Querido/a Amigo/a:
“QUEREMOS VER A JESÚS”
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Un abrazo.
Bernardino
"Queremos ver a Jesús"
Elementos propios de la vocación del discípulo de Jesús son: vivir en forma concreta la fe, celebrarla en la liturgia y anunciarla en la evangelización. En el anuncio, a veces nos preocupamos más de las modalidades y las formas, o de aspectos marginales, que de la centralidad del contenido. En cambio, todo el evangelio nos orienta a centrarnos en el contenido y en la esencialidad del mensaje.
Leemos en el evangelio de san Juan 12, 20-33
Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. El les respondió:
«Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde Yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: "Padre, líbrame de esta hora"? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!»
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar».
La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel».
Jesús respondió:
«Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
PALABRA DE SEÑOR
COMENTARIO
Mientras Jesús se acercaba...
a Jerusalén para la fiesta de Pascua, la multitud lo aclamaba con hojas de palmera, gritando: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!”. Es una explosión de la esperanza mesiánica del pueblo, que aguardaba a un mesías glorioso y potente. Jesús en cambio, cumpliendo con la profecía de Zacarías (9, 9), se montó en un burrito, ofreciendo una imagen bien diferente que la del poder.
Por su parte, los fariseos comentaban preocupados: “¿Ven que no adelantan nada? Miren, todo el mundo ha ido detrás de él”. Es verdad: “Todo el mundo va tras él, incluso “unos griegos”, que representan al mundo religioso no judío, que manifiestan su deseo: “Queremos ver a Jesús”. ¿Qué mueve a estos hombres? ¿La curiosidad? ¿La idea de encontrarse con un hombre extraordinario y prestigioso? Tal vez, como quiere indicarnos el evangelio de san Juan, estos “griegos” habían llegado a Jerusalén para dar culto a Dios en el templo, y tienen que cambiar perspectiva, porque se encuentran con el verdadero templo de Dios, Jesús, adelantándose a todos los pueblos que irán a su encuentro.
Jesús comunica a los discípulos...
qué clase de Mesías es, y cuál será su destino, de manera que ellos sepan bien el contenido que debe tener su futura misión a los pueblos: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado”. Ha llegado esa hora tan esperada de su glorificación, que es la manifestación de su amor desde lo alto de la cruz. Va a concluir la entrega de su vida, continuando lo que siempre había hecho, pasando “haciendo el bien”. La culminación es la cruz, no como instrumento de muerte, sino como símbolo de una vida ofrecida, como el grano de trigo que muere en el surco para dar vida nueva.
Hay que aprender de él, no solamente para reconocer la grandeza de su amor, sino para seguirlo por el mismo camino: “El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna”. Está en nuestras manos la posibilidad de echar a perder la vida, justo cuando la guardamos y la cuidamos egoisticamente para nosotros mismos. Pero tenemos la posibilidad de conservarla para la vida eterna, en la medida que sepamos ofrecerla y gastarla en el servicio. Es un camino de maduración interior, que nos libera de nuestras visiones mezquinas, de nuestros dogmatismos y nuestras presunciones, del instinto de imponer nuestras verdades, y nos abre hacia la acogida, la misericordia, el respeto, la lucha por la justicia. Este es el camino que ha recorrido Jesús, y el camino del discípulo, y es el camino que será presentado en la misión a todos los pueblos.
No es un camino fácil...
Significa muchas veces resistencia, rechazo, persecución. Jesús mismo tiene miedo: “Mi alma ahora está turbada” Sólo la cercanía del Padre le da el valor para el último combate: “Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. El enemigo, el padre de la mentira, homicida desde el principio, el príncipe de este mundo, será vencido en el momento mismo en que se cree vencedor, levantando a Cristo en la cruz. “Levantado en alto sobre la tierra”, Jesús derrama vida para todos, manifiesta a todos el amor del Padre y atrae a todos hacia él.
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