"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 30 de agosto de 2014

“VE DETRÁS DE MI".

Querido/a Amigo/a:


Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“VE DETRÁS DE MI".

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“SOBRE ESTA PIEDRA”.


Un abrazo... P. Bernardino.


                       "VE DETRÁS DE MI"                   

Criterios diferentes pueden guiar nuestra vida y nuestras actividades. Hay personas que dedican todas sus energías para mejorar las condiciones de vida, las propias y las de “los suyos”, sin preocuparse de cómo los demás tienen que vivir; y hay personas que para el bien de los demás están dispuestas a darlo todo, incluso su salud y su vida misma.

     Leemos en el evangelio de san Mateo 16, 21-27                         

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”.

Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a si mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras”.

PALABRA del SEÑOR


Después de la confesión de fe de Pedro...
en Cesarea de Filipo, que reconoció a Jesús como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, se da un cambio muy importante en la actividad evangelizadora de Jesús. Comienza una nueva etapa, el camino hacia la pasión y la muerte, y Jesús la dedica más directamente a la formación de sus discípulos. Quiere que ellos sepan bien cuál es el destino que le espera, y qué significa para ellos seguirle a él: “Debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; debía ser condenado a muerte”.

Su predicación va encontrando la firme oposición de los dirigentes. Los grandes terratenientes, las autoridades religiosas y los intelectuales ya han decidido su muerte. Son inteligentes. Han entendido perfectamente cuán peligroso es Jesús para el sistema de poder que tanto los favorecía. Jesús, mientras manifiesta a los discípulos que su muerte es inevitable, agrega en seguida el anuncio de la resurrección, “al tercer día”: la muerte física es sólo un paso a la vida plena.

Pedro, que había sido proclamado...
“bienaventurado” porque el Padre le había revelado la identidad de Jesús, ahora se siente autorizado a dirigir a Jesús mismo: “Lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo”. Se opone enérgicamente a la idea de su muerte. Se le planta simbólicamente delante, para impedirle el camino hacia Jerusalén: “Eso no sucederá”.

La reacción de Jesús es increíblemente dura. Lo llama “Satanás”, y lo invita a no ponerse como obstáculo en su camino, una piedra de tropiezo, sino a seguirle caminando detrás de él en la misma dirección, haciéndose compañero y discípulo:“¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. Jesús es “el Hombre” guiado por el espíritu de Dios. Pedro en cambio es guiado por el espíritu de “los hombres”, tiene una manera “humana” de pensar, sueña con el poder y la gloria, tentación que Jesús ya había vencido en el desierto, cuando el tentador le había ofrecido “todos los reinos del mundo con su gloria”.

El camino de Jesús es una vida entregada...
al servicio de la humanidad, y se cruza con los intereses opuestos de los poderosos que le darán muerte. Es el camino que Jesús propone también al discípulo que quiera seguirle fielmente: renunciar a toda ambición personal, al deseo de sobresalir y dominar, y estar dispuesto, en la realización de su proyecto, a encontrar la oposición, la discriminación, la irrisión y la persecución: “El que quiera seguirme, que renuncie a si mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”.Renunciar “a sí mismo”, cargar “con su cruz” no es una forma de aceptación resignada de las dificultades, el sufrimiento y las limitaciones humanas, ni una forma de mortificación ascética, sino tener la valentía de ir contracorriente, trabajando por la justicia, la dignidad de cada persona, por la integridad de la creación, y luchando contra la cruz de la violencia, de la pobreza, de la discriminación y la exclusión. El que se busca a sí mismo, centrado en sus propios intereses y ventajas, en total protección de su vida física, podrá conseguir muchas cosas, grandes reconocimientos y mucho prestigio, pero echa a perder su vida, la vacía de sentido y de futuro: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?”. En cambio, el que se la juega sin temor, en el servicio y en el amor, encuentra la plenitud de la vida. Este camino no es sólo para héroes. Es el camino del discípulo, que aprende a discernir cada día lo que vale y lo que no vale para la realización del Reino de Dios. Es el camino que ha recorrido primero el Maestro, que lo ha precedido en el don de su vida.



 LECTIO DOMINGO 24 de AGOSTO       
                           "Sobre esta piedra"  

Lo que mueve al ser humano es la pregunta y lo que lo suele estancar es la respuesta. La pregunta sirve para caminar y si la pregunta nos involucra a nosotros, cuanto más buscaremos la repuesta. Cuando la respuesta está dada es ocioso preguntarse y ya no buscas, te haces conservador de la – o las – respuesta/s, porque ésta da seguridad. A la pregunta de Jesús: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”, Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Era la fe de la primera comunidad. Responde, quizás porque su figura histórica, después de la Resurrección, está más orientada a la estructura conservadora, no en el sentido de estancada, sino para que la estructura sea una red que no se rompa. 

La escena de este evangelio, al igual que la de la “Cananea”, está fuera del territorio judío y aún con olor y sabor a pan – “entonces entendieron que no hablaba de cuidarse de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos” (Mt 16, 12) –, y la dificultad que tienen los discípulos para entender a Jesús. Por ello el elogio de Jesús: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi padre del cielo!”. Ciertamente su respuesta es inspirada. No le habían reconocido, los discípulos, en la multiplicación del pan ni en la tempestad. La promesa de Jesús a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia y el imperio de la muerte no la vencerá. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”, es para la comunidad y de la comunidad. Jesús dirigiéndose a la comunidad le dice: “Les aseguro que lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo” (cf Mt 18, 18). 

Responder a la pregunta de Jesús, ¿Quién dicen que soy?, involucra a uno mismo. Cada vez que respondo a Jesús me estoy identificando a mí mismo: ¿Quién soy yo? Si creo estar cerca de la respuesta, él avanza un poco más y se hace más profunda la pregunta. Entonces descubro que la pregunta no sólo me lleva a conocerlo más a él, sino que también a mí. Descubro entonces que su pregunta está dicha para caminar, para seguirle. Siempre ha sido así: quien ha buscado responder a Jesús, ha sido invitado a ir cada vez más a fondo, a la verdad de su propio ser. Puede uno entristecerse y volver atrás, como el joven rico. O seguir como Pedro, que en la noche del juicio, reconoce en la mirada de Jesús que le ama en su verdad. En esa mirada se le concedió ver la verdad sobre sí mismo, por ello lloró amargamente. Ciertamente, aquella noche Pedro respondió al Señor en forma más humilde, menos confiada en sí mismo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Allí, comprende que el poder de atar y desatar ha sido dado como servicio de amor y no para dominar o aprovecharse ante la flaqueza y debilidad humana; para atar el pecado y abrir a la vida, para expulsar la injusticia, la insolidaridad y dejar entrar en la comunidad la justicia, el amor, el perdón. Quién responde a la pregunta de Jesús, está invitado a ponerse detrás de él negándose a sí mismo, cargando su cruz y siguiéndole. Lo mismo la comunidad, en la medida que busque responder a la pregunta de Jesús, encontrará la verdad que le fundamenta, la razón de la unidad, la alegría de ser hermanos/as. Serán capaces de expulsar lo que les divide, atarán el mal, las envidias y competencias; entrará el bien, la paz, la justicia, y el amor reinará. ¿Es una utopía? Sí. Pero la utopía está puesta para caminar, no para detenerse estancándose y pudrirse. “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi causa la conservará” (Mt 16, 24-25).


 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                       

sábado, 23 de agosto de 2014

“SOBRE ESTA PIEDRA”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“SOBRE ESTA PIEDRA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“SEÑOR, SOCÓRREME”.


Un abrazo...P. Bernardino



                      “SOBRE ESTA PIEDRA”                    


Cada persona va elaborando su imagen de Dios, o negándola, a partir de la herencia familiar, del contexto social y religioso y de su propia experiencia. También los que conocieron personalmente a Jesús en su tiempo, lo escucharon a través del filtro de sus tradiciones y espirituales.



 Leemos en evangelio de san Mateo 16, 13-20                                      


“Al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”.

Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”.

“Y ustedes – les preguntó –, ¿quién dicen que soy?”.

Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías”.

PALABRA del SEÑOR


Jesús lleva a sus discípulos fuera...
del territorio de Israel, para que piensen autónomamente y no bajo el influjo del pensamiento corriente que esperaba a un Mesías triunfante y glorioso. Les pregunta cuál es, según su percepción, la opinión de la gente sobre él, el “Hijo del hombre”. Se presenta como el hombre verdadero, el hombre movido por el Espíritu, y quiere saber qué ha entendido el pueblo de su realidad misteriosa, después de toda su actividad evangelizadora en Galilea.


Le contestan que las distintas opiniones convergen en una sola: él es algo extraordinario, como algunos grandes personajes del pasado. La mirada es hacia atrás, no hacia el futuro. No ha sido percibida la originalidad y la novedad de Jesús.



Jesús repite la pregunta para conocer la opinión de los discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Ellos sí tendrían que conocer profundamente a Jesús, porque han escuchado sus enseñanzas y han visto los gestos de misericordia y liberación realizados por él. Mateo anota cuidadosamente la pregunta de Jesús, para que los discípulos de todos los tiempos se sientan interpelados y den su propia respuesta.




Pedro tiene un momento de iluminación...
y en nombre de los demás discípulos reconoce a Jesús como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Es un reconocimiento que sólo es posible a los “pequeños”, a los cuales el Padre revela los misterios de Dios: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños”. Por eso Pedro es bienaventurado: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás”.


Sólo esa categoría de personas puede dar una respuesta adecuada. No se trata de una contestación teórica, sino de ver en qué medida la presencia de Jesús orienta la vida, define los valores y prioridades, decide de las opciones. Hay hombres de iglesia que pueden no ser hombres de Dios, porque son dependientes de las revelaciones “de la carne y de la sangre”, de los instintos y los intereses, y no de las revelaciones “del Padre que está en el cielo”.



La fe en Jesús y su seguimiento 
son la roca firme sobre la cual se edifica la comunidad de los discípulos. No hay otro fundamento que Jesús y su enseñanza. Sólo un necio podría construir su casa sobre la arena.


Jesús es el Mesías verdadero, “el Hijo de Dios vivo”. Manifiesta al Padre, el Dios dador de vida, y reproduce sus características. Por eso en todas sus palabras y sus gestos, el Hijo sigue dando vida, hasta dar su vida. Los discípulos harán lo mismo. Con su adhesión a Jesús, se constituyen como piedras vivas para la construcción de una ciudad santa, que se resiste al reino de la muerte. A esta ciudad santa son admitidos todos los que viven la experiencia de un amor liberador, y quedan excluidos los que siguen atados a su egoísmo: “Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Responsabilidad y misión del discípulo es de ser en el mundo una presencia que “desata”, que sana y libera, haciendo llegar a todos el amor misericordioso del Padre, todos llamados a ser hijos “de Dios vivo”.







  LECTIO DOMINGO 17 de AGOSTO  
    "Señor, socórreme"                                

“¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí!... ¡Señor, ayúdame!”. Es el grito de una mujer, extranjera y madre. ¿Cuántos gritos de dolor no escuchados en el mundo de hoy, cuántos otros acallados? Gritos que se transforman en gemidos porque el dolor enorme que los genera, no encuentra el aire y sale sólo una parte del grito. Escuchar los gritos de dolor exige salir de las fronteras físicas y mentales. Quien se cierra a otro por raza, religión o condición social, también se cerrará ante Dios. El silencio ante quien clama nuestra ayuda es un crimen. 

Este evangelio es desconcertante, me suena a escándalo. Estamos acostumbrados a la actitud de los discípulos, su falta de fe, su nacionalismo, búsqueda de primeros puestos, etc. ¿Pero Jesús? La escena lo muestra inconmovible ante los gritos de la mujer madre y duro en su respuesta. Sin embargo, la fe que se manifiesta maravillosa en la mujer pagana está lejos a la de fariseos y discípulos. No se habla de la curación, porque la mujer está tan unida a su hija que pide piedad para sí, pero en realidad pide por su hija, de tal modo que escucharla a ella es curar a su hija. Está segura de Jesús, cree en él, su fe alcanza la cima del evangelio. La escena concluye con lo que le dice Jesús: “Mujer, ¡que grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. 

“¡También los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”: es la respuesta de la cananea a la objeción de Jesús. El tema del pan es el telón de fondo que tiene el capítulo 15 de Mateo; de hecho concluye con una nueva multiplicación de los panes, donde comen cuatro mil, se han excluido mil. Esos mil son los que a causa de la rigidez y su tradición quebrantan los preceptos de Dios. La fe luminosa de una mujer pagana, “fuera de la ley”, comprende el significado del pan valorando hasta las migajas. La fe en el Pan – Jesús-Semilla, se ha hecho pan para la vida del mundo – es la que los discípulos no tienen y los fariseos cuestionan. No descubren en el hecho de los panes la presencia del Señor, es decir el amor fraterno y concreto que se hace vida para los demás. No es la fidelidad a la ley, la tradición de los mayores, sino la práctica del pan asequible a todos los pueblos, mujeres y niños/as, que en la ley no cuentan. Las migajas del pan son suficientes para saciar el hambre y dar vida a quienes están atormentados por un demonio. El demonio que atormenta, es la exclusión, el racismo, el cerrarse en una manera de ver a Dios, una religión opresora que utiliza el poder para acallar o castigar, etc. 

Me impresiona la figura de esta madre, tan profundamente identificada con el dolor de su hija, que al pedir por ella, en realidad pide por su hija. Me recuerda la escena de las bodas de Caná de Galilea, donde la madre pide por los que están sin alegría, sin esperanza. En la respuesta de Jesús el mismo sustantivo: mujer. 

¡Señor, ayúdame! A encontrar el camino positivo que ayuda, como la madre cananea, no dejando caer nunca los brazos, no dejándome invadir por el enojo o la desesperanza. Sé en quién he puesto mi confianza (cf 2Tim 1, 12). 



 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                    

* * * 
En este tiempo me siente angustiada, como muchos, por lo que pasa en el norte de Irak. Comunidades de Yazidi, que vivían en paz, practicando una religión muy antigua basada también en el culto de los ángeles, fueron barridas de una manera cruel y violenta por el fanatismo de ISIS, un movimiento que quiere islamizar gran parte del mundo oriental. Es de hoy la noticia que, en uno de estos pueblos, fueron asesinados brutalmente 80 hombres, y 200 mujeres y niños han sido secuestrados. Y entonces me pregunto qué canino hizo la humanidad desde que, hace dos mil años, una mujer cananea, con su fe insistente, ha logrado conmover el corazón de Jesús. Y también me pregunto qué responsabilidad tiene cada uno de nosotros para que todo esto pueda suceder. De hecho hay un gran lazo y una verdadera corresponsabilidad entre lo que está en nuestro corazón y lo que está pasando en el mundo. Tal vez ya no basta ni la oración, si con nuestras actitudes no somos capaces de difundir pensamientos y hechos concretos de paz. 

 Elena, Bérgamo – Italia                                                                        

* * * 

La identificación con la mujer cananea y además pagana, es muy habitual y frecuente entre nosotros, teniendo en cuenta las debilidades humanas que nos hacen fácil presa de las dificultades internas y externas. Es muy difícil entender una sociedad llena de contradicciones, tantos niños asesinados por donde Jesús caminó, enseñó y difundió un mensaje diferente al de las balas, los misiles y los asesinatos que seguro han hecho gritar a muchas de esas víctimas inocentes: “¡Jesús, socórrenos!”. La problemática mundial tiene como uno de sus orígenes alcanzar el poder a cualquier precio y en ese contexto, la discriminación racial, religiosa, de género hace caldo de cultivo para que gobernantes como en el tiempo de los romanos crean que son dueños del mundo, sin importar las consecuencias de sus acciones delictivas. 

Los cristianos católicos debemos asumir una posición diferente a observar desde un palco. Debemos ser consecuentes con asumir partido por los pobres del mundo, por quienes son martirizados día a día por las balas de los que no creen en la justicia, el derecho y la solidaridad. 



 Francisco, La Paz – Bolivia                                                                    

* * * 
Es importante reconocer a Jesucristo caminando en nuestra historia, con nosotros y sobre todo en los momentos difíciles, pues aprendemos a mirar nuestros problemas, en la confianza puesta en él, que a pesar de todos los inconvenientes que se nos presenten, él esta ahí para escucharnos, aunque calle, como a la cananea, y para esperarnos. Necesitamos esa confianza puesta en su misericordia, que viene en nuestra ayuda, pero en el tiempo que él ha determinado y no en el nuestro; desde donde él sacará un mejor bien, para todos los que lo aman. Él siempre nos dará lo mejor para nosotros. 


 María Teresa, Santiago – Chile                                                              

* * * 
Creo que la mujer cananea, consciente de su necesidad, confiaba en la persona del Señor a pesar de la respuesta que le ha dado frente a su petición. ¡Su fe es increíble!, así como su osadía, que le permite recibir el pan, ese pan que es para todos, dándonos a nosotros una gran lección de no hacer diferencias. Lo importante es creer que todo es posible para Dios y todo se nos dará. 




 Hilda, Santa Fe – Argentina                                                                  





sábado, 16 de agosto de 2014

“SEÑOR, SOCÓRREME”

Querido/a Amigo/a:


Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“SEÑOR, SOCÓRREME”

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo,un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“VIENTO EN CONTRA”.

Un abrazo... P. Bernardino.

                     “SEÑOR, SOCÓRREME”                      

Mientras de un lado va creciendo el proceso de la globalización, por otro lado se evidencia siempre más el fenómeno de la discriminación. El desafío es construir un futuro de comunión y solidaridad, más allá de las barreras que existen en la sociedad, y que nos dividen a causa de la raza, el país, la riqueza, el sexo, la edad, la cultura, la religión, etc.


  Leemos en el evangelio de san Mateo 15, 21-28                                    


Jesús partió... de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada. 
Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”.

Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”.

Y en ese momento su hija quedó sana.

PALABRA del SEÑOR





Después de un duro conflicto...

con los representantes de la religión oficial, que define como “hipócritas”, Jesús sale de su país y se retira a una tierra pagana, en la región de Tiro y Sidón. Ya este gesto, más allá del diálogo que sigue, demuestra una apertura de Jesús hacia un territorio considerado impuro, que un piadoso judío tenía que evitar de pisar. Allí se encuentra con “una mujer cananea”, perteneciente a la población indígena, que tiene una hija poseída por un demonio que la atormenta terriblemente. Ella invoca el auxilio de Jesús, llamándolo con los títulos que debían conmoverlo: “Señor”, como le decían los discípulos; “Hijo de David”, poderoso descendiente de la casa real, como quería el pueblo.

Parece que Jesús no se siente interpelado. No tiene oídos para esa mujer, y no se reconoce en esa imagen de mesías glorioso, “hijo de David”: “No respondió nada”. Los mismos discípulos interceden por la mujer, al menos para que no siga molestando: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. A los discípulos les molestan los gritos y la cercanía de una mujer pagana entre los que acompañan a Jesús.



En las palabras de Jesús está reflejada...
la mentalidad de muchos miembros de la comunidad de Mateo, de origen judío-cristiano, que consideraban a Jesús como un reformador de la religión y no entendían la novedad y la dimensión universal de la salvación que Jesús había venido a realizar: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”, “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”.

Con absoluta confianza la mujer se echa a los pies de Jesús y lo invoca: “¡Señor, socórreme!”. Con una osadía increíble responde a Jesús, derribando todas las barreras raciales y religiosas: “Los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños”. Hay pan para todos, sin ninguna separación, y Jesús es el pan ofrecido para el hambre de todos los pueblos.


Una mujer, y pagana, al contrario...
de las autoridades religiosas oficiales que se oponían a Jesús, lo conmueve y convierte, y evangeliza la comunidad de Mateo. No es la sanación de la hija que provoca la fe de la madre, sino la fe tenaz de la madre que consigue la sanación. Jesús se rinde frente a ella: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. A través del diálogo de Jesús con la mujer, Mateo quiere llevar progresivamente su comunidad a superar la intolerancia nacionalista. No hay discriminación entre los pueblos.

El evangelio nos llama a salir de nuestros mundos dogmáticos, para descubrir humildemente que desde los cananeos de hoy puede venir la palabra iluminadora que nos abre a la universalidad del amor y de la misericordia de Dios.El mensaje del evangelio no está reservado a un pequeño grupo de elegidos: es la sal y la levadura para una humanidad nueva, en que la diversidad y el pluralismo no son una amenaza y un motivo de exclusión, sino la riqueza con que construir la casa común.






 Lectio DOMINGO 10 de AGOSTO     
                      VIENTO EN CONTRA          

Los milagros... Siempre ocurren de adentro hacia afuera, de la fe hacia el conocimiento, saber o creer. La fe no es un conocimiento, ni una ciencia, ni una creencia. Es la conexión con Dios, que es la Fuente, la Inmortalidad, la Vida. A veces sentimos esta conexión y todo se ordena dentro nuestro: no hay más dudas, no hay más incertidumbres, no hay problemas ni oscuridad. Pero, estamos en este plano denso de la materia, en este planeta escuela donde hemos venido a recordar quiénes somos pasando por experiencias y pruebas, pruebas de esa fe que tenemos que reconquistar, recuperar y que, paradójicamente (la vida es una paradoja) se recupera solo a través de la fe. ¿Y cuál será el camino para este largo aprendizaje? Volver al corazón donde mora Jesús, María, Dios. ¿Y cómo se vuelve al corazón? En el silencio interior, la conversión, en el pedido del perdón y la misericordia para todos nuestros hermanos donde estamos incluidos. ¿Y cómo se llega al silencio interior? En la oración y la meditación, la honestidad de pensamiento, palabra y obra, la simpleza de la vida en contacto con la naturaleza y el servicio desinteresado e incondicional. ¿Requiere esto de largos ejercicios espirituales, complejas teorías, ayunos prolongados, posturas sufrientes e incómodas de meditación, promesas de abstenciones para lograr la sanidad o tantas cosas que hoy se nos ofrecen en un mercado de "caminos espirituales" donde alguien que aparentemente está más conectado con la Fuente que nosotros nos dice que en un "curso" de cuatro encuentros nos podremos transformar? No tengo nada en contra de los cursos ni de los que en distintas etapas de nuestro caminar acudimos a ellos buscando desenmarañar nuestras confusiones para poder sentir un poco de relajación, un poco de paz. Pero sí puedo decir que no es bueno permanecer habitando distintas escuelas, propuestas, cursos, talleres, porque a la larga nos distraen. Con nuevas palabras o consignas nos impiden escuchar la simpleza de la llamada que hace vibrar instantáneamente al corazón: Jesús con su mano extendida diciendo: “Ven”. 


        

 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                        

* * * 
Dios siempre nos da confianza y aliento. Esta vez sorprende a los discípulos: ¿Acaso ya no habían visto el milagro de la multiplicación de los panes y los peces? Pues Jesús sabe que los hombres lo siguen, pero muchas veces, sin la absoluta confianza en él. Somos débiles, muchas veces dudamos y por eso nos atrevemos a negarlo. Somos hombres razonables, o tremendistas ante lo desconocido y divino. Nos falta humildad para admitir la fuerza metafísica de lo sobrenatural en una cercana y trasparente cercanía humana y divina. "Ser hombres de fe". 

La confianza de Jesús en Dios Padre, su permanente oración comunicativa con él, nos muestra como nosotros también debemos imitarle o seguirle: ser hombres de oración, de escucha de sus palabras. 

        

 Luis Ángel, Lima – Perú                                                                 

* * * 
“En el amor no cabe el temor, antes bien, el amor desaloja el temor” (1Jn 4, 18). El miedo (miedo: percepción que tenemos ante un peligro real o imaginario; temor, es tener miedo a algo que creemos que nos está pasando, es sentir tanto miedo que nos paralizamos) es una potencia – ilusoria – que tiene la fuerza para ocultar el amor o hacerlo parecer un fantasma o una ilusión. Lo contrario al amor es el temor; todo miedo es un impedimento para que el amor surja, porque como parásito debilita la fe-confianza en Dios, en Jesús, en su presencia salvadora. Cuando se nos adentra el miedo, no sabemos cómo liberarnos de él y nos paraliza, nos hunde. 

En situaciones de crisis tan propias de nuestro tiempo, el relato del evangelio de este domingo, lleno de simbolismo, cobra una actualidad sorprendente. Una tormenta en el mar, la oscuridad de la noche, la fragilidad de la embarcación – imagen de nuestra persona o comunidad –, lejos de tierra firme, viento contrario, no se ve una luz; todo pareciera estar en contra. Las verdades o confianzas que nos han sostenido en otro tiempo, se han vuelto un fantasma. Todos hemos vivido situaciones parecidas. ¿Cuántos hoy viven en un temor paralizante, destructivo, donde todo se vuelve oscuro y no se ve salida? 

“Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla”. El evangelio de Juan nos da la clave para entender este momento. ¿Cómo es que Jesús “obligó a los discípulos”?: los embarca y él se queda en la playa. Después de la multiplicación de los panes querían hacer rey a Jesús. Obligarlos a salir de esa exaltación, de esa ilusión, de esa fantasía, es el propósito de Jesús; la decisión de marcharse es de ellos, según Juan. Sin el Jesús del milagro, el “todopoderoso” que transforma “las piedras en pan”, los discípulos se sienten solos, frustrados y abandonados. Recordemos la noche en el Getsemaní, cuando Jesús es arrestado, queda solo y sigue solo hasta el atardecer del Gólgota. El pan comido en el desierto, los cinco mil hombres, recuerdan el éxodo. Con su partida los discípulos deshacen el camino del éxodo, dejan el lugar de los hijos que comen su pan como hombres libres, capaces de unirse para resolver sus problemas. Vuelven a la esclavitud, donde el amo dice lo que deben hacer, por ello las tinieblas. Viven una experiencia de muerte, anticipación de la frustración, desconcierto y sensación de fracaso que les embargara cuando Jesús haya entregado su cuerpo como pan para la vida del mundo. 

“¡Señor, sálvame!”. Al grito de Pedro Jesús tiende la mano, le reprocha y le pregunta: “¿Por qué dudaste?”. Me he detenido en esta pregunta de Jesús y no encuentro una respuesta fácil. Creer es vivir apoyado en Dios, esperar todo de él, como un niño en brazos de su madre, en actitud de entrega y de absoluta confianza (cf Salmo 130), como Pablo que dice: “Sé en quien he puesto mi confianza” (2Tim 1, 12). Entiendo, que con frecuencia es el pecado el que quebranta nuestra fe. No creo como digo que creo. Siento una enorme distancia entre el creyente que profeso ser y lo que soy en realidad. Por ello, en toda tormenta, en toda situación de hundimiento, gritaré como Pedro: “¡Señor, sálvame!”. 

Pedro, no tiene miedo porque se hunde, se hunde porque tiene miedo. 

De niño aprendí a tener miedo, 

lo vi en los ojos de mi padre 

y en los de mis amigos con quien jugué. 

Cuando me hablaron de Dios, me dijeron: 

“Dios castiga, pero no a palos”. 

¡Qué lejos del Abba de Jesús! 

En el colegio estaba siempre el miedo 

como manta húmeda que empapaba todo: 

miedo a no saber la lección, 

a no saber que dos más dos son cuatro, 

el miedo era la primera lección. 

Aprendí muy bien a tener miedo: 

miedo a lo que puede pasar, 

a lo que vendrá. 

Que es mejor quedarse como está, no arriesgar. 

Hice de la fe una búsqueda de seguridad, 

no la del peregrino que confiando en Dios 

alegre va por los caminos del amor. 

Jesús me dice: ven, no tengas miedo. 

Señor enséñame a desandar el camino del miedo, 

tiende tu mano y sálvame del fantasma del miedo. 

Que mi fe sea confianza de saberme amado y salvado. 

No temas. 


 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                              

* * * 
Me parece interesante como san Mateo introduce de una forma muy pedagógica cómo Jesús se va demostrando poco a poco como "el Dios con nosotros". Recordemos su título de Emmanuel, que el ángel le da al Hijo de María cuando se le aparece en sueños a José. Desde esa mirada de Mateo que desea demostrar que Jesús es el verdadero Mesías, siento que Jesús hace iniciar el camino de la Pascua a sus discípulos, exigiendo que empiecen a caminar y no se queden en situaciones que podrían transformarse en algo lejano a lo que él quiere: el reino al estilo de la mentalidad judía, donde el poder es importantísimo. Por eso el episodio que sigue a continuación me hace pensar que en la oscuridad de la noche, en medio de la tormenta, donde los discípulos se encuentran superados por las inclemencias del tiempo, san Mateo coloca la primera manifestación de Jesús como Dios: “Soy Yo, no teman”. Los discípulos, al igual que el pueblo de Israel, no se sienten abandonados, sino que está con ellos "El que es" y por eso manda que el viento se calme. Y la respuesta de ellos es: "Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios" (Emmanuel). Sólo me resta decir que también nosotros, a pesar de sentirlo como Emmanuel, muchas veces preferimos o nos olvidamos de seguir las huellas de Jesús y queremos anunciar el Reino de Dios a nuestra pinta. Hoy más que nunca es importante tener presente este evangelio, cuando estamos enviados a realizar la misión territorial. Entonces nuestras frases claves en el día deberían ser: "Señor Sálvame, y "Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios". 

 Pedro, Santiago – Chile                                                                  

* * * 
Con todo lo que he experimentado en estos días, la verdad que la palabra de Dios siempre me anima, y tanto. Sinceramente, cuando leía que Jesús enviaba a los discípulos en la barca, sentía cómo Él también me envía a mí. Con cada cambio de obediencia, siento que es para que no me quede en el posible éxito o en lo que ya está un poco más organizado y en cierto modo me da tranquilidad. 

Una nueva obediencia es como ir cruzando el lago con nuevos desafíos, inseguridades y tormentas, y creo que mi mayor tormenta es mi propio yo, que se rebela a formas de vivir la comunidad, realidad de la misión, del país en donde sales a comprar y todo esta enrejado. Con qué ganas le digo a Jesús: “¡Sálvame!”, y es acá donde y como experimento siempre su misericordia y siento su mano extendida, que más que tomara yo la de Jesús, es él que me toma firme, animándome a salir a flote, a no dejarme hundir por tanto negativismo, si no a confiar que siempre existirá la posibilidad de salir, de encontrar nuevas formas, de animar. Así hoy con un chiquitito del jardín, que no saca su dedo de la boca, logré que riera y me decían que para nada lo habían visto reír. Doy gracias a Dios de ello. Es posible siempre dar alegría; ojala pueda sembrarla un poco más en estas tierras. 

        

 Hilda, Santa Fe – Argentina                                                          

* * * 
Jesús, en medio de la tempestad, anima a sus apóstoles atenazados por el miedo: “Tranquilícense. Soy yo. No teman”. ¡Qué seguridad nos infunde este Cristo Señor, que disipa todos nuestros temores, miedos, angustias, desesperaciones! Sólo él puede llenarnos de confianza cierta. ¡Y cuánto lo necesitamos en nuestra vida de todos los días! 

Pero Pedro, que todavía no acababa de creérselo del todo, le dice, con un cierto tono de desafío y de respeto: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas”. Y Cristo le dice: “Ven”. Una sola palabra. Un monosílabo. Y eso fue suficiente para que Pedro saliera disparado, como una flecha, fuera de la barca. Comienza a andar, también él, sobre las aguas. Pero, fíjate lo que viene a continuación: ¡Pedro comienza a hundirse! ¿Qué fue lo que pasó, si ya prácticamente se había hecho el milagro? Que Pedro dudó, desconfió del Señor, dejó de mirar a Cristo y comenzó a mirarse a sí mismo y la fuerza del viento, y fue cuando todo se vino abajo: “Viendo el viento fuerte – nos dice el Evangelio – temió y, comenzando a hundirse, gritó: Señor, sálvame”. Jesús lo coge entonces de la mano y le reprocha con dulzura su desconfianza: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”. Y es que para nuestro Señor es mucho más milagro que tengamos fe, que confiemos siempre en él, ciegamente, a pesar de todos los obstáculos y adversidades de la vida, que hacernos caminar sobre mares. 

Y ésta era la lección que nos quería dejar: la necesidad de la fe y de una confianza absoluta en su gracia y en su poder. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación – pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más – la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en él. Y precisamente así termina este pasaje del lago: “Ellos se postraron ante él, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios”. Una maravillosa profesión de fe. Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas gratis, sin necesidad de una barca o de un salvavidas, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes... ¡Con Jesús todo lo podemos! 

 
 Silvia, La Paz – Bolivia                                                                   



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