"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 8 de mayo de 2015

"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: “Ámense los unos a los otros”.

Un abrazo... P. Bernardino


     "ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"      

En un mundo complejo y en rápida transformación, en que nos sentimos siempre más desamparados y desprotegidos, la lógica instintiva puede ser la de encerrarnos en nosotros mismos, protegiendo nuestra vida y la de los nuestros.

El cambio personal y comunitario se puede dar rompiendo esa lógica individualista y abriéndose a un proyecto de amor recíproco que lleva a una verdadera realización humana. El que ha sido amado será capaz de amar.

  Leemos en el evangelio de san Juan 15, 9-17:                 

Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
PALABRA del SEÑOR



JESÚS, durante la última cena de su vida...
a pocas horas de su pasión y muerte, da las indicaciones para que sus discípulos puedan vivir en el mundo sin pertenecerle, poniendo en práctica la originalidad de la enseñanza del Maestro.

Él ama a sus discípulos como el Padre lo ama a él. La intimidad entre el Padre y el Hijo se refleja en el amor de Jesús para con sus seguidores. Por eso la invitación: “permanezcan en mi amor”, como los sarmientos unidos a la vid, alimentados por la misma savia.


La manera de permanecer en él..
de mantenerse en su amor, es cumplir concretamente sus mandamientos. Y él mismo da el ejemplo: cumple los mandamientos del Padre. Ha venido para liberarnos de las ataduras del mal y enseñarnos un camino de amor para llegar a ser hijos e hijas de Dios, y esto le costará la vida. De este modo ha manifestado su amor al Padre. El discípulo hará el mismo camino, cumpliendo el mandamiento de Jesús: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”.

Anteriormente, los dos mandamientos que constituían el resumen de toda la Ley y los Profetas eran: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con todo tu espíritu; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Ahora Jesús no pide nada para Dios...
El mandato de Jesús, la esencia de su proyecto de nueva humanidad, será el amor recíproco entre todos: “Ámense”. Los discípulos tendrán que hacer un proceso de conversión, liberarse del instinto de poder que los llevaba a luchar por los primeros puestos, y abandonar las peleas y la competencia, centrados sólo en su propio interés. “Ámense”: como compromiso de buscar siempre el bien del otro, en la forma que los distintos momentos y necesidades lo requieran. Y la medida del amor al prójimo no es más “como a ti mismo”, que ya era una medida muy exigente, porque significaba ofrecer a los demás el mismo cuidado con que cuidamos nuestra integridad, nuestro bienestar, nuestra vida y nuestra familia. La nueva medida es él, es su amor para con nosotros: “Como yo los he amado”. Pide que seamos como él, amándonos como él nos amó, con un amor gratuito, universal y total, sin ninguna discriminación. Y lo exige con la fuerza de un mandamiento: “Lo que yo les mando”. Jesús, el hijo de Dios, seguirá estando presente en el mundo a través de todos los discípulos que reproducirán su amor.



Esto es fuente de la verdadera alegría...
en Jesús y en los discípulos. Jesús acababa de anunciar su muerte inminente, e igual habla de alegría, la que él poseía por su comunión con el Padre, por hacer su voluntad. De esa misma alegría participa el discípulo que permanece en Jesús. No es la alegría que nace del tener más, del conseguir poder y reconocimiento social, y de los éxitos en la vida. Es el gozo que nace del amor recibido y ofrecido, de la realización plena de una vida gastada en el amor, reflejo de la de Jesús.

La relación de Jesús con los discípulos es la del amigo, que llega a dar la vida por los amigos que él mismo ha elegido, y a los cuales confía los secretos de su corazón: “Les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”.Dentro de esta intimidad, el diálogo con el Padre, la oración, no será una forma para conseguir interesadamente beneficios y favores, sino la manera para abrir el corazón a las energías que nos permiten producir frutos abundantes: “Los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero”. El fruto será esa humanidad nueva que se revela en la vida de los discípulos, y que ellos irán proponiendo a todos los pueblos.




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