Querido/a Amigo/a:
Envío el breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“Hacia ti, morada santa”.
Como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Más ABAJO, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“En cuanto a ustedes”.
Un abrazo...
Bernardino
" Hacia ti, Morada Santa"
La vida como un camino...
¿Hacia dónde? ¿Y cómo recorrerlo? Son preguntas fundamentales, que muchas veces no queremos enfrentar, dejándonos simplemente vivir y tratando de solucionar cada día los problemas contingentes que se presentan, sin preocuparnos de un horizonte futuro más amplio. A lo sumo, las preocupaciones hacia el futuro van en la línea de la salud, del dinero, de la seguridad afectiva. Con una parábola no fácil, Jesús nos abre a la perspectiva del Reino de Dios.
EVANGELIO de
San MATEO 25, 1-13
Lectio Domingo 06 de Noviembre 2011
Jesús dijo a sus discípulos...
Jesús dijo a sus discípulos...
esta parábola: El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: «Ya viene el esposo, salgan a su encuentro».
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: «¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?». Pero éstas les respondieron: «No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado».
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos».
Pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco».
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Las diez jóvenes de la parábola...
nos representan a todos, y el atraso de la llegada del esposo es el tiempo de vida que Dios nos da. Podemos vivirla como las jóvenes necias, o como las prudentes. Y la resistencia en las dificultades o la conclusión de la misma vida serán el fruto de cómo la hemos vivida.
Nuestra muerte es presentada como el feliz ingreso al banquete definitivo del Reino de Dios, pero el ingreso no depende del despertar de un momento, sino de la actitud de toda la vida. Las jóvenes necias, que no llenaron de aceite sus frascos, son parecidas a los que construyen su casa sobre la arena, sin sólidos fundamentos. Tal vez la casa será hermosa, cálida, acogedora, pero no resistirá y se vendrá abajo cuando lleguen las lluvias, los vientos huracanados, las inundaciones. Jesús dice que la construcción de una vida sin bases, sin cimientos, que son la escucha y la realización práctica de la palabra de Dios, es parecida a esa manera necia de construir una casa.
Pero hay otra manera de construir, prudente, sabia: echar cimientos firmes, “proveerse de aceite”, traducir en la vida la Buena Noticia, con obras de justicia y de paz. Es algo que cada uno debe hacer, que no se puede prestar o trasladar a otro.
El lenguaje de la parábola...
parece duro y egoísta: a las jóvenes que piden “un poco de aceite” para sus lámparas, se les contesta que no. Pero el mensaje es claro: nadie puede salvar a nadie. Cada uno es responsable del bien o del mal que ha hecho. Y tanto más es responsable, si ha tenido la oportunidad de conocer la palabra de Dios y no ha tenido el interés y la pasión de profundizarla y hacerla vida de su vida.
Para evitar esa terrible respuesta: “Les aseguro que no las conozco”, hay que estar “prevenidos”. En el contexto del “discurso escatológico”, que anuncia el fin de un mundo que se ha opuesto a la “visita” del Señor, representado simbólicamente por el templo y la ciudad de Jerusalén, Jesús exhorta a la vigilancia, listos para salir al encuentro del Esposo Jesús. La llegada del Esposo es la referencia constante para despertar todas nuestras energías al servicio del Reino de Dios. Por lo tanto, el problema no es cómo moriremos, sino cómo vivimos; no una buena muerte, sino una vida buena. Y la muerte será el gozoso regreso a la casa del Padre.
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Comentario del pasado Domingo OSM 2011
La enseñanza de Jesús, vale para nuestros días, no sólo para la jerarquía de la Iglesia, también para quienes gobiernan o pretenden gobernar el mundo manipulando la justicia a sus intereses, dicen hablar a nombre de la democracia para cometer crímenes en contra de pueblos que piensan diferente. Muchos de estos gobernantes se ocupan de figurar como dueños del mundo, sin importar el hambre que pasa la humanidad. La economía les interesa para hacerse cada día más ricos, sin importar cuántos niños mueren en África por falta de un pan. Si los escribas y fariseos en los tiempos de Jesús enseñaban y no cumplían ellos mismos, hoy vemos muchos obispos y sacerdotes preocupados más en los ritos, que vivir junto al pueblo. A los laicos y laicas se les llama “fieles”, se les utiliza para llenar lugares y hacerse saludar y hacerse llamar “padres”, en vez de acompañar sus alegrías, tristezas como verdaderos prójimos.
Francisco, Oruro – Bolivia
* * *
Todos y todas ustedes son hermanos y hermanas, nos dice el Señor.
A partir de esta idea, veamos que significa la "comunión". Muchas veces escuchamos que tenemos que buscar la comunión en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestra iglesia, etc. La palabra "comunión" se refiere a poner en común los dones, compartir los regalos. Por ejemplo: como cristianos y cristianas creemos en los dones, "munera", del Espíritu Santo, que ponemos en común para el bien de toda la comunidad. Desde la diversidad de dones, desde la diversidad de carismas, tenemos que buscar la comunión y realizarla también. Viviendo entonces las diferencias entre nosotros como una riqueza y no como una amenaza.
En segundo lugar, la palabra del Señor me hace pensar en la hermosa expresión teológica del Concilio Vaticano II, donde se define la Iglesia como "Pueblo de Dios". Es importante insistir en este concepto, porque algunas veces escuchamos también expresiones como por ejemplo: "el pueblo de Dios con sus pastores". La intuición del Concilio Vaticano II era justamente hablar – en primera instancia, como realidad primera – de la Iglesia como una comunidad de todos y todas.
Hay diversidad de carismas en esta comunidad. Por eso hay también diversidad de servicios (=ministerios). Entre estos hay también ministerios ordenados (diácono, presbítero, obispo). Pero todos los ministerios están al servicio para construir la comunidad, y para cumplir la misión en el mundo. Con otras palabras, los ministerios ordenados: los diáconos y padrecitos y obispos procuran hacer posible que todos y todas los hermanos y hermanas puedan cumplir con su misión particular, siendo su misión particular parte de la misión global de toda la comunidad. Todo el Pueblo de Dios es sacerdotal, lo que se dice también sobre la Iglesia. Todos y todas han sido bautizados y bautizadas en el mismo Espíritu y tienen que ejercer su sacerdocio: ser ministros y ministras al servicio de la vida del mundo.
Gerardo, Oruro – Bolivia
"Vivir el hoy a la manera de Jesús", es lo más difícil: no sé. Cuando escucho: "hay que sentirse orgulloso de ser católico": ¿quién soy yo para sentirme orgulloso? Me siento agradecida de Dios por haberme revelado su existencia, la de Cristo y el Espíritu Santo. Porque Dios Uno y Trino, cuando me creó, sabía que sin él yo no sería nada. Pero yo no me siento poseedora de la verdad. Todos y cada uno de los que existieron, existen y existirán en esta tierra, somos hijos de Dios. Los católicos somos privilegiados como lo fueron en su momento el pueblo de Israel. Ellos no aceptaron la verdad que es Cristo; pero ¿yo he dejado que esa verdad que es Cristo me posea realmente? Podría pensar que por ser bautizada, pertenecer a la Iglesia católica y tener fe en Cristo, estoy salvada. Estoy segura que muchos de aquellos que no conocen a Cristo, llegarán antes que yo al banquete de Dios, porque sin saberlo, han acogido la justicia y misericordia de Dios en sus vidas y con los demás, mejor de lo que yo lo he hecho. Debo trabajar mucho todavía en mi humildad, en mi falta de caridad.
Lorena, Santiago – Chile
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