"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

jueves, 31 de octubre de 2013

"LO QUE ESTABA PERDIDO"

Querido/a Amigo/a:


Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

"LO  QUE ESTABA PERDIDO"
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“TEN PIEDAD DE MÍ”.

Un abrazo: P. Bernardino



                        "LO  QUE ESTABA PERDIDO"                    



Una mirada, una palabra, un encuentro, pueden llegar al corazón y cambiar la vida de una persona. Sobre todo si el encuentro es con alguien que es portador de un nuevo proyecto de vida.

                 

 Leemos en el evangelio de san Lucas 19, 1-10                                                



Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. 
Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”. 
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”. Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
PALABRA del SEÑOR


En su camino hacia Jerusalén...
Jesús llega a la ciudad de Jericó. Es la última etapa. Para el pueblo del antiguo éxodo, Jericó fue la última parada de su largo viaje a través del desierto, para ingresar a la tierra prometida. También para Jesús es la última parada, antes de ingresar a la capital, donde terminará su viaje y su vida, y tendrá pleno cumplimiento su éxodo, la pascua.

En Jericó “vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos”. Zaqueo es presentado con dos características que lo identifican: era “rico”, pertenecía a esa categoría para la cual Jesús había proclamado la bienaventuranza negativa: “Ay de ustedes, los ricos”, y había dicho: “Qué difícil que entren en el reino de los cielos los que tienen riquezas”; y no sólo era publicano, es decir cobrador de impuestos, explotando y humillando a su propia gente, sino que era “jefe de los publicanos”, más pecador que todos ellos. Para el mundo religioso, es un hombre impuro y perdido.


Pero tiene una inquietud: “Quería ver quién era Jesús”...
¿Curiosidad? ¿Búsqueda? ¿Percepción que el dinero no basta para dar sentido a la vida? Lucas no profundiza las motivaciones que mueven a Zaqueo. Sólo dice que tiene dos dificultades para satisfacer su deseo: la multitud hacía una barrera que le impedía ver a Jesús, y “era de baja estatura”. Éste puede ser un dato muy concreto, como puede ser también una indicación que para encontrar a Jesús no hay que ser dominado y aplastado, hecho “de baja estatura” por el peso de los bienes, ni hay que ser condicionado por los juicios y la opinión de la gente.

La solución que toma Zaqueo es muy original: “Se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo”. Y al llegar, “Jesús miró hacia arriba”. Las dos miradas se encuentran. Jesús mira a Zaqueo, al hombre “de baja estatura”, como Dios había mirado a María: “Ha mirado la pequeñez de su sierva”.


La invitación de Jesús: 
“Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”, es desconcertante. Jesús va a “alojarse” en la casa de un pecador. Es la casa impura del publicano Zaqueo, y es su vida misma. La misión de Jesús, el motivo de su venida, “tengo que”, es “alojarse” en la casa de los pecadores, haciéndose impuro con los impuros, para devolverles alegría y esperanza: “Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría”.

Todo esto escandaliza a las personas piadosas y observantes de la ley: “Todos murmuraban, diciendo: Se ha ido a alojar en casa de un pecador”. Todas las acciones y las enseñanzas de Jesús escandalizan porque, contra la ley de la exclusión y de la condena, él propone la ley de la integración, de la misericordia y del perdón, una ley que cuestiona a la misma comunidad de Lucas y a los seguidores de Jesús de todos los tiempos.

Pero es ese encuentro que cambia a las personas...
“Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”. Ahora, el señor del corazón de Zaqueo no es más el dinero, sino Jesús, y desde esta nueva experiencia Zaqueo, liberado de la atadura a las riquezas, descubre a los pobres, antes invisibles, los hace parte de su vida, y devuelve en abundancia a sus víctimas lo que les ha robado: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”.“Hoy tengo que alojarme en tu casa”, “hoy ha llegado la salvación a esta casa”, “hoy se cumple esta Palabra de las Escrituras”, “hoy estarás conmigo en el paraíso”: es el “Hoy” de Jesús, el tiempo de gracia para el cambio de dirección de la vida, para recuperar la condición de hijo, “también este hombre es un hijo de Abraham”, y para que sea eficaz la misión de Jesús: “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. También a un perdido como Zaqueo.



Bernardino Zanella    bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena   gusosm@yahoo.es 
           
   COMENTARIOS DEL PASADO DOMINGO 27 de OCTUBRE      
             "TEN PIEDAD de MÍ"                                                           

¿Cuántas veces somos como los fariseos? Y nuestra soberbia es tan grande que no nos permite crecer a nosotros mismos, ni ver el crecimiento de los demás. El llamado es a hacernos pequeños, a darnos cuenta la poca cosa que somos. Lo "chiquititos" que somos al lado de Dios. Ver que cualquiera de nuestros hermanos es mejor que nosotros, que no somos imprescindibles; que nuestro trabajo en la comunidad es necesario, pero cualquiera lo puede hacer mejor aún. ¡El Señor es hermosamente misericordioso! 

United-States icon     Raquel – Estados Unidos                                           

* * * 

Si yo puedo decir que me identifico con el publicano, pero me pregunto: ¿cuantas veces con mis actitudes diarias frente a mi prójimo me transformo en una farisea? Por eso mismo, oro por mí y por aquellos que hacen de su vida como el fariseo, para que Dios Uno y Trino, con su infinita gracia y misericordia, me ayude, nos ayude, a transformarnos verdaderamente en servicio de amor para Cristo, a través de nuestro prójimo. 

    Lorena, Santiago – Chile                                            


* * * 
La lógica de la sociedad actual es el poder, y a través de su ejecución se pisotean libertades y derechos, creándose falsos conceptos que permiten a los poderosos avasallar todo cuanto está a su paso para cumplir sus propósitos, y a los explotados asumir en silencio todo tipo de explotación, sólo para mantenerse en vida y tener un pedazo de pan para sobrevivir. 



En el evangelio de Jesús, el resumen está en la sentencia: “Todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”; que nos permite interpretar las actitudes de quienes ocasionalmente se encuentran en direcciones, y en la mayoría de sus actitudes reflejan esa parte del fariseo que señala conocer la ley, respetarla y ser dueño de la verdad, y sin embargo son quienes condenaron y van a condenar al asesinato de Jesús. En este grupo se encuentran muchos sacerdotes y especialmente obispos de la iglesia católica que abusando de su poder temporal no son consecuentes con él, con el humillado, el explotado, más bien se inclinan a los poderosos, a los que quieren la guerra y el terror en el mundo, y no quieren un cambio radical, más bien son tan conservadores que les duele admitir que por justicia van a ser humillados. 

    Francisco, Potosí – Bolivia                                        


* * * 
Esta parábola nos hace reflexionar acerca de nuestra vida y la disposición que tenemos frente a Dios Padre, la que debe ser tan humilde como lo fue Jesús. Nuestro ser pecador nos lleva muchas veces al orgullo, sentirnos importantes, soberbios, incluso sentirnos buenos, cuando en realidad somos pecadores innatos. Toda nuestra vida debe ser de búsqueda de la verdad que es Dios. No somos dignos de mirarlo a los ojos sino con humildad decirle: Señor perdónanos y ten misericordia de nosotros. 
Creo que el pecado más grande del ser humano es el orgullo, el sentirnos superiores, pero se es así cuando tenemos a Dios alejado de nuestra vida cotidiana, no leemos su palabra, no cultivamos la oración dialogante con Él. 

    Sandra, Coyhaique – Chile                                          


* * * 

El mensaje de la parábola es sorprendente, pues subvierte el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el fariseo, cree estar dentro, y resulta que está fuera; y hay quien se cree excluido, y sin embargo está dentro. 

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo...), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás). 

El fariseo decimos que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá. Pero su oración no es tan inocente. Lo que parecen tres clases diferentes de pecadores a las que él alude (ladrón, injusto, pecador) se puede entender como tres modos de describir al recaudador. El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en esto consiste su oración. Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reino de Dios 

Saberse pecador con mucha humildad y llegar a los pies de Jesús reconociéndolo, y no ver lo que los demás son. 

    Silvia, La Paz – Bolivia                                                 


* * * 


A Jesús no lo mataron los malos, como el publicano de la parábola. No. A Jesús lo asesinaron los “buenos”, los más respetados, los que no eran como los demás hombres. ¡Desconcertante! Así es la parábola de este domingo. Fuerte, tremenda. Jesús se atrevió a decir una parábola así y en un ambiente religioso, condena al “justo” y justifica al pecador, por ello lo mataron. Este es el verdadero escándalo del Evangelio. El justo es condenado porque, por observar las prescripciones de la ley, descuida el mandamiento del cual brotan: el amor a Dios y al prójimo. 


Todos los personajes del Evangelio de Lucas pueden reducirse a estas dos figuras, que representan respectivamente la posibilidad y la imposibilidad de la salvación. Los dos malhechores crucificados con Él; los dos hijos del padre misericordioso; el publicano de la parábola, recuerda misteriosamente a Zaqueo: Jesús, el nuevo templo, levanta su mirada sobre el que no se atreve a levantar los ojos en el templo, y lo convierte en morada suya: “Hoy tengo que hospedarme en tu casa” (Lc 19, 5). 


Hay una frase de Jesús que sin duda refleja una convicción y una manera de actuar que sorprendieron y escandalizaron a sus contemporáneos: “No tienen necesidad de médicos los sanos, sino los enfermos… Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Lc 5, 31-32). La misericordia de Dios, y Dios mismo, está de más para quienes viven seguros y satisfechos con su religión. ¿Para qué necesitan el perdón de Dios, los que en el fondo de sus ser, se sienten inocentes o “justos”? El orgullo y la soberbia son un tumor maligno que mata, y mientras está enquistado, quita la libertad y alegría de vivir, porque desprecia a los demás; envuelve en una oscuridad tan densa que es difícil ver la luz. 


“El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera”. En realidad el fariseo no está ante Dios, sino ante el propio yo; es un monólogo, no un diálogo. Está en la soledad infernal del que hace del yo el propio principio y el propio fin. “Gracias” en la oración es reconocer que todo viene de Dios. Pero la oración del fariseo es de autocomplacencia; se apropia de los dones para alabarse a sí mismo en lugar de alabar al Padre y para despreciar a – “ese hijo tuyo” –, los hermanos, en lugar de amarlos. Delante del que dijo: “Yo soy”, goza de su: “yo-no-soy” como los otros. Su falta de humildad y soberbia será su humillación. 


“Oh Dios, ten piedad de este pecador”. Mi miseria, ante la misericordia, los dos polos de la oración humilde. 


Haz, Señor, que mi oración sea humilde y mi arrepentimiento este iluminado por el inmenso amor de tu misericordia. 


     Joel, Puerto Aysén - Chile                                            




sábado, 26 de octubre de 2013

“TEN PIEDAD DE MI”.

Querid@ Amigo@:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“TEN PIEDAD DE MI”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“LES HARÁ JUSTICIA"

Un abrazo... P. Bernardino


                            “TEN PIEDAD DE MI”.                        

Orar significa encontrarnos con la dimensión más profunda de nuestro ser, y ponernos frente a Dios en un diálogo íntimo que permita una plena apertura a él, para ser un reflejo de él en nuestra vida.
Pero es posible también encontrarnos sólo con nosotros mismos y nuestro vacío.
         

  Leemos en el evangelio de san Lucas 18, 9-14                 

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola:

Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”.

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”.

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

PALABRA del SEÑOR



Una parábola dirigida ...
“a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás”, pero también portadora de esperanza para todos los que no se animan “siquiera a levantar los ojos al cielo”.
Dos hombres suben al templo al mismo tiempo, y los dos tienen la intención de orar, pero son muy diferentes entre ellos, y bien diferente es su manera de orar.


Uno es fariseo, y representa a todos...
los que se consideran buenos, porque cumplen con todos los preceptos y las normas de la Ley. Es un hombre piadoso y recto. En su oración se encuentra con los demás, no para crear comunión, sino para separarse de ellos, denunciando lo que tal vez son realmente: “ladrones, injustos y adúlteros”, o publicanos. Él, en cambio, no sólo no tiene pecado, sino que hace el bien más allá de lo debido, aunque no destinado al prójimo: “Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. Está en el templo, pero Dios mismo está de sobra, porque él no lo necesita: se salva por sus méritos. De alguna manera, se siente en derecho de cobrarle a Dios: Dios es su deudor. Se siente bien consigo mismo, complacido y satisfecho, feliz por su bondad, artífice de su santidad. Mira a los demás sólo para juzgarlos con desprecio, y agradece a Dios no por la bondad y misericordia de Dios, sino porque él es diferente y mejor de todos: “Te doy gracias porque no soy como los demás hombres”.
El otro hombre que ora en el templo...
es un publicano, un cobrador de impuestos, una persona odiada por su pueblo porque está al servicio del imperio romano invasor y explota a su propia gente. Frente a Dios, tiene conciencia de su indignidad: “Manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo”. No juzga a nadie, y no tiene nada de que gloriarse. Confiesa su pecado con un gesto no ritual: “Se golpeaba el pecho”, de donde sale toda maldad. En la oración se descubre a sí mismo, y su invocación se hace esencial: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. Es la confianza total de un hombre que reconoce de no merecer nada, pero sabe que la misericordia gratuita de Dios es más grande que su pecado, y se entrega a Dios con extrema humildad. 


En la opinión común, el fariseo...
era el hombre respetado y perfecto. Su oración tenía que ser plenamente agradable a Dios, mientras que la oración del publicano, pecador sin esperanza de conversión, no podía ser aceptada. Jesús da un juicio totalmente imprevisible y distinto: “Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero”. Es acogida la invocación del publicano, que desde el abismo de su indigencia y su miseria se reconoce necesitado de la compasión de Dios; y es rechazada la oración del fariseo, que se contempla a sí mismo y se cree autosuficiente.


En realidad, los dos orantes necesitan la misericordia...
de Dios, pero el publicano abre su corazón para recibirla, y el fariseo no la recibe porque ya está lleno de sí mismo.La sentencia final de Jesús, repetida por Lucas para su comunidad, aunque tal vez no pertenezca originalmente a esta parábola, la interpreta perfectamente: “Todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”. Es la lógica de Dios, que recorre todo el evangelio, desde el inicio, en las dos anunciaciones, a Zacarías y a María, y en el sublime canto de la Virgen: “Despliega la fuerza de su brazo, desbarata los planes de los soberbios; derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes”.



Bernardino Zanella    bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena   gusosm@yahoo.es 

         

   COMENTARIOS DEL PASADO DOMINGO 20 de OCTUBRE     
             "LES HARÁ JUSTICIA"                                               

Queridos hermanos: les escribo para felicitarlos por este espacio de reflexión y crecimiento espiritual. Es maravilloso poder leer textos del Evangelio y tener los comentarios tan cercanos y humanos que te hacen más comprensible el texto mismo. Qué alegría me da tenerlos y disfrutar de las maravillas del Señor a través de este espacio de privilegio. Respecto de la lectura es fascinante como la pobre viuda se entrega completamente al juez con el propósito de que éste le haga justicia y cree plenamente que ello ocurrirá. El juez no de buenas ganas le hace justicia para que deje de incomodarlo. Nuestro Señor no actúa así, pero debemos acudir a él con la misma convicción que la viuda y seguro nos escuchará. Es difícil el camino porque somos duros de corazón y mente, pero es una realidad y lo más lindo que lo es para todos.

       Un abrazo fraterno para ambos.
                      Gonzalo Ramos Sch....  Santiago - Chile                         
                      Colegio Regina Pacis / OSM.


* * * 
Durante la historia de la humanidad han existido grandes diferencias entre los pocos que tienen más y los muchos que permanentemente han sido explotados. Estas diferencias en la actualidad aún son la imagen de todos los días: países poderosos que intervienen con guerras, sembrando la destrucción y muerte de ciudades enteras sin respeto de la justicia, con el solo objetivo de apoderarse de sus recursos naturales, como el petróleo, los minerales e incluso la fauna silvestre. 

En el mensaje de Jesús, donde se refiere a la aplicación de la justicia, es necesario precisar las diferencias entre la justicia humana que siempre ha tenido y tendrá su inclinación al que tiene mayor poder. En muchas reuniones, cuando se pregunta: ¿será Dios imparcial?, la respuesta es muy sencilla, Dios es parcial con el pobre, el huérfano, los niños, el enfermo y todos los desposeídos. Esto muestra cuán importante es el valor de la justicia para todo cristiano. 

La sociedad que tiene una tendencia muy marcada hacia la mercantilización, ha fijado patrones que hacen que jueces, policías y funcionarios corruptos favorezcan a quien pueda ofrecerles algún incentivo, hecho que no puede hacer alguien sin recursos, como un niño, una anciana o enfermos sin ningún recurso. 


      Francisco, Potosí – Bolivia                                          


* * * 

Me ha llamado la atención, en el comentario al evangelio, la frase: “La oración cambia el corazón del orante”. Y volvió a mi mente una reflexión que a menudo padre Giovanni Vannucci hacía: “Si hay tanto mal en el mundo, examinemos nuestro corazón”. La corresponsabilidad, en el bien y en el mal, de parte de cada uno de nosotros, me ha hecho pensar siempre mucho. 

Examinaré mi corazón. Quisiera dilatarlo en una visión positiva de la vida, para trasmitir luego en abundancia buenas energías, sobre todo en los lugares de sufrimiento. Y contribuir, así, al crecimiento del bien. Quisiera también llegar a ser una persona inmersa completamente en la oración, como el famoso peregrino ruso, que modulaba su respiración con su imploración a Dios. 

Estos son propósitos, deseos. Quiero comenzar ya a darles vida. 



     Elena, Bergamo – Italia                                              




* * * 



Orar, ahondar, ir a mi refugio, mi templo y encontrar ahí la conexión con lo divino que termina siempre mostrándome la arrogancia de cuando yo oraba engreídamente, creyendo que podía intentar saber "científicamente" el mundo y hasta el universo entero desde las doctrinas teístas o ateas, dependiendo del estado de mi conciencia, mi edad, mi situación cultural, social, educativa. Orar es una experiencia que nadie te puede enseñar, sólo puedes intentarla. Para mí, orar no es pedir, sino que es agradecer y sobre todo seguir caminando la humildad del que no sabe por más que crea haber sabido... Y me olvido rápido, por eso (y esto sí es una cuestión de voluntad) me llevo al lugar de la oración una y otra vez observando un pequeño espacio espiritual, muchas veces disputado por la vieja mente analista, juzgadora, arrogante. ¡Aún mientras oro ella está ahí! La justicia de Dios es, para mí, aceptar tanto rezo contaminado gracias a la infinita paciencia y misericordia, como el padre que comprende que sus hijos lo están intentando, y a su vez no interfiere nunca con el libre albedrío de quien lo está intentando, pues sino, no sería crecimiento, no sería evolución. Orar es el espacio de lo divino que cada uno tiene en su corazón y aún aquella oración banal o mezquina o mentirosa tiene la semilla para florecer, si confiamos; pero lo único que yo siento pedir hoy es: volver a la inocencia de la fe. 


     Isabel, City Bell - Argentina.                                         




* * * 



Este tema del evangelio da como para pensar en qué modo o de qué manera realizo mi oración. Si en ella existe una verdadera fe, esa fe que no es sólo eso de esperar aquello que deseo o necesito, sino ésa que está imbuida en una profunda confianza de que Dios Padre por sobre todo quiere mi bien; si bien a nuestro alrededor existe tanta adversidad al mensaje de Cristo. Vemos a diario que la injusticia social no se frena, que siguen tantos sin nada, tanta incoherencia incluso de quienes nos decimos seguidores de Él. Y aquí coincido completamente con la reflexión de que será todo mejor no porque Dios cambie, Él ya es; somos nosotros, yo, la que debo ser distinta o mejor dicho asemejarme más a su persona, y así se logrará la tan deseada justicia social. 

Por otro lado, la pregunta de Jesús me da de pensar también que nos creemos muy seguros de todo cuanto hemos avanzado en tecnología, medicina, etc., que hasta ya no rezamos y nuestra fe se esconde, porque damos por hecho todo, y que se nos da simplemente, y dejamos de lado la Providencia de Dios. Nos creemos demasiado seguros y la fe en Dios se reduce a casi nada. 

En el parque, me sorprende la cantidad de personas que andan con sus perros, parejas que en vez de pasear a sus hijos, cada uno va con su perro. En todo este tiempo he visto a un solo papá paseando en coche a su hijo, sin su mamá. El otro día me llamó la atención de cómo esperan a sus perros si deciden olfatear o detenerse, y me decía: si fuese un niño le diríamos: camina, o apúrate, pero al perro le esperaban con una tranquilidad… Creo que hemos invertido mucho o demasiado los roles y que siempre buscamos lo más cómodo, fácil y manejable. Por eso creo que la fe la vamos dejando, ya que el proclamar la fe en Dios me compromete aún más en su proyecto, en sus criterios, y es más fácil confiar en que el hombre con su ciencia lo hace bien, que tenemos medios de comunicación excelentes, que podemos viajar o realizar cuánto queramos, que no tenemos necesidad de pedir nada y que podemos vivir nuestro mundo individual tranquilamente, sin importarnos el otro. Decimos ser justos y eso nos tranquiliza, pero nuestro alrededor clama por nuestro cambio. 

Debo seguir orado, para ver si algo cambio, y pueda el Señor encontrar fe en mí. 


     Hilda, Roma - Italia.                                                         

* * * 

Me gusta mucho "Tu Palabra" de este domingo. Yo soy una de las personas que se preguntan reiteradamente si tenga sentido orar, porque no se cambia nada en este "valle de lágrimas", en este mundo lleno de guerras, destrucción de la tierra, sufrimiento de tanta gente, pobreza, enfermedades, hambre, perdida de sus terrenos, y no sé cuantas otras penas. Oramos y oramos, pero nada cambia, o cambia sólo en peor todavía. ¿Para qué orar, si no hay nadie que nos escucha? 

Orar para ser perseverantes, para nunca olvidarnos de las necesidades de tanta gente en este mundo, para mantener la energía en la lucha contra la multitud de cosas que andan pésimo, sin olvidarse de algunos proyectos que dan esperanza, orar no para "molestar" a Dios, para que Él finalmente cumpla nuestros deseos, sino para aumentar nuestra sensibilidad frente a todos los problemas que nos rodean. Si se ve el valor, la importancia de la oración en eso, da mucho más sentido. 


      Catherine, Basel – Suiza                                         

 * * *


Una cosa es orar y otra decir oraciones: “¿Por qué me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo?” (Lc 6, 46). La oración es hacer lo que Él dice. La oración a Jesús no le llevó a la cumbre del poder humano, sino a la cruz y murió confiando: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Orar es hacer la voluntad del Padre: buscar el reino de Dios y su justicia. La oración no tiene como fin cambiar a Dios con respecto a nosotros, sino cambiar a nosotros con respecto a Él; para que pasemos del deseo interesado de sus dones, que no vienen, al deseo puro de Él que quiere venir: “Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3, 20). 



La parábola de este domingo es breve y se entiende bien. Sólo dos personajes: un juez que “no teme a Dios ni le importan las personas”; diríamos hoy, “sin dios ni ley”. Máscara satánica y antítesis de Dios, cuya justicia consiste precisamente en escuchar a los pobres y desvalidos. La viuda, una mujer sola, privada de su esposo. Imagen de la comunidad de Lucas, a la cual se le ha quitado su esposo y no sabe cuándo volverá; vive con el peligro de caer en el desaliento y la desesperanza. 

La parábola nos interpela a todos los que creemos. ¿Continuaremos orando a Dios para ponerlo al servicio de nuestros intereses sin que nos importen mucho las injusticias? La oración continua y perseverante es para llevarnos a olvidarnos de nosotros y seguir a Jesús buscando un mundo más justo para todos. La mujer viuda es ejemplo de lucha por la justicia: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Es el mismo grito de los pobres de hoy, de África, de América, de todos los marginados: ¡Hazme justicia! ¿Por cuánto tiempo se les negará justicia? Es injusto que las multinacionales se apropien de la tierra, de las aguas, de los recursos de los pueblos; ellos son hoy los jueces de la parábola, que no temen a Dios ni les importa la gente, cínicos y crueles. 

“Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”. Perseverancia y coraje para reclamar justicia, y confianza absoluta en que Dios hará justicia. Jesús, el Señor, colgado en la cruz no pidió vengarse de sus enemigos; con su último aliento gritó su confianza en el Padre. Dios le resucitó. Por ello, la parábola enseña: si un juez malo atiende lo que pide la viuda, “¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!” (Lc 11, 13). 




     Joel, Puerto Aysén – Chile                                         







miércoles, 16 de octubre de 2013

“LES HARÁ JUSTICIA”.

Querido/a Amig@:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“LES HARÁ JUSTICIA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“Levántate y vete”.

Un abrazo... P. Bernardino

                                 “LES HARÁ JUSTICIA”                     


Es imposible que Dios exista, con todos los males que hay en el mundo. Si existiera, intervendría y no permitiría tanto sufrimiento. Ésta es la opinión que algunos tienen. Y tienen razón, porque no existe ese Dios. El Dios que Jesús revela es totalmente diferente.

   
          

   Leemos en el evangelio de san Lucas 18, 1-8                                             

Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:

En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”.
Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.

PALABRA del SEÑOR 



La intención de Jesús aparece clara... 
Los discípulos que quieran hacer el mismo camino de Jesús y asumir su proyecto, tienen que aprender a “orar siempre sin desanimarse”. Es una condición esencial para conseguir que se realice la justicia. Las dificultades de una verdadera conversión personal, la oposición y la fuerza de los que tienen otro proyecto de vida, orientado a buscar sus propios intereses y a fortalecer su poder, pueden llevar a creer que son imposibles los cambios, y que los poderosos jamás serán derribados “de su trono”. Jesús quiere convencer de lo contrario. Con la oración perseverante el discípulo puede enfrentar y vencer las dificultades, porque es Dios mismo que lo acompaña en su lucha por la justicia, y por eso no debe “desanimarse” nunca.


Para entender aprender su enseñanza...
Jesús propone una parábola en que la protagonista es la persona más débil y desprotegida en su sistema social: una viuda, es decir una mujer sin el amparo de un hombre, a quien la ley y la sociedad no le reconocen ningún derecho.

De un lado, “había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres”; y de otro lado, una pobre viuda. Los dos personajes son el espejo de la sociedad. El juez representa el poder injusto, que se cree invencible, y humilla y explota a los débiles. La viuda es el símbolo de todas las víctimas de la injusticia. Aunque su voz parezca no tener ninguna importancia, ella pelea con tenacidad y clama para que el juez le haga justicia: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Al fin, después de una larga y perseverante insistencia, lo consigue. El juez, vencido, declara: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”. No procede en cumplimiento del derecho, sino para evitar la molestia.





Jesús mismo explica el sentido de la parábola:
si un juez injusto cede frente a la perseverancia de una viuda, cuanto más Dios “hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche”.

Por supuesto, Jesús no quiere comparar a Dios con el juez injusto, sino subrayar la firme voluntad de justicia que tiene Dios, que oye el clamor de las víctimas, con una compasión infinitamente más grande que la sensibilidad de cualquier ser humano.

Pero, ¿qué es lo que se pide en la oración?, y ¿qué es lo que Dios concede? De la respuesta que damos a estas preguntas depende la imagen de Dios que podemos tener. Hay personas que están peleadas con Dios o que han perdido la fe porque Dios no ha escuchado sus oraciones. Otras han fortalecido su fe porque han conseguido lo que pedían. Y queda el escándalo de un mundo tan injusto, con violencia, opresión, guerras, hambre, explotación y desigualdad. ¿Por qué Dios no interviene, frente al inmenso sufrimiento de tantos inocentes? ¿Es que no hay suficiente oración?




Este texto del evangelio no quiere dar...
todas las respuestas, pero ofrece un aporte interesante. Dios quiere un mundo justo, una humanidad en paz, una sociedad en que sean respetados los derechos de todas las personas, sobre todo de los más débiles, y en armonía con toda la naturaleza. Él no necesita que alguien lo convenza o lo presione con sus oraciones, porque está totalmente dedicado a su proyecto de justicia y de amor para el bien de todos. En cambio, el ser humano muchas veces tiene otros proyectos y otros pensamientos. La oración perseverante hace que el orante, a través de un diálogo constante con Dios, vaya progresivamente purificando sus intenciones negativas, identificándose siempre más con el proyecto de Dios y comprometiéndose en la construcción de un mundo justo como Dios lo sueña y lo quiere. La oración cambia al orante, no a Dios. Habrá mucho menos males en el mundo y mucha más justicia, no por una intervención mágica de Dios, sino por el cambio del corazón del hombre.El cerco y la caída de la ciudad de Jerusalén, a mano del imperio romano, provocarán una crisis gravísima entre los discípulos. El enorme sufrimiento de esos días pondrá a dura prueba su fe. Por eso la inquietante pregunta de Jesús: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”. Lucas subraya la pregunta, porque otros acontecimientos y crisis terribles a lo largo de la historia podrían sacudir profundamente la fe de la comunidad. La perseverancia en la oración la podrá salvar. A pesar de todas las dificultades, la comunidad tendrá que seguir identificándose con la viuda de la parábola, en su lucha perseverante por la justicia.

                     




Bernardino Zanella    bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena   gusosm@yahoo.es 



    LECTIO DOMINICAL DOMINGO 13 de Octubre   
                              "LEVÁNTATE y VETE"               
   

Agradecimiento, hemos confundido esta palabra con " agradar" agradar al otro de manera superficial, decir gracias por buena educación, para ser bien visto, para en definitiva seguir viviendo pendiente de lo que el otro pueda facilitarme....a veces parece una pesadilla la pretensión de que el otro me apruebe... fue parte desde nuestra infancia buscando esto afanosamente en nuestros padres para seguir toda una vida, con los maestros, los amigos, la pareja, la gente "importante"....y resulta ser que nadie, nadie de todos ellos puede darte la FE aunque le agrades sobremanera y le agradezcas con creces cualquier acto.... Ni siquiera Jesús (mucho menos Él) ¡¿ cómo podría darte EL la fe de que creas en El?
Y en mi experiencia, cuando agradeces de Corazón sin esperar nada sino sólo reconociendo la gracia y la bondad, lo Divino te da un atisbo de su Luz y Jesús sonríe...y si puedes sentir eso....puedes sentir Fe. La fe no se estudia, ni se encuentra en algún camino complicado, se muestra si abrimos de verdad el Corazón Cristal que todos tenemos pero que hemos olvidado o tapado detrás de velos extraños que nos nublan la mirada. LEVANTÉMONOS, ya es hora.


        Isabel, City Bell - Argentina


* * * 

En muchos ha resonado la palabra "gratitud" y es porque no la escuchamos muy a menudo y escucharla en el evangelio tal vez no llama tanto la atención como el milagro de la curación; siempre nos vamos más por lo espectacular y dejamos de lado aquello que nos puede ayudar, animar en el día a día, como ser dar las gracias por lo recibido, por la ayuda o el servicio que da aquel que no tiene grandes capacidades, pero que sin embargo ofrece lo poco y nada que tiene para ayudar.

Nos suele pasar como los nueve leprosos que dieron por hecho su curación pero debían cumplir más con la ley que devolverse a dar las gracias, como que lo que el otro hace es solo su obligación, y aún siéndolo, nuestro deber es dar gracias porque ha sido un beneficio para mí, merecido o no, beneficio al fin, aunque sinceramente es más inmerecido ya que todo es gracia de Dios y a Él sí debemos dar gracia infinitas por su gran amor y porque no nos pide nada, al contrario como dice con el hijo pródigo: "Todo lo mío es tuyo".

Hilda, Roma – Italia

* * *

Me ha siempre fascinado el “caminar” de Jesús por toda la Palestina, sobre todo después de haber leído un librito muy intenso de Christian Bobin, El hombre que camina, que identifica a Jesús justo con esta su característica.

Reflexionando sobre este aspecto de la vida de Jesús he hecho algunas consideraciones: “caminar” para mí puede significar salir de la cáscara de mi vida cómoda y tranquilla, para ir al encuentro de los demás, sobre todo a las personas que sufren. Pero puede significar también dejar mis seguridades y hacerme interpelar por los problemas que la vida y el mundo me presentan cada día.
Pienso que el leproso de hoy es tal vez el “migrante”, que golpea a las puertas del norte del mundo después de haber dejado su tierra a causa de la miseria e de la guerra. Es grande mi tristeza en estos días por los cientos de migrantes que se ahogaron en el mar Mediterráneo, en el intento de alcanzar Lampedusa, l’avamposto de Italia para los países del norte de África. Y más grande todavía es la indignación frente a la actitud de muchas personas y partidos políticos, que ven en estos migrantes sólo un peligro para su seguridad.
Hace mucha falta una educación a la acogida de toda persona en dificultad, aun si diferente de nosotros por cultura, raza, pertenencia religiosa.
Y tal vez justo partiendo de cada uno de nosotros esta actitud puede extenderse y contagiar otras personas.
Además, es significativo, en el texto del evangelio de Lucas, el hecho que el único leproso que tiene gratitud por la sanación conseguida es justo un extranjero.

Elena, Bergamo – Italia

* * *
Nueve de cada diez hombres viven y mueren como leprosos. Sólo uno se vuelve hacia el Salvador, glorifica a Dios, y se postra a los pies de Jesús y “hace eucaristía” –da gracias-. Es la acogida de la salvación. Uno que no entendía de leyes, ni ritos, socialmente despreciado por ser extranjero, samaritano, vuelve para glorificar a Dios por Jesús. Es el único que ha sabido sorprenderse por la curación y reconocerse agraciado. Los que han estado en contacto con las grandes obras de Dios lo han tomado como algo normal; han vuelto a sus pozos agrietados que el agua no retienen. 
“Tomando pan, dio gracias…”. El dar gracias, ser agradecido humaniza. Entiendo que una de las dificultades para reconocer a Jesús – Jesús significa: Dios salva- es no saber dar gracias. El agradecimiento lleva a reaccionar con gozo y expresar la alegría de saberse mirado misericordiosamente por Dios. “Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava” (Lc 1, 47). Así lo expresa la Virgen María, Isabel, Juan Bautista, en el vientre de su madre, y tantos otros que pasando sobre las ataduras de lo aprendido –leyes, ritos, religiones-, se vuelven a Jesús “porque no hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvados” (Hch 4, 12). Es más, si no se sabe agradecer no se sabe orar. La oración y la alegría es manifestación de vida sana. 
Las preguntas de Jesús que parecen quejas o reproches, probablemente de la redacción de Lucas, se pueden leer como invitación a vivir en admiración y gratitud. “Hay algo que traigo a la memoria – la memoria del corazón – y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renueva cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!” (Lam 3, 21). Esto es vivir admirado y agradecido.

“Tú fe te ha salvado”. La confianza produce la curación, pero el agradecimiento produce la vida sana y alegre. Ciertamente es una pena que tantos, nueve de diez, se conforman sólo con la curación. Su relación con Dios es un contrato: “te ofrezco oraciones y sacrificios y tú me recompensas”. “Me acuerdo de ti cuando te necesito, es decir, como a fin de mes, cuando necesito que se me pague”. Recuperar la gratitud es el gran paso para aceptar el banquete que ha preparado el Padre, que se alegra por el hijo que ha vuelto, y sanar mi relación con Dios; esta “sanación” –salvación- genera una manera nueva de mirarse a sí mismo, de relacionarse con los demás y con las cosas; es la verdadera fuente de la salvación.

   
Joel, Puerto Aysén – Chile




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