"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 8 de mayo de 2015

"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: “Ámense los unos a los otros”.

Un abrazo... P. Bernardino


     "ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"      

En un mundo complejo y en rápida transformación, en que nos sentimos siempre más desamparados y desprotegidos, la lógica instintiva puede ser la de encerrarnos en nosotros mismos, protegiendo nuestra vida y la de los nuestros.

El cambio personal y comunitario se puede dar rompiendo esa lógica individualista y abriéndose a un proyecto de amor recíproco que lleva a una verdadera realización humana. El que ha sido amado será capaz de amar.

  Leemos en el evangelio de san Juan 15, 9-17:                 

Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
PALABRA del SEÑOR



JESÚS, durante la última cena de su vida...
a pocas horas de su pasión y muerte, da las indicaciones para que sus discípulos puedan vivir en el mundo sin pertenecerle, poniendo en práctica la originalidad de la enseñanza del Maestro.

Él ama a sus discípulos como el Padre lo ama a él. La intimidad entre el Padre y el Hijo se refleja en el amor de Jesús para con sus seguidores. Por eso la invitación: “permanezcan en mi amor”, como los sarmientos unidos a la vid, alimentados por la misma savia.


La manera de permanecer en él..
de mantenerse en su amor, es cumplir concretamente sus mandamientos. Y él mismo da el ejemplo: cumple los mandamientos del Padre. Ha venido para liberarnos de las ataduras del mal y enseñarnos un camino de amor para llegar a ser hijos e hijas de Dios, y esto le costará la vida. De este modo ha manifestado su amor al Padre. El discípulo hará el mismo camino, cumpliendo el mandamiento de Jesús: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”.

Anteriormente, los dos mandamientos que constituían el resumen de toda la Ley y los Profetas eran: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con todo tu espíritu; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Ahora Jesús no pide nada para Dios...
El mandato de Jesús, la esencia de su proyecto de nueva humanidad, será el amor recíproco entre todos: “Ámense”. Los discípulos tendrán que hacer un proceso de conversión, liberarse del instinto de poder que los llevaba a luchar por los primeros puestos, y abandonar las peleas y la competencia, centrados sólo en su propio interés. “Ámense”: como compromiso de buscar siempre el bien del otro, en la forma que los distintos momentos y necesidades lo requieran. Y la medida del amor al prójimo no es más “como a ti mismo”, que ya era una medida muy exigente, porque significaba ofrecer a los demás el mismo cuidado con que cuidamos nuestra integridad, nuestro bienestar, nuestra vida y nuestra familia. La nueva medida es él, es su amor para con nosotros: “Como yo los he amado”. Pide que seamos como él, amándonos como él nos amó, con un amor gratuito, universal y total, sin ninguna discriminación. Y lo exige con la fuerza de un mandamiento: “Lo que yo les mando”. Jesús, el hijo de Dios, seguirá estando presente en el mundo a través de todos los discípulos que reproducirán su amor.



Esto es fuente de la verdadera alegría...
en Jesús y en los discípulos. Jesús acababa de anunciar su muerte inminente, e igual habla de alegría, la que él poseía por su comunión con el Padre, por hacer su voluntad. De esa misma alegría participa el discípulo que permanece en Jesús. No es la alegría que nace del tener más, del conseguir poder y reconocimiento social, y de los éxitos en la vida. Es el gozo que nace del amor recibido y ofrecido, de la realización plena de una vida gastada en el amor, reflejo de la de Jesús.

La relación de Jesús con los discípulos es la del amigo, que llega a dar la vida por los amigos que él mismo ha elegido, y a los cuales confía los secretos de su corazón: “Les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”.Dentro de esta intimidad, el diálogo con el Padre, la oración, no será una forma para conseguir interesadamente beneficios y favores, sino la manera para abrir el corazón a las energías que nos permiten producir frutos abundantes: “Los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero”. El fruto será esa humanidad nueva que se revela en la vida de los discípulos, y que ellos irán proponiendo a todos los pueblos.




sábado, 25 de abril de 2015

DOMINGO del BUEN PASTOR

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: “YO DOY MI VIDA”.

Un abrazo... P. Bernardino



                 “YO DOY MI VIDA”                


La imagen del pastor y del rebaño ya no es común en nuestras culturas urbanas. Jesús la usa a partir de la vida de su pueblo, y tal vez de su misma experiencia personal.
Ahora, el desafío para nosotros es recuperar la riqueza del mensaje, siempre actual, contenido en imágenes que pertenecen a otra cultura.


  Leemos en evangelio de san Juan 10, 11-18       


Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir el lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí – como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre – y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandamiento que recibí de mi Padre”.
 PALABRA del SEÑOR



Aparecen en este texto del evangelio de Juan dos figuras típicas: una es la del “buen pastor”, y la otra del “asalariado”. Lo que las distingue es la diferente actitud para con las ovejas. La característica del “buen pastor” es que él “da su vida por las ovejas”. La característica del “asalariado”, “al que no pertenecen las ovejas”, es que él “no se preocupa por las ovejas”, y por eso “las abandona y huye” en el momento del peligro.





Más allá del lenguaje simbólico, que tal vez cuesta entenderlo en el día de hoy, el “buen pastor” es Jesús, que no explota al rebaño, sino que da su misma vida; y las ovejas amadas son sus discípulos. No se supone, en este texto, que haya otros “buenos pastores”, que hagan lo mismo que él hace. Jesús no es “uno” de los buenos pastores, es el “único buen pastor”, el verdadero pastor.


Es necesario fijarse el él, y su figura emerge con mayor claridad si tenemos en cuenta, por contraste, que existe también la figura opuesta, la del “asalariado”, que se dedica igualmente a las ovejas, pero únicamente animado por sus intereses y no por el bien de las ovejas: “Cuando ve venir el lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa”.


Hay dos claras referencias de Jesús al Antiguo Testamento. Una a los pastores de Israel de que habla el profeta Ezequiel: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Se comen su enjundia, se visten con su lana, matan a las más gordas, y las ovejas no las apacientan. No fortalecen a las débiles ni curan a las enfermas ni vendan a las heridas; no recogen las descarriadas ni buscan a las perdidas y maltratan brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y fueron pasto de las fieras salvajes… Esto dice el Señor: me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de apacentar a sí mismos los pastores; libraré a mis ovejas de sus fauces, para que no sean su manjar” (34, 2-5. 10).






La otra referencia al Antiguo Testamento aparece en el lenguaje que usa Jesús: “Yo soy el buen pastor”. En ese “Yo soy” está el recuerdo de la manifestación de Dios a Moisés: es el nombre con que Dios se identifica, para ser reconocido. Ahora, con ese nombre se identifica Jesús, que asume la misión del Pastor anunciado por el profeta Ezequiel: “Así dice el Señor: Yo mismo en persona buscaré mis ovejas y las libraré de todos los lugares por donde se dispersaron un día de oscuridad y nubarrones”.


La relación de Jesús con los suyos es de “conocimiento” recíproco: conocer y ser reconocidos, como profunda necesidad humana, y con toda la riqueza que la palabra “conocimiento” tiene en la Biblia, una relación que por parte de Jesús llega al extremo de ofrecer vida hasta dar la suya: “Yo doy mi vida por las ovejas”, y por parte de la comunidad la adhesión a él y la escucha y el cumplimiento de su palabra. Hay en esta afirmación un adelanto y una explicación del misterio pascual, de una vida entregada por amor. 


Existe entre Jesús y los discípulos una relación parecida a la que se da entre Jesús y el Padre: “Conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí, como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre”. Difícilmente podemos entender la fuerza de esta revelación. Muchas veces Jesús dice que él y el Padre son una cosa sola. A la misma comunión de amor son introducidos los discípulos. Y no sólo algunos. A toda la humanidad Jesús se manifiesta como pastor: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor”: un solo rebaño, no un solo corral, en la diversidad de los pueblos y de las culturas, todos invitados a oír la voz del único Pastor y seguir su camino.Para todos Jesús ofrece libremente su vida. Es la forma de su plena realización: “el que pierde su vida la encontrará”, cumpliendo ya en sí mismo el único mandamiento que ha recibido del Padre y que entregará a sus discípulos: “Ámense, como yo los he amado”.





sábado, 18 de abril de 2015

<< SOY YO MISMO >>

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: “SOY YO MISMO”.

Un abrazo... P. Bernardino.




                << SOY YO MISMO >>              

La Iglesia a lo largo de su historia ha tenido periodos muy difíciles, de los cuales ha salido por la fuerza del Espíritu. Recordamos comúnmente el tiempo de la grande corrupción durante la edad media, o la violencia de la represión durante la inquisición. También hoy la iglesia vive un momento oscuro, a pesar de un Papa que la orienta tan claramente a la centralidad del evangelio y del seguimiento de Jesús. El “efecto Francisco” encuentra todavía mucha resistencia, a pesar del gran apoyo popular.


Pero el momento más oscuro y doloroso que han vivido los primeros seguidores de Jesús ha sido sin duda el momento de su pasión y muerte. Los evangelios nos hablan en distintas maneras de la dificultad que han atravesado los discípulos para salir de ese trauma terrible.

Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 35-48:

Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies: soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”.


Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y comió delante de todos. Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”.

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.

PALABRA de DIOS






Los dos discípulos de Emaus, Cleofás y muy probablemente su esposa María, regresan a Jerusalén con los ojos encendidos y comparten con los demás discípulos la extraordinaria experiencia del encuentro con el Resucitado, que habían reconocido cuando partió el pan. Había sido el mismo gesto que Jesús había realizado cuando multiplicó los panes, anunciando ya con esa señal su destino de entrega de sí mismo para hacerse pan para todos.


Y de nuevo Jesús se manifiesta a los discípulos en el Cenáculo: “se apareció en medio de ellos”. Jesús en el medio, y los discípulos alrededor suyo, sin ninguna disposición jerárquica. Los saluda con el saludo pascual: "La paz esté con ustedes". Para Jesús está totalmente cerrado el capítulo de la traición y del abandono de parte de sus discípulos durante su pasión y muerte. Sólo ofrece el fruto de la Pascua: la paz, la gran reconciliación, que permitirá a los discípulos mirar al nuevo horizonte que Jesús abre delante de sus ojos.


Pero ellos siguen mirando atrás, a sus sueños mesiánicos destruidos. Para ellos la presencia de Jesús despierta sólo espanto, temor, dudas. No pueden creer que Jesús está vivo, que su muerte por amor haya sido la máxima manifestación de la vida: “Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu”.

Jesús presenta las pruebas de su identidad: "Miren mis manos y mis pies: soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”. No es “un espíritu”, ni es “delirio” el testimonio de las mujeres. Sus manos y sus pies son la prueba de su amor que lo ha llevado a la cruz.El evangelio se detiene en tantos detalles: tocar, ver, mostrar, comer… Es evidente la intención de hacer ver que el itinerario de la comunidad pascual ha sido largo y difícil. Por la fe y la determinación de las mujeres, lideradas por María Magdalena, muy lenta y fatigosamente los discípulos llegan a creer en la resurrección. Y el camino será la relectura de la sagrada Escritura con la mirada en Cristo: “Todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”, y “les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras”. Es el camino ofrecido a los discípulos de todos los tiempos: redescubrir a Jesús a través de las Escrituras, de la historia sagrada del pueblo elegido, y de la historia sagrada de toda la humanidad que confluye en él. Él es la manifestación más alta de la humanidad en camino. En él, en su mensaje pascual de muerte y resurrección, la humanidad encontrará el camino de la reconciliación universal, dejando atrás su historia de violencia e injusticia: “En su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados”. Desde Jerusalén, desde el lugar del rechazo y de la crucifixión de Jesús, los discípulos deberán extender este mensaje a todos los pueblos: “Ustedes son testigos de todo esto”.


miércoles, 8 de abril de 2015

"SE LLENARON DE ALEGRÍA".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: “Se llenaron de alegría”.

Un abrazo... P. Bernardino


                "SE LLENARON DE ALEGRÍA".            

Hay a veces en la vida experiencias tan dolorosas, que podrían apagar cualquier gana de salir adelante, de renacer y reconstruir. Un momento así, de miedo y desesperanza, deben haber vivido los discípulos de Jesús frente a su pasión y muerte en la cruz.



 Leemos en el evangelio de san Juan 20, 19-31:         


Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.

Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo:

“¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.

Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”.


PALABRA DEL SEÑOR












Es la primera aparición de Jesús resucitado a los discípulos, según el evangelio de san Juan. A ellos, que se habían dispersado durante la pasión, ahora los reúne el miedo. Están en el Cenáculo “con las puertas cerradas por temor a los judíos”: la violencia desatada contra Jesús, podría extenderse a sus seguidores. Y está cerrado y dolido el corazón: ¿Cómo perdonarse la negación, el abandono, la traición? ¿Y qué futuro les espera? A sus ojos, Jesús ha sido derrotado. Sus enemigos, que lo han colgado en la cruz, son los vencedores.

El evangelio no describe el itinerario interior que tienen que haber realizado los discípulos para pasar de esa situación de terrible angustia al momento en que “se llenaron de alegría” por la certeza de que Jesús estaba vivo. Sin duda la fe y la determinación de María Magdalena y de las otras mujeres los han ayudado decididamente.

La presencia y la confianza en Jesús resucitado los libera del miedo. Él se manifiesta diciendo: “La paz esté con ustedes”. Para esos discípulos, temerosos y desamparados, que habían desaparecido durante la pasión, ningún reproche: sólo un mensaje de paz. Es la paz entre Dios y la humanidad, la reconciliación y pacificación del corazón, la comunión y armonía con toda la humanidad y con la creación entera. Es la paz que Jesús había prometido a los discípulos, angustiados por el anuncio de su partida: “la paz les dejo; les doy mi paz”.

Hay pocas palabras capaces de expresar tan eficazmente la condición de bienestar total que Jesús ofrece. Es la paz que los discípulos no pierden ni frente a la persecución y la cruz, en la lucha por la justicia y la verdad. Él está en medio de ellos, como lo había prometido: “No los dejaré huérfanos”. Él es la fuente de la vida y de la esperanza: en medio del mundo los discípulos tendrán apuros, pero, “ánimo, que yo he vencido al mundo”. No habrá más una comunidad de discípulos “con las puertas cerradas por temor”.

Como signos de su victoria, Jesús les muestra las manos y el costado. Son los signos de un amor hasta el extremo, de la vida verdadera, que la muerte no ha podido vencer. Son ahora las manos en que confiar, las manos en que el Padre ha confiado todo, las manos que han lavado los pies de los discípulos en la última cena, las manos que cuidan y defienden a las ovejas: “Yo les doy la vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mis manos”. Y el costado, el corazón traspasado, fiel a la alianza sellada con su sangre.

Por eso la alegría. No porque ya no hay peligros y persecución, sino porque el Señor está vivo y presente, y los ama. Con él el sufrimiento será como los dolores del parto, que se transforman en alegría cuando nace una nueva vida.

Con este respaldo, con esta certeza, los discípulos pueden salir de su refugio, y ser lanzados a la misión: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Justo a partir de la dolorosa experiencia de la fragilidad de los discípulos, Jesús les propone que sean continuadores de su obra. Tendrán que repetir los mismos gestos de sanación y perdón, los gestos que revelan la gran compasión del Padre por el infinito dolor del mundo. Para eso había sido enviado Jesús: para hacerse nuestro hermano, compartir nuestra miseria, hacerse leproso con los leprosos, excluido con los excluidos. “De la misma manera los envío a ustedes”: la misión de los discípulos tiene su origen y modelo en la misión de Jesús, será su prolongación. Sus discípulos seguirán siendo frágiles y vulnerables, pero tendrán una energía extraordinaria que los hará capaces de vencer el miedo y anunciar con valentía que el Señor está vivo, y que las tinieblas y la muerte pueden ser vencidas: "Reciban el Espíritu Santo”.

“Sopló sobre ellos”, como Dios que infundió en el hombre su aliento de vida en la primera creación: serán una nueva creación, una humanidad nueva. “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan": el perdón es el primer fruto del Espíritu. Una comunidad de puertas abiertas, humilde, acogedora, enviada a todo el mundo, en diálogo con todas las razas y culturas, sin exclusiones ni discriminaciones.El apóstol Tomás no estaba presente. Separado de la comunidad, no tiene la experiencia de la resurrección del Señor, y lo busca en el pasado: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Su duda, que es nuestra duda, le permite llegar a la más alta confesión de fe: “¡Señor mío y Dios mío!”, y a escuchar la bienaventuranza para todas las generaciones futuras de discípulos y discípulas de Jesús: “¡Felices los que creen sin haber visto!”.




sábado, 4 de abril de 2015

<<< JESÚS RESUCITÓ 2015 <<<


Querido/a Amigo/a:


Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: “Ha resucitado”.
Aprovecho para desearte días de gracia y Felices Pascuas de Resurrección.


Un abrazo... P. Bernardino


                ¡¡¡  HA   RESUCITADO   !!!              



El sentido de la Pascua, con su misterio de muerte y resurrección, es algo fundamental, no sólo para la fe del creyente, sino para toda la humanidad. No es un simple consuelo frente a las dificultades y las derrotas, recordar que, a pesar de todo, la vida vence. La vida venció en Jesús, que ha sido torturado y colgado en la cruz, y que Dios rescató de entre los muertos. Vencerá en nosotros, por la fuerza del Resucitado que nos acompaña.

Leemos en el evangelio de san Marcos 16, 1-8:

Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.

Y decían entre ellas: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.

Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho”.

Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.


PALABRA DEL SEÑOR





El evangelio de Marcos subraya la presencia de algunas mujeres en la crucifixión de Jesús, y recuerda el nombre de tres: María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé. Ellas son testigos de la muerte y sepultura de Jesús, y serán testigos de su resurrección.

Siguen siendo cumplidoras de la ley. La familiaridad con Jesús no las ha liberado todavía de esa atadura. Sólo después del reposo del sábado se animan a comprar “perfumes para ungir el cuerpo de Jesús”. El cumplimiento de la ley no les permite experimentar antes la plenitud de vida de que goza Jesús, más allá de la muerte física.

Fueron al sepulcro “cuando salía el sol”. Salía el sol para toda la humanidad, el sol de la Pascua. Ellas no lo saben. En sus ojos está todavía la imagen del crucificado; en sus oídos el ruido de la piedra que José de Arimatea “hizo rodar en la entrada del sepulcro”.

Les quedaba un último gesto de un ritual sagrado: embalsamar el cadáver. Sus pensamientos están fijos en la muerte. No se dan cuenta que es el “primer día de la semana”, el primer día de la nueva creación. Se preguntan: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”. No hay discípulos con ellas, no hay varones: todos desaparecidos. No han estado presentes en los momentos de la muerte y sepultura de Jesús. No lo están ahora. La piedra del sepulcro es “muy grande”: es la piedra del poder de la muerte. Imposible removerla.

“Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida”. A las tres mujeres se les abren los ojos y comienzan a entender. El sepulcro está abierto, la muerte vencida. Con su muerte física, entregando la vida por amor, Jesús ha revelado cuál es la vida verdadera e indestructible, y es fuente de vida para todos.

Las mujeres entran al sepulcro. No es más el lugar de la muerte. Va abriéndose camino en su corazón el recuerdo de la enseñanza de Jesús: “Todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”.

En el sepulcro “vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca”: es la luz de la transfiguración, que los discípulos habían visto en la montaña. Entonces era sólo un anuncio. Ahora es la realidad. Y el mensaje que oyen las mujeres es la certeza fundamental de la fe: “Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí”. Buscaban al crucificado, a un muerto, y se encuentran con la vida que ha brotado de la misma muerte. El poder de la muerte ha sido vencido: “No está aquí”. Es un mensaje que no es fácil entender.

Las tres mujeres no lograrán aceptarlo plenamente en seguida. La primera reacción es de miedo, de silencio, de angustia: “Salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo”. Tendrán que liberarse de las esperanzas mesiánicas equivocadas que todavía guardaban en su corazón y redescubrir el sentido verdadero de la enseñanza de Jesús: “El Hijo de hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida”. Tendrán que hacer esta conversión, y ayudar a los discípulos a convertirse: “Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho”. Las mujeres están encargadas de reconvocar y reunir a la comunidad de los discípulos dispersa durante la pasión.Los discípulos, y sobre todo Pedro, el que más había negado a Jesús, tendrán que abandonar Jerusalén, el centro del poder religioso y político, donde habían ingresado con tantas ilusiones el día de la entrada triunfal de Jesús. Tienen que volver a Galilea, el lugar del primer llamado, a la Galilea “de los gentiles”, de los pueblos paganos, a esa región expuesta a la penetración de creencias extranjeras. Habrá que empezar de nuevo, en humildad y sencillez, y rehacer el camino que había llevado Jesús a la cruz, desde Galilea, pero en otra dirección: no hacia Jerusalén, sino hacia todos los pueblos, para anunciar a todo el mundo que la vida vence, a pesar de todo.




sábado, 8 de noviembre de 2014

“LA CASA DE MI PADRE".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“LA CASA DE MI PADRE".
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 

un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
 “LA PIEDRA DEL SEPULCRO”

Un abrazo... P. Bernardino OSM


                                           “LA CASA DE MI PADRE"    

“Para Dios, nada es demasiado”. Algunos repiten hoy esta declaración, para justificar los gastos fabulosos en la construcción de templos demasiado ricos, a veces en medio de poblaciones muy pobres. Las religiones han tratado a menudo levantar edificios majestuosos, que más que manifestar la grandeza de Dios, ostentan el poder de los hombres.

 Leemos en el evangelio de Juan 2, 13-22                                              

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: "El celo por tu casa me consumirá".

Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

                         PALABRA del SEÑOR                          


Con motivo de la fiesta de Pascua...
había mucha gente en Jerusalén. Todas las familias judías tenían que ir al templo a sacrificar un cordero para la cena pascual.

Jesús también llegó a Jerusalén, “y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas”. No encuentra en el templo a peregrinos orando, sino a “vendedores” y “cambistas”: en el centro están los intereses, no Dios.

Jesús aprovecha el momento para...
hacer un gesto clamoroso: “Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas”. Es un gesto que no nace simplemente de una reacción indignada, instintiva y momentánea. Es el gesto esperado por la tradición religiosa de Israel, que aguardaba a un Mesías que iba a purificar el templo, echando a todos los que lo profanaban. Así lo habían anunciado los profetas. Por eso Jesús dice a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. A esa condición había llegado el templo: ¡“casa de comercio”! Era en el mismo tiempo lugar de culto, palacio legislativo y sede del poder religioso y político, banco que acuñaba moneda y casa de cambio, porque no se podía pagar el tributo para el templo y comprar las ofrendas con dinero que tuviera imágenes paganas. Se cuidaba la pureza del dinero, no la del corazón. El templo era el gran instrumento de dominación y explotación del pueblo.
Los discípulos, viendo la intervención de Jesús, recuerdan el salmo: “El celo por tu casa me consumirá” y piensan que ha llegado el día esperado de la purificación del templo y la renovación del culto por mano de un Mesías poderoso, descendiente del rey David, que iba a liberar el país de la opresión extranjera. Pero Jesús, echando “a todos del templo”, demuestra que no quiere sólo purificar el templo y reformarlo, sino que quiere vaciarlo. Ese culto, que transforma a Dios en un negociante más, que exige sacrificios y víctimas para otorgar sus beneficios, dando poder y riqueza a la clase sacerdotal, ya no tiene sentido.


Los sacerdotes entienden bien...
la fuerza profética del gesto de Jesús, y le exigen una prueba que demuestre la legitimidad de su actuación: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. Eran ellos los dueños del templo, las autoridades legítimas, que podían autorizar o impedir el acceso al templo, dirigir todas las actividades religiosas y contratar las actividades económicas.

La legitimidad de Jesús viene del hecho que es el Hijo, que manifiesta la intencionalidad original de Dios en relación al templo: “la casa de mi Padre”. Los peregrinos tenían que encontrar en el templo a un Dios que es Padre, que da vida y libera, que reúne y acoge con amor a todos sus hijos e hijas dispersos.


La respuesta de Jesús ofrece una revelación absolutamente nueva. La relación con Dios no pasa más a través de un templo, sino a través de su cuerpo entregado en la cruz: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”: “Él se refería al templo de su cuerpo”. El signo que él presenta como legitimación es su pasión y muerte, el templo de su cuerpo que sus adversarios intentarán destruir y que Dios levantará para una vida definitiva. En él, a través de él, todos tendrán acceso al Padre y serán privilegiados los que antes no tenían acceso al templo: los pobres, las mujeres, los extranjeros, “los ciegos y los sordos”, los que vienen de “las plazas y las calles de la ciudad” y los que vienen de “los cruces de los caminos y a lo largo de los cercados”. Los templos materiales que todavía se construyen tienen siempre una ambigüedad y un riesgo en sí mismos, pero pueden servir para reunir la asamblea, compartir la palabra de Dios y los sacramentos, para transformar a los discípulos y discípulas en piedras vivas del templo de Dios, construyendo una familia de hermanos, en igualdad y solidaridad, sin exclusiones o discriminaciones.





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 LECTIO DOMINGO 02 DE NOVIEMBRE         
 “LA PIEDRA DEL SEPULCRO”                         


Los mensajes trascendentes que implican otro nivel de realidad no son fáciles de comprender, porque la materia es densa y opaca la luz. Por eso Dios nos ha regalado la posibilidad de la fe y a su vez la maravilla de, a través del libre albedrío, elegir nutrirla y profundizarla, o no. 



En mi experiencia, cuando no la hemos nutrido es porque aún estamos atravesando situaciones de aprendizaje, necesarias para que el día que lo hacemos, no sea por dogma, imposición, comodidad o cualquier otra forma de autoengañarnos acerca de la fe. Entonces, en esta escuela de la tierra donde a través de cada situación de vida vamos desarrollando la capacidad del discernimiento, llega un punto, despojados de todo otro dogma, creencia fanática, instinto de supervivencia, desidia, pereza o cualquier otra forma en que nuestra personalidad lleva el control de nuestras vidas, un punto, decía, en que nos rendimos, nos reconocemos frágiles, vulnerables, ignorantes, jueces de pacotilla de todo lo que no coincide con nuestro punto de vista. Y es allí donde aquellos mensajes transmitidos a lo largo de milenios y rechazados muchas veces por considerarlos un cuento infantil, vuelven a aparecer ante nuestros ojos, nuestra alma dormida, nuestro corazón hecho trizas, y comprendemos que también nosotros hemos muerto para renacer en el Amor de Cristo que, en realidad, siempre estuvo allí esperando por nosotros. 

Sólo cuando nosotros también hemos muerto de todas esas experiencias fallidas en el intento de comprender el mundo y la vida, podemos dejar de ver al Cristo sufriente clavado en la Cruz y comenzar a contemplar al Cristo transfigurado, elevado, purificado, integrado, el Cristo del Amor, el Cristo de la resurrección. 

 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                               

* * * 

Esta lectura nos llena de esperanza al cristiano. Jesús vive, y nosotros viviremos con él. Si no, ¿qué sentido tendría la vida? 

Él nos promete un reino de amor, para el cual todos debemos trabajar aquí en la tierra. Leer su palabra y vivirla es fundamental. Jesús es el hijo de Dios. Sabemos que camina junto a nosotros en este mundo de injusticia, de desconfianza y corrupción. Mirémoslo, escuchémoslo, actuemos como él nos pide, para que seamos sus seguidores y podamos ver sin dudar su resurrección, porque si creemos en él aunque muramos viviremos también con él. 

 Sandra, Coyhaique – Chile                                                                    

* * * 

Mientras hay vida hay esperanza, dice el refrán. Pero, “Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo sólo para esta vida, somos los hombres más dignos de compasión” (1Cor 15, 19). El día de todos los difuntos da que pensar. Ocurre que la mayoría piensa más en los que ya murieron que en los que aún viven. Es humano recordar a los que han muerto, pero es mucho más humano preocuparse por la vida de los que están a nuestro lado. Leemos en el evangelio: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado”. 

A muchos preocupa el “más allá”. Quizás podríamos cambiar nuestra preocupación por el “más acá”. Leyendo el evangelio, que recoge la enseñanza y la práctica de Jesús, entendemos que quien orienta su vida como él, puede morir con la fe-confianza: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Pareciera ser que asociamos a Cristo más con la muerte que con la vida. “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?… Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea”. El evangelio nos envía a la vida y a la vida a favor de los demás. Al Crucificado le interesó mucho la vida de los que, por la injusticia, sobrevivían en el dolor, la miseria, el hambre, la enfermedad. Por ocuparse y preocuparse de ellos lo crucificaron, acusándolo de “blasfemo”, es decir de estar contra Dios. Sin embargo, no se puede estar a favor de Dios sin ocuparse y preocuparse por los que sufren. Todo el evangelio habla de enfermos curados, secar las lágrimas de los que lloran, perdonar y acoger a los que han sido marginados de comidas y banquetes. Y, poco habla de piedad o devociones o cultos religiosos. Es más, habla de la destrucción del templo, porque el templo donde se adora a Dios es el ser humano (cf Jn 2, 19). Los hechos realizados por Jesús a favor de la vida, le llevaron a la muerte (cf Jn 11, 47-52: resurrección de Lázaro). 

En fin, en la memoria de todos los files difuntos, que la muerte, que es un hecho, no nos lleve hacer negocio, donde cada cual saca su provecho, los que entierran a sus difuntos se reparten sus bienes y no siempre en paz. Todos y cada uno saca provecho de la muerte, también nosotros. Si creemos en la vida como Jesús sigámoslo a él para hacer que esta vida sea mejor. Entiendo que así creeremos más a fondo en el Padre que nos da la vida eterna. 

 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                   

* * * 

La muerte de Jesús nos debe hacer reflexionar sobre lo que nos dejó y sobre todo lo que nos dijo antes de padecer, recordar siempre las promesas que dejó, lo que anunció a los discípulos, que sería entregado, muerto y sepultado, pero resucitaría al tercer día. 

Nadie tomó atención a esto, ni aun sus discípulos. De ahí que las mujeres fueron al sepulcro a buscar su cuerpo: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”, entendiendo y recordando recién lo que él les dijo. 

Ahora también seguimos muchas veces en esa búsqueda de un Jesús muerto, acudiendo al sepulcro, sin aun entender y poder cambiar esta búsqueda, viviendo la buena Nueva de que Jesús está vivo y nosotros debemos resucitar con él, viviendo plenamente, sin participar de un mundo lleno de corrupción y tinieblas, aun sin creer en ese Jesús vivo, glorioso, encontrándolo en cada mendigo, necesitado y falto de fe, en nuestro prójimo. Bendita y gloriosa resurrección de Jesús, que nos trajo la vida nueva. 

 Silvia, La Paz – Bolivia                                                                            





sábado, 1 de noviembre de 2014

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“LA PIEDRA del SEPULCRO”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo 
el evangelio del domingo pasado:
“AMARÁS”.

Un abrazo... P. Bernardino.

                                    “LA PIEDRA del SEPULCRO”          


¿Qué hay después de la muerte? ¿Dónde están nuestros seres queridos que ya han fallecido? Entre las distintas respuestas que se pueden dar a estas preguntas, está la enseñanza y el destino de Jesús.

      Leemos en el evangelio de san Lucas 24, 1-8                                            

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras.

                                    PALABRA del SEÑOR                               


Las mujeres que...
“habían acompañado a Jesús desde Galilea”, y al final lo habían visto muerto en la cruz y luego sepultado, “prepararon aromas y ungüentos” durante el descanso del sábado, y al día siguiente “fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado”. Es “el primer día de la semana”, como en los orígenes de la creación. Está amaneciendo una nueva creación, aunque las mujeres todavía no se den cuenta. Ellas siguen con el pensamiento fijo en la muerte de Jesús, y llevan perfumes para ungir su cadáver. Para ellas el proyecto de Jesús ha fracasado, y es esa la verdadera muerte. Les queda sólo un gesto de piedad para con el difunto.

Pero esa misma fuerza que...
las empujaba a visitar el sepulcro, abrirá progresivamente su corazón a una certeza: el sepulcro no es el lugar de Jesús, ninguna piedra puede encerrarlo: “Encontraron removida la piedra del sepulcro”.

No es todavía la luz de la fe en la vida nueva de Jesús. Es más bien una condición de oscuridad e incertidumbre: “Estaban desconcertadas a causa de esto”. La iluminación viene de los “dos hombres con vestiduras deslumbrantes”, como las de Jesús en el día de la transfiguración en la montaña. De ellos, del cielo y de la profundidad de su conciencia viene el mensaje más increíble e inesperado: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”.


Hay que cambiar la dirección de la búsqueda...
A Jesús no se lo encuentra “entre los muertos”. La vida que ha venido a anunciar y a ofrecer no ha sido vencida por la muerte física. Su asesinato fue la consecuencia de lo que él enseñó con su palabra y con su vida: un proyecto de humanidad nueva, capaz de amar hasta el extremo. La muerte no destruye ese proyecto, sino que es su manifestación más alta y verdadera.

¡Está vivo! Las mujeres llegan a entender esto a través del recuerdo: “Recuerden lo que él les decía”. Habían guardado las palabras de Jesús, como había hecho María, la madre, que frente a los acontecimientos que no podía entender, “conservaba y meditaba todo en su corazón”. También ellas habían escuchado los anuncios de la pasión: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”, pero no los habían entendido. Ahora, desde la profundidad de la memoria, esas palabras emergen y se revelan con su verdadero sentido: “Las mujeres recordaron sus palabras”.


“Están invitadas a recordar la...
predicación de Jesús, a pasar de nuevo por el corazón la experiencia compartida con Jesús desde la Galilea, sus gestos de misericordia, de sanación, de perdón. Reviven su camino hacia Jerusalén, su enfrentamiento con el sistema religioso, sus últimas enseñanzas: “Los que ejercen el poder dominan al pueblo y se hacen servir; pero entre ustedes no debe ser así; al contrario, el que quiera ser el más grande que se haga el último de todos y el servidor de todos”. La pasión y la muerte de Jesús se revelan con una nueva luz: en su fidelidad al proyecto del Reino, en la entrega de su vida, se ha manifestado la plenitud de la vida. Su muerte no ha sido una derrota, sino la victoria de la vida y del amor, como lo había prometido para los demás: “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.

Jesús “está vivo”...
a pasado a la vida definitiva de Dios, exaltado a la derecha del Padre. Había venido para enseñar a la humanidad un camino totalmente opuesto al camino de muerte, de egoísmo y violencia, de injusticia y corrupción, que muchas veces domina el corazón del hombre. Ahora, desde el sepulcro vacío de Jesús, las mujeres están llamadas a una profunda conversión: dejar morir sus sueños de un Mesías poderoso y vencedor y las pretensiones de una religión esclavizante, para descubrir en la cruz de Jesús la revelación del glorioso camino de vida y liberación que él ha abierto para toda la humanidad. Serán ellas las primeras mensajeras de esta novedad.

No será fácil transmitir a otros esta certeza. A los apóstoles mismos “les pareció que las mujeres deliraban y no les creyeron”. Será largo el proceso por el cual la certeza de que Jesús “está vivo” cambiará la vida y el corazón de sus discípulos, haciéndolos capaces de seguir su mismo camino. La fe, la perseverancia, el valor de las mujeres, fortalecidas por el espíritu del Resucitado, han hecho posible el milagro.Jesús “está vivo”, y en él están vivos todos los que ya han concluido su vida realizando el proyecto de una nueva humanidad.



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 lectio divina domingo  26 de OCTUBRE                                    

 Amarás                          



Quien tiene una opción definitiva en su vida se orienta en forma consecuente con esa opción, vive en paz, alegre y hace el bien. Quien ha perdido o nunca ha encontrado un sentido definitivo en su vida intentará llenar su vacío con una actividad ansiosa y sentirá por las muchas cosas importantes que hace, que es superior a otros y no los podrá amar, porque el amor se vive entre iguales; o se institucionalizará y en su adhesión a la institución creerá encontrar el sentido de su vida. Sólo se deshumanizará, puesto que ésta le parecerá más importante que las personas. ¿Qué es lo fundamental en la vida? 



Quienes menos quieren entender se acercan a Jesús para preguntar ¿Cuál es el mandamiento más importante de la ley, qué es lo más importante en la religión? Usan los mandamientos para confrontarse con Jesús, no parece que tengan interés en vivirlos. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu…” y entre ustedes como yo les he amado (Cfr. Jn. 15,12) El amor a Dios y a los otros son una realidad única. El amor es uno solo: es Dios. Se escribe y se dice fácil, pero reconocer la limitación de nuestro esfuerzo y aceptar nuestra condición de indigentes en el amor es un largo aprendizaje. Sólo aceptando el ser indigente podemos ir desalojando los falsos poderíos del yo y poniendo en su lugar esa atracción del Dios de la vida: “Amarás al Señor tu Dios. Es Dios quien se ha adelantado en amarnos hasta el extremo, pero no a causa de los meritos, sino por la gratuidad de su amor. 


Al hablar del amor a Dios, no se está hablando de emociones o sentimientos hacia un ser imaginario, ni de invitaciones a rezos y devociones. Amar a Dios con todo el corazón, es reconocer humildemente el Misterio último de la vida, vivir con gratitud, optar siempre por lo bueno y hacer el bien resistiendo a lo que va contra la voluntad de Dios; “como a ti mismo”, ponerse en lugar del otro, como María en las bodas de Caná, tratar al otro como te gustaría que te traten a ti. Es afirmar la dignidad de todos los hombres y mujeres. Por eso el amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. Amar a Dios es encontrar nuestro propio bien y el de los demás. 

Podemos examinar si es verdadero nuestro amor por Dios o si lo hemos convertido en un pretexto para evadirnos de la realidad. Y examinar también si nuestro amor por los demás lo hemos convertido en plataforma para la afirmación de nuestro yo. 



  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                    

* * * 
AMOR es la palabra más fácil y más difícil que jamás existió. Sobre todo porque no es una palabra. No es una emoción, no es un concepto, no es un objetivo, y según como yo lo siento es el gran des-cubrimiento que cada uno tiene que hacer en la experiencia de la vida, ayudado por los ejemplos de quienes lo des-cubrieron para sí mismos y lo compartieron. Jesús, Krishna, Ghandi, Madre Teresa, Buda..., todos ofrecen su vida como testimonio, y a cada uno le puede resonar como inspiración: alguno, todos, uno... Pero es eso: inspiración. Si no lo encontramos dentro nuestro, si no lo experimentamos, no deja de ser: imitar un modelo, y las imitaciones son falsas, aunque puede suceder que si comenzamos imitando terminamos encontrando nuestro autentico amor. En realidad creo que en nuestras cortas vidas siempre hemos comenzado imitando ejemplos, y a veces no pasamos de ahí. En fin que ya es mucho imitar los buenos ejemplos y no los malos. 

Pero el Amor es el camino que cada uno tiene que andar para volver a la Fuente de donde nunca en realidad se ha ido, sino que ha olvidado, producto de transitar el des-amor que nosotros mismos nutrimos, creyendo que en realidad somos víctimas de él. “No puedo, todo me sale mal, no tengo suerte, estoy en des-gracia, estoy enfermo, pobre, angustiado y no sirvo para nada...”. ¡Qué alimento puede ser ése para encontrarnos en el Amor! Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Busquemos dentro nuestro esa semejanza en las ilimitadas posibilidades que tenemos de Amar, dar y recibir. Alcemos la mirada, oremos para recordar y para que no se apague la Luz del mundo para nuestra humanidad doliente, confundida y atrapada en las redes del propio engaño. El ejemplo del Maestro Jesús es el máximo de la historia divina y humana: renacer, confiar, rodearse para la buena acción y cooperación, no sentirnos víctimas de nuestra cruz sino llevarla, observarla, diluirla poco a poco a través del Amor. Y la voluntad debe acompañar, porque el Amor no es simplemente una canción que nos llena el alma; es un Alma grande que se hace canción celestial para nuestros oídos, si perseveramos en los buenos pensamientos y las buenas acciones. ¡El que tiene la dicha de escucharla no deje de cantarla para que se oiga en todo el mundo! 



 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                                                   

* * * 
Al preguntarle a Jesús, queriendo ponerle a prueba: “Maestro, ¿cuál es el más grande mandamiento de la ley?”, Jesús responde citando algunas palabras de la Biblia: “¡Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente!”. El Reino de Dios consiste en esto: reconocer que el amor de Dios es igual al amor por el prójimo: “Amar al prójimo como Jesús nos ha amado”. Jesús ha interpretado el sentido exacto de la Palabra de Dios y ha indicado el camino para una convivencia más justa y más fraterna. 

Este amor no es un ruego o algo optativo, que si quiero cumplo o no. Es un mandato, que debo cumplir por que viene del ser Divino, Supremo Hacedor, pues de corazón, tampoco por obligación. Si estoy enamorada de Jesús lo amo sin esperar recompensa, pues por ese amor amar a mi prójimo sin discriminación. Y si no pongo este mandato como lo primero, anteponiendo mis ritos y cumpliendo únicamente mandamientos, ¿donde quedarían las bienaventuranzas que él nos dejó? 

  Silvia, La Paz – Bolivia                                                                             







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