"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 29 de junio de 2012

"QUEDA SANADA TU ENFERMEDAD"

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
 “Queda sanada de tu enfermedad”.
EN LA SIGUIENTE ENTRADA -mas abajo -
FOTOS DEL PEREGRINAJE SERVITA en
AUDIENCIA GENERAL con BENEDICTO XVI
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:

“Vivió en lugares desiertos”.
Un abrazo. 
Bernardino



         "QUEDA SANADA TU ENFERMEDAD"         

Una fe vivida con serenidad y profundidad produce a personas libres y grandes espiritualmente. Pero integrada en un sistema religioso legalista y represor provoca inmadurez o exclusión.
Es lo que podemos leer en el evangelio de san Marcos 5, 21-43:

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.



Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré sanada”. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?”. Pero Él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”.


Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de Él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con Él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y Él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.


PALABRA del SEÑOR

 

Una adolescente gravemente enferma, hija de “uno de los jefes de la sinagoga”. La raíz de su enfermedad es justo ese mundo de que es “hija”, el mundo de la “sinagoga”, de las normas religiosas represivas que no le permiten crecer y madurar, que la mantienen infantil, la paralizan y la llevan a la muerte. El padre mismo tiene conciencia de que su sistema religioso no es capaz de sanarla, e invoca la ayuda de Jesús. El encuentro liberador de la niña con Jesús le devuelve la alegría de vivir: “se levantó y comenzó a caminar”, sana y libre.

   

Hay otra mujer, igualmente enferma. Su enfermedad es diferente: “desde hacía doce años padecía de hemorragias”. Es una enfermedad que revela la dureza de las normas religiosas que la marginan y excluyen. En el libro del Levítico leemos: “Cuando una mujer tenga hemorragias quedará impura como en la menstruación. Toda cama en que se acueste mientras le duren las hemorragias quedará impura, y cualquier mueble sobre el que se siente quedará impuro igual. Quien los toque quedará impuro, lavará sus vestidos, se bañará y quedará impuro hasta la tarde” (15, 25-27).

Pero en el evangelio de san Marcos se trata de una mujer adulta. El sufrimiento la hizo madurar. Lucha contra su exclusión desde dentro del sistema religioso que la reprime y la explota: “Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado”. Y al final se rebela y opta por la transgresión: en lugar de quedarse aislada y excluida, “como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto”.

 

Jesús se da cuenta. Según la ley, hecha por varones, habría tenido que rechazarla y condenarla. En cambio, se hace cómplice, y quiere que el hecho sea reconocido públicamente: “dirigiéndose a la multitud, preguntó: ¿Quién tocó mi manto?”. Y llama a la mujer con toda la ternura: “¡Hija!”. Desde ahora la mujer, liberada de la atadura de su enfermedad, que la hacía esclava de una religión excluyente, pasa a ser “hija”, y conocerá la alegría de llamar a Dios como padre.Jesús la sana, por su fe: “tu fe te ha salvado”: su fe en Dios, en sí misma, en el poder de la sanación, en la posibilidad de una vida plena, no humillada, sumisa y reprimida. “Vete en paz”: libre y reconciliada, consigo misma, con su identidad y su historia, con su dignidad de mujer, plenamente integrada a la sociedad.




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 Lectio 24 Junio....   > VIVIO EN LUGARES DESIERTOS"


Este texto me encanta y me llega como un cuento maravilloso. Y la pregunta para mí sería: ¿No será éste también el itinerario personal para cada discípulo de la vida? 


   Isabel, Citybell, La Plata – Argentina

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Silencio y contemplación. El ruido que viene de afuera, pero especialmente el ruido interior que resulta mucho más difícil de acallar, no nos dejan vivir la experiencia del desierto. Silencio y contemplación. 


 
  Alberto, Santiago – Chile

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Es verdad, Dios nos quiere de nuevo en el desierto, en el silencio, en la oración. Quiere que cada uno de nosotros volvamos a intimar con él, desde dentro de nuestro ser. Juan Bautista lo hizo así, y por eso tuvo la fuerza de predicar, en medio de un mundo convulsionado. Sólo la sintonía diaria, personal y comunitaria con Dios Uno y Trino, nos llevará nuevamente a la fuente del amor primero, al amor misericordioso del Padre, que nos cobija, nos renueva, nos transforma y nos da la fuerza necesaria para perseverar en su amor. 


  Lorena, Santiago - Chile  


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¡Cuánto necesitamos, necesito, ir al desierto!, en un ir y venir, todo rápido... Pero en medio de todo contemplo la presencia de Dios que siempre nos habla y nos invita a seguirle. Se ha quedado en mi mente y corazón una frase que leí de Pablo a los Corintios: "Afanados por agradar a Dios": nuestro único deseo es agradar al Señor. Siento que es esto lo que debe motivarnos para poder contemplarlo aún en medio de los desencantos, del desinterés que vemos en tantos hermanos y que también en nosotros a veces se da, debido a todo el cúmulo de actividades que realizamos. 


   Hilda, Llo Lleo – Chile

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Para comprender cabalmente el significado de “la lectura de los signos de los tiempos” es necesario aceptar que desde que tenemos uso de razón cristiana nos han acostumbrado a vivir y pensar sin ver la realidad que nos rodea, la pobreza, las injusticias, el achicamiento cada vez más visible de una iglesia que no vive con su pueblo, la búsqueda del poder sin importar la vida humana y principalmente la comodidad de quienes creen que viviendo en las sacristías han solucionado sus problemas de fe. Felizmente la lectura del evangelio de Lucas nos llama la atención cuando nos habla primero de la incredulidad del papá de Juan Bautista, luego el mensaje del futuro de un niño que tendrá un rol importante en la vida de Jesús.

Generalmente somos incrédulos como Zacarías, no queremos cambiar, vivimos en un mundo al revés, donde los antivalores son premiados y quienes defienden la justicia y la verdad son criticados, y los medios de comunicación son el principal instrumento de alentar el estatismo y más aun el retroceso frente al cambio que también Juan Bautista anunciaba: “Cambien sus vidas, enderecen su vida, allanen los vacíos”; pero para muchos cristianos y principalmente curas, actualmente son simples palabras, son retóricas que no aportan para entender la lectura de los tiempos, como la liberación que debe existir en nuestra vida.

Frente a esta realidad, ¿será necesario un nuevo Concilio? 


 
  Francisco, Oruro – Bolivia

* * *
El nacimiento de Juan Bautista nos habla mucho de la apertura al plan de Dios, la humildad de Juan que es edificante. Juan para un cristiano es un modelo en la humildad, sencillez, la confianza que tiene en su Padre del Cielo. Me encanta el salmo138: Señor, tú me sondeas y me conoces, tú creaste mis entrañas, me formaste en el seno de mi madre, tú conocías hasta el fondo de mi alma. Me marcaron mucho estas palabras en mi proceso vocacional y en mi vida, desde que me empezaron hablar de Dios. Pero a veces no sabemos adónde estamos yendo. Esto me hace pensar en muchos jóvenes que se pierden y dejan de estudiar, y pierden su dignidad como personas y no son dignos de ser cristianos e hijos de Dios. 


 
  Virginia María, Cochabamba – Bolivia

viernes, 22 de junio de 2012

" VIVIÓ en LUGARES DESIERTOS "


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo, fiesta del Nacimiento de San Juan Bautista: 

 “Vivió en lugares desiertos”. 
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:

 “La semilla en la tierra”.

UN ABRAZO : BERNARDINO



          " VIVIÓ EN LUGARES DESIERTOS".          

La capacidad de vivir dentro de la historia, interpretando los acontecimientos a la luz del Espíritu “que hace nuevas todas las cosas”, es un don no común, y particularmente raro en nuestro tiempo. Es lo que llamamos “lectura de los signos de los tiempos”. 

Nos ilumina el texto del evangelio de san Lucas 1, 57-66. 80:
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”. Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”. Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados, y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron grababan este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él.





El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

PALABRA del SEÑOR



   COMENTARIO DE ESTE DOMINGO    


Este texto nos habla del nacimiento de Juan Bautista. Dice que “llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre”. Es el cumplimiento del tiempo de embarazo, pero ha llegado también el tiempo nuevo, con el nacimiento del “Precursor” que precede y anuncia la presencia del Mesías. Por eso los “vecinos y parientes” felicitan a la madre, porque ha vencido la esterilidad vivida como una humillación y un castigo, y se ha manifestado “la gran misericordia” de Dios.



A los ocho días tiene que realizarse el rito de la circuncisión del niño, con la imposición del nombre. El recién nacido asegura la continuidad de la descendencia. Por lo tanto, el nombre tendría que ser rescatado desde la tradición familiar, para indicar el destino del niño. Pero el Ángel ya había anunciado a su padre Zacarías la misión y el nombre del hijo. Se llamará Juan, y “precederá al Señor con el espíritu y la fuerza de Elías”. Como su nacimiento había sido don de Dios y no simple fruto “de la carne y de la sangre”, así su vida seguirá el camino que Dios le tiene preparado.

El padre mismo confirma el nombre, “y en ese mismo momento Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios”. Había quedado mudo “por no haber creído”, representante de un mundo que ya no tenía nada que decir, pero ahora puede volver a cantarle al Señor, conmovido con todos los vecinos por el “acontecimiento” que demostraba que “nada es imposible para Dios”.




El poder del Señor está sobre el niño: ¿cuál será su futuro?


“Vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel”. Su escuela es el desierto. Separado de la sociedad, rompe con las tradiciones familiares y religiosas, libre de ataduras y condicionamientos. Más allá de las distintas hipótesis de contacto con los Esenios u otras experiencias, Juan Bautista se ubica en un espacio de silencio y contemplación, en un horizonte infinito, donde las voces que se oyen vienen sólo desde adentro, desde la profundidad del corazón.



Es la experiencia que el profeta Oseas había deseado para su pueblo, perdido atrás de todos sus ídolos, que lo habían desviado de la fidelidad a la alianza con su Dios. Era como una prostituta, o una adúltera que ha olvidado a su esposo. Después de distintos sueños de venganza, Dios recuerda su “amor fiel”, y promete: “Yo volveré a conquistarla. La llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Allí me responderá como en los días de su juventud, cuando salió de Egipto. Aquel día – oráculo del Señor – me llamará ‘Esposo mío’; ya no llamará ‘Ídolo mío’. Le apartaré de la boca los nombres de los ídolos y sus nombres no serán invocados… Yo te desposaré para siempre. Me casaré contigo en santidad y justicia, en el amor y la ternura. Me casaré contigo en la fidelidad, y conocerás al Señor (cf Oseas 2, 16-25).




Tal vez es lo que Dios está preparando para la iglesia de hoy. A lo largo del tiempo hemos construido una maquinaria eclesial enorme y compleja, de un punto de vista institucional y teológico, a menudo seducidos por los ídolos del poder y del dinero, alejándonos de la vertiente límpida y fresca del evangelio. Los grandes intentos de renovación, como el Concilio Vaticano II, han sido prontamente neutralizados. Se da a nivel mundial un profundo proceso de desencanto y de pérdida de interés. El mundo juvenil ya no se siente atraído, y el éxodo de los adultos constituye una hemorragia masiva y silenciosa. ¿No será que Dios quiere llevar de nuevo la iglesia al desierto? “Yo volveré a conquistarla. La llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Allí me responderá, como en los días de su juventud”.
¿Y no será éste también el itinerario personal para cada discípulo de Jesús?






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 Lectio 17 Junio.................................   > La semilla en la tierra, 



Que lindas son estas parábolas. Siento que en el lenguaje simbólico nos conecta con nuestra esencia. Somos parte del universo, de la tierra, somos tan pequeños ante tanta inmensidad. Pero junto con ser pequeños, llevamos dentro de nosotros el Espíritu Santo que está en toda la creación, haciendo fecundas todas las cosas. Está todo conectado maravillosamente. Somos semilla de transformación. Creo que las crisis de la sociedad actual, más que deberse al tipo de modelo económico o político, pueden explicarse más profundamente desde una gran crisis espiritual. Crisis no solo de las religiones sino del ser humano, que busca un sentido del ser, un nuevo sueño colectivo como humanidad, cimentado en valores fundamentales como la compasión, el amor, la solidaridad, la comunión, la armonía con la naturaleza, la defensa de la vida. Nuestra sociedad necesita que nos sintamos semilla, que por más pequeña que sean nuestras obras, somos un pequeño ejemplo de un nuevo mundo posible, un mundo más comunitario, más cercano al Reino. Jesús también asimila el Reino con un grano de mostaza, regalándonos la esperanza de que nuestros pequeños ejemplos semilla, pequeñas obras de amor, pequeños testimonios de misericordia, son pequeños saltos hacia lo que la Iglesia y la humanidad tienen que llegar a ser.
  Mónica, El Abrazo de Maipú – Chile

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En el libro del profeta Daniel leemos, en el capítulo 4, sobre un sueño que tuvo el gran rey Nabucodonosor: Había un árbol de gran altura y en sus ramas anidaban las aves del cielo. Y salió una orden de abatir ese árbol... El árbol era el mismo rey. El rey se había olvidado que es Dios quien otorga la dignidad de rey, a quien Él quiere, también al más humilde de los hombres (Dn 4, 14).
Jesús se preocupaba siempre y en primer lugar por la gente más humilde. Por los más pobres. Solo cuando los oprimidos y humillados recibirán la dignidad de rey, estará el Reino de Dios en medio de nosotros. En esto consiste la novedad del Reino de Dios. Los más pequeños – la semilla más pequeña –, tienen que ser entronizados como reyes. Pensar en eso llenaba a Jesús con inmensa alegría. En eso consistía el proyecto y el anhelo de nuestro Señor. Ahí encontramos como iglesia el programa completo de nuestra misión.

  Gerardo, Oruro – Bolivia
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La lectura de “la semilla” que viene del evangelio Marcos nos permite analizar cuán importante es pensar en un reino de justicia, de paz, libertad y derecho. Para ello deberíamos pensar en dos momentos: un antes, donde vivimos en una sociedad plagada de antivalores, donde la solidaridad no existe y sólo se piensa en la supervivencia de uno a través de grupos privilegiados; y otro momento en la esperanza de un reino donde podamos vivir en comunidad, compartir el pan, los servicios básicos, la ropa y las enseñanzas.
En el primer caso deberíamos preguntarnos ¿Quién sembró la mala semilla de las injusticias? ¿Quién o quienes crearon las guerras? ¿Por qué grupos o individuos sólo buscan el poder? ¿Por qué niños son asesinados o quedan huérfanos? ¿Por qué a unos pocos les interesa solo el poder? En estas respuestas encontraremos culpables en la historia y entre ellos muchos papas, obispos y curas, además de políticos: por ejemplo la edad media, la época del colonialismo español. Entonces la respuesta personal es que muchos no han entendido el verdadero mensaje: que la semilla debería ser para construir un reino para todos, no sólo para unos privilegiados.
En el otro caso nos toca aunque a pocos insistir en cambiar la semilla que vamos dejando al futuro, pensar que Dios no es imparcial. Él es parcial con el pobre, la viuda, la mujer, los ancianos y debe ser nomás imparcial con los otros.


   Francisco, Oruro – Bolivia

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Ante un mundo tan complicado es casi imposible leer estas palabras tal cual nos invita, sin embargo la invitación de Cristo al seducirnos es clara. Me siento interpelada a esta invitación y mi corazón está en plena disposición. Ahora que vivo otra etapa en mi vida me siento animada, pero a la vez impotente por tantas situaciones de injusticia que vive mi país. Aún así no me desanimo, porque siento que Dios nos ama y mi deber es tratar de amar.

  Rosario, El Alto – Bolivia

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El Reino de Dios está en nosotros. Cristo habita en cada uno de nosotros. Sólo hay que abrirle la puerta de nuestro corazón para que la semilla crezca y de frutos. La realidad que nos rodea la podemos cambiar, sólo si cada uno de nosotros está dispuesto a cambiar... y ¿cómo le abrimos la puerta a Jesús? Negando nuestro propio yo, y dejando que su amor misericordioso guíe nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestro obrar en nuestra vida diaria. Cristo nos llama a amar como él nos ama. En la medida que nosotros seamos capaces de amar y de ver en el otro el rostro de Cristo, seremos entonces capaces de vivir a Cristo y mostrar su rostro.

  Lorena, Santiago – Chile

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Vaya que me gusta la parábola del granito de mostaza. Una semillita tan, pero tan pequeña, puede dar frutos en abundancia. Eso sí, esa semillita debe tener un cuidado especial, debemos abonarla, regarla y remover su tierra dejando que el sol no sólo la ilumine, sino también la caliente. Indudablemente que así crecerá sana y fuerte; primero extendiendo sus raíces hacia abajo, y luego alzando sus tallos hacia las alturas, cobijando flores, frutos y hasta pájaros que anidan allí. Vaya, vaya: en esa acogida no es sólo recibir, sino salir al encuentro de mi prójimo... Que lindo, en estos tiempos que son un poco más difíciles que otros; pero no por eso imposibles.

Cristina, Avellaneda – Argentina.

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Gracias por la reflexión. Hacía tiempo que no leía un comentario tan vigente y actual de estas maravillosas parábolas. Solamente quisiera agregar que los tiempos de Dios no tienen relación con nuestros tiempos. Vivimos en una sociedad que no espera que la semilla de fruto. De hecho hemos perdido el contacto con la tierra y vivimos constantemente navegando en el ciberespacio a una distancia apreciable del sentido de la existencia. Quizás la desesperanza ha pasado a formar parte de la vida postmoderna, entregándonos desánimo y resignación. Siento que la escuela nos entrega, de vez en cuando, signos de que la semilla está creciendo, aun sin que nosotros nos demos cuenta.

   Alberto, Santiago – Chile

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La semilla de mostaza que deviene un arbusto grande  – y no un árbol, como he aprendido hoy – realmente es una imagen muy alentadora. Todo crece aunque no lo veamos directamente. Igual con el Reino de Dios. Solo mirando atrás nos damos cuenta...


Chris, Bélgica

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Una y otra vez Jesús habla del Reino de Dios, su tema preferido, la razón de su vida. Y lo curioso es que solamente tenemos que sembrar la semilla. “Una vez sembrada, crece”, “la tierra por si misma produce”. Es un mensaje de esperanza y confianza. Hay que sembrar, cosechar, acompañar el crecimiento y disfrutar, junto con toda la creación. Parece un mensaje demasiado simplista; hay tantas amenazas, tanta vulnerabilidad, que impiden el crecimiento y el desarrollo en plenitud. Mucho habla Jesús de todo eso en sus parábolas, pero lo más importante está aquí: hay que sembrar y seguir sembrando, la semilla más pequeña que sea, y tener confianza en que habrá frutos, que contienen otra semilla para sembrar y seguir sembrando... inconteniblemente. Hacer crecer y madurar está en las manos de Dios.


  Gilberto, Oruro – Bolivia


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Creo que sí es un mensaje de esperanza, porque, como dice la escritura, nadie sabe como llega a crecer la semilla, pero lo hace, pues nosotros no nos damos cuenta como va creciendo el reino de Dios en nosotros, pero sí vamos sintiendo sus frutos; pues hay una paz que nos irradia, un gozo que nos llena y una fuerza que nos invade y eso es porque la semillita empezó a crecer.

   Dany, La Paz – Bolivia

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¿Qué me toca pensar y hacer ante esta realidad del Reino de Dios que nos expresa Jesús? Dos sentimientos: confianza y paciencia.
Confianza porque aunque no piense en el fruto de mis esfuerzos, el Reino avanza sin que nadie lo detenga. Y paciencia porque Dios no tiene prisa: la cosecha será al final.
Sin darme cuenta contribuyo a la obra de Dios si mi adhesión a Jesús y mi accionar con mis hermanos es según la voluntad de Dios, ya que el Reino lo llevamos dentro, por la gracia divina. No por eso vivir queriendo ganar méritos esforzados; la misericordia y el vivir feliz como nos manda, y más que nada el hacer felices a los demás, esa será nuestra semilla como la de mostaza que de pequeñita crece sin delirios de grandeza, con humildad, y extenderla.


  Silvia, La Paz – Bolivia

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