"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 31 de mayo de 2013

“TODOS COMIERON”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“TODOS COMIERON”. 
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“PADRE, HIJO y ESPÍRITU”.

Un abrazo... P. Bernardino


                              “TODOS COMIERON”.                          
Comida y casa: dos exigencias fundamentales para una vida digna. Aprovechando su ineludible necesidad, se han creado poderosos imperios que monopolizan los alimentos y la construcción de casas, sobre todo en las grandes ciudades. Pero esa lógica de acumulación, por lamentable que sea, es uno de los instintos más profundos que está también en el corazón de cada ser humano, y necesita extrema vigilancia y voluntad de cambio.

      Leemos en el evangelio de san Lucas 9, 11-17:                                      

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres.Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

PALABRA del SEÑOR



Después que los discípulos...
regresaron de la misión a la cual los había enviado Jesús, él intenta retirarse con ellos a un lugar apartado, para evaluar la experiencia y para descansar. Pero la gente no los deja tranquilos, y llega hasta ese lugar. Jesús no se muestra molesto y la acoge, alimentándola con su palabra y sanando a los enfermos.

Pero el Pan de la Palabra no basta.

El hambre de la muchedumbre...

y el lugar desierto hacen recordar el antiguo éxodo, cuando Moisés sació al pueblo con el maná. Ahora hay alguien que es más que Moisés. La gente parece no acusar el hambre, a pesar que es tarde, y ni se da cuenta de la noche inminente. Hay algo demasiado importante que ocupa su corazón, la presencia de Jesús, al punto que todo el resto es relativo.



Son los apóstoles que se preocupan de la comida y del alojamiento de toda esa gente, y ya tienen la solución: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento”. Despide, que vayan: que cada uno piense por sí mismo y solucione sus problemas. No importa si la consecuencia son la dispersión, la soledad, la angustia frente a problemas que no tienen solución. Es la lógica de siempre, y el más fuerte sabrá aprovechar de las necesidades de los demás.Jesús tiene una propuesta diferente: “Denles de comer ustedes mismos”. Háganse cargo ustedes de los problemas del pueblo, y busquen soluciones comunes. No importa la escasez de los recursos: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados”. Si los recursos se comparten, habrá lo suficiente para todos.

El evangelista Lucas lo demuestra...
describiendo los gestos de Jesús según la celebración de la eucaristía de su tiempo: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud”. Como diciendo que Jesús mismo se ofrece primero como pan para el hambre de todos, y por eso indica el camino para vencer toda clase de hambre: hacerse pan, como Jesús. Participar en la eucaristía significará comprometerse con las necesidades concretas del pueblo, abriendo caminos de comunión y solidaridad, contra la dispersión, compartiendo los bienes en justicia y equidad: “Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas”. Desde dentro de la comunidad brota la abundancia.Sin duda la solución extraordinaria que Jesús dio ese día al problema contingente del hambre de sus seguidores puede ser llamativa. Pero mucho más llamativa tiene que ser la indicación que este signo ofrece para una convivencia en que juntos se enfrenten los problemas fundamentales de la sociedad, sin que nadie tenga demasiado y otros no tengan lo suficiente, o sin que nadie sea obligado a gastar tiempo, salud y vida para que pocos acumulen inmensas fortunas. El verdadero milagro es el cambio del corazón.




OSM 1233 / 2013



Bernardino Zanella      bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo Llerena          gusosm@yahoo.es   

 LECTIO COMENTARIOS DOMINGO PASADO           
“PADRE, HIJO y ESPÍRITU”.                                       


El concepto, la idea, sin una práctica es idolátrica. El espíritu no nos llevará a un conocimiento desvinculado de la vida, porque el amor siempre se hace vida; como en la cruz, la mayor expresión de amor, la vida de Cristo se hizo vida para nosotros. La forma como comprendemos la revelación resulta siempre condicionada por la propia manera de comprender; incluso las que constituyen el dogma católico – la Trinidad –, son formadas de acuerdo con el pensamiento humano; y, no son sino flechas que apuntan hacia la dirección de algo que trasciende nuestra mente. 



Propongo leer este texto del capítulo 16 del evangelio de Juan, desde el verso 5 hasta el 15. Si miramos el evangelio en su conjunto, descubrimos que nos lleva a un encuentro con Jesús – quien se experimenta profundamente como Hijo, por ello, nos comunica su experiencia, da a conocer al Padre –; y, Él empuja a salir de sí para ir al otro en una actitud de amor y servicio. Por ello, mientras más a fondo busquemos esta experiencia de encuentro con el Señor Jesús, el Espíritu nos impulsará a vivir como Él vivió, en absoluta confianza y obediencia al Padre, entregando todo lo que Él era – Cuerpo y Sangre, crucificado –. 



El Espíritu debe enseñarnos, convencernos – en nuestra propia vida, en la Iglesia y en el mundo – que el Espíritu de Dios, de la Verdad, de la fuerza y del amor, viene por la cruz, y cualquier otro pensamiento es pecado, es no creer en el que fue crucificado y por la resurrección volvió al Padre. Quizás el texto del evangelio nos parezca abstracto y lejano, más aún, como lo presenta la liturgia. Sin embargo, si contemplamos nuestra propia vida, nuestra tristeza, nuestra incredulidad y todo lo que tal vez llena nuestro corazón, creo que podríamos leer una vez más estos pocos versículos que, con la gracia de Dios, podrían tocar nuestro corazón. Entonces podríamos escuchar a Jesús, que nos dice: Están tristes porque yo, que soy la cercanía de Dios – Dios con nosotros –, me voy aparentemente a las tinieblas de la muerte, al fracaso absoluto; están tristes, porque piensan que se acabó todo, me he ido; ¡pero, no! Yo he vuelto al Padre, y sólo así puede estar el Espíritu con ustedes, quien les convencerá de que no creer en esta realidad, de mi marcha al Padre, es la raíz del pecado; y, mi ida, mi tener razón en sus vidas – creer – es el juicio de las potencias del pecado, que nos quieren tener cautivos. Por ello, ¡Crean! Llamen al Espíritu y descubrirán que con nosotros está el Señor, que da vida verdadera, que perdona y libera y en el centro de nuestro ser, la semilla del reino dará fruto abundante. 

Al vivir como Él por la acción del Espíritu, que es gracia de Dios, comprenderemos el Misterio y callaremos, porque la palabra se hará en nosotros vida, se hará carne. Dios es Amor, Vida y Servicio: una trinidad. El amor siempre se hace vida, la vida siempre es un servicio. 

Creo en Dios Padre misericordioso, origen y fuente de vida y amor. 
Creo en Jesús, el Señor, hijo de María, que vivió en tiempo de Pedro, Santiago y Juan. Pasó haciendo el bien, confiando y amando hasta el extremo. Por la locura de la cruz, va Él al Padre, y es por Él recibido, de ello nos convence el Espíritu. Creo en el Espíritu, que con suavidad me seduce a que crea y creyendo tenga vida eterna. Amén. 




  Joel, Puerto Aysén – Chile 



* * * 



No sé si tomamos conciencia del misterio de la Trinidad. Yo al menos algo lo he hecho con el correr del tiempo. Agradezco a Dios el que este gran misterio lo haya podido dar a conocer por medio de su mismo Hijo, el cual con su palabra ha hablado del Padre y del Espíritu Santo, ha expresado cómo fluía la comunión entre ellos, comunión que era y es todo amor. Percibo algo de este gran amor cuando vivo en comunión con mis hermanos, aunque no siempre es tan fluida. Agradezco a Dios la fe recibida y que tantos hermanos han tenido. Ayer en Roma, veía en la catacumbas de san Calixto la imagen de santa Cecilia que está indicando su fe en la santísima Trinidad con sus tres dedos extendidos señalando Dios uno y trino. Tantos hermanos dieron su vida por su fe; tampoco ellos lograron comprenderla en su totalidad, pero tenían fe de que así era, y también creo que así es, sino no rezaría el Credo. Y como ocurrió a San Agustín, difícilmente podré comprender y meter toda su inmensidad en mi pequeñísima y limitada humanidad: es simplemente fe. 


  Hilda, Llolleo – Chile






jueves, 23 de mayo de 2013

“PADRE, HIJO y ESPÍRITU”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

"PADRE, HIJO y ESPÍRITU"
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”.

Un abrazo. P. Bernardino



                     “PADRE, HIJO y ESPÍRITU”.                   

¿Dios, quién es? ¿Y cómo es?

Hay muchas personas buenas, que ya no se hacen estas preguntas, más preocupadas por construir una sociedad justa, en “que un hombre no escupa sangre pa que otros vivan mejor” (Atahualpa Yupanqui, citado por José Ignacio González Faus en su “Testamento”).

Pero muchas otras personas creen que también esta exigencia profunda de solidaridad ha sido puesta por Dios en el corazón del hombre. De ahí las preguntas.
Una respuesta que nos da el evangelio es la de un Dios comunidad, un Dios Trinidad. La palabra “Trinidad” no la encontramos en el Nuevo Testamento, y difícilmente podemos reconocer algunos indicios del misterio de la Trinidad en el Antiguo Testamento. Pero, más allá de la palabra, encontramos, por ejemplo, una formulación muy clara de su contenido en el saludo de san Pablo a la comunidad de Corinto: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes”. El Dios invisible, reconocido como Padre lleno de amor y misericordia, se hizo visible en Jesús, el Hijo, que ha compartido plenamente nuestra condición humana, enseñándonos un camino de justicia y fraternidad, y que después de su muerte sigue acompañándonos a través de su Espíritu en el corazón de cada ser humano.

  Leemos en el evangelio de san Juan 16, 12-15:    

«Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

PALABRA del SEÑOR




Estas palabras de Jesús...
son parte del diálogo con los discípulos durante la última cena de su vida, pocas horas antes de su crucifixión. Ha querido fortalecerlos, insistiendo en la necesidad de la comunión con él, de la unión de la comunidad, y de la resistencia frente a la oposición que encontrarán en el mundo.

Les ha transmitido los secretos...
del Reino de Dios, que sólo “los pequeños y los sencillos” pueden entender. Pero le quedan “muchas cosas” para decirles. No es el momento para compartirlas, porque ellos “no las pueden comprender ahora”. Su mente está llena de angustia, de temor y de tristeza, tal vez de desilusión. No han entrado todavía en el horizonte de Jesús, de que lo único que vale es el amor, hasta dar la vida.






Será el Espíritu de la verdad, 
que los librará del miedo y “los introducirá en toda la verdad”. El Espíritu los iluminará, para que puedan entender la enseñanza y la muerte misma de Jesús, y puedan interpretar la realidad y los acontecimientos a la luz de lo que han aprendido de Jesús. El Espíritu no les ofrecerá una doctrina nueva, sino les dará la capacidad de juzgar la historia y de reconocer lo que coincide con la vida de Jesús, con su amor fiel, y lo que, en cambio, se opone a lo que Jesús ha enseñado. Serán testigos de él ante el mundo. Tendrán la sabiduría y la fortaleza para reconocer, más allá de las apariencias, y denunciar los sistemas de injusticia y de poder que impiden la vida plena del hombre, y los hará capaces de dar nuevas respuestas a las nuevas necesidades de la sociedad.



Con la luz del Espíritu,
los seguidores de Jesús podrán entender que su muerte en la cruz ha sido su plena victoria y su gloria verdadera, “él me glorificará”, porque ha revelado hasta donde puede llegar el amor. El Espíritu les comunica ese amor, para guiar su camino y para que puedan ofrecerlo a la humanidad.Jesús ha realizado el proyecto del Padre y ha revelado su amor. Los discípulos de Jesús lo continuarán en la historia, por la fuerza del Espíritu que les será dado, aunque los poderes que han matado a Jesús continúen persiguiendo también a los que lo siguen de verdad.





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  DOMINGO de PENTECOSTÉS
 “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”.  

“¡La paz esté con ustedes!”. Qué esperanzador es recibir este don de paz, en medio de mi “atardecer”, de mi pasividad, lentitud, de mis miedos, enojos, incomprensiones, resentimientos… Aún cuando estoy consciente que amo y soy amada por Dios Padre. ¡Cuántas largas noches vivo! No es fácil despercudirse de las limitaciones adquiridas a través de mi vida: prejuicios, juicios, soberbia, intolerancia, vanidad; limitaciones que desfiguran los dones recibidos e impiden y/o entorpecen la realización de la misión encomendada por Jesús: “Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. El servicio y éste en comunidad, las eucaristías, la oración diaria, la reflexión del evangelio de cada día, ahora, la Lectio divina individual y comunitaria, me han ayudado a crecer y madurar mi Fe y por ende mi compromiso responsable con el hermano. Pero… no es suficiente, porque el papa Francisco, hoy nos llama a “no ser cristianos de instantes, sino siempre”. Como Jesús que nos regaló con el don de su vida.

Por eso, ¡bien venido, Pentecostés! Es otra posibilidad de renacer en el Espíritu de Dios, para continuar en el seguimiento de Jesús con alegría.


* * *

El Espíritu suscita, en muchos de nosotros, más curiosidad que transformación, por nuestra falta de fe. Querríamos saber que es, como apropiarnos de Él para usarlo (cf Hechos 8, 18-19). Sentir su tenue brisa, en medio del ruido y las distintas formas de escape que la sociedad de consumo hoy nos propone, no es fácil. Escuchar que en lo más íntimo de nosotros clama: Abba, Padre, exige ir más allá de las palabras y pensamientos; hay que dejarse vencer por el silencio orante. Lo descubriremos presente en lo más profundo de la humanidad, donde la resurrección de Cristo ha encendido su fuego que ya no se apagará, hasta que Dios sea todo en todos (cf 1Cor 15, 28).

El Espíritu está presente en el clamor de la creación entera, que gime con dolores de parto, hasta que se manifieste en todos la plenitud de la resurrección; Él está en la historia de la humanidad, cuya ciega marcha con todos sus horrores (cf Heb 3, 15-17) la encamina, con inquietante precisión, hacia el día sin ocaso donde la gloria de Dios ilumine a todos. El Espíritu está en toda lágrima y en toda muerte, como esperanza, como júbilo oculto y la vida que vence cuando parece morir; Él está en nuestra impotencia, como el poder que puede permitirse parecer débil, porque es más fuerte que toda nuestra fortaleza (cf 1Cor 1, 25); Él está en medio del pecado, como la misericordia del amor eterno, que es paciente hasta el fin (cf Mt 13, 24-30). Él está con nosotros como la luz del día y el aire, que no observamos pero que nos dan vida; Él está ahí como el corazón de este mundo, y de la creación entera, como sello inconfundible de que todo fue creado por Él y para Él.

Una cosa en verdad es necesaria para que su acción, que no podremos anular jamás, sea la felicidad de nuestra existencia. Él debe hacer saltar en pedazos, las piedras del sepulcro de nuestros corazones, que nos encierran en nuestros miedos. El espíritu debe iluminar el centro de nuestro ser, bajar como fuego, allí en donde aún es sábado en nuestras vidas. Recibiremos el soplo del Espíritu cuando acojamos la misión encomendada por Cristo resucitado: haciendo presente el amor del Padre; el amor es siempre misión, es relación que saca la persona fuera de sí misma, hacia el otro.

Sin embargo, debemos tener presente, con temor y temblor, que su acción poderosa se da bajo la libertad de nuestra fe. Por ello, san Pablo dice: “No apaguen el fuego del Espíritu” (1Tes 5, 19). Y, el evangelio: “Creo, pero ayuda mi falta de fe” (Mc 9, 24). El Espíritu puede ser apagado, aunque no en todos. Por ello, nosotros hombres y mujeres de fe, de Iglesia, nuestro temor y preocupación es que podemos ser nosotros los que apaguemos el espíritu. Podemos apagarlo con la soberbia de creer que lo sabemos todo, con nuestro miedo que nos lleva a querer controlarlo todo; con la actitud de “no estar ni ahí”, la pereza del corazón; con la cobardía que nos encierra en aquello que nos hace sentir seguros; con la ignorancia con que nos enfrentamos a lo nuevo, a las iniciativas que surgen, gracias al Espíritu, fuera de la Iglesia. ¡Ven, Espíritu Santo! 


 Joel, Puerto Aysén – Chile

jueves, 16 de mayo de 2013

PENTECOSTÉS ...“RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”.





Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”.
PENTECOSTÉS 2013
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“LLEVADO AL CIELO”.
Un abrazo.Bernardino

                  “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”.                   


Imposible eliminar la dimensión espiritual del corazón del ser humano. Una persona y una sociedad pueden dejarse aturdir por las exigencias materiales y por el llamado de los instintos, pero en el fondo de su ser está una energía irresistible del Espíritu, que siempre intenta reconducirlas a lo esencial, a la vida verdadera.

 Leemos en el evangelio de san Juan 20, 19-23:              

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

PALABRA del SEÑOR







Llega la noche del día de Pascua, 
el primer día de la semana. Pero no es la noche de Nicodemo, que visitó a Jesús protegido por la oscuridad, porque la noche estaba en su corazón; ni la noche del poder de las tinieblas. Es la noche de la resurrección, del éxodo glorioso, del inicio de la nueva creación.

La novedad se percibe también en la manera de indicar la hora. Para el sistema judío, un nuevo día no iniciaba a la medianoche, sino ya con la puesta del sol, al atardecer. En cambio, en este texto del evangelio, “al atardecer” no comienza un día nuevo, como habría sido normal, sino que sigue el primer día de la semana, el día de la Pascua.




Pero los discípulos no han entrado...
todavía en esta nueva etapa. Están reunidos en un lugar indefinido, con las puertas trancadas: “se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos”. Podría ser el lugar de cualquier comunidad de discípulos, cuando no está presente el Señor, sino que domina el miedo: una comunidad atemorizada, que quiere pasar desapercibida, que no se atreve a reconocerse como discípula del Crucificado. El mundo es visto como hostil, amenazador. La única certeza son “las puertas cerradas”. La confianza está en ellas.




Y todo cambia cuando se presenta Jesús, 
la verdadera certeza, la piedra fundamental que da firmeza a la comunidad. Su saludo es de paz: “La paz esté con ustedes”: la paz, no el miedo, no el resentimiento, la venganza, el ocultamiento. La paz como misericordia y reconciliación con Dios, como reencuentro con el Maestro resucitado, abandonado y negado durante su pasión, la paz como perdón a uno mismo y como solidaridad con todos los hermanos frágiles y temerosos, como bienestar de la humanidad y armonía con toda la creación. La paz como don de la Pascua, que produce frutos de alegría, de esperanza, de bondad y ternura, de confianza en los demás y en la vida; que libera del miedo y la angustia, de la pasividad y la sumisión.

Es Jesús que ofrece la paz, el Crucificado que ha vencido la muerte, con sus heridas luminosas que recuerdan su amor extremo: “Les mostró sus manos y su costado”. El miedo más profundo del ser humano, el miedo a la muerte, desaparece, porque la vida vence, y libera del miedo el encuentro con la muerte misma.




A partir de esta firme certeza, Jesús...
puede enviar a sus discípulos para que cumplan su misión, como él mismo había sido enviado por el Padre y había cumplido su misión. Con el don de su vida Jesús había realizado la obra que el Padre le había confiado. Ahora les toca a los discípulos. Es una tarea demasiado grande para ellos, pero la podrán enfrentar con la fuerza del Espíritu Santo: “Sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo”. Esa energía divina, ese aliento, ese soplo de Dios que había animado a Jesús que “pasó haciendo el bien y sanando a todos”, hasta el momento en que lo entregó con su último respiro, y que duerme en el corazón de los discípulos, Jesús lo despierta, para que ellos puedan ser animados por el mismo Espíritu de Dios. Es un nacer de nuevo, del Espíritu: “De la carne nace carne, del Espíritu nace el espíritu”. Es el Pentecostés del evangelio de Juan, que no retoma, como Lucas, las imágenes de las manifestaciones poderosas de Dios en el Antiguo Testamento, con el fuego, el viento, el terremoto, y la sanación de la confusión de las lenguas en la torre de Babel. Juan recupera la imagen primera de la creación del hombre, hecho de barro, al cual Dios infundió el Espíritu, como leemos en el libro de Génesis: “El Señor Dios modeló el hombre con arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser vivo” (2, 7). El Espíritu de Dios se hace parte constitutiva y esencial del ser humano. Jesús repite ese gesto creador: nace una nueva creación. Los discípulos habían manifestado claramente durante la pasión de Jesús que estaban hechos de tierra, pero ahora el Espíritu del Resucitado los hará seres vivos, capaces de dar vida, hasta ofrecer la propia, como Jesús.Esta vida nueva en el Espíritu capacitará a los discípulos para que sean portadores de la misericordia de Dios en el mundo, mensajeros de su perdón, que algunos podrán rechazar, y que otros podrán acoger, agradecidos por el amor gratuito que les ha sido ofrecido: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.



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Bernardino Zanella    bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo Llerena         gusosm@yahoo.es


LECTIO DIVINA DEL DOMINGO  12 DE MAYO

                 “LLEVADO AL CIELO”.                   


Después del concilio Vaticano Segundo, hacen cincuenta años, deberían haberse movido las estructuras de los viejos pensamientos de la Iglesia de la Edad Media. En Latinoamérica las Reuniones de obispos en Medellín y Puebla comprueban que el continente Latinoamericano, tan grande, vivía en la esclavitud, semejante a los israelitas en Egipto, y se llamaba católico cristiano. La propuesta del evangelio de san Lucas nos hace pensar que cuando Jesús se despedía les llamaba a proclamar la conversión de los sistemas de odio y muerte, hacia espacios de amor, justicia y derecho a todas las naciones. Sin embargo, a lo largo del tiempo, incluso después del Vaticano Segundo, existen menos compromisos para cumplir este mensaje de liberación. 



Las Comunidades Eclesiales de Base, que eran el referente de una Iglesia al servicio de los marginados, después de Medellín han sido convertidas en grupos pasivos de oración. En muchos lugares de Latinoamérica estos grupos apoyan la destrucción de proyectos que benefician a niños, huérfanos, ancianos y mujeres; otros son aliados de sistemas de explotación de recursos naturales, los gobernantes junto a obispos y curas adormecen al pueblo enseñando el miedo a los sistemas de cambios profundos de la humanidad. 


Francisco, Oruro – Bolivia

* * * 


“Mientras los bendecía, se separó de ellos”. La realidad es mucho más que los conceptos, las palabras o imágenes que ellas crean. Por ello, forman parte de la comunicación humana los símbolos y gestos, las miradas y las imágenes, las fiestas y los ritos, la música y la pintura, etc. 



En el relato de la Ascensión, el evangelista Lucas describe con imágenes y símbolos una realidad que es divina: Cristo resucitado entra definitivamente en la realidad de Dios. Nos ayude este pasaje a ponernos en contacto con la realidad de Jesús, Dios y hombre verdadero y el proyecto del Reino. 


Sólo Lucas separa en el tiempo, contrariamente a los otros testigos, resurrección y exaltación. Es decir, sólo Lucas sabe de una ascensión a los cielos en Betania, ascensión que clausura el tiempo de las apariciones de Jesús en la tierra e inaugura con fuerza el tiempo de la misión universal de la Iglesia hasta el retorno de Jesús. Recordemos que los relatos de la resurrección y ascensión son también catequesis. De hecho, si intentamos comparar los detalles: numero de apariciones, tiempo, lugar, es imposible (Betania o el Monte de los Olivos: ¿desde dónde asciende Jesús?). Si los evangelistas hubieran querido engañarnos, lo hubieran hecho mejor. Ellos narran una experiencia de encuentro con Cristo que ha “entrado” en la vida de Dios. Esta experiencia, que no se encierra en los límites de un relato, los convierte en testigos y servidores de la palabra (cf Lc 1, 2). 

Todos tenemos cierto riesgo de convertir a Cristo en “objeto de culto”, desvinculándolo del proyecto del Reino, de su acción profética, su práctica liberadora que hace presente la misericordia del Padre; podemos referirnos a Él, “adorarlo”, sin sentirnos cuestionado por su palabra, apagando el fuego (cf Lc 12, 49), desactivando la novedad del Reino. “No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos.” (Mt 7, 21; Lc 6, 46). Se puede ser católicos y no ser cristianos. 

Con la ascensión al cielo, el evangelista plantea que ya no se puede seguir buscando, sin fin, las apariciones y nuevos mensajes, en una especie de experiencia mística ansiosa. “Señor, ¿Es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel? (Hechos 1, 6). “Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura” (Lc 24, 45). Continuaríamos hoy haciendo preguntas, mirando al cielo sin decidirnos a emprender el camino hacia Jerusalén, para hacer de todos los pueblos y naciones la casa de Dios, y no una cueva de ladrones como lo es hoy. Al permanecer en la ciudad, que a Él rechazó, comprobarán su hostilidad y malévolo poder. Ahí, sentirán sus límites y pequeñez. Sin embargo, ahí serán revestidos con la fuerza que viene de lo alto, para enfrentar con valor el inevitable antagonismo, en una palabra el escándalo de la cruz. La misión a emprender, no se sustenta en el poder humano. Anunciar a Cristo, hacer presente el Reino de Dios en medio de los pobres y como pobres, es obra del Espíritu. 

En fin, la experiencia del encuentro con el crucificado-resucitado y glorificado, no hizo a los discípulos unos fanáticos, sino gente lúcida y humilde, serena y audaz, y sobre todo alegres. ¡Ven, Espíritu Santo!


     Joel, Puerto Aysén – Chile

* * *



"Será siempre el que los guía en el futuro con la fuerza de su Espíritu". Siempre me he preguntado como saber si mis pasos van por el camino correcto sabiéndome algo tan pequeño en la vastedad del misterio de la creación. ¿Y quién soy yo para pretender no equivocarme, no errar, no perderme más de una vez en el camino? ¿Y quién me volverá a el?... Entonces es cuando no me queda otra que confiar en el Espíritu que habita en todos los seres y en el Gran Espíritu que nos nutre con su aliento. Si no tengo maestro a quien preguntar: ¿Voy Bien?, si mi interpretación de sucesos tan remotos en la historia puede ser totalmente (lo es) impregnada de mi pequeña comprensión mental humana, si las Instituciones han devenido en cajas sin contenido... sólo me queda confiar en el Amor, seguir al Amor, profundizar en el Amor, pues éste es el mensaje y no se puede explicar, sólo se puede transitar. Y cada cosa que leo de Jesús me muestra eso, una y otra vez, más allá de cualquier circunstancia histórica, cultural o cualquier filtro que se le haya puesto al interpretarlo. Cada uno transita su camino, que al final confluye en uno solo y es el camino de la oscuridad hacia la luz. Y no esteórico. Es la Vida misma. 


     Isabel, Cytibell, La Plata – Argentina 

* * *

Jesucristo al igual que a sus discípulos me ha llevado a un lugar apartado, fuera de todo lo cotidiano, para que aprenda a reconocerlo como al que manifiesta al Padre y con la certeza que es realmente una persona viva, cercana, que sólo se puede ver con los ojos del alma. Saberme: mirada, cuidada, protegida, enseñada, interpelada en mis acciones, es la presencia de quién me mira en todo momento, como a la niña de sus ojos, como el Padre misericordioso, que me ama tanto. Su amor lo llena todo y tengo que entregarlo para que todos le amen. 


La ascensión de Jesús ha de ser nuestro norte, como la Virgen le dijo a Santa Bernardita: "Tu vida es el cielo". No debemos quedarnos en las cosas caducas de este mundo: toda nuestra vida, por difícil que sea, debe estar con la vista en el cielo, como dijo Jesús: "Están en el mundo pero no son del mundo". Y no podemos tener una vida distinta a la que El tuvo, en este mundo. 


     María Teresa, Santiago – Chile




viernes, 10 de mayo de 2013

“LLEVADO AL CIELO”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“LLEVADO AL CIELO”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“NO SE INQUIETEN”.

Un abrazo... P. Bernardino



                     “LLEVADO AL CIELO”.                


El proceso de laicización que muchas personas y culturas están viviendo, no necesariamente es signo de una progresiva disminución de la fe. Puede significar un camino de liberación de formas de clericalismo, que muchas veces ha obstaculizado una espiritualidad auténtica, para vivir una experiencia de fe más madura y responsable.



Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”.

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de Él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.



PALABRA del SEÑOR



En el contexto de “las apariciones del Resucitado”...
Jesús da las últimas explicaciones, antes de su partida, para liberar a los discípulos del trauma de su crucifixión y muerte, y fortalecerlos en la fe de su vida verdadera. Por eso, “les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras”. Ahora pueden releer con nueva mirada la Escritura y entender que todo confluye hacia Jesús y su mensaje del Reino de Dios. Las mismas pasión y muerte son interpretadas como el paso necesario para el inicio de la misión de sus discípulos: “El Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día”.

El contenido de la misión será la propuesta de un cambio radical de la dirección de la vida, poniendo en práctica la enseñanza de Jesús, para una plena reconciliación: “Comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”.

Destinatarias de la misión serán “todas las naciones”. No hay más un pueblo privilegiado. Jerusalén será sólo el punto de partida. Todos los pueblos están llamados a formar parte de la nueva humanidad.



 Los discípulos tendrán el valor...
de ser mensajeros y protagonistas de este proyecto: “Ustedes son testigos de todo esto”. Pero podrán serlo sólo con la ayuda del Espíritu que será enviado sobre ellos: “Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido”. Tendrán su solemne investidura en Pentecostés, como para Jesús había sido su bautismo en el Jordán.

Con estas indicaciones finales, Jesús se despide. Misión cumplida. Las últimas imágenes de la presencia de Jesús quedarán grabadas definitivamente en la mente y en el corazón de los discípulos. Él los guía hacia Betania, el lugar de la familia amada: será siempre el que los guía en el futuro con la fuerza de su Espíritu.





Luego levanta sus manos para bendecirlos...y de esta  manera se va y desaparece para siempre: “Elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo”. Bendice a sus discípulos para que su obra sea fecunda, como había sido la suya. Les deja un proyecto recién iniciado. Les tocará a ellos llevarlo adelante, compartiendo la experiencia vivida con Jesús, sin miedo por su ausencia, y renovando los gestos de liberación y de vida que él había realizado: una presencia sanadora como la suya. En la memoria de los discípulos, él estará para siempre bendiciéndolos, con sus brazos extendidos, levantado sobre la tierra. Más que nunca resuenan en sus mentes las palabras de la última Cena: “No se inquieten, ni teman”.

“Volvieron a Jerusalén con gran alegría”.
La respuesta de la comunidad será hacer que desde toda la tierra suba a Dios la alabanza: “Permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios”.Es el reconocimiento de la madurez humana. Solos, sin el acompañamiento físico del Maestro, los discípulos recorrerán los caminos del mundo para llevar la extraordinaria noticia que les ha sido encomendada, de un Dios que es Padre misericordioso, que quiere que sus hijos e hijas vivan felices y reconciliados, en justicia y paz. El mundo no como objeto de conquista, ni como territorio sacralizado, sino como espacio donde dejar fluir el amor.



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Bernardino Zanella    bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo Llerena         gusosm@yahoo.es






  DOMINGO  05 DE MAYO    
 "NO SE INQUIETEN"          

La piedra angular de nuestro ser. En lo más íntimo de todos, en ese lugar donde echan raíces todas las cosas que son valiosas para nosotros; en lo más profundo de nosotros existe una experiencia fundamental de haber sido amados y valorados de un modo único y total. De hecho, toda la bondad, el amor, la ternura que experimentamos en la vida se nos hacen poco precisamente porque ya hemos experimentado algo más profundo. En todos existe esta interioridad, ese lugar en el corazón donde guardamos lo que consideramos más precioso y sagrado. Allí somos templo de Dios, verdadera comunidad de amor.

La experiencia fundamental de Jesús en el bautismo, de ser Hijo amado del Padre (y no sólo él) es el núcleo del evangelio. Y, de forma muy especial, san Juan lo recrea en los discursos de despedida. Pero es preciso, leyendo y orando, comprender y creer esto. El tono de las palabras, el mensaje de Jesús, llega a nuestro centro medular: somos amados por el Padre tanto como es amado Jesús, el Señor (cf Jn 17, 23). Dejarnos tocar, acariciar, acoger con verdadera gratitud el don de Dios: Cristo-Jesús, dejarlo entrar en nuestras vidas. Entonces, y sólo entonces, entenderemos lo que es el Reino de Dios anunciado a los pobres. Seremos como Él, misericordiosos, no sólo en algunos actos, sino verdaderamente de corazón: “La humanidad aguarda ansiosamente que se revelen los hijos de Dios” (Rom 8, 19). Descubriremos que Él es el Camino la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).

Si humildes y confiados dejamos que su palabra roce nuestra interioridad, veremos que sintoniza con algo que ya existe en nuestra intimidad. Porque hemos sido creados por Él y para Él. ¿No arden acaso nuestros corazones en presencia de la verdad, el amor, la ternura genuina? Sentirse amados así, elimina el miedo que todos llevamos dentro, la duda de no ser amado; por otra parte, quita la pretensión (el pecado, la condena) de tener que merecer el amor. Esta experiencia suaviza nuestro ser, arranca el corazón de piedra y nos hace experimentar la paz que nos comunica Cristo. Un corazón endurecido es fuente de discordia y no puede experimentar el don que contiene todos los otros dones: la paz. Y, así “conocerán todos que somos sus discípulos”

En fin, sentirse amados de forma tan especial no nos convierte en egoístas (éste es resultado de un amor impropio, torcido). Esta experiencia, en los discípulos tuvo el efecto opuesto. Los empujó, como viento impetuoso, fuerza del Espíritu, a recrear la acción liberadora, sanadora, salvadora de Jesús, el Señor; “liberando a los que por miedo a la muerte, pasan la vida como esclavos” (Heb 2, 15). De esta experiencia nace la Iglesia, el verdadero apostolado, el seguimiento de Cristo crucificado y resucitado.

Si en ellos fue eficaz, ¿por qué en nosotros no lo será? ¡Ven Espíritu Santo! 


  Joel, Puerto Aysén – Chile

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El discurso sobre el Espíritu prometido por Jesús me deja desconcertado. En algunos el Espíritu los toma como un ciclón y lo cambia totalmente, en otros es como una brisa imperceptible que los va trabajando por años, esperando que la persona se dé por vencida y se entregue sin condiciones. Yo creo que estoy entre estos últimos. Siento que esta Pascua me ofrece una gran oportunidad para acoger ese amor del cual habla Cristo, que no tiene comparación con ningún otro amor, porque cambia totalmente la visión de la vida y de la creación entera. 


  Miro, Coyhaique – Chile

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“Hay momentos en que la humanidad parece vivir un proceso de deterioro y desesperanza, como si ya no tuviera futuro”: es lo que vivimos hoy en día, no sólo en Santiago, no sólo en Chile, sino que también en Latinoamérica y en el resto del mundo. Los esfuerzos que se hacen para vivir como hermanos en un mundo más digno, libre, justo y equitativo (presencia del Espíritu), parecen ahogarse en el ejercicio del poderío económico de unos pocos que logran instrumentalizar y/o neutralizar a líderes carismáticos, la mayoría de ellos con afán de poder y para “someter” sus poblaciones (presencia del maligno) distribuidas en los distintos puntos geográficos de la tierra. Sin embargo, nosotros, los creyentes en un Dios encarnado, debemos y queremos seguir alimentándonos de su Palabra. Este mensaje: “Jesús dijo a sus discípulos: El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará: iremos a él y habitaremos en él”, es muy esperanzador, así como el envío del Espíritu y la paz que nos ofrece, si somos fieles en su seguimiento.

Consciente de lo difícil que es ese camino, aún así, intento vivirlo como mi proyecto de vida, junto a muchos otros, tratando de ser testigos de su enseñanza de Amor, cristalizada en el servicio humilde, tolerante, comprensivo, alegre y desprendido, al hermano. Creo, que sólo así alcanzaremos la paz interior que nos libere de nuestros miedos, miserias, ataduras y ser verdaderos templos de Dios.

Por ello, Señor Jesús, no me canso de pedirte que acrecientes mi fe, humildad, tolerancia y perseverancia para seguirte libremente. 


  Verónica, Santiago – Chile

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“No se inquieten”: en esta palabra Jesús nos habla de la fidelidad asociada con el amor; luego que nos deja el don de la paz, pero no de este“mundo”, que es todo aquello que se opone al plan o querer de Dios. También que no nos dejara solos y aquel enviado por el Padre, el Paráclito, nos recordará todo aquello que Jesús nos dejó. Testamento espiritual que el discípulo habrá de buscar y cultivar como un proyecto que permite hacer presente en el mundo la voluntad del Padre manifestada en Jesús. Y se convierte en un compromiso permanente para los seguidores de Jesús: “no se inquieten”, porque permaneceremos en El. 


  Silvia, La Paz – Bolivia


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