"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 24 de octubre de 2014

“AMARÁS”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“AMARÁS”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
 “LO QUE ES DEL CÉSAR”.

Un abrazo... P. Bernardino.



                                                                “AMARÁS”     



A veces, en momentos de oscuridad y pérdida de orientación, nos preguntamos sobre el sentido de la vida. La vida tiene el sentido que nosotros mismos le damos. Podemos perdernos en pequeños objetivos y una finalidad egoísta y mezquina. También un horizonte religioso encerrado en sí mismo, presuntuoso e intolerante, puede constituir una finalidad mezquina.

Jesús, en cambio, nos ofrece un camino que puede dar pleno sentido a nuestra vida.

 Leemos en el evangelio de san Mateo 22, 34-40                                    

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»

Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».


PALABRA del SEÑOR




En los últimos días de su vida...
el diálogo entre Jesús y sus adversarios se hace más tenso y conflictivo. Un abogado, del grupo de los fariseos, pregunta a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Podría parecer una pregunta inocente. Había una gran cuantidad de preceptos y leyes, y no era fácil orientarse. No todo tenía la misma importancia. Para muchos el mandamiento más importante era el respeto del día sábado, porque Dios, según el relato del libro de Génesis, realizó el proyecto de la creación en seis días y descansó el día séptimo. Se decía que Dios mismo cumplió con el precepto del descanso del sábado.

Pero la pregunta del abogado fariseo...
es maliciosa para con Jesús. Quiere “ponerlo a prueba”, como ya había intentado el demonio en el desierto. Busca lo mismo: hacer caer a Jesús. Podría ser que él se adhiriera a alguna corriente de pensamiento no ortodoxa, no autorizada. Ofrecería algún motivo para su condena.


Jesús retoma firmemente la mejor...
tradición religiosa: “El más grande y el primer mandamiento” es: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”: todas las energías, toda la vida orientada en Dios. Nada que no sea centrado en él. El único Señor es Dios. Ningún César, ningún sumo sacerdote o escriba lo puede sustituir.

Y, ¿cuál es la forma para obedecer...
concretamente a este supremo mandamiento? ¿Serán las celebraciones en el templo? ¿La solemnidad del culto y de los ritos? Los ritos son una manifestación necesaria para el ser humano. Nos expresamos con una infinidad de ritos, religiosos y civiles. También la más sencilla convivencia familiar tiene su ritualidad.




Pero Jesús complementa la indicación...
del “más grande y el primer mandamiento”, recordando un segundo mandamiento, “semejante al primero”: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”: el amor a Dios se traduce y se manifiesta concretamente en el amor al prójimo, un prójimo no limitado, según la concepción judía, sólo a los familiares, a los de su propia raza y religión. Y no reducido a una dimensión solamente sentimental y emotiva, o egoísta, sino proyectado a la búsqueda del bien del otro, de su libertad y plenitud de vida, más allá de la simpatía y del cariño. Con un criterio, una medida del amor: “Como a ti mismo”. El amor con que cuidamos nuestra vida, nos alimentamos, protegemos nuestra integridad, buscamos nuestro bienestar y el bienestar de nuestros hijos, el mismo amor tendríamos que tener, trabajando para el bien y la felicidad de los demás, sobre todo de los que no tienen acceso a condiciones de vida digna o no son respetados y protegidos en sus derechos. El Antiguo Testamento indica esta fuerte exigencia, de una fe que se traduce en obras: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. Del amor a Dios no deriva el culto ritual, sino un amor concreto al ser humano, que es imagen de Dios. Fidelidad a Dios en la fidelidad al hombre.
Lamentablemente, muchas veces nosotros no sabemos querernos bien a nosotros mismos. No siempre somos capaces de aceptarnos y de perdonarnos. Hay personas que pasan toda la vida sin reconciliarse consigo mismas. No nos perdonamos. Y buscamos la felicidad por caminos equivocados. Hay descuidos y excesos que a veces echan a perder nuestra paz y nuestra misma salud. Jesús sabe bien todo esto y por eso, al final de su vida, durante su última cena, indica una nueva medida para el amor a los demás: “Como yo los he amado”. Él nos amó hasta el extremo. Para amar a los demás, tendremos que mirarle a él y repetir su mismo amor en todas nuestras relaciones: éste es el verdadero culto a Dios y la manera de cumplir con “el más grande y primer mandamiento”.






Bernardino... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo ... ... gusosm@yahoo.es




     LECTIO DOMINGO 19 de OCTUBRE                                   
   Lo que es del César                                                                


Continúo sin estar con el vestido propiamente adecuado para “ir a la fiesta”… El cambio: país, comunidad, organización, todo esto me hace ver que para nada tengo el traje adecuado, y hoy con la Palabra, ni qué decir. Qué fácil se me hace ser cómplice del poder y cómo quedo como nada, por no congratularme con quienes lo poseen. Sin embargo no niego la rabia que produce en mí, cuando veo que sí, algunos, buscan congraciarse con las autoridades y cómo estas utilizan su “poder”. 

No es fácil “separarse del Cesar, renunciando a toda complicidad con él/ella”, ya que, lo queramos o no, nos proporciona ventajas económicas y un status. Entonces, y gracias a Dios, brota la pregunta: ¿dónde está Dios en mi vida, qué lugar ocupa, es para mi el director técnico, que me enseña a realizar mejores jugadas, a poner lo mejor de mí, el que conoce mis capacidades y quiere que las desarrolle en bien de los que me rodean y que no permita ser comprada por un poco más de dinero o por cargos que me darán un nivel? Debo sí jugar lo mejor posible. 


 Hilda, Santa Fe – Argentina                                                                        

* * * 
La actitud tramposa, farisaica, el ser “lobos con piel de ovejas”, vive agazapado en nuestro corazón, está siempre al acecho. Esta miseria humana tiene su origen en nuestro ser egoico experto en simulación y al servicio de nuestras ambiciones. A veces nos resulta fácil ver el fariseísmo en el otro, pero descubrirlo en uno, exige de mucha humildad y de la acción del Espíritu, pues, no atina bien uno por sí solo a vaciarse de lo falso. 

Los fariseos y sumos sacerdotes, autoridades, entendieron lo que Jesús les dijo en las tres parábolas: la de los dos hijos, los viñadores homicidas y el banquete de bodas: “Se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras”. Simulan un fervor religioso, pero buscan sólo un motivo para acusarlo y deshacerse de él. En las tres preguntas que los jefes del pueblo hacen a Jesús, hay un cierto parecido con las tentaciones en el desierto. Fariseos y herodianos confabulados contra Jesús: los fariseos, religiosos integristas; los herodianos, políticos que con tal de mantenerse en el poder pactaban con los romanos. Se acercan con palabras engañosas: “Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial…”. La adulación mezcla verdad con hipocresía. En una homilía el papa Francisco, comentando este pasaje dice: “La hipocresía es el lenguaje preferido de los corruptos. Estos no aman la verdad sino sólo a sí mismos, y así buscan engañar, involucrar al otro en su mentira. Tienen el corazón mentiroso, no pueden decir la verdad”. 

Luego la pregunta fullera: “Dinos tu opinión: ¿Es licito pagar tributo al César o no?” Si decía que no había que pagar, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de estar contra el pueblo, que vivía exprimido, empobrecido por los impuestos. Entonces Jesús da la célebre respuesta: “Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. No es una respuesta evasiva, un modo elegante de evitar la trampa. Jesús recuerda la soberanía absoluta de Dios que “derriba del trono a los poderosos” (Lc 1, 52). Los fariseos y herodianos callan, retroceden y se alejan, como el demonio en el desierto. Esto sucede no porque Jesús sea astuto, sino porque él es claro y luminoso y las tinieblas no pueden vencer a la luz. Jesús dice que demos a Dios lo que es de Dios. Parece sencillo, pero no resulta fácil comprender. Pues, sería fácil comprender: hay cosas que pertenecen a Dios. Entonces devolvámoselas. Otras pertenecen al César: devolvámosla a él. Pero es evidente que Jesús no quiere decir esto. Porque, después de devolver a Dios lo que es de Dios, ¿Qué quedará para devolver a los hombres, como si no todo fuera de Dios? Sólo la apariencia del ídolo con pies de barro, cuyo fin es siempre volver al polvo. “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes” (Sal 41, 1). Es parecido aquello que Jesús dice: “He venido para los pecadores y no para los justos” (Mt 9. 13). Quiere solamente decir que todos son pecadores, pero no todos lo admiten. 



  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                        

* * * 
En su grado de iluminación total, Jesús no contraargumenta, ni toma partido, ni condena, ni juzga: sólo dice la Verdad, esa que es una, y que sólo se puede decir desde la Verdad que nos hace libres. Las ideas son siempre tramposas y manipulables, la Verdad no lo es, porque la Verdad es el Amor y Jesús es el Maestro del Amor, y al Amor no se lo puede manipular, porque es de carácter Divino. Sin violencia se puede ser un gran revelador y agitador social. 


 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                                 

* * * 
Una de las características negativas de la humanidad a través de la historia, es su descomposición por el ejercicio del poder, y todo ello con el fin de la acumulación de la riqueza para el provecho de unos pocos, en contra de los más débiles. En la propuesta del evangelio, Jesús se refiere a uno de los temas más importantes de su misión: el significado de “dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Nos permite reflexionar a la luz de la lectura de los signos de los tiempos, que el principal ídolo del hombre es el dinero, y cuando está en medio el interés de la acumulación de riqueza, Dios no existe. Jesús fue asesinado por este planteamiento que no es simplemente religioso, es principalmente político, debido a que los sacerdotes de ese tiempo tenían el temor de perder ese poder que compartían con los romanos. Y esto se repite en muchos pueblos del mundo: existe temor entre obispos, curas y laicos, de perder el poder que les brinda el dinero a través de los imperios, que no ven la pobreza que existe en tantos sectores del mundo. 



 Francisco, La Paz – Bolivia                                                                        







viernes, 17 de octubre de 2014

“LO QUE ES DEL CÉSAR ES DEL CÉSAR".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“LO QUE ES DEL CÉSAR ES DEL CÉSAR".

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. 

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“VENGAN A LAS BODAS”.

Un abrazo... P. Bernardino


            “LO QUE ES DEL CÉSAR ES DEL CÉSAR"           

La idea de un Estado laico, que respeta todas las opciones religiosas de sus ciudadanos, sin identificarse con ninguna, es una adquisición relativamente reciente y todavía no completa en muchos países.

No se puede decir que esta temática haya sido propia del tiempo de Jesús, aunque muchas veces se hayan tomado sus palabras u otros textos bíblicos para fundamentar la relación entre Estado e Iglesia, entre poder temporal y poder espiritual, entre el reino de la materia y el reino del espíritu.

En la Biblia encontramos diferentes orientaciones, según los diversos momentos y situaciones en que vivían las distintas comunidades. Una actitud, por ejemplo, es la que manifiestan las comunidades del Apocalipsis, para las cuales el imperio romano es “la Bestia”, y su capital “la gran Prostituta”, destinadas a la caída y a la destrucción; y otra actitud es la de san Pablo, que trata de integrar la presencia de los cristianos en el imperio, presentándola como pacífica y útil al imperio mismo.

Uno de los textos más usados y abusados sobre esta temática, es el que dice: “Den al César lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios”.

  Leemos en el evangelio de san Mateo 22, 15-22                                   

Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”.

Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto”.

Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”.

Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios”.

PALABRA del SEÑOR


Después que Jesús...
ha puesto en evidencia con parábolas durísimas la maldad de las autoridades religiosas judías, ellas contraatacan con mucha astucia: “Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones, y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos”. Es una delegación bastante rara, compuesta por dos grupos antagonistas entre sí, pero que hacen alianza contra Jesús. Intentan poner a Jesús entre la espada y la pared, con una pregunta tramposa. Conocen bien a Jesús. Tienen elementos para creer en él y darle su adhesión, pero los usan únicamente para intentar seducirlo: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie”. Esperan que caiga ingenuamente en la trampa, para poder condenarlo. Preguntan con aparente inocencia su opinión sobre los impuestos: ¿Hay que pagar o no el impuesto al imperio romano, que ocupa militarmente y domina el país? En el caso que Jesús diga que no hay que pagar, intervendría Roma, que lo consideraría y castigaría como un subversivo. En cambio, si dice que hay que pagar el impuesto, perdería la simpatía de todo el pueblo, que por este motivo ya había intentado años atrás una rebelión contra el imperio.

No se debe comparar el impuesto que exigía el emperador, el César, con los impuestos que los ciudadanos pagan hoy para el buen funcionamiento de la sociedad. Los impuestos hoy se usan para la enseñanza, la salud, las carreteras, el agua, etc.; mientras que el impuesto para el César servía sobre todo para mantener el ejército que ocupaba militarmente el país.

Jesús entiende perfectamente...
el peligro: “Conociendo su malicia, les dijo: Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?”. Pide que le muestren la moneda del impuesto, un denario, que tiene una leyenda y la efigie del César. Con el uso de esa moneda, las autoridades religiosas de Israel, y sobre todo los herodianos, aceptaban y colaboraban con el emperador, que les permitía dominar y explotar al pueblo en nombre de Dios. Son cómplices del imperio y están integrados en su sistema. Su Dios es el dinero, sus intereses.

En su respuesta, Jesús no dice que hay que “pagar” el impuesto al imperio, sino que hay que “devolver” al César lo que es suyo, esa moneda con su figura y su inscripción, es decir: hay que separarse del César y renunciar a toda complicidad con el poder, que les da tantas ventajas económicas explotando al pueblo. Deben romper esa alianza, terminar con esa atadura, abandonar la solidaridad con el imperio, devolver “al César lo que es del César”. El César representa el mundo de la opresión y la violencia. Hay que alejarse de ese mundo de muerte. Que el César guarde lo que es suyo: la injusticia, la mentira, la corrupción, las armas, la acumulación de bienes, el prestigio, el poder. No hay que mancharse con todo eso. Hay que “devolvérselo” a él: “Dejen que los muertos entierren a sus muertos”.En el mismo tiempo, hay que dejar que el pueblo pueda volver a alabar a Dios en libertad y alegría: “Devuelvan a Dios lo que es de Dios”. El pueblo es de Dios. Nadie puede hacerse dueño del pueblo. Lleva la imagen de Dios, no la del César.







Bernardino Zanella...bernardino.zanella@gmail.com

Gustavo M. Llerena...gusosm@yahoo.es




 LECTIO DOMINGO 19 de OCTUBRE                             

  Vengan a las bodas 

La diversidad humana y su capacidad de relacionarse e identificarse con quienes comparten una visión del mundo, sobre todo cuando ésta es sagrada, ha creado siempre nuevos movimientos. Para ello es necesario ritos y criterios que definan la pertenencia al grupo, que adhieran a concepciones diferentes y a veces en contraste de las que proceden. Así surgen los primeros cristianos, en especial los de la comunidad de Mateo. En su mayoría, procedentes de la cultura y religión judía. Para fortalecer la identidad de los seguidores de Jesús, el autor del evangelio, en medio de graves dificultades de relación entre los cristianos y los judíos, interpreta la enseñanza de Jesús. Quizás por ello, el texto del profeta Isaías supera en belleza y mensaje al evangelio de este domingo.

La imagen de las bodas es una de las preferidas para hablar del reino, de lo nuevo que ha irrumpido con Jesús – las bodas de Caná, en el evangelio de Juan –. La parábola presenta a un rey que prepara las bodas de su hijo, pero al llamar a los comensales, estos empiezan a excusarse, llegando incluso a maltratar y matar a los criados. Ante el rechazo, el rey decide abrir las puertas “a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados”. Al rechazo, el amor de Dios, responde con una insistencia mayor en el ofrecimiento. El Dios que da a conocer Jesús es Padre bondadoso, no es un señor “que se indigna y envía tropas para acabar con los asesinos e incendiar la ciudad”. Mateo, conociendo la destrucción de Jerusalén – en el 70 por tropas romanas –, interpreta esto como la ira del señor, con la intención de advertir lo grave que es rechazar la invitación de Dios, pero desfigura el mensaje de Jesús. Dios no excluye a ninguno, menos aún es vengativo. Se excluye quien rehúsa la invitación y no quiere entrar (cf Lc 15, 28). Es más, su invitación a las bodas es escandalosa, recibe a buenos y malos.

“Amigo, ¿cómo has entrado sin el traje apropiado?”. Advierte Mateo, a su comunidad que si bien los primeros invitados rehusaron la invitación, maltrataron y mataron a los criados, no debe ocurrir esto con los seguidores de Jesús. Quiere evitar el peligro, siempre tan cercano en todos, de que despreciando a los primeros se creyeran que se merecían la invitación, olvidando la gratuidad de la fiesta de bodas, y comenzaran hacer división entre buenos y malos. Por cierto, los dominantes siempre se catalogan como los buenos, despreciando a “los malos”. En esas condiciones no puede haber banquete. No es que me excluyan: yo excluí, al sentirme mejor que el otro.


 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                   

* * *
Tampoco esta parábola carece de dificultad de comprensión. Me parece maravilloso que el Señor invite a las bodas de su hijo a las personas que conoce. Entiendo la decepción por el rechazo y me alegra la idea de que, habiendo encontrado a muchas personas interesadas en otras cosas y que no se proponen aceptar la invitación, extienda también a los “lejanos”, buenos y malos la posibilidad de participar en la alegría de la fiesta. Lo que no me queda claro es la dureza contra el huésped que no lleva el traje de bodas. No entiendo si el vestido es una condición indispensable que uno ya debe poseer o si debe procurárselo. En otras palabras, ¿la aceptación de la invitación prevé una conducta inmediata o se puede dar un ajuste en el futuro? A juzgar por la reacción del Señor, se diría que no. Pero entonces ¿por qué dice que ha llamado buenos y malos? Los malos probablemente no seguían los preceptos, pero igualmente fueron invitados con la esperanza de que, una vez aceptada la invitación, se habrían adecuado. ¿Es así?


 Gianna, Pordenone – Italia                                                                    

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