"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 3 de agosto de 2012

“USTEDES ME BUSCAN”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“USTEDES ME BUSCAN”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“¿Dónde compraremos pan?”.


Un abrazo: Bernardino
 


                 “USTEDES ME BUSCAN”.                 

Muchas veces nuestra relación con Dios tiene como finalidad conseguir algún favor. Esta puede ser una fe incipiente, que necesita madurar, hasta la gratuidad del amor. 
Como nos enseña el evangelio de san Juan 6, 24-35:
«Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es El a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que Él ha enviado”. Y volvieron a preguntarle: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”. Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”.

Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”».


PALABRA del SEÑOR

 

Después de la multiplicación de los panes, la gente busca a Jesús. El pan pone en evidencia el motivo de esta búsqueda: “Porque han comido pan hasta saciarse”. Todos desearían seguir teniendo esta situación que les permita tener solucionado tan fácilmente el problema de la propia alimentación, sin ningún esfuerzo.

 

Jesús intenta orientar la búsqueda en otro sentido. Hay que entender la multiplicación de los panes sólo como una señal, una flecha que indica la dirección. El pan material se acaba, sostiene una vida física precaria, pero nos habla de otro pan, un alimento que da vida definitiva. Este pan será don del Hijo, enviado por el Padre, pero será también fruto del compromiso humano: “trabajen”. Habían sido testigos del amor de Dios, que los invitaba a la solidaridad, a la entrega recíproca, y no han entendido la enseñanza: es el amor que alimenta la vida verdadera, y que lleva también a compartir el pan material. Y este amor tiene un nombre: Jesús. Él es el pan que baja del cielo, y que puede saciar el hambre del hombre: “El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Hoy hay muchas personas que ya no buscan a Jesús. Han encontrado otros caminos para satisfacer su hambre, un hambre que a menudo se limita a horizontes puramente humanos.



 

En cambio, hay muchos que se sienten animados por la fe, pero reducen su religiosidad a aspectos muy interesados: piden alimentos, casa, trabajo, salud, éxito. Y para conseguir de Dios, de la Virgen, de los Santos estos beneficios, están dispuestos a ofrecerles algunos sacrificios. Su cumplimiento de las prácticas religiosas es como un negocio: yo le voy a dar a Dios algunas cosas, y Dios a cambio me va a recompensar con lo que le pido. La imagen de Dios que nos hacemos es la de un gran contador, que va anotando oraciones y méritos, y devuelve las correspondientes gracias pedidas y merecidas. La misma salvación es fruto de nuestra conquista.




Otra es la imagen de Dios que nos manifiesta Jesús. En él se revela el amor gratuito del Padre, que nos invita y nos capacita a vivir en el amor, por la fuerza de su Espíritu. Sin duda podemos pedir a Dios las cosas que necesitamos, a partir del pan de cada día para todos, pero la verdadera finalidad de la búsqueda de Jesús tiene que llevarnos a dar nuestra adhesión a él, reconociendo en él la revelación del amor del Padre y aprendiendo de él la capacidad de compartir y de amar, como lo ha revelado en la señal de la multiplicación de los panes.

 
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LECTIO DOMINGO 29 de JULIO 

      ¿  DÓNDE COMPRAREMOS PAN  ?                                    


Hay muchas cosas interesantes en este texto. Me impresiona cómo Jesús sale de la lógica de siempre y busca y encuentra otras respuestas y otras soluciones. No hay dinero para comprar pan, pero si lo que hay se reparte, alcanza para todos. Si llegáramos a comprender esto y pudiéramos salir del encierro de nosotros mismos, de nuestros bienes y seguridades, para entender que el alimento, la salud, la educación, son de todos, Jesús habría realizado nuevamente el milagro de la multiplicación. En varios países de América que sufrieron crisis económica hace unos años, se intentaron sistemas alternativos de producción y redistribución de alimentos y otros bienes: trueque, grupos pequeños que producían alimentos en el fondo o el jardín de alguna casa para algunas familias, amigos que juntaban alimentos y los repartían a otros más necesitados. Luego que pasó la crisis, algunas de estas propuestas terminaron y muy pocas continuaron. En general nos volvimos a encerrar. ¿Cómo seguir realizando propuestas alternativas como la de Jesús, que nos cambien la mentalidad y nos ayuden a multiplicar? En otros evangelios Jesús dice a los discípulos: "Denles ustedes de comer". Es también tarea nuestra.
 Lucía, Montevideo- Uruguay

Si en verdad nosotros pudiéramos dejar de pensar solamente en nosotros, ¡qué distinto sería el mundo! Si fuéramos más solidarios y tuviéramos la sensibilidad que nuestro Señor Jesucristo nos ensena siempre, no solamente en este evangelio, si no en a lo largo de su peregrinaje, ¡qué distinto sería el mundo! Ahora nos toca a nosotros ser más solidarios con el que menos tiene, para tener un mundo con menos desigualdades. Como buenos cristianos hay que ponerlo en práctica ya ahora. Hacer una sociedad menos egoísta es tarea de todos.

 Fernando Marcelo, Oruro – Bolivia

Algunos creen que la enorme brecha entre ricos y pobres es natural, así como existe el día y la noche. Este hecho permite que el “pan nuestro de cada día” sea comercializado y cada vez tenga un valor más alto. Esta realidad responde a modelos a quienes solo les interesa el capital, y que no responden al mensaje de Jesús. Actualmente la falta de solidaridad ha permitido que primero se piense en la utilidad personal o de grupos, más que en la necesidad del pueblo. En el Evangelio se observa la preocupación de Jesús por los demás, por la gente que prefiere escuchar su mensaje antes que seguir su tradición más por costumbre que por convicción. En una anterior enseñanza, cuando Jesús manda a sus discípulos a una dura misión, les pide que no lleven nada más que una túnica y un bastón, con la intención de probar su fe, pues él les enseñó que el Padre proveerá siempre y cuando estén convencidos que el cambio debe ser profundo, para entender que antes de pensar sólo en el dinero debe existir la firme convicción de luchar por destruir esas grandes barreras entre ricos y pobres y construir un reino de justicia, solidaridad y derecho, pensando en los niños que no tienen pan, las mujeres que no tiene techo y los ancianos que sufren de enfermedades y soledad. 

 Francisco de Oruro – Bolivia

Cristo se dio cuenta, que el hambre del ser humano, tanto física como espiritual, es enorme. Ahora bien, si Dios Padre hubiera querido crearnos sólo para seguirlo como borregos, sin ninguna participación en las decisiones del Reino de los Cielos aquí en la tierra, él no nos habría creado libres. Si existe el hambre del pan, es porque la voluntad del Padre es que nosotros nos preocupemos, con su ayuda, a saciar esa hambre, a través de la solidaridad con el hermano que sufre. Pero no podemos dejar de lado el hambre espiritual. Por eso, nuestra donación al prójimo debe sustentarse siempre en Cristo, pues no podemos perder de vista que es él y solo él que nos suscita el amor y la bondad hacia nuestros hermanos que necesitan de nuestra ayuda.

 Lorena, Santiago – Chile

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