"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

jueves, 14 de noviembre de 2013

“NO SE DEJEN ENGAÑAR”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“NO SE DEJEN ENGAÑAR”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“YA NO PUEDEN MORIR”.

Un abrazo... P. Bernardino

                       “NO SE DEJEN ENGAÑAR”.                      

Nuestro tiempo, en su aparente mediocridad, está realizando un proceso de profunda transformación, cuyo alcance ni de lejos podemos medir en este momento. Algunos hablan de una larga Edad Media, que durará sin duda por mucho tiempo. Lo que importa es no quedarnos mirando atrás, sino asumir plenamente los tiempos que nos toca vivir, trabajando para que el cambio, que tiene potencialidades ambiguas, sea hacia una mayor humanización de la sociedad y del mundo.
                                            
   Leemos en el evangelio de san Lucas 21, 5-19                                             

Como algunos, hablando del templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre, diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan.Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”.

Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.

                                  PALABRA del SEÑOR




Dentro del templo de Jerusalén...
algunos miran con orgullo las “hermosas piedras” con que está adornado, y las “ofrendas votivas”. El templo, con su esplendor, es el símbolo de la unidad nacional, y su riqueza alimenta los sueños mesiánicos nacionalistas del regreso a la grandeza de los tiempos pasados.


Jesús interviene con una profecía 
que podría parecer aterradora: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Los discípulos de Jesús no parecen asustados al escuchar este anuncio. Están convencidos que, en el momento peor, Dios intervendrá, y manifestará todo su poder con la restauración gloriosa del país por obra del Mesías. El momento de mayor sufrimiento y desesperación, será también el de mayor cercanía de la intervención de Dios. Por eso la pregunta: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”. Les interesa conocer el tiempo y la señal de la poderosa intervención de Dios.


Jesús quiere quitar toda ilusión... 
No habrá ninguna señal de una intervención divina extraordinaria. Lo que él ha anunciado se cumplirá: del templo “no quedará piedra sobre piedra”, aunque aparezcan falsos mesías que, usurpando su nombre, digan lo contrario. Por eso, “tengan cuidado, no se dejen engañar”. Intentarán seducir al pueblo diciendo: “El tiempo está cerca”, Dios está por intervenir. Pero es firme la exhortación de Jesús: “No los sigan”. Los grandes conflictos que se anuncien no deben alborotarlos: “Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen”, creyendo que ya se viene la restauración de Israel: “Es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. La destrucción del templo de Jerusalén no será señal de la inminente restauración mesiánica soñada; será sólo el inicio de un proceso de cambio. No será “el fin”.

Para Jesús “el fin” no quiere decir calamidad y desastre, sino un tiempo nuevo, la instauración del reino de Dios, la proclamación del evangelio a todos los pueblos y la superación del sistema de poder, de injusticia y explotación del pueblo, representado simbólicamente por el templo. Ese “fin” demorará.


Los fenómenos de una historia ...
muy convulsionada de la humanidad, son presentados por Jesús con el lenguaje apocalíptico de los profetas: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo”. Es el lenguaje con que los profetas anunciaban el surgir y el caer de los imperios. Jesús lo retoma para describir la terrible tragedia de Jerusalén y la complejidad de una historia en la cual se irá realizando un largo camino de transformación de la humanidad.En el tiempo entre la destrucción del templo de Jerusalén y la instauración universal del reino de Dios, “antes de todo eso”, los discípulos en la realización del proyecto liberador de Jesús experimentarán la misma oposición que ha encontrado él. Se les opondrán el poder religioso: “Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados”; el poder político: “Los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí; y el mismo mundo de los afectos: “Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos”. La resistencia será animada por el espíritu de Jesús mismo: “Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir”. Aunque pierdan su vida física en la persecución, “a muchos de ustedes los matarán”, llegarán a la plenitud de la vida verdadera y definitiva mediante el don de la perseverancia fiel: “Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.




Bernardino Zanella    bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena   gusosm@yahoo.es 
                                                 
  LECTIO DOMINICAL 10 de Noviembre                      
           "YA NO PUEDE MORIR"                                     


Más allá de toda escritura, el contacto con el "otro reino", ese que no es de este mundo, es una experiencia íntima, que se transita lentamente a lo largo de la vida. Creo que para eso estamos en esta escuela del mundo. Transitarla significa volver a integrar la espiritualidad perdida por el velo del excesivo desarrollo mental de la humanidad que, paradójicamente, aunque mental, lo que ha hecho es apegarnos a la materia en un cien por cien, negando cualquier posibilidad de evolución desde la materia hacia planos más sutiles, esos planos donde el espíritu comienza a brillar por la Luz de lo divino. No sé cómo puede ser la vida eterna en esos otros planos, pero si no honramos primero este plano con humildad, sencillez y honestidad, creo que nunca podré ni siquiera intuirlo. Ahora es el tiempo de vivir plenamente en esta tierra, sanamente en esta tierra, y sentir la creación en la semilla que florece, en el canto del pájaro, en la amistad más profunda que une los corazones. Y sólo desde esos lugares, despojados de ego, he podido sentir que soy una más de los hijos del Padre. 

     Isabel, City Bell - Argentina.                                                   



* * * 

Los muertos no han muerto, 

sólo han dejado el vestido humano, 

se quebró la armonía del cuerpo, 

pero el espíritu está vivo. 




En cada momento están unidos a ti, 

en ellos y en ti descansa un solo corazón 

donde muerte y vida se intercambian palabras. 



Escucha de tus difuntos 

la quieta voz 

que asemeja a tu pensamiento. 

  
    Rudolf Steiner, enviado por Ángela Lecco -Italia                


* * * 

Dios es Padre, la muerte no le va dejando sin sus hijos queridos. Dios no vive eternamente rodeado de muertos: “Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”. Lo dice el Señor Jesús. 

Jesús, no se ha encontrado antes con los saduceos. El ámbito en el que estos se mueven está lejos del pueblo; formaban parte de la elite cultural, social y religiosa del pueblo judío. En broma se ha dicho que lo pasaban tan bien que no se podían imaginar otra vida. No creen en la resurrección de los muertos. Se acercan a Jesús no sólo para cuestionar la fe en la resurrección, sino para ridiculizarla inclusive como simple perspectiva. Jesús responde ante todo diciendo que no es absurda; a la vez evidencia lo ridículo que es pensar que la vida junto a Dios, sea una prolongación de las estructuras patriarcales de las cuales se beneficiaban sólo los varones. La fe de Jesús en la otra vida no consiste en algo tan irrisorio; tampoco puede imaginar que la vida junto a Dios consista en perpetuar las desigualdades, injusticias y abusos de este mundo. 

La luz de la enseñanza de Jesús disipa las tinieblas de los saduceos. El pasaje muestra que Jesús no sólo interpreta en forma correcta las escrituras, también su respuesta evidencia una confianza absoluta en Dios Padre. Confianza que se expresa en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. 

En el libro del Apocalipsis, en el capítulo V, cuando se pregunta: ¿Quién es digno de abrir el rollo y romper su sellos? El vidente llora conmovido porque nadie sabe lo que significa todo lo que vivimos y experimentamos; cuanto menos podemos saber del mundo futuro. Entonces, leamos este pasaje del evangelio para nosotros, para cada uno de nosotros; para los difuntos que están vivos y para los vivos que serán un día difuntos; para los que como nosotros creemos en Cristo y para los que puede Dios hacer que logren de otro modo su eterna misericordia, pues todos hemos sido marcados con el sello eterno de su amor. “Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado” (Sab 11, 24). 

Aunque con frecuencia podamos temer por nuestra salvación – vida eterna, resurrección –, no tenemos derecho a exceptuar a nadie, como los saduceos, de la esperanza de la vida eterna. 

     Joel, Puerto Aysén – Chile                                                       






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