del mundo real, y terminan más amigo de los pajaritos en su cabeza que del prójimo que está a su lado. Su religión es mucha superstición y poca fe. Pretenden manipular el destino con ritos y encantos, pero sin involucrarse en el amor ni en la vida.
El Señor viene a los suyos en carne y hueso. Él es. Está ahí para que lo toquen, para que lo vean. El seguimiento de Cristo es un compromiso con la substancia concreta de la vida eterna. No es una formalidad para fantasmas. Es la plenitud, a la cual aspira toda la creación. Es de abrazos y sudor, trabajo y pan, aguas frescas y vino concentrado. La resurrección es el matrimonio entre la realidad material y la trascendencia poética, porque el amor se pone más en las obras que en las palabras, porque si dices amar a Dios, y no amas a tu hermano, mientes.
Quienes se queden con sus fórmulas catequéticas traicionan al Señor de carne y hueso. Su amor no es una finura de la metafísica, sino una obra testimonial, un gesto compasivo, la palabra precisa que transforma el entorno decaído en un anuncio de cielos nuevos y tierras nuevas.
La religión espiritualista del más allá, que flota arriba de las nubes, no tiene mucho que ver con Jesús. La vida en el espíritu no debe confundirse con la alienación. La santidad en nada se parece a la frialdad esotérica. La superstición pagana disfrazada de devoción es beatería vacía que hace más daño al Reino de Dios que la inocente ignorancia del que aún no ha conocido la Buena Noticia. Atrevámonos a vivir la resurrección en la carne y en el hueso, como lo hizo Jesús.
_________
Nathan Stone, S.J. Sacerdote jesuita, magíster en literatura y teólogo.
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Ecología - Ecology - Ecologia
Crisis y supervivencia
Crisis and survival
Gilberto Cely Galindo, S.J.
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Carne y hueso
Flesh and bone
Carne e ossos
Nathan Stone, S.J.
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Economía - Economy - Economia
El caso YPF
The YPF case
Carne e ossos
Eduardo Daniel Alonso, S.J.
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Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo (Lucas 24:39).
Y, así con todo, se vive carenciado. Falta un elemento. Todos lo saben, pero muchos optan por ignorarlo. Se trata de la esencia misma, la chispa de la vida; la energía del amor, difundida en el planeta, como pequeñas gotas de un licor concentrado; animando nuestra sequedad con su aliento de sentido.
El problema, sin embargo, no es que seamos concretos, sino que, al distanciar la esencia espiritual del discurso cotidiano, se transforma en un refugio alienante para quienes no se atreven a enfrentar la vida de carne y hueso que nos toca vivir aquí y ahora. La trascendencia mística, cuando es tratada como cosa de cada uno, deja de ser el misterio compartido que nos une con lazos profundos. Los fantasmas personales suelen ser falsos, efímeros y, a veces, vengativos.
El Resucitado no es un sentimiento, no es un espíritu, no es una fantasía. Quienes creen eso se van en la volada, se despegan del mundo real, y terminan más amigo de los pajaritos en su cabeza que del prójimo que está a su lado. Su religión es mucha superstición y poca fe. Pretenden manipular el destino con ritos y encantos, pero sin involucrarse en el amor ni en la vida.
El Señor viene a los suyos en carne y hueso. Él es. Está ahí para que lo toquen, para que lo vean. El seguimiento de Cristo es un compromiso con la substancia concreta de la vida eterna. No es una formalidad para fantasmas. Es la plenitud, a la cual aspira toda la creación. Es de abrazos y sudor, trabajo y pan, aguas frescas y vino concentrado. La resurrección es el matrimonio entre la realidad material y la trascendencia poética, porque el amor se pone más en las obras que en las palabras, porque si dices amar a Dios, y no amas a tu hermano, mientes.
Quienes se queden con sus fórmulas catequéticas traicionan al Señor de carne y hueso. Su amor no es una finura de la metafísica, sino una obra testimonial, un gesto compasivo, la palabra precisa que transforma el entorno decaído en un anuncio de cielos nuevos y tierras nuevas.
La religión espiritualista del más allá, que flota arriba de las nubes, no tiene mucho que ver con Jesús. La vida en el espíritu no debe confundirse con la alienación. La santidad en nada se parece a la frialdad esotérica. La superstición pagana disfrazada de devoción es beatería vacía que hace más daño al Reino de Dios que la inocente ignorancia del que aún no ha conocido la Buena Noticia. Atrevámonos a vivir la resurrección en la carne y en el hueso, como lo hizo Jesús.
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Nathan Stone, S.J. Sacerdote jesuita, magíster en literatura y teólogo.
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