Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“AMARÁS”.
“AMARÁS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“LO QUE ES DEL CÉSAR”.
“LO QUE ES DEL CÉSAR”.
Un abrazo... P. Bernardino.
“AMARÁS”
A veces, en momentos de oscuridad y pérdida de orientación, nos preguntamos sobre el sentido de la vida. La vida tiene el sentido que nosotros mismos le damos. Podemos perdernos en pequeños objetivos y una finalidad egoísta y mezquina. También un horizonte religioso encerrado en sí mismo, presuntuoso e intolerante, puede constituir una finalidad mezquina.
Jesús, en cambio, nos ofrece un camino que puede dar pleno sentido a nuestra vida.
Leemos en el evangelio de san Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
PALABRA del SEÑOR
En los últimos días de su vida...
el diálogo entre Jesús y sus adversarios se hace más tenso y conflictivo. Un abogado, del grupo de los fariseos, pregunta a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Podría parecer una pregunta inocente. Había una gran cuantidad de preceptos y leyes, y no era fácil orientarse. No todo tenía la misma importancia. Para muchos el mandamiento más importante era el respeto del día sábado, porque Dios, según el relato del libro de Génesis, realizó el proyecto de la creación en seis días y descansó el día séptimo. Se decía que Dios mismo cumplió con el precepto del descanso del sábado.
el diálogo entre Jesús y sus adversarios se hace más tenso y conflictivo. Un abogado, del grupo de los fariseos, pregunta a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”. Podría parecer una pregunta inocente. Había una gran cuantidad de preceptos y leyes, y no era fácil orientarse. No todo tenía la misma importancia. Para muchos el mandamiento más importante era el respeto del día sábado, porque Dios, según el relato del libro de Génesis, realizó el proyecto de la creación en seis días y descansó el día séptimo. Se decía que Dios mismo cumplió con el precepto del descanso del sábado.
Pero la pregunta del abogado fariseo...
es maliciosa para con Jesús. Quiere “ponerlo a prueba”, como ya había intentado el demonio en el desierto. Busca lo mismo: hacer caer a Jesús. Podría ser que él se adhiriera a alguna corriente de pensamiento no ortodoxa, no autorizada. Ofrecería algún motivo para su condena.
Jesús retoma firmemente la mejor...
tradición religiosa: “El más grande y el primer mandamiento” es: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”: todas las energías, toda la vida orientada en Dios. Nada que no sea centrado en él. El único Señor es Dios. Ningún César, ningún sumo sacerdote o escriba lo puede sustituir.
Y, ¿cuál es la forma para obedecer...
concretamente a este supremo mandamiento? ¿Serán las celebraciones en el templo? ¿La solemnidad del culto y de los ritos? Los ritos son una manifestación necesaria para el ser humano. Nos expresamos con una infinidad de ritos, religiosos y civiles. También la más sencilla convivencia familiar tiene su ritualidad.
Pero Jesús complementa la indicación...
del “más grande y el primer mandamiento”, recordando un segundo mandamiento, “semejante al primero”: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”: el amor a Dios se traduce y se manifiesta concretamente en el amor al prójimo, un prójimo no limitado, según la concepción judía, sólo a los familiares, a los de su propia raza y religión. Y no reducido a una dimensión solamente sentimental y emotiva, o egoísta, sino proyectado a la búsqueda del bien del otro, de su libertad y plenitud de vida, más allá de la simpatía y del cariño. Con un criterio, una medida del amor: “Como a ti mismo”. El amor con que cuidamos nuestra vida, nos alimentamos, protegemos nuestra integridad, buscamos nuestro bienestar y el bienestar de nuestros hijos, el mismo amor tendríamos que tener, trabajando para el bien y la felicidad de los demás, sobre todo de los que no tienen acceso a condiciones de vida digna o no son respetados y protegidos en sus derechos. El Antiguo Testamento indica esta fuerte exigencia, de una fe que se traduce en obras: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. Del amor a Dios no deriva el culto ritual, sino un amor concreto al ser humano, que es imagen de Dios. Fidelidad a Dios en la fidelidad al hombre.
Lamentablemente, muchas veces nosotros no sabemos querernos bien a nosotros mismos. No siempre somos capaces de aceptarnos y de perdonarnos. Hay personas que pasan toda la vida sin reconciliarse consigo mismas. No nos perdonamos. Y buscamos la felicidad por caminos equivocados. Hay descuidos y excesos que a veces echan a perder nuestra paz y nuestra misma salud. Jesús sabe bien todo esto y por eso, al final de su vida, durante su última cena, indica una nueva medida para el amor a los demás: “Como yo los he amado”. Él nos amó hasta el extremo. Para amar a los demás, tendremos que mirarle a él y repetir su mismo amor en todas nuestras relaciones: éste es el verdadero culto a Dios y la manera de cumplir con “el más grande y primer mandamiento”.
del “más grande y el primer mandamiento”, recordando un segundo mandamiento, “semejante al primero”: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”: el amor a Dios se traduce y se manifiesta concretamente en el amor al prójimo, un prójimo no limitado, según la concepción judía, sólo a los familiares, a los de su propia raza y religión. Y no reducido a una dimensión solamente sentimental y emotiva, o egoísta, sino proyectado a la búsqueda del bien del otro, de su libertad y plenitud de vida, más allá de la simpatía y del cariño. Con un criterio, una medida del amor: “Como a ti mismo”. El amor con que cuidamos nuestra vida, nos alimentamos, protegemos nuestra integridad, buscamos nuestro bienestar y el bienestar de nuestros hijos, el mismo amor tendríamos que tener, trabajando para el bien y la felicidad de los demás, sobre todo de los que no tienen acceso a condiciones de vida digna o no son respetados y protegidos en sus derechos. El Antiguo Testamento indica esta fuerte exigencia, de una fe que se traduce en obras: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”. Del amor a Dios no deriva el culto ritual, sino un amor concreto al ser humano, que es imagen de Dios. Fidelidad a Dios en la fidelidad al hombre.
Lamentablemente, muchas veces nosotros no sabemos querernos bien a nosotros mismos. No siempre somos capaces de aceptarnos y de perdonarnos. Hay personas que pasan toda la vida sin reconciliarse consigo mismas. No nos perdonamos. Y buscamos la felicidad por caminos equivocados. Hay descuidos y excesos que a veces echan a perder nuestra paz y nuestra misma salud. Jesús sabe bien todo esto y por eso, al final de su vida, durante su última cena, indica una nueva medida para el amor a los demás: “Como yo los he amado”. Él nos amó hasta el extremo. Para amar a los demás, tendremos que mirarle a él y repetir su mismo amor en todas nuestras relaciones: éste es el verdadero culto a Dios y la manera de cumplir con “el más grande y primer mandamiento”.
Bernardino... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo ... ... gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINGO 19 de OCTUBRE
Lo que es del César
Continúo sin estar con el vestido propiamente adecuado para “ir a la fiesta”… El cambio: país, comunidad, organización, todo esto me hace ver que para nada tengo el traje adecuado, y hoy con la Palabra, ni qué decir. Qué fácil se me hace ser cómplice del poder y cómo quedo como nada, por no congratularme con quienes lo poseen. Sin embargo no niego la rabia que produce en mí, cuando veo que sí, algunos, buscan congraciarse con las autoridades y cómo estas utilizan su “poder”.
No es fácil “separarse del Cesar, renunciando a toda complicidad con él/ella”, ya que, lo queramos o no, nos proporciona ventajas económicas y un status. Entonces, y gracias a Dios, brota la pregunta: ¿dónde está Dios en mi vida, qué lugar ocupa, es para mi el director técnico, que me enseña a realizar mejores jugadas, a poner lo mejor de mí, el que conoce mis capacidades y quiere que las desarrolle en bien de los que me rodean y que no permita ser comprada por un poco más de dinero o por cargos que me darán un nivel? Debo sí jugar lo mejor posible.
Hilda, Santa Fe – Argentina
* * *
La actitud tramposa, farisaica, el ser “lobos con piel de ovejas”, vive agazapado en nuestro corazón, está siempre al acecho. Esta miseria humana tiene su origen en nuestro ser egoico experto en simulación y al servicio de nuestras ambiciones. A veces nos resulta fácil ver el fariseísmo en el otro, pero descubrirlo en uno, exige de mucha humildad y de la acción del Espíritu, pues, no atina bien uno por sí solo a vaciarse de lo falso.
Los fariseos y sumos sacerdotes, autoridades, entendieron lo que Jesús les dijo en las tres parábolas: la de los dos hijos, los viñadores homicidas y el banquete de bodas: “Se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras”. Simulan un fervor religioso, pero buscan sólo un motivo para acusarlo y deshacerse de él. En las tres preguntas que los jefes del pueblo hacen a Jesús, hay un cierto parecido con las tentaciones en el desierto. Fariseos y herodianos confabulados contra Jesús: los fariseos, religiosos integristas; los herodianos, políticos que con tal de mantenerse en el poder pactaban con los romanos. Se acercan con palabras engañosas: “Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial…”. La adulación mezcla verdad con hipocresía. En una homilía el papa Francisco, comentando este pasaje dice: “La hipocresía es el lenguaje preferido de los corruptos. Estos no aman la verdad sino sólo a sí mismos, y así buscan engañar, involucrar al otro en su mentira. Tienen el corazón mentiroso, no pueden decir la verdad”.
Luego la pregunta fullera: “Dinos tu opinión: ¿Es licito pagar tributo al César o no?” Si decía que no había que pagar, se ponía en contra de Roma. Los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de estar contra el pueblo, que vivía exprimido, empobrecido por los impuestos. Entonces Jesús da la célebre respuesta: “Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. No es una respuesta evasiva, un modo elegante de evitar la trampa. Jesús recuerda la soberanía absoluta de Dios que “derriba del trono a los poderosos” (Lc 1, 52). Los fariseos y herodianos callan, retroceden y se alejan, como el demonio en el desierto. Esto sucede no porque Jesús sea astuto, sino porque él es claro y luminoso y las tinieblas no pueden vencer a la luz. Jesús dice que demos a Dios lo que es de Dios. Parece sencillo, pero no resulta fácil comprender. Pues, sería fácil comprender: hay cosas que pertenecen a Dios. Entonces devolvámoselas. Otras pertenecen al César: devolvámosla a él. Pero es evidente que Jesús no quiere decir esto. Porque, después de devolver a Dios lo que es de Dios, ¿Qué quedará para devolver a los hombres, como si no todo fuera de Dios? Sólo la apariencia del ídolo con pies de barro, cuyo fin es siempre volver al polvo. “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el mundo y todos sus habitantes” (Sal 41, 1). Es parecido aquello que Jesús dice: “He venido para los pecadores y no para los justos” (Mt 9. 13). Quiere solamente decir que todos son pecadores, pero no todos lo admiten.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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En su grado de iluminación total, Jesús no contraargumenta, ni toma partido, ni condena, ni juzga: sólo dice la Verdad, esa que es una, y que sólo se puede decir desde la Verdad que nos hace libres. Las ideas son siempre tramposas y manipulables, la Verdad no lo es, porque la Verdad es el Amor y Jesús es el Maestro del Amor, y al Amor no se lo puede manipular, porque es de carácter Divino. Sin violencia se puede ser un gran revelador y agitador social.
Isabel, Londres, Catamarca – Argentina
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Una de las características negativas de la humanidad a través de la historia, es su descomposición por el ejercicio del poder, y todo ello con el fin de la acumulación de la riqueza para el provecho de unos pocos, en contra de los más débiles. En la propuesta del evangelio, Jesús se refiere a uno de los temas más importantes de su misión: el significado de “dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Nos permite reflexionar a la luz de la lectura de los signos de los tiempos, que el principal ídolo del hombre es el dinero, y cuando está en medio el interés de la acumulación de riqueza, Dios no existe. Jesús fue asesinado por este planteamiento que no es simplemente religioso, es principalmente político, debido a que los sacerdotes de ese tiempo tenían el temor de perder ese poder que compartían con los romanos. Y esto se repite en muchos pueblos del mundo: existe temor entre obispos, curas y laicos, de perder el poder que les brinda el dinero a través de los imperios, que no ven la pobreza que existe en tantos sectores del mundo.
Francisco, La Paz – Bolivia
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