"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 8 de noviembre de 2014

“LA CASA DE MI PADRE".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“LA CASA DE MI PADRE".
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 

un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
 “LA PIEDRA DEL SEPULCRO”

Un abrazo... P. Bernardino OSM


                                           “LA CASA DE MI PADRE"    

“Para Dios, nada es demasiado”. Algunos repiten hoy esta declaración, para justificar los gastos fabulosos en la construcción de templos demasiado ricos, a veces en medio de poblaciones muy pobres. Las religiones han tratado a menudo levantar edificios majestuosos, que más que manifestar la grandeza de Dios, ostentan el poder de los hombres.

 Leemos en el evangelio de Juan 2, 13-22                                              

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: "El celo por tu casa me consumirá".

Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

                         PALABRA del SEÑOR                          


Con motivo de la fiesta de Pascua...
había mucha gente en Jerusalén. Todas las familias judías tenían que ir al templo a sacrificar un cordero para la cena pascual.

Jesús también llegó a Jerusalén, “y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas”. No encuentra en el templo a peregrinos orando, sino a “vendedores” y “cambistas”: en el centro están los intereses, no Dios.

Jesús aprovecha el momento para...
hacer un gesto clamoroso: “Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas”. Es un gesto que no nace simplemente de una reacción indignada, instintiva y momentánea. Es el gesto esperado por la tradición religiosa de Israel, que aguardaba a un Mesías que iba a purificar el templo, echando a todos los que lo profanaban. Así lo habían anunciado los profetas. Por eso Jesús dice a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. A esa condición había llegado el templo: ¡“casa de comercio”! Era en el mismo tiempo lugar de culto, palacio legislativo y sede del poder religioso y político, banco que acuñaba moneda y casa de cambio, porque no se podía pagar el tributo para el templo y comprar las ofrendas con dinero que tuviera imágenes paganas. Se cuidaba la pureza del dinero, no la del corazón. El templo era el gran instrumento de dominación y explotación del pueblo.
Los discípulos, viendo la intervención de Jesús, recuerdan el salmo: “El celo por tu casa me consumirá” y piensan que ha llegado el día esperado de la purificación del templo y la renovación del culto por mano de un Mesías poderoso, descendiente del rey David, que iba a liberar el país de la opresión extranjera. Pero Jesús, echando “a todos del templo”, demuestra que no quiere sólo purificar el templo y reformarlo, sino que quiere vaciarlo. Ese culto, que transforma a Dios en un negociante más, que exige sacrificios y víctimas para otorgar sus beneficios, dando poder y riqueza a la clase sacerdotal, ya no tiene sentido.


Los sacerdotes entienden bien...
la fuerza profética del gesto de Jesús, y le exigen una prueba que demuestre la legitimidad de su actuación: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Eran ellos los dueños del templo, las autoridades legítimas, que podían autorizar o impedir el acceso al templo, dirigir todas las actividades religiosas y contratar las actividades económicas.

La legitimidad de Jesús viene del hecho que es el Hijo, que manifiesta la intencionalidad original de Dios en relación al templo: “la casa de mi Padre”. Los peregrinos tenían que encontrar en el templo a un Dios que es Padre, que da vida y libera, que reúne y acoge con amor a todos sus hijos e hijas dispersos.


La respuesta de Jesús ofrece una revelación absolutamente nueva. La relación con Dios no pasa más a través de un templo, sino a través de su cuerpo entregado en la cruz: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”: “Él se refería al templo de su cuerpo”. El signo que él presenta como legitimación es su pasión y muerte, el templo de su cuerpo que sus adversarios intentarán destruir y que Dios levantará para una vida definitiva. En él, a través de él, todos tendrán acceso al Padre y serán privilegiados los que antes no tenían acceso al templo: los pobres, las mujeres, los extranjeros, “los ciegos y los sordos”, los que vienen de “las plazas y las calles de la ciudad” y los que vienen de “los cruces de los caminos y a lo largo de los cercados”. Los templos materiales que todavía se construyen tienen siempre una ambigüedad y un riesgo en sí mismos, pero pueden servir para reunir la asamblea, compartir la palabra de Dios y los sacramentos, para transformar a los discípulos y discípulas en piedras vivas del templo de Dios, construyendo una familia de hermanos, en igualdad y solidaridad, sin exclusiones o discriminaciones.





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 LECTIO DOMINGO 02 DE NOVIEMBRE         
 “LA PIEDRA DEL SEPULCRO”                         


Los mensajes trascendentes que implican otro nivel de realidad no son fáciles de comprender, porque la materia es densa y opaca la luz. Por eso Dios nos ha regalado la posibilidad de la fe y a su vez la maravilla de, a través del libre albedrío, elegir nutrirla y profundizarla, o no. 



En mi experiencia, cuando no la hemos nutrido es porque aún estamos atravesando situaciones de aprendizaje, necesarias para que el día que lo hacemos, no sea por dogma, imposición, comodidad o cualquier otra forma de autoengañarnos acerca de la fe. Entonces, en esta escuela de la tierra donde a través de cada situación de vida vamos desarrollando la capacidad del discernimiento, llega un punto, despojados de todo otro dogma, creencia fanática, instinto de supervivencia, desidia, pereza o cualquier otra forma en que nuestra personalidad lleva el control de nuestras vidas, un punto, decía, en que nos rendimos, nos reconocemos frágiles, vulnerables, ignorantes, jueces de pacotilla de todo lo que no coincide con nuestro punto de vista. Y es allí donde aquellos mensajes transmitidos a lo largo de milenios y rechazados muchas veces por considerarlos un cuento infantil, vuelven a aparecer ante nuestros ojos, nuestra alma dormida, nuestro corazón hecho trizas, y comprendemos que también nosotros hemos muerto para renacer en el Amor de Cristo que, en realidad, siempre estuvo allí esperando por nosotros. 

Sólo cuando nosotros también hemos muerto de todas esas experiencias fallidas en el intento de comprender el mundo y la vida, podemos dejar de ver al Cristo sufriente clavado en la Cruz y comenzar a contemplar al Cristo transfigurado, elevado, purificado, integrado, el Cristo del Amor, el Cristo de la resurrección. 

 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                               

* * * 

Esta lectura nos llena de esperanza al cristiano. Jesús vive, y nosotros viviremos con él. Si no, ¿qué sentido tendría la vida? 

Él nos promete un reino de amor, para el cual todos debemos trabajar aquí en la tierra. Leer su palabra y vivirla es fundamental. Jesús es el hijo de Dios. Sabemos que camina junto a nosotros en este mundo de injusticia, de desconfianza y corrupción. Mirémoslo, escuchémoslo, actuemos como él nos pide, para que seamos sus seguidores y podamos ver sin dudar su resurrección, porque si creemos en él aunque muramos viviremos también con él. 

 Sandra, Coyhaique – Chile                                                                    

* * * 

Mientras hay vida hay esperanza, dice el refrán. Pero, “Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo sólo para esta vida, somos los hombres más dignos de compasión” (1Cor 15, 19). El día de todos los difuntos da que pensar. Ocurre que la mayoría piensa más en los que ya murieron que en los que aún viven. Es humano recordar a los que han muerto, pero es mucho más humano preocuparse por la vida de los que están a nuestro lado. Leemos en el evangelio: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado”. 

A muchos preocupa el “más allá”. Quizás podríamos cambiar nuestra preocupación por el “más acá”. Leyendo el evangelio, que recoge la enseñanza y la práctica de Jesús, entendemos que quien orienta su vida como él, puede morir con la fe-confianza: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Pareciera ser que asociamos a Cristo más con la muerte que con la vida. “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?… Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea”. El evangelio nos envía a la vida y a la vida a favor de los demás. Al Crucificado le interesó mucho la vida de los que, por la injusticia, sobrevivían en el dolor, la miseria, el hambre, la enfermedad. Por ocuparse y preocuparse de ellos lo crucificaron, acusándolo de “blasfemo”, es decir de estar contra Dios. Sin embargo, no se puede estar a favor de Dios sin ocuparse y preocuparse por los que sufren. Todo el evangelio habla de enfermos curados, secar las lágrimas de los que lloran, perdonar y acoger a los que han sido marginados de comidas y banquetes. Y, poco habla de piedad o devociones o cultos religiosos. Es más, habla de la destrucción del templo, porque el templo donde se adora a Dios es el ser humano (cf Jn 2, 19). Los hechos realizados por Jesús a favor de la vida, le llevaron a la muerte (cf Jn 11, 47-52: resurrección de Lázaro). 

En fin, en la memoria de todos los files difuntos, que la muerte, que es un hecho, no nos lleve hacer negocio, donde cada cual saca su provecho, los que entierran a sus difuntos se reparten sus bienes y no siempre en paz. Todos y cada uno saca provecho de la muerte, también nosotros. Si creemos en la vida como Jesús sigámoslo a él para hacer que esta vida sea mejor. Entiendo que así creeremos más a fondo en el Padre que nos da la vida eterna. 

 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                   

* * * 

La muerte de Jesús nos debe hacer reflexionar sobre lo que nos dejó y sobre todo lo que nos dijo antes de padecer, recordar siempre las promesas que dejó, lo que anunció a los discípulos, que sería entregado, muerto y sepultado, pero resucitaría al tercer día. 

Nadie tomó atención a esto, ni aun sus discípulos. De ahí que las mujeres fueron al sepulcro a buscar su cuerpo: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”, entendiendo y recordando recién lo que él les dijo. 

Ahora también seguimos muchas veces en esa búsqueda de un Jesús muerto, acudiendo al sepulcro, sin aun entender y poder cambiar esta búsqueda, viviendo la buena Nueva de que Jesús está vivo y nosotros debemos resucitar con él, viviendo plenamente, sin participar de un mundo lleno de corrupción y tinieblas, aun sin creer en ese Jesús vivo, glorioso, encontrándolo en cada mendigo, necesitado y falto de fe, en nuestro prójimo. Bendita y gloriosa resurrección de Jesús, que nos trajo la vida nueva. 

 Silvia, La Paz – Bolivia                                                                            





sábado, 1 de noviembre de 2014

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 
el evangelio del domingo pasado:
“AMARÁS”.

Un abrazo... P. Bernardino.

                                    “LA PIEDRA del SEPULCRO”          


¿Qué hay después de la muerte? ¿Dónde están nuestros seres queridos que ya han fallecido? Entre las distintas respuestas que se pueden dar a estas preguntas, está la enseñanza y el destino de Jesús.

      Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 1-8                                            

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras.

                                    PALABRA del SEÑOR                               


Las mujeres que...
“habían acompañado a Jesús desde Galilea”, y al final lo habían visto muerto en la cruz y luego sepultado, “prepararon aromas y ungüentos” durante el descanso del sábado, y al día siguiente “fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado”. Es “el primer día de la semana”, como en los orígenes de la creación. Está amaneciendo una nueva creación, aunque las mujeres todavía no se den cuenta. Ellas siguen con el pensamiento fijo en la muerte de Jesús, y llevan perfumes para ungir su cadáver. Para ellas el proyecto de Jesús ha fracasado, y es esa la verdadera muerte. Les queda sólo un gesto de piedad para con el difunto.

Pero esa misma fuerza que...
las empujaba a visitar el sepulcro, abrirá progresivamente su corazón a una certeza: el sepulcro no es el lugar de Jesús, ninguna piedra puede encerrarlo: “Encontraron removida la piedra del sepulcro”.

No es todavía la luz de la fe en la vida nueva de Jesús. Es más bien una condición de oscuridad e incertidumbre: “Estaban desconcertadas a causa de esto”. La iluminación viene de los “dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, como las de Jesús en el día de la transfiguración en la montaña. De ellos, del cielo y de la profundidad de su conciencia viene el mensaje más increíble e inesperado: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.


Hay que cambiar la dirección de la búsqueda...
A Jesús no se lo encuentra “entre los muertos”. La vida que ha venido a anunciar y a ofrecer no ha sido vencida por la muerte física. Su asesinato fue la consecuencia de lo que él enseñó con su palabra y con su vida: un proyecto de humanidad nueva, capaz de amar hasta el extremo. La muerte no destruye ese proyecto, sino que es su manifestación más alta y verdadera.

¡Está vivo! Las mujeres llegan a entender esto a través del recuerdo: “Recuerden lo que él les decía”. Habían guardado las palabras de Jesús, como había hecho María, la madre, que frente a los acontecimientos que no podía entender, “conservaba y meditaba todo en su corazón”. También ellas habían escuchado los anuncios de la pasión: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”, pero no los habían entendido. Ahora, desde la profundidad de la memoria, esas palabras emergen y se revelan con su verdadero sentido: “Las mujeres recordaron sus palabras”.


“Están invitadas a recordar la...
predicación de Jesús, a pasar de nuevo por el corazón la experiencia compartida con Jesús desde la Galilea, sus gestos de misericordia, de sanación, de perdón. Reviven su camino hacia Jerusalén, su enfrentamiento con el sistema religioso, sus últimas enseñanzas: “Los que ejercen el poder dominan al pueblo y se hacen servir; pero entre ustedes no debe ser así; al contrario, el que quiera ser el más grande que se haga el último de todos y el servidor de todos”. La pasión y la muerte de Jesús se revelan con una nueva luz: en su fidelidad al proyecto del Reino, en la entrega de su vida, se ha manifestado la plenitud de la vida. Su muerte no ha sido una derrota, sino la victoria de la vida y del amor, como lo había prometido para los demás: “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.

Jesús “está vivo”...
a pasado a la vida definitiva de Dios, exaltado a la derecha del Padre. Había venido para enseñar a la humanidad un camino totalmente opuesto al camino de muerte, de egoísmo y violencia, de injusticia y corrupción, que muchas veces domina el corazón del hombre. Ahora, desde el sepulcro vacío de Jesús, las mujeres están llamadas a una profunda conversión: dejar morir sus sueños de un Mesías poderoso y vencedor y las pretensiones de una religión esclavizante, para descubrir en la cruz de Jesús la revelación del glorioso camino de vida y liberación que él ha abierto para toda la humanidad. Serán ellas las primeras mensajeras de esta novedad.

No será fácil transmitir a otros esta certeza. A los apóstoles mismos “les pareció que las mujeres deliraban y no les creyeron”. Será largo el proceso por el cual la certeza de que Jesús “está vivo” cambiará la vida y el corazón de sus discípulos, haciéndolos capaces de seguir su mismo camino. La fe, la perseverancia, el valor de las mujeres, fortalecidas por el espíritu del Resucitado, han hecho posible el milagro.Jesús “está vivo”, y en él están vivos todos los que ya han concluido su vida realizando el proyecto de una nueva humanidad.



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 lectio divina domingo  26 de OCTUBRE                                    

 Amarás                          



Quien tiene una opción definitiva en su vida se orienta en forma consecuente con esa opción, vive en paz, alegre y hace el bien. Quien ha perdido o nunca ha encontrado un sentido definitivo en su vida intentará llenar su vacío con una actividad ansiosa y sentirá por las muchas cosas importantes que hace, que es superior a otros y no los podrá amar, porque el amor se vive entre iguales; o se institucionalizará y en su adhesión a la institución creerá encontrar el sentido de su vida. Sólo se deshumanizará, puesto que ésta le parecerá más importante que las personas. ¿Qué es lo fundamental en la vida? 



Quienes menos quieren entender se acercan a Jesús para preguntar ¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley, qué es lo más importante en la religión? Usan los mandamientos para confrontarse con Jesús, no parece que tengan interés en vivirlos. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu…” y entre ustedes como yo les he amado (Cfr. Jn. 15,12) El amor a Dios y a los otros son una realidad única. El amor es uno solo: es Dios. Se escribe y se dice fácil, pero reconocer la limitación de nuestro esfuerzo y aceptar nuestra condición de indigentes en el amor es un largo aprendizaje. Sólo aceptando el ser indigente podemos ir desalojando los falsos poderíos del yo y poniendo en su lugar esa atracción del Dios de la vida: “Amarás al Señor tu Dios. Es Dios quien se ha adelantado en amarnos hasta el extremo, pero no a causa de los meritos, sino por la gratuidad de su amor. 


Al hablar del amor a Dios, no se está hablando de emociones o sentimientos hacia un ser imaginario, ni de invitaciones a rezos y devociones. Amar a Dios con todo el corazón, es reconocer humildemente el Misterio último de la vida, vivir con gratitud, optar siempre por lo bueno y hacer el bien resistiendo a lo que va contra la voluntad de Dios; “como a ti mismo”, ponerse en lugar del otro, como María en las bodas de Caná, tratar al otro como te gustaría que te traten a ti. Es afirmar la dignidad de todos los hombres y mujeres. Por eso el amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. Amar a Dios es encontrar nuestro propio bien y el de los demás. 

Podemos examinar si es verdadero nuestro amor por Dios o si lo hemos convertido en un pretexto para evadirnos de la realidad. Y examinar también si nuestro amor por los demás lo hemos convertido en plataforma para la afirmación de nuestro yo. 



  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                    

* * * 
AMOR es la palabra más fácil y más difícil que jamás existió. Sobre todo porque no es una palabra. No es una emoción, no es un concepto, no es un objetivo, y según como yo lo siento es el gran des-cubrimiento que cada uno tiene que hacer en la experiencia de la vida, ayudado por los ejemplos de quienes lo des-cubrieron para sí mismos y lo compartieron. Jesús, Krishna, Ghandi, Madre Teresa, Buda..., todos ofrecen su vida como testimonio, y a cada uno le puede resonar como inspiración: alguno, todos, uno... Pero es eso: inspiración. Si no lo encontramos dentro nuestro, si no lo experimentamos, no deja de ser: imitar un modelo, y las imitaciones son falsas, aunque puede suceder que si comenzamos imitando terminamos encontrando nuestro autentico amor. En realidad creo que en nuestras cortas vidas siempre hemos comenzado imitando ejemplos, y a veces no pasamos de ahí. En fin que ya es mucho imitar los buenos ejemplos y no los malos. 

Pero el Amor es el camino que cada uno tiene que andar para volver a la Fuente de donde nunca en realidad se ha ido, sino que ha olvidado, producto de transitar el des-amor que nosotros mismos nutrimos, creyendo que en realidad somos víctimas de él. “No puedo, todo me sale mal, no tengo suerte, estoy en des-gracia, estoy enfermo, pobre, angustiado y no sirvo para nada...”. ¡Qué alimento puede ser ése para encontrarnos en el Amor! Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Busquemos dentro nuestro esa semejanza en las ilimitadas posibilidades que tenemos de Amar, dar y recibir. Alcemos la mirada, oremos para recordar y para que no se apague la Luz del mundo para nuestra humanidad doliente, confundida y atrapada en las redes del propio engaño. El ejemplo del Maestro Jesús es el máximo de la historia divina y humana: renacer, confiar, rodearse para la buena acción y cooperación, no sentirnos víctimas de nuestra cruz sino llevarla, observarla, diluirla poco a poco a través del Amor. Y la voluntad debe acompañar, porque el Amor no es simplemente una canción que nos llena el alma; es un Alma grande que se hace canción celestial para nuestros oídos, si perseveramos en los buenos pensamientos y las buenas acciones. ¡El que tiene la dicha de escucharla no deje de cantarla para que se oiga en todo el mundo! 



 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                                   

* * * 
Al preguntarle a Jesús, queriendo ponerle a prueba: “Maestro, ¿cuál es el más grande mandamiento de la ley?”, Jesús responde citando algunas palabras de la Biblia: “¡Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente!”. El Reino de Dios consiste en esto: reconocer que el amor de Dios es igual al amor por el prójimo: “Amar al prójimo como Jesús nos ha amado”. Jesús ha interpretado el sentido exacto de la Palabra de Dios y ha indicado el camino para una convivencia más justa y más fraterna. 

Este amor no es un ruego o algo optativo, que si quiero cumplo o no. Es un mandato, que debo cumplir por que viene del ser Divino, Supremo Hacedor, pues de corazón, tampoco por obligación. Si estoy enamorada de Jesús lo amo sin esperar recompensa, pues por ese amor amar a mi prójimo sin discriminación. Y si no pongo este mandato como lo primero, anteponiendo mis ritos y cumpliendo únicamente mandamientos, ¿donde quedarían las bienaventuranzas que él nos dejó? 

  Silvia, La Paz – Bolivia                                                                             







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