"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 1 de noviembre de 2014

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 
el evangelio del domingo pasado:
“AMARÁS”.

Un abrazo... P. Bernardino.

                                    “LA PIEDRA del SEPULCRO”          


¿Qué hay después de la muerte? ¿Dónde están nuestros seres queridos que ya han fallecido? Entre las distintas respuestas que se pueden dar a estas preguntas, está la enseñanza y el destino de Jesús.

      Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 1-8                                            

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras.

                                    PALABRA del SEÑOR                               


Las mujeres que...
“habían acompañado a Jesús desde Galilea”, y al final lo habían visto muerto en la cruz y luego sepultado, “prepararon aromas y ungüentos” durante el descanso del sábado, y al día siguiente “fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado”. Es “el primer día de la semana”, como en los orígenes de la creación. Está amaneciendo una nueva creación, aunque las mujeres todavía no se den cuenta. Ellas siguen con el pensamiento fijo en la muerte de Jesús, y llevan perfumes para ungir su cadáver. Para ellas el proyecto de Jesús ha fracasado, y es esa la verdadera muerte. Les queda sólo un gesto de piedad para con el difunto.

Pero esa misma fuerza que...
las empujaba a visitar el sepulcro, abrirá progresivamente su corazón a una certeza: el sepulcro no es el lugar de Jesús, ninguna piedra puede encerrarlo: “Encontraron removida la piedra del sepulcro”.

No es todavía la luz de la fe en la vida nueva de Jesús. Es más bien una condición de oscuridad e incertidumbre: “Estaban desconcertadas a causa de esto”. La iluminación viene de los “dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, como las de Jesús en el día de la transfiguración en la montaña. De ellos, del cielo y de la profundidad de su conciencia viene el mensaje más increíble e inesperado: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.


Hay que cambiar la dirección de la búsqueda...
A Jesús no se lo encuentra “entre los muertos”. La vida que ha venido a anunciar y a ofrecer no ha sido vencida por la muerte física. Su asesinato fue la consecuencia de lo que él enseñó con su palabra y con su vida: un proyecto de humanidad nueva, capaz de amar hasta el extremo. La muerte no destruye ese proyecto, sino que es su manifestación más alta y verdadera.

¡Está vivo! Las mujeres llegan a entender esto a través del recuerdo: “Recuerden lo que él les decía”. Habían guardado las palabras de Jesús, como había hecho María, la madre, que frente a los acontecimientos que no podía entender, “conservaba y meditaba todo en su corazón”. También ellas habían escuchado los anuncios de la pasión: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”, pero no los habían entendido. Ahora, desde la profundidad de la memoria, esas palabras emergen y se revelan con su verdadero sentido: “Las mujeres recordaron sus palabras”.


“Están invitadas a recordar la...
predicación de Jesús, a pasar de nuevo por el corazón la experiencia compartida con Jesús desde la Galilea, sus gestos de misericordia, de sanación, de perdón. Reviven su camino hacia Jerusalén, su enfrentamiento con el sistema religioso, sus últimas enseñanzas: “Los que ejercen el poder dominan al pueblo y se hacen servir; pero entre ustedes no debe ser así; al contrario, el que quiera ser el más grande que se haga el último de todos y el servidor de todos”. La pasión y la muerte de Jesús se revelan con una nueva luz: en su fidelidad al proyecto del Reino, en la entrega de su vida, se ha manifestado la plenitud de la vida. Su muerte no ha sido una derrota, sino la victoria de la vida y del amor, como lo había prometido para los demás: “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.

Jesús “está vivo”...
a pasado a la vida definitiva de Dios, exaltado a la derecha del Padre. Había venido para enseñar a la humanidad un camino totalmente opuesto al camino de muerte, de egoísmo y violencia, de injusticia y corrupción, que muchas veces domina el corazón del hombre. Ahora, desde el sepulcro vacío de Jesús, las mujeres están llamadas a una profunda conversión: dejar morir sus sueños de un Mesías poderoso y vencedor y las pretensiones de una religión esclavizante, para descubrir en la cruz de Jesús la revelación del glorioso camino de vida y liberación que él ha abierto para toda la humanidad. Serán ellas las primeras mensajeras de esta novedad.

No será fácil transmitir a otros esta certeza. A los apóstoles mismos “les pareció que las mujeres deliraban y no les creyeron”. Será largo el proceso por el cual la certeza de que Jesús “está vivo” cambiará la vida y el corazón de sus discípulos, haciéndolos capaces de seguir su mismo camino. La fe, la perseverancia, el valor de las mujeres, fortalecidas por el espíritu del Resucitado, han hecho posible el milagro.Jesús “está vivo”, y en él están vivos todos los que ya han concluido su vida realizando el proyecto de una nueva humanidad.



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 lectio divina domingo  26 de OCTUBRE                                    

 Amarás                          



Quien tiene una opción definitiva en su vida se orienta en forma consecuente con esa opción, vive en paz, alegre y hace el bien. Quien ha perdido o nunca ha encontrado un sentido definitivo en su vida intentará llenar su vacío con una actividad ansiosa y sentirá por las muchas cosas importantes que hace, que es superior a otros y no los podrá amar, porque el amor se vive entre iguales; o se institucionalizará y en su adhesión a la institución creerá encontrar el sentido de su vida. Sólo se deshumanizará, puesto que ésta le parecerá más importante que las personas. ¿Qué es lo fundamental en la vida? 



Quienes menos quieren entender se acercan a Jesús para preguntar ¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley, qué es lo más importante en la religión? Usan los mandamientos para confrontarse con Jesús, no parece que tengan interés en vivirlos. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu…” y entre ustedes como yo les he amado (Cfr. Jn. 15,12) El amor a Dios y a los otros son una realidad única. El amor es uno solo: es Dios. Se escribe y se dice fácil, pero reconocer la limitación de nuestro esfuerzo y aceptar nuestra condición de indigentes en el amor es un largo aprendizaje. Sólo aceptando el ser indigente podemos ir desalojando los falsos poderíos del yo y poniendo en su lugar esa atracción del Dios de la vida: “Amarás al Señor tu Dios. Es Dios quien se ha adelantado en amarnos hasta el extremo, pero no a causa de los meritos, sino por la gratuidad de su amor. 


Al hablar del amor a Dios, no se está hablando de emociones o sentimientos hacia un ser imaginario, ni de invitaciones a rezos y devociones. Amar a Dios con todo el corazón, es reconocer humildemente el Misterio último de la vida, vivir con gratitud, optar siempre por lo bueno y hacer el bien resistiendo a lo que va contra la voluntad de Dios; “como a ti mismo”, ponerse en lugar del otro, como María en las bodas de Caná, tratar al otro como te gustaría que te traten a ti. Es afirmar la dignidad de todos los hombres y mujeres. Por eso el amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. Amar a Dios es encontrar nuestro propio bien y el de los demás. 

Podemos examinar si es verdadero nuestro amor por Dios o si lo hemos convertido en un pretexto para evadirnos de la realidad. Y examinar también si nuestro amor por los demás lo hemos convertido en plataforma para la afirmación de nuestro yo. 



  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                    

* * * 
AMOR es la palabra más fácil y más difícil que jamás existió. Sobre todo porque no es una palabra. No es una emoción, no es un concepto, no es un objetivo, y según como yo lo siento es el gran des-cubrimiento que cada uno tiene que hacer en la experiencia de la vida, ayudado por los ejemplos de quienes lo des-cubrieron para sí mismos y lo compartieron. Jesús, Krishna, Ghandi, Madre Teresa, Buda..., todos ofrecen su vida como testimonio, y a cada uno le puede resonar como inspiración: alguno, todos, uno... Pero es eso: inspiración. Si no lo encontramos dentro nuestro, si no lo experimentamos, no deja de ser: imitar un modelo, y las imitaciones son falsas, aunque puede suceder que si comenzamos imitando terminamos encontrando nuestro autentico amor. En realidad creo que en nuestras cortas vidas siempre hemos comenzado imitando ejemplos, y a veces no pasamos de ahí. En fin que ya es mucho imitar los buenos ejemplos y no los malos. 

Pero el Amor es el camino que cada uno tiene que andar para volver a la Fuente de donde nunca en realidad se ha ido, sino que ha olvidado, producto de transitar el des-amor que nosotros mismos nutrimos, creyendo que en realidad somos víctimas de él. “No puedo, todo me sale mal, no tengo suerte, estoy en des-gracia, estoy enfermo, pobre, angustiado y no sirvo para nada...”. ¡Qué alimento puede ser ése para encontrarnos en el Amor! Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Busquemos dentro nuestro esa semejanza en las ilimitadas posibilidades que tenemos de Amar, dar y recibir. Alcemos la mirada, oremos para recordar y para que no se apague la Luz del mundo para nuestra humanidad doliente, confundida y atrapada en las redes del propio engaño. El ejemplo del Maestro Jesús es el máximo de la historia divina y humana: renacer, confiar, rodearse para la buena acción y cooperación, no sentirnos víctimas de nuestra cruz sino llevarla, observarla, diluirla poco a poco a través del Amor. Y la voluntad debe acompañar, porque el Amor no es simplemente una canción que nos llena el alma; es un Alma grande que se hace canción celestial para nuestros oídos, si perseveramos en los buenos pensamientos y las buenas acciones. ¡El que tiene la dicha de escucharla no deje de cantarla para que se oiga en todo el mundo! 



 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                                   

* * * 
Al preguntarle a Jesús, queriendo ponerle a prueba: “Maestro, ¿cuál es el más grande mandamiento de la ley?”, Jesús responde citando algunas palabras de la Biblia: “¡Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente!”. El Reino de Dios consiste en esto: reconocer que el amor de Dios es igual al amor por el prójimo: “Amar al prójimo como Jesús nos ha amado”. Jesús ha interpretado el sentido exacto de la Palabra de Dios y ha indicado el camino para una convivencia más justa y más fraterna. 

Este amor no es un ruego o algo optativo, que si quiero cumplo o no. Es un mandato, que debo cumplir por que viene del ser Divino, Supremo Hacedor, pues de corazón, tampoco por obligación. Si estoy enamorada de Jesús lo amo sin esperar recompensa, pues por ese amor amar a mi prójimo sin discriminación. Y si no pongo este mandato como lo primero, anteponiendo mis ritos y cumpliendo únicamente mandamientos, ¿donde quedarían las bienaventuranzas que él nos dejó? 

  Silvia, La Paz – Bolivia                                                                             







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