"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 9 de marzo de 2012

"LOS ECHÓ A TODOS"


Querido AMIGO /A 
Te envío el breve comentario de este TERCER DOMINGO de CUARESMA titulado: 
"LOS  ECHÓ A TODOS"
La REFLEXIÓN es siempre sugerencia inicial, para elaborar un COMENTARIO COLECTIVO, con tu experiencia de FE. Cada un@ puede intervenir y aportar, si quiere y cuando lo desee. Más ABAJO encontraremos comentarios del DOMINGO PASADO -2da semana de Cuaresma- : 
  "SE TRANSFIGURÓ"  

UN ABRAZO
Bernardino



                      "LOS ECHÓ A TODOS"                            

A los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II, podríamos repetirnos la pregunta preocupada del papa Pablo VI: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Se puede ver como la iglesia va mejorando la organización, racionalizando la administración, pero, ¿cómo podría fortalecer el seguimiento de su Señor, liberándolo de todas ataduras, sólo guiada por la luz de la Palabra y la fuerza del Espíritu?
Al inicio del evangelio de san Juan vemos un acontecimiento que inspirará a Jesús a lo largo de toda su actividad evangelizadora, y que podría inspirar el camino de renovación de la iglesia.

 Leemos en el Evangelio de Juan 2, 13-25:                                                
Se acercaba la Pascua de los judíos...
Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura:
"El celo por tu Casa me consumirá".
Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?"
Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar».
Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y Tú lo vas a levantar en tres días?"
Pero El se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que El había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: El sabía lo que hay en el interior del hombre.
PALABRA DEL SEÑOR


  COMENTARIO  

Con motivo de la fiesta de Pascua...
había mucha gente en Jerusalén. Todas las familias judías tenían que ir al templo a sacrificar un cordero para la cena pascual.
Jesús también llegó a Jerusalén, “y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas”. No encuentra en el templo a peregrinos orando, sino a “vendedores” y “cambistas”. Aprovecha el momento para hacer un gesto clamoroso: “Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas”. Es un gesto que no nace simplemente de una reacción indignada, instintiva y momentánea. Es el gesto esperado por la tradición religiosa de Israel, que aguardaba a un Mesías que iba a purificar el templo, echando a todos los que lo profanaban. Por eso Jesús dice a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. A esa condición había llegado el templo: “casa de comercio”. Era en el mismo tiempo lugar de culto, palacio legislativo y sede del poder religioso y político, banco que acuñaba moneda y casa de cambio, porque no se podía pagar el tributo para el templo y comprar las ofrendas con dinero que tuviera imágenes paganas. Se cuidaba la pureza del dinero, no la del corazón. El templo era el gran instrumento de dominación y explotación del pueblo.
Los discípulos, viendo la intervención de Jesús, piensan que ha llegado el día de la purificación del templo y de la renovación del culto por mano de un Mesías poderoso, descendiente del rey David, que iba a liberar el país de la opresión extranjera. Pero Jesús, echando “a todos del templo”, demuestra que no quiere sólo purificar el templo y reformarlo, sino que quiere vaciarlo. Ese culto, que transforma a Dios en un negociante más, que exige sacrificios y víctimas para otorgar sus beneficios, dando poder y riqueza a la clase sacerdotal, ya no tiene sentido.




Los sacerdotes entienden bien...
la fuerza profética del gesto de Jesús, y le piden una prueba que demuestre la legitimidad de su actuación: “¿Qué signo nos das para obrar así?”. La legitimidad de Jesús viene del hecho que él es el Hijo, que manifiesta la intencionalidad original del Padre en relación al templo. Los peregrinos tenían que encontrar en el templo a un Dios que es Padre, que da vida y libera, que reúne y acoge con amor a sus hijos dispersos.





La respuesta de Jesús, 
ofrece una revelación absolutamente nueva. La relación con Dios no pasa a través de un templo, sino a través de su cuerpo entregado en la cruz. El signo que él presenta como legitimación es su pasión y muerte, el templo de su cuerpo que sus adversarios intentarán destruir y que Dios volverá a levantar en tres días, para una vida definitiva.
Ahora, en él, a través de él, todos tenemos acceso al Padre. Los templos materiales que seguimos construyendo tienen siempre una ambigüedad y un riesgo en sí mismos, pero pueden servirnos para orientarnos a Jesús y transformarnos a nosotros mismos en piedras vivas del templo de Dios, y para construir una familia de hermanos, en la igualdad y solidaridad, sin exclusiones o discriminaciones.






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                                             COMENTARIO DEL 2do DOMINGO de ADVIENTO                                    


Jesús se encuentra con representantes de los antepasados de su pueblo, que desde siglos está buscado a Dios con el deseo de cumplir su voluntad.
Los discípulos de Jesús viven este momento con mucho agrado y quieren mantenerlo así, construyendo carpas para que los ancestros retornados puedan convivir con Jesús, que tiene y es la respuesta a la búsqueda de su pueblo. Así lo hace saber Dios Padre: "¡Escúchenlo!".
Pero Dios Padre y los visitantes desaparecen y los discípulos están nuevamente solos con Jesús, que les dice que su misión todavía no ha terminado. Gastará y dará su vida por la construcción de Reino para todos los pueblos de todos los tiempos. Y después, impulsados por el Espíritu, sus seguidores deben hacer lo mismo, procurando que Jesús pueda encontrarse con los antepasados y las búsquedas de Dios de todos los pueblos y de todos los tiempos. Es la transformación que recordamos en Pentecostés: el encuentro, la repartición del mismo fuego, en todas las lenguas (y pueblos, con sus historias y sus culturas).
Gilberto, Oruro – Bolivia

* * *
Creo importante recordar que también la Virgen María, la madre de Jesús, dice casi las mismas palabras que la voz del Padre: “Hagan lo que él les diga”. La indicación de la Virgen coincide perfectamente con el mandato del Padre: “Escúchenlo!”. No hay otro camino.


Pedro, Cochabamba – Bolivia






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