"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 8 de noviembre de 2014

“LA CASA DE MI PADRE".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“LA CASA DE MI PADRE".
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 

un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
 “LA PIEDRA DEL SEPULCRO”

Un abrazo... P. Bernardino OSM


                                           “LA CASA DE MI PADRE"    

“Para Dios, nada es demasiado”. Algunos repiten hoy esta declaración, para justificar los gastos fabulosos en la construcción de templos demasiado ricos, a veces en medio de poblaciones muy pobres. Las religiones han tratado a menudo levantar edificios majestuosos, que más que manifestar la grandeza de Dios, ostentan el poder de los hombres.

 Leemos en el evangelio de Juan 2, 13-22                                              

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: "El celo por tu casa me consumirá".

Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

                         PALABRA del SEÑOR                          


Con motivo de la fiesta de Pascua...
había mucha gente en Jerusalén. Todas las familias judías tenían que ir al templo a sacrificar un cordero para la cena pascual.

Jesús también llegó a Jerusalén, “y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas”. No encuentra en el templo a peregrinos orando, sino a “vendedores” y “cambistas”: en el centro están los intereses, no Dios.

Jesús aprovecha el momento para...
hacer un gesto clamoroso: “Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas”. Es un gesto que no nace simplemente de una reacción indignada, instintiva y momentánea. Es el gesto esperado por la tradición religiosa de Israel, que aguardaba a un Mesías que iba a purificar el templo, echando a todos los que lo profanaban. Así lo habían anunciado los profetas. Por eso Jesús dice a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. A esa condición había llegado el templo: ¡“casa de comercio”! Era en el mismo tiempo lugar de culto, palacio legislativo y sede del poder religioso y político, banco que acuñaba moneda y casa de cambio, porque no se podía pagar el tributo para el templo y comprar las ofrendas con dinero que tuviera imágenes paganas. Se cuidaba la pureza del dinero, no la del corazón. El templo era el gran instrumento de dominación y explotación del pueblo.
Los discípulos, viendo la intervención de Jesús, recuerdan el salmo: “El celo por tu casa me consumirá” y piensan que ha llegado el día esperado de la purificación del templo y la renovación del culto por mano de un Mesías poderoso, descendiente del rey David, que iba a liberar el país de la opresión extranjera. Pero Jesús, echando “a todos del templo”, demuestra que no quiere sólo purificar el templo y reformarlo, sino que quiere vaciarlo. Ese culto, que transforma a Dios en un negociante más, que exige sacrificios y víctimas para otorgar sus beneficios, dando poder y riqueza a la clase sacerdotal, ya no tiene sentido.


Los sacerdotes entienden bien...
la fuerza profética del gesto de Jesús, y le exigen una prueba que demuestre la legitimidad de su actuación: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Eran ellos los dueños del templo, las autoridades legítimas, que podían autorizar o impedir el acceso al templo, dirigir todas las actividades religiosas y contratar las actividades económicas.

La legitimidad de Jesús viene del hecho que es el Hijo, que manifiesta la intencionalidad original de Dios en relación al templo: “la casa de mi Padre”. Los peregrinos tenían que encontrar en el templo a un Dios que es Padre, que da vida y libera, que reúne y acoge con amor a todos sus hijos e hijas dispersos.


La respuesta de Jesús ofrece una revelación absolutamente nueva. La relación con Dios no pasa más a través de un templo, sino a través de su cuerpo entregado en la cruz: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”: “Él se refería al templo de su cuerpo”. El signo que él presenta como legitimación es su pasión y muerte, el templo de su cuerpo que sus adversarios intentarán destruir y que Dios levantará para una vida definitiva. En él, a través de él, todos tendrán acceso al Padre y serán privilegiados los que antes no tenían acceso al templo: los pobres, las mujeres, los extranjeros, “los ciegos y los sordos”, los que vienen de “las plazas y las calles de la ciudad” y los que vienen de “los cruces de los caminos y a lo largo de los cercados”. Los templos materiales que todavía se construyen tienen siempre una ambigüedad y un riesgo en sí mismos, pero pueden servir para reunir la asamblea, compartir la palabra de Dios y los sacramentos, para transformar a los discípulos y discípulas en piedras vivas del templo de Dios, construyendo una familia de hermanos, en igualdad y solidaridad, sin exclusiones o discriminaciones.





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 LECTIO DOMINGO 02 DE NOVIEMBRE         
 “LA PIEDRA DEL SEPULCRO”                         


Los mensajes trascendentes que implican otro nivel de realidad no son fáciles de comprender, porque la materia es densa y opaca la luz. Por eso Dios nos ha regalado la posibilidad de la fe y a su vez la maravilla de, a través del libre albedrío, elegir nutrirla y profundizarla, o no. 



En mi experiencia, cuando no la hemos nutrido es porque aún estamos atravesando situaciones de aprendizaje, necesarias para que el día que lo hacemos, no sea por dogma, imposición, comodidad o cualquier otra forma de autoengañarnos acerca de la fe. Entonces, en esta escuela de la tierra donde a través de cada situación de vida vamos desarrollando la capacidad del discernimiento, llega un punto, despojados de todo otro dogma, creencia fanática, instinto de supervivencia, desidia, pereza o cualquier otra forma en que nuestra personalidad lleva el control de nuestras vidas, un punto, decía, en que nos rendimos, nos reconocemos frágiles, vulnerables, ignorantes, jueces de pacotilla de todo lo que no coincide con nuestro punto de vista. Y es allí donde aquellos mensajes transmitidos a lo largo de milenios y rechazados muchas veces por considerarlos un cuento infantil, vuelven a aparecer ante nuestros ojos, nuestra alma dormida, nuestro corazón hecho trizas, y comprendemos que también nosotros hemos muerto para renacer en el Amor de Cristo que, en realidad, siempre estuvo allí esperando por nosotros. 

Sólo cuando nosotros también hemos muerto de todas esas experiencias fallidas en el intento de comprender el mundo y la vida, podemos dejar de ver al Cristo sufriente clavado en la Cruz y comenzar a contemplar al Cristo transfigurado, elevado, purificado, integrado, el Cristo del Amor, el Cristo de la resurrección. 

 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                               

* * * 

Esta lectura nos llena de esperanza al cristiano. Jesús vive, y nosotros viviremos con él. Si no, ¿qué sentido tendría la vida? 

Él nos promete un reino de amor, para el cual todos debemos trabajar aquí en la tierra. Leer su palabra y vivirla es fundamental. Jesús es el hijo de Dios. Sabemos que camina junto a nosotros en este mundo de injusticia, de desconfianza y corrupción. Mirémoslo, escuchémoslo, actuemos como él nos pide, para que seamos sus seguidores y podamos ver sin dudar su resurrección, porque si creemos en él aunque muramos viviremos también con él. 

 Sandra, Coyhaique – Chile                                                                    

* * * 

Mientras hay vida hay esperanza, dice el refrán. Pero, “Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo sólo para esta vida, somos los hombres más dignos de compasión” (1Cor 15, 19). El día de todos los difuntos da que pensar. Ocurre que la mayoría piensa más en los que ya murieron que en los que aún viven. Es humano recordar a los que han muerto, pero es mucho más humano preocuparse por la vida de los que están a nuestro lado. Leemos en el evangelio: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado”. 

A muchos preocupa el “más allá”. Quizás podríamos cambiar nuestra preocupación por el “más acá”. Leyendo el evangelio, que recoge la enseñanza y la práctica de Jesús, entendemos que quien orienta su vida como él, puede morir con la fe-confianza: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Pareciera ser que asociamos a Cristo más con la muerte que con la vida. “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?… Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea”. El evangelio nos envía a la vida y a la vida a favor de los demás. Al Crucificado le interesó mucho la vida de los que, por la injusticia, sobrevivían en el dolor, la miseria, el hambre, la enfermedad. Por ocuparse y preocuparse de ellos lo crucificaron, acusándolo de “blasfemo”, es decir de estar contra Dios. Sin embargo, no se puede estar a favor de Dios sin ocuparse y preocuparse por los que sufren. Todo el evangelio habla de enfermos curados, secar las lágrimas de los que lloran, perdonar y acoger a los que han sido marginados de comidas y banquetes. Y, poco habla de piedad o devociones o cultos religiosos. Es más, habla de la destrucción del templo, porque el templo donde se adora a Dios es el ser humano (cf Jn 2, 19). Los hechos realizados por Jesús a favor de la vida, le llevaron a la muerte (cf Jn 11, 47-52: resurrección de Lázaro). 

En fin, en la memoria de todos los files difuntos, que la muerte, que es un hecho, no nos lleve hacer negocio, donde cada cual saca su provecho, los que entierran a sus difuntos se reparten sus bienes y no siempre en paz. Todos y cada uno saca provecho de la muerte, también nosotros. Si creemos en la vida como Jesús sigámoslo a él para hacer que esta vida sea mejor. Entiendo que así creeremos más a fondo en el Padre que nos da la vida eterna. 

 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                   

* * * 

La muerte de Jesús nos debe hacer reflexionar sobre lo que nos dejó y sobre todo lo que nos dijo antes de padecer, recordar siempre las promesas que dejó, lo que anunció a los discípulos, que sería entregado, muerto y sepultado, pero resucitaría al tercer día. 

Nadie tomó atención a esto, ni aun sus discípulos. De ahí que las mujeres fueron al sepulcro a buscar su cuerpo: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”, entendiendo y recordando recién lo que él les dijo. 

Ahora también seguimos muchas veces en esa búsqueda de un Jesús muerto, acudiendo al sepulcro, sin aun entender y poder cambiar esta búsqueda, viviendo la buena Nueva de que Jesús está vivo y nosotros debemos resucitar con él, viviendo plenamente, sin participar de un mundo lleno de corrupción y tinieblas, aun sin creer en ese Jesús vivo, glorioso, encontrándolo en cada mendigo, necesitado y falto de fe, en nuestro prójimo. Bendita y gloriosa resurrección de Jesús, que nos trajo la vida nueva. 

 Silvia, La Paz – Bolivia                                                                            





sábado, 1 de noviembre de 2014

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 
el evangelio del domingo pasado:
“AMARÁS”.

Un abrazo... P. Bernardino.

                                    “LA PIEDRA del SEPULCRO”          


¿Qué hay después de la muerte? ¿Dónde están nuestros seres queridos que ya han fallecido? Entre las distintas respuestas que se pueden dar a estas preguntas, está la enseñanza y el destino de Jesús.

      Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 1-8                                            

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras.

                                    PALABRA del SEÑOR                               


Las mujeres que...
“habían acompañado a Jesús desde Galilea”, y al final lo habían visto muerto en la cruz y luego sepultado, “prepararon aromas y ungüentos” durante el descanso del sábado, y al día siguiente “fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado”. Es “el primer día de la semana”, como en los orígenes de la creación. Está amaneciendo una nueva creación, aunque las mujeres todavía no se den cuenta. Ellas siguen con el pensamiento fijo en la muerte de Jesús, y llevan perfumes para ungir su cadáver. Para ellas el proyecto de Jesús ha fracasado, y es esa la verdadera muerte. Les queda sólo un gesto de piedad para con el difunto.

Pero esa misma fuerza que...
las empujaba a visitar el sepulcro, abrirá progresivamente su corazón a una certeza: el sepulcro no es el lugar de Jesús, ninguna piedra puede encerrarlo: “Encontraron removida la piedra del sepulcro”.

No es todavía la luz de la fe en la vida nueva de Jesús. Es más bien una condición de oscuridad e incertidumbre: “Estaban desconcertadas a causa de esto”. La iluminación viene de los “dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, como las de Jesús en el día de la transfiguración en la montaña. De ellos, del cielo y de la profundidad de su conciencia viene el mensaje más increíble e inesperado: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.


Hay que cambiar la dirección de la búsqueda...
A Jesús no se lo encuentra “entre los muertos”. La vida que ha venido a anunciar y a ofrecer no ha sido vencida por la muerte física. Su asesinato fue la consecuencia de lo que él enseñó con su palabra y con su vida: un proyecto de humanidad nueva, capaz de amar hasta el extremo. La muerte no destruye ese proyecto, sino que es su manifestación más alta y verdadera.

¡Está vivo! Las mujeres llegan a entender esto a través del recuerdo: “Recuerden lo que él les decía”. Habían guardado las palabras de Jesús, como había hecho María, la madre, que frente a los acontecimientos que no podía entender, “conservaba y meditaba todo en su corazón”. También ellas habían escuchado los anuncios de la pasión: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”, pero no los habían entendido. Ahora, desde la profundidad de la memoria, esas palabras emergen y se revelan con su verdadero sentido: “Las mujeres recordaron sus palabras”.


“Están invitadas a recordar la...
predicación de Jesús, a pasar de nuevo por el corazón la experiencia compartida con Jesús desde la Galilea, sus gestos de misericordia, de sanación, de perdón. Reviven su camino hacia Jerusalén, su enfrentamiento con el sistema religioso, sus últimas enseñanzas: “Los que ejercen el poder dominan al pueblo y se hacen servir; pero entre ustedes no debe ser así; al contrario, el que quiera ser el más grande que se haga el último de todos y el servidor de todos”. La pasión y la muerte de Jesús se revelan con una nueva luz: en su fidelidad al proyecto del Reino, en la entrega de su vida, se ha manifestado la plenitud de la vida. Su muerte no ha sido una derrota, sino la victoria de la vida y del amor, como lo había prometido para los demás: “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.

Jesús “está vivo”...
a pasado a la vida definitiva de Dios, exaltado a la derecha del Padre. Había venido para enseñar a la humanidad un camino totalmente opuesto al camino de muerte, de egoísmo y violencia, de injusticia y corrupción, que muchas veces domina el corazón del hombre. Ahora, desde el sepulcro vacío de Jesús, las mujeres están llamadas a una profunda conversión: dejar morir sus sueños de un Mesías poderoso y vencedor y las pretensiones de una religión esclavizante, para descubrir en la cruz de Jesús la revelación del glorioso camino de vida y liberación que él ha abierto para toda la humanidad. Serán ellas las primeras mensajeras de esta novedad.

No será fácil transmitir a otros esta certeza. A los apóstoles mismos “les pareció que las mujeres deliraban y no les creyeron”. Será largo el proceso por el cual la certeza de que Jesús “está vivo” cambiará la vida y el corazón de sus discípulos, haciéndolos capaces de seguir su mismo camino. La fe, la perseverancia, el valor de las mujeres, fortalecidas por el espíritu del Resucitado, han hecho posible el milagro.Jesús “está vivo”, y en él están vivos todos los que ya han concluido su vida realizando el proyecto de una nueva humanidad.



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 lectio divina domingo  26 de OCTUBRE                                    

 Amarás                          



Quien tiene una opción definitiva en su vida se orienta en forma consecuente con esa opción, vive en paz, alegre y hace el bien. Quien ha perdido o nunca ha encontrado un sentido definitivo en su vida intentará llenar su vacío con una actividad ansiosa y sentirá por las muchas cosas importantes que hace, que es superior a otros y no los podrá amar, porque el amor se vive entre iguales; o se institucionalizará y en su adhesión a la institución creerá encontrar el sentido de su vida. Sólo se deshumanizará, puesto que ésta le parecerá más importante que las personas. ¿Qué es lo fundamental en la vida? 



Quienes menos quieren entender se acercan a Jesús para preguntar ¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley, qué es lo más importante en la religión? Usan los mandamientos para confrontarse con Jesús, no parece que tengan interés en vivirlos. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu…” y entre ustedes como yo les he amado (Cfr. Jn. 15,12) El amor a Dios y a los otros son una realidad única. El amor es uno solo: es Dios. Se escribe y se dice fácil, pero reconocer la limitación de nuestro esfuerzo y aceptar nuestra condición de indigentes en el amor es un largo aprendizaje. Sólo aceptando el ser indigente podemos ir desalojando los falsos poderíos del yo y poniendo en su lugar esa atracción del Dios de la vida: “Amarás al Señor tu Dios. Es Dios quien se ha adelantado en amarnos hasta el extremo, pero no a causa de los meritos, sino por la gratuidad de su amor. 


Al hablar del amor a Dios, no se está hablando de emociones o sentimientos hacia un ser imaginario, ni de invitaciones a rezos y devociones. Amar a Dios con todo el corazón, es reconocer humildemente el Misterio último de la vida, vivir con gratitud, optar siempre por lo bueno y hacer el bien resistiendo a lo que va contra la voluntad de Dios; “como a ti mismo”, ponerse en lugar del otro, como María en las bodas de Caná, tratar al otro como te gustaría que te traten a ti. Es afirmar la dignidad de todos los hombres y mujeres. Por eso el amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. Amar a Dios es encontrar nuestro propio bien y el de los demás. 

Podemos examinar si es verdadero nuestro amor por Dios o si lo hemos convertido en un pretexto para evadirnos de la realidad. Y examinar también si nuestro amor por los demás lo hemos convertido en plataforma para la afirmación de nuestro yo. 



  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                    

* * * 
AMOR es la palabra más fácil y más difícil que jamás existió. Sobre todo porque no es una palabra. No es una emoción, no es un concepto, no es un objetivo, y según como yo lo siento es el gran des-cubrimiento que cada uno tiene que hacer en la experiencia de la vida, ayudado por los ejemplos de quienes lo des-cubrieron para sí mismos y lo compartieron. Jesús, Krishna, Ghandi, Madre Teresa, Buda..., todos ofrecen su vida como testimonio, y a cada uno le puede resonar como inspiración: alguno, todos, uno... Pero es eso: inspiración. Si no lo encontramos dentro nuestro, si no lo experimentamos, no deja de ser: imitar un modelo, y las imitaciones son falsas, aunque puede suceder que si comenzamos imitando terminamos encontrando nuestro autentico amor. En realidad creo que en nuestras cortas vidas siempre hemos comenzado imitando ejemplos, y a veces no pasamos de ahí. En fin que ya es mucho imitar los buenos ejemplos y no los malos. 

Pero el Amor es el camino que cada uno tiene que andar para volver a la Fuente de donde nunca en realidad se ha ido, sino que ha olvidado, producto de transitar el des-amor que nosotros mismos nutrimos, creyendo que en realidad somos víctimas de él. “No puedo, todo me sale mal, no tengo suerte, estoy en des-gracia, estoy enfermo, pobre, angustiado y no sirvo para nada...”. ¡Qué alimento puede ser ése para encontrarnos en el Amor! Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Busquemos dentro nuestro esa semejanza en las ilimitadas posibilidades que tenemos de Amar, dar y recibir. Alcemos la mirada, oremos para recordar y para que no se apague la Luz del mundo para nuestra humanidad doliente, confundida y atrapada en las redes del propio engaño. El ejemplo del Maestro Jesús es el máximo de la historia divina y humana: renacer, confiar, rodearse para la buena acción y cooperación, no sentirnos víctimas de nuestra cruz sino llevarla, observarla, diluirla poco a poco a través del Amor. Y la voluntad debe acompañar, porque el Amor no es simplemente una canción que nos llena el alma; es un Alma grande que se hace canción celestial para nuestros oídos, si perseveramos en los buenos pensamientos y las buenas acciones. ¡El que tiene la dicha de escucharla no deje de cantarla para que se oiga en todo el mundo! 



 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                                   

* * * 
Al preguntarle a Jesús, queriendo ponerle a prueba: “Maestro, ¿cuál es el más grande mandamiento de la ley?”, Jesús responde citando algunas palabras de la Biblia: “¡Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente!”. El Reino de Dios consiste en esto: reconocer que el amor de Dios es igual al amor por el prójimo: “Amar al prójimo como Jesús nos ha amado”. Jesús ha interpretado el sentido exacto de la Palabra de Dios y ha indicado el camino para una convivencia más justa y más fraterna. 

Este amor no es un ruego o algo optativo, que si quiero cumplo o no. Es un mandato, que debo cumplir por que viene del ser Divino, Supremo Hacedor, pues de corazón, tampoco por obligación. Si estoy enamorada de Jesús lo amo sin esperar recompensa, pues por ese amor amar a mi prójimo sin discriminación. Y si no pongo este mandato como lo primero, anteponiendo mis ritos y cumpliendo únicamente mandamientos, ¿donde quedarían las bienaventuranzas que él nos dejó? 

  Silvia, La Paz – Bolivia                                                                             







viernes, 24 de octubre de 2014

“AMARÁS”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“AMARÁS”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
 “LO QUE ES DEL CÉSAR”.

Un abrazo... P. Bernardino.



                                                                “AMARÁS”     



A veces, en momentos de oscuridad y pérdida de orientación, nos preguntamos sobre el sentido de la vida. La vida tiene el sentido que nosotros mismos le damos. Podemos perdernos en pequeños objetivos y una finalidad egoísta y mezquina. También un horizonte religioso encerrado en sí mismo, presuntuoso e intolerante, puede constituir una finalidad mezquina.

Jesús, en cambio, nos ofrece un camino que puede dar pleno sentido a nuestra vida.

 Leemos en el evangelio de san Mateo 22, 34-40                                    

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»

Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».


PALABRA del SEÑOR




En los últimos días de su vida...
el diálogo entre Jesús y sus adversarios se hace más tenso y conflictivo. Un abogado, del grupo de los fariseos, pregunta a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Podría parecer una pregunta inocente. Había una gran cuantidad de preceptos y leyes, y no era fácil orientarse. No todo tenía la misma importancia. Para muchos el mandamiento más importante era el respeto del día sábado, porque Dios, según el relato del libro de Génesis, realizó el proyecto de la creación en seis días y descansó el día séptimo. Se decía que Dios mismo cumplió con el precepto del descanso del sábado.

Pero la pregunta del abogado fariseo...
es maliciosa para con Jesús. Quiere “ponerlo a prueba”, como ya había intentado el demonio en el desierto. Busca lo mismo: hacer caer a Jesús. Podría ser que él se adhiriera a alguna corriente de pensamiento no ortodoxa, no autorizada. Ofrecería algún motivo para su condena.


Jesús retoma firmemente la mejor...
tradición religiosa: “El más grande y el primer mandamiento” es: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”: todas las energías, toda la vida orientada en Dios. Nada que no sea centrado en él. El único Señor es Dios. Ningún César, ningún sumo sacerdote o escriba lo puede sustituir.

Y, ¿cuál es la forma para obedecer...
concretamente a este supremo mandamiento? ¿Serán las celebraciones en el templo? ¿La solemnidad del culto y de los ritos? Los ritos son una manifestación necesaria para el ser humano. Nos expresamos con una infinidad de ritos, religiosos y civiles. También la más sencilla convivencia familiar tiene su ritualidad.




Pero Jesús complementa la indicación...
del “más grande y el primer mandamiento”, recordando un segundo mandamiento, “semejante al primero”: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”: el amor a Dios se traduce y se manifiesta concretamente en el amor al prójimo, un prójimo no limitado, según la concepción judía, sólo a los familiares, a los de su propia raza y religión. Y no reducido a una dimensión solamente sentimental y emotiva, o egoísta, sino proyectado a la búsqueda del bien del otro, de su libertad y plenitud de vida, más allá de la simpatía y del cariño. Con un criterio, una medida del amor: “Como a ti mismo”. El amor con que cuidamos nuestra vida, nos alimentamos, protegemos nuestra integridad, buscamos nuestro bienestar y el bienestar de nuestros hijos, el mismo amor tendríamos que tener, trabajando para el bien y la felicidad de los demás, sobre todo de los que no tienen acceso a condiciones de vida digna o no son respetados y protegidos en sus derechos. El Antiguo Testamento indica esta fuerte exigencia, de una fe que se traduce en obras: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. Del amor a Dios no deriva el culto ritual, sino un amor concreto al ser humano, que es imagen de Dios. Fidelidad a Dios en la fidelidad al hombre.
Lamentablemente, muchas veces nosotros no sabemos querernos bien a nosotros mismos. No siempre somos capaces de aceptarnos y de perdonarnos. Hay personas que pasan toda la vida sin reconciliarse consigo mismas. No nos perdonamos. Y buscamos la felicidad por caminos equivocados. Hay descuidos y excesos que a veces echan a perder nuestra paz y nuestra misma salud. Jesús sabe bien todo esto y por eso, al final de su vida, durante su última cena, indica una nueva medida para el amor a los demás: “Como yo los he amado”. Él nos amó hasta el extremo. Para amar a los demás, tendremos que mirarle a él y repetir su mismo amor en todas nuestras relaciones: éste es el verdadero culto a Dios y la manera de cumplir con “el más grande y primer mandamiento”.






Bernardino... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo ... ... gusosm@yahoo.es




     LECTIO DOMINGO 19 de OCTUBRE                                   
   Lo que es del César                                                                


Continúo sin estar con el vestido propiamente adecuado para “ir a la fiesta”… El cambio: país, comunidad, organización, todo esto me hace ver que para nada tengo el traje adecuado, y hoy con la Palabra, ni qué decir. Qué fácil se me hace ser cómplice del poder y cómo quedo como nada, por no congratularme con quienes lo poseen. Sin embargo no niego la rabia que produce en mí, cuando veo que sí, algunos, buscan congraciarse con las autoridades y cómo estas utilizan su “poder”. 

No es fácil “separarse del Cesar, renunciando a toda complicidad con él/ella”, ya que, lo queramos o no, nos proporciona ventajas económicas y un status. Entonces, y gracias a Dios, brota la pregunta: ¿dónde está Dios en mi vida, qué lugar ocupa, es para mi el director técnico, que me enseña a realizar mejores jugadas, a poner lo mejor de mí, el que conoce mis capacidades y quiere que las desarrolle en bien de los que me rodean y que no permita ser comprada por un poco más de dinero o por cargos que me darán un nivel? Debo sí jugar lo mejor posible. 


 Hilda, Santa Fe – Argentina                                                                        

* * * 
La actitud tramposa, farisaica, el ser “lobos con piel de ovejas”, vive agazapado en nuestro corazón, está siempre al acecho. Esta miseria humana tiene su origen en nuestro ser egoico experto en simulación y al servicio de nuestras ambiciones. A veces nos resulta fácil ver el fariseísmo en el otro, pero descubrirlo en uno, exige de mucha humildad y de la acción del Espíritu, pues, no atina bien uno por sí solo a vaciarse de lo falso. 

Los fariseos y sumos sacerdotes, autoridades, entendieron lo que Jesús les dijo en las tres parábolas: la de los dos hijos, los viñadores homicidas y el banquete de bodas: “Se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras”. Simulan un fervor religioso, pero buscan sólo un motivo para acusarlo y deshacerse de él. En las tres preguntas que los jefes del pueblo hacen a Jesús, hay un cierto parecido con las tentaciones en el desierto. Fariseos y herodianos confabulados contra Jesús: los fariseos, religiosos integristas; los herodianos, políticos que con tal de mantenerse en el poder pactaban con los romanos. Se acercan con palabras engañosas: “Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial…”. La adulación mezcla verdad con hipocresía. En una homilía el papa Francisco, comentando este pasaje dice: “La hipocresía es el lenguaje preferido de los corruptos. Estos no aman la verdad sino sólo a sí mismos, y así buscan engañar, involucrar al otro en su mentira. Tienen el corazón mentiroso, no pueden decir la verdad”. 

Luego la pregunta fullera: “Dinos tu opinión: ¿Es licito pagar tributo al César o no?” Si decía que no había que pagar, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de estar contra el pueblo, que vivía exprimido, empobrecido por los impuestos. Entonces Jesús da la célebre respuesta: “Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. No es una respuesta evasiva, un modo elegante de evitar la trampa. Jesús recuerda la soberanía absoluta de Dios que “derriba del trono a los poderosos” (Lc 1, 52). Los fariseos y herodianos callan, retroceden y se alejan, como el demonio en el desierto. Esto sucede no porque Jesús sea astuto, sino porque él es claro y luminoso y las tinieblas no pueden vencer a la luz. Jesús dice que demos a Dios lo que es de Dios. Parece sencillo, pero no resulta fácil comprender. Pues, sería fácil comprender: hay cosas que pertenecen a Dios. Entonces devolvámoselas. Otras pertenecen al César: devolvámosla a él. Pero es evidente que Jesús no quiere decir esto. Porque, después de devolver a Dios lo que es de Dios, ¿Qué quedará para devolver a los hombres, como si no todo fuera de Dios? Sólo la apariencia del ídolo con pies de barro, cuyo fin es siempre volver al polvo. “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes” (Sal 41, 1). Es parecido aquello que Jesús dice: “He venido para los pecadores y no para los justos” (Mt 9. 13). Quiere solamente decir que todos son pecadores, pero no todos lo admiten. 



  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                        

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En su grado de iluminación total, Jesús no contraargumenta, ni toma partido, ni condena, ni juzga: sólo dice la Verdad, esa que es una, y que sólo se puede decir desde la Verdad que nos hace libres. Las ideas son siempre tramposas y manipulables, la Verdad no lo es, porque la Verdad es el Amor y Jesús es el Maestro del Amor, y al Amor no se lo puede manipular, porque es de carácter Divino. Sin violencia se puede ser un gran revelador y agitador social. 


 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                                 

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Una de las características negativas de la humanidad a través de la historia, es su descomposición por el ejercicio del poder, y todo ello con el fin de la acumulación de la riqueza para el provecho de unos pocos, en contra de los más débiles. En la propuesta del evangelio, Jesús se refiere a uno de los temas más importantes de su misión: el significado de “dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Nos permite reflexionar a la luz de la lectura de los signos de los tiempos, que el principal ídolo del hombre es el dinero, y cuando está en medio el interés de la acumulación de riqueza, Dios no existe. Jesús fue asesinado por este planteamiento que no es simplemente religioso, es principalmente político, debido a que los sacerdotes de ese tiempo tenían el temor de perder ese poder que compartían con los romanos. Y esto se repite en muchos pueblos del mundo: existe temor entre obispos, curas y laicos, de perder el poder que les brinda el dinero a través de los imperios, que no ven la pobreza que existe en tantos sectores del mundo. 



 Francisco, La Paz – Bolivia                                                                        







viernes, 17 de octubre de 2014

“LO QUE ES DEL CÉSAR ES DEL CÉSAR".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“LO QUE ES DEL CÉSAR ES DEL CÉSAR".

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. 

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“VENGAN A LAS BODAS”.

Un abrazo... P. Bernardino


            “LO QUE ES DEL CÉSAR ES DEL CÉSAR"           

La idea de un Estado laico, que respeta todas las opciones religiosas de sus ciudadanos, sin identificarse con ninguna, es una adquisición relativamente reciente y todavía no completa en muchos países.

No se puede decir que esta temática haya sido propia del tiempo de Jesús, aunque muchas veces se hayan tomado sus palabras u otros textos bíblicos para fundamentar la relación entre Estado e Iglesia, entre poder temporal y poder espiritual, entre el reino de la materia y el reino del espíritu.

En la Biblia encontramos diferentes orientaciones, según los diversos momentos y situaciones en que vivían las distintas comunidades. Una actitud, por ejemplo, es la que manifiestan las comunidades del Apocalipsis, para las cuales el imperio romano es “la Bestia”, y su capital “la gran Prostituta”, destinadas a la caída y a la destrucción; y otra actitud es la de san Pablo, que trata de integrar la presencia de los cristianos en el imperio, presentándola como pacífica y útil al imperio mismo.

Uno de los textos más usados y abusados sobre esta temática, es el que dice: “Den al César lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios”.

  Leemos en el evangelio de san Mateo 22, 15-22                                   

Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”.

Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto”.

Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”.

Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios”.

PALABRA del SEÑOR


Después que Jesús...
ha puesto en evidencia con parábolas durísimas la maldad de las autoridades religiosas judías, ellas contraatacan con mucha astucia: “Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones, y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos”. Es una delegación bastante rara, compuesta por dos grupos antagonistas entre sí, pero que hacen alianza contra Jesús. Intentan poner a Jesús entre la espada y la pared, con una pregunta tramposa. Conocen bien a Jesús. Tienen elementos para creer en él y darle su adhesión, pero los usan únicamente para intentar seducirlo: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie”. Esperan que caiga ingenuamente en la trampa, para poder condenarlo. Preguntan con aparente inocencia su opinión sobre los impuestos: ¿Hay que pagar o no el impuesto al imperio romano, que ocupa militarmente y domina el país? En el caso que Jesús diga que no hay que pagar, intervendría Roma, que lo consideraría y castigaría como un subversivo. En cambio, si dice que hay que pagar el impuesto, perdería la simpatía de todo el pueblo, que por este motivo ya había intentado años atrás una rebelión contra el imperio.

No se debe comparar el impuesto que exigía el emperador, el César, con los impuestos que los ciudadanos pagan hoy para el buen funcionamiento de la sociedad. Los impuestos hoy se usan para la enseñanza, la salud, las carreteras, el agua, etc.; mientras que el impuesto para el César servía sobre todo para mantener el ejército que ocupaba militarmente el país.

Jesús entiende perfectamente...
el peligro: “Conociendo su malicia, les dijo: Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa?”. Pide que le muestren la moneda del impuesto, un denario, que tiene una leyenda y la efigie del César. Con el uso de esa moneda, las autoridades religiosas de Israel, y sobre todo los herodianos, aceptaban y colaboraban con el emperador, que les permitía dominar y explotar al pueblo en nombre de Dios. Son cómplices del imperio y están integrados en su sistema. Su Dios es el dinero, sus intereses.

En su respuesta, Jesús no dice que hay que “pagar” el impuesto al imperio, sino que hay que “devolver” al César lo que es suyo, esa moneda con su figura y su inscripción, es decir: hay que separarse del César y renunciar a toda complicidad con el poder, que les da tantas ventajas económicas explotando al pueblo. Deben romper esa alianza, terminar con esa atadura, abandonar la solidaridad con el imperio, devolver “al César lo que es del César”. El César representa el mundo de la opresión y la violencia. Hay que alejarse de ese mundo de muerte. Que el César guarde lo que es suyo: la injusticia, la mentira, la corrupción, las armas, la acumulación de bienes, el prestigio, el poder. No hay que mancharse con todo eso. Hay que “devolvérselo” a él: “Dejen que los muertos entierren a sus muertos”.En el mismo tiempo, hay que dejar que el pueblo pueda volver a alabar a Dios en libertad y alegría: “Devuelvan a Dios lo que es de Dios”. El pueblo es de Dios. Nadie puede hacerse dueño del pueblo. Lleva la imagen de Dios, no la del César.







Bernardino Zanella...bernardino.zanella@gmail.com

Gustavo M. Llerena...gusosm@yahoo.es




 LECTIO DOMINGO 19 de OCTUBRE                             

  Vengan a las bodas 

La diversidad humana y su capacidad de relacionarse e identificarse con quienes comparten una visión del mundo, sobre todo cuando ésta es sagrada, ha creado siempre nuevos movimientos. Para ello es necesario ritos y criterios que definan la pertenencia al grupo, que adhieran a concepciones diferentes y a veces en contraste de las que proceden. Así surgen los primeros cristianos, en especial los de la comunidad de Mateo. En su mayoría, procedentes de la cultura y religión judía. Para fortalecer la identidad de los seguidores de Jesús, el autor del evangelio, en medio de graves dificultades de relación entre los cristianos y los judíos, interpreta la enseñanza de Jesús. Quizás por ello, el texto del profeta Isaías supera en belleza y mensaje al evangelio de este domingo.

La imagen de las bodas es una de las preferidas para hablar del reino, de lo nuevo que ha irrumpido con Jesús – las bodas de Caná, en el evangelio de Juan –. La parábola presenta a un rey que prepara las bodas de su hijo, pero al llamar a los comensales, estos empiezan a excusarse, llegando incluso a maltratar y matar a los criados. Ante el rechazo, el rey decide abrir las puertas “a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados”. Al rechazo, el amor de Dios, responde con una insistencia mayor en el ofrecimiento. El Dios que da a conocer Jesús es Padre bondadoso, no es un señor “que se indigna y envía tropas para acabar con los asesinos e incendiar la ciudad”. Mateo, conociendo la destrucción de Jerusalén – en el 70 por tropas romanas –, interpreta esto como la ira del señor, con la intención de advertir lo grave que es rechazar la invitación de Dios, pero desfigura el mensaje de Jesús. Dios no excluye a ninguno, menos aún es vengativo. Se excluye quien rehúsa la invitación y no quiere entrar (cf Lc 15, 28). Es más, su invitación a las bodas es escandalosa, recibe a buenos y malos.

“Amigo, ¿cómo has entrado sin el traje apropiado?”. Advierte Mateo, a su comunidad que si bien los primeros invitados rehusaron la invitación, maltrataron y mataron a los criados, no debe ocurrir esto con los seguidores de Jesús. Quiere evitar el peligro, siempre tan cercano en todos, de que despreciando a los primeros se creyeran que se merecían la invitación, olvidando la gratuidad de la fiesta de bodas, y comenzaran hacer división entre buenos y malos. Por cierto, los dominantes siempre se catalogan como los buenos, despreciando a “los malos”. En esas condiciones no puede haber banquete. No es que me excluyan: yo excluí, al sentirme mejor que el otro.


 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                   

* * *
Tampoco esta parábola carece de dificultad de comprensión. Me parece maravilloso que el Señor invite a las bodas de su hijo a las personas que conoce. Entiendo la decepción por el rechazo y me alegra la idea de que, habiendo encontrado a muchas personas interesadas en otras cosas y que no se proponen aceptar la invitación, extienda también a los “lejanos”, buenos y malos la posibilidad de participar en la alegría de la fiesta. Lo que no me queda claro es la dureza contra el huésped que no lleva el traje de bodas. No entiendo si el vestido es una condición indispensable que uno ya debe poseer o si debe procurárselo. En otras palabras, ¿la aceptación de la invitación prevé una conducta inmediata o se puede dar un ajuste en el futuro? A juzgar por la reacción del Señor, se diría que no. Pero entonces ¿por qué dice que ha llamado buenos y malos? Los malos probablemente no seguían los preceptos, pero igualmente fueron invitados con la esperanza de que, una vez aceptada la invitación, se habrían adecuado. ¿Es así?


 Gianna, Pordenone – Italia                                                                    

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