"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 24 de agosto de 2012

“¿ TAMBIÉN USTEDES QUIEREN IRSE?”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“¿ TAMBIÉN USTEDES QUIEREN IRSE?”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“La verdadera comida”.


Un abrazo.
Bernardino


¿ TAMBIÉN USTEDES QUIEREN IRSE?

La preocupación de hacer accesible la Buena Noticia al hombre de hoy, puede llevarnos a buscar nuevas formas de comunicación, pero no a reducir la radicalidad del mensaje evangélico.

Leemos en el evangelio de san Juan 6, 60-69:

«Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quienes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.

PALABRA del SEÑOR


Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”».

Jesús había multiplicado los panes, indicando que la posibilidad de satisfacer el hambre de la gente pasa por el compromiso de compartir el pan. La generosidad vence el egoísmo y multiplica los bienes.

Pero el acontecimiento le sirvió también para abrir otro discurso: como necesitamos alimentarnos para la vida física, así necesitamos alimentar la vida en el espíritu, y Jesús mismo es el alimento, el “pan bajado del cielo”, para que todo el que lo coma “tenga vida para siempre”. Se ofrece a sí mismo, hasta la cruz, para que nosotros, aprendiendo de él, podamos repartir nuestro pan y hacernos pan para los demás. Es éste el sentido también del sacramento de la eucaristía, que él deja a sus discípulos durante su última cena.




La propuesta de Jesús es totalmente contraria a las expectativas de la gente. Los adversarios de Jesús se le oponen repetidamente. Pero al final es también un grupo importante de discípulos que la rechaza. La multiplicación de los panes había despertado en ellos los sueños de poder, la esperanza de un mesías glorioso y triunfador, y por eso habían confabulado con el intento de hacerlo rey. En cambio, él ahora viene con la idea de servir y de ofrecer la vida misma para hacer crecer la vida en el espíritu. La humillación de la cruz sería la “glorificación” de Jesús y su regreso al Padre. Son dos proyectos opuestos: uno inspirado en una visión de una vida encerrada en sí misma, en sus intereses y en su egoísmo y ambición, que Jesús llama “carne”; y uno abierto al “Espíritu”, al amor, a la entrega de la vida: un proyecto excluye el otro.

Con firmeza Jesús declara: “El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve”. El hombre es sólo “carne”, si no es animado por el Espíritu. Las palabras de Jesús son “Espíritu y vida”, y hace falta definirse si se quiere acogerlas o rechazarlas, aclarar las verdaderas motivaciones del seguimiento de Jesús.

“Muchos de sus discípulos”, de sus mismos seguidores, le dicen “no” a Jesús, no le dan su adhesión: “se alejaron de él y dejaron de acompañarlo”. Es demasiado exigente su propuesta: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. El texto del Evangelio hace pensar que el problema se da también en las futuras generaciones de discípulos. Juan refleja la experiencia de su comunidad.

Frente a la grande deserción de muchos, Jesús no flexibiliza las exigencias. Está dispuesto a quedarse solo, como se había quedado solo, huyendo a la montaña, cuando quisieron hacerlo rey. No hay alternativa a su propuesta de servir y amar hasta la entrega de la vida.


La pregunta de Jesús a los Doce es sin hesitación: “¿También ustedes quieren irse?”: plenamente libres de seguirlo o no. Es posible que en el corazón mismo de la comunidad haya quien se resiste, quien ofrece un seguimiento sólo exterior, quien está dispuesto a la traición, tal vez con un aparente gesto de cariño: “Judas, con un beso entregas al Hijo del Hombre”.Lo seguirán sólo los a que el Padre se lo concede: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se la diste a conocer a la gente sencilla”. Simón Pedro hace una confesión de fe, que no es sólo personal. Es la confesión de la comunidad de los verdaderos discípulos de todos los tiempos: “Tú tienes palabras de Vida eterna”. No hay otro camino para la vida. Jesús es el camino.



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                 LECTIO DOMINGO  12 de AGOSTO                             
    LA VERDADERA COMIDA"                                                              


Cristo es la puerta para llegar al Padre. Él es el camino, la verdad y la vida. Para llegar al Padre, nuestro camino debe estar cimentado en Cristo. Y a partir de esa unión en el amor de Cristo, conoceremos la verdad, seremos participes de la vida que es Cristo. Esta sintonía con él solo podemos alcanzarla en el abandono en las manos del Padre, como el mismo Cristo lo hizo, a través de la oración, la lectura, conocimiento y enseñanza de la Palabra y la participación en la Eucaristía, que son presencia viva del Cristo crucificado y resucitado. Para lograrlo, debemos estar dispuestos a vivir la vida de Cristo. Es decir, estar dispuestos a vivir su pasión. Sólo estando dispuestos a pasar por la cruz y muerte de Cristo, podremos alcanzar la vida eterna que es Cristo.

Yo me pregunto qué tan alejados estamos los católicos de lo que piensan los judíos del tiempo de Jesús: “¿Cómo este hombre nos dará a comer su carne?”, porque si realmente comprendiéramos que Cristo está vivo en esa hostia y en ese vino consagrado que el sacerdote comparte con nosotros en cada Eucaristía, nuestra fe sería mucho más fuerte, no nos dejaríamos llevar por los avatares propios y los que pasa nuestra Iglesia, y las misas estarían llenas de gente deseosa de recibir a aquel que se donó voluntariamente como alimento y bebida para la salvación del mundo.

 Lorena, Santiago – Chile

* * *

Al igual que los fariseos, queremos encerrar a Jesús en el ámbito humano, siendo de origen divino: se hace humano para rescatarnos, pues nos conoce mucho más que nosotros mismos. Me hace ver mi propia realidad, mis caídas, pero con un amor misericordioso, que muchas veces, no sabemos actuar de la misma forma, con nuestros hermanos. Aprender a reconocerlo como nuestro hermano, que nos levanta en el plano sobrenatural, se logra con la gracia del Espíritu Santo que se va manifestando a lo largo de toda nuestra vida, a veces de una manera muy imperceptible, pero muy presente, que va caminando junto a nosotros, si lo descubrimos con los ojos espirituales.

Jesucristo después de su resurrección es nuestro pan, que nos alimenta y nos va cambiando, desde nuestro interior, en nuestra manera de pensar, de actuar, en la medida que vamos participando de las Eucaristía y nos acercamos a comulgar. Este acercamiento cada vez más constante va a permitir que podamos realizar la voluntad del Padre en nuestras vidas.

Jesús, al ofrecerse él, me invita a participar de su reino, que no es de este mundo. Es por eso que como discípulos debemos mirar su vida, como fue en este mundo. Jesucristo, rico en misericordia, quiere que yo también sea misericordioso, con todos aquellos que viven conmigo o se encuentran cerca de mí, en mí trato diario con ellos. Pero para que yo pueda cumplir el plan de vida, de ser misericordioso con el otro, debo alimentarme de su pan, porque es el único alimento que será capaz de cambiar todo mi interior, para poder irradiarlo a él en mi vida, olvidándome de mí misma, para dejarlo a él que habite en mí, para darle a él honor y la gloria, porque me ha salvado, tomándome de la mano, para caminar hacia él, en una vida de libertad y de hija adoptiva.

 María Teresa, Santiago – Chile

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La fe es el alimento de vida que nos ayuda a vivir de verdad. Lamentablemente estamos preocupados por los bienes materiales que nos ayudan pero que no tendría que ser lo único o principal. Este alimento también está previsto en la palabra del Señor, cuando nos pide ayudar al necesitado, acoger al peregrino, dar el aliento al afligido y sonrisa al triste. Este alimento deberíamos irlo preparando día a día entre todos, dado que todos lo necesitamos

Carmen, Oruro – Bolivia


* * *

La mayoría de los cristianos, como decía Luis Espinal, “lo somos por costumbre, porque nuestros padres lo fueron”, pero la realidad es muy diferente cuando se trata de elegir entre un pan material y uno espiritual. Aun cuando decimos: “Danos el pan de cada día”, estamos pensando en el sueldito, el ingreso de la comerciante o del taxista, pero pedir el pan de la fortaleza de la fe, o pedir ser más solidarios con los demás, está fuera de nuestra realidad cotidiana. Si asistimos a una eucaristía, el cura nos dirá que debemos comulgar todos los días y que ese es el pan pedido por Jesús; nos enseñara a cantar canciones referentes a la comunión, pero escuchar una propuesta de que el verdadero pan es el cumplimiento de la propuesta de Jesús es muy utópico, en pleno siglo XXI.

La presencia de la Iglesia Latinoamericana está muy debilitada no sólo por su mensaje, también por sus obras: la búsqueda del poder, la seguridad de ser perfectos y puros hacen que muchos obispos y sacerdotes no busquen la verdad, la justicia y el derecho de los más necesitados. Cuando se habla del Dios en la historia de los pueblos, presente en la realidad de los problemas de cada día, existen curas y obispos que se escandalizan. El mensaje de Medellín está muy lejos de hacerse realidad, la “opción preferencial por los pobres” ha sido archivada en los anaqueles del olvido. Debemos nuevamente mover nuestras estructuras y alimentarnos del verdadero pan de vida.

 Francisco, Oruro – Bolivia

* * *

“Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”, dice Jesús.

Su carne y su sangre significa toda su vida, su manera de vivir, todo lo que dijo y hizo el Señor. El Señor nos amó hasta el extremo, derramando su sangre en la cruz, sangre derramada para liberarnos de la esclavitud del pecado y de la perdición.

Comer su carne y beber su sangre quiere decir: “Tener unos con otros las mismas disposiciones que tuvo Cristo Jesús: Él, siendo de condición divina, no reivindicó, en los hechos, la igualdad con Dios, sino que se despojó, tomando la condición de servidor…” (cf Fil 2, 5-8). Comer el pan eucarístico es hacerse participe, es participar del estilo de vida de Jesús: siendo servidor. Beber el vino eucarístico es entrar en el sacrificio de Jesús, quien derramó su sangre para la salvación del mundo.

 Gerardo, Oruro – Bolivia

* * *

Muchas veces esperamos que las palabras de la Biblia sean textuales y no para analizarlas y acomodarlas a nuestro contexto. Ahora más que nunca es donde debemos ponernos a razonar y más que todo sentir la palabra de Dios. Él nos dice: el que come de mí, vivirá eternamente. Y es así. Todas las personas que creemos en él, sabemos que después de la muerte terrenal está la vida eterna, a su lado. Si tan sólo nos pusiéramos a ver un poquito el gran amor que nos tiene, no nos faltaría nada más para ser felices, por que él, por el amor que nos tiene, nos regala cada día experiencias que nos hacen más fuertes. Y no debemos olvidar también ser humildes: muchas veces nos cuesta trabajo e incluso buscamos la revancha, pero él nos enseña a vivir en paz con el prójimo. Un enojo debe durar un segundo. A veces preferimos recordar a una persona por sus defectos y no por sus virtudes, guardamos el recuerdo amargo, y no los momentos felices que por más cortos que hayan sido te sacaron una sonrisa. Si comemos el pan que es Dios, sé que cada uno de nosotros nos sentiríamos satisfechos con lo que tenemos, y día a día lucharíamos por ser mejores personas. La vida es una sola, tal vez el día de mañana yo ya no esté, pero lo que quiero es que a mí me recuerden con alegría y no por los errores que pude cometer. Y como para un cambio uno tiene que empezar siempre por uno mismo, así que, ánimo, hagámoslo, y el día de mañana estaremos tranquilos con nuestras decisiones, sin dañar a nadie.

 Silvia, Cochabamba – Bolivia

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