Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“¿QUE DICE LA GENTE?”.
“¿QUE DICE LA GENTE?”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“LA VERDADERA COMIDA”.
“LA VERDADERA COMIDA”.
Un abrazo... P. Bernardino.
“¿QUE DICE LA GENTE?”
Los que tenemos una formación católica desde la infancia, difícilmente nos hacemos preguntas sobre la fe, porque el catecismo nos ha propuesto un paquete con todas las preguntas y las respuestas ya hechas, respondan o no a nuestras necesidades. Jesús en cambio pide a sus discípulos que observen qué piensa la gente y los interroga a ellos mismos.
Leemos en evangelio de san Mateo 16, 13-20:
“Y ustedes – les preguntó –, ¿quién dicen que soy?”.
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
PALABRA del SEÑOR
Jesús lleva a sus discípulos...
fuera del territorio de Israel, para que piensen autónomamente y no bajo el influjo del pensamiento corriente que esperaba a un Mesías triunfante y glorioso. Les pregunta cuál es, según su percepción, la opinión de la gente sobre él, el “Hijo del hombre”. Se presenta como el hombre verdadero, el hombre movido por el Espíritu, y quiere saber qué ha entendido el pueblo de su realidad misteriosa.
Le contestan que las distintas opiniones convergen en una sola: él es algo extraordinario, como algunos grandes personajes del pasado. La mirada es hacia atrás, no hacia el futuro. No ha sido percibida la originalidad y la novedad de Jesús.
Jesús repite la pregunta para conocer...
la opinión de los discípulos:“Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Ellos sí tendrían que conocer profundamente a Jesús, porque han escuchado sus enseñanzas y han visto los gestos de misericordia y liberación realizados por él. Mateo anota cuidadosamente la pregunta de Jesús, para que los discípulos de todos los tiempos se sientan interpelados y den su propia respuesta.
Pedro tiene un momento de iluminación...
y en nombre de los demás discípulos reconoce a Jesús como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Es un reconocimiento que sólo es posible a los “pequeños”, a los cuales el Padre revela los misterios de Dios: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños”. Por eso Pedro es bienaventurado: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás”.
Sólo esa categoría de personas puede dar una respuesta adecuada. No se trata de una contestación teórica, sino de ver en qué medida la presencia de Jesús orienta la vida, define los valores y prioridades, decide de las opciones. Hay hombres de iglesia que pueden no ser hombres de Dios, porque son dependientes de las revelaciones “de la carne y de la sangre”, de los instintos y los intereses, y no de las revelaciones “del Padre que está en el cielo”.
son la roca firme sobre la cual se edifica la comunidad de los discípulos. No hay otro fundamento que Jesús y su enseñanza. Sólo un necio podría construir su casa sobre la arena.Jesús es el Mesías verdadero, “el Hijo de Dios vivo”. Manifiesta al Padre, el Dios dador de vida, y reproduce sus características. Por eso en todas sus palabras y sus gestos, el Hijo sigue dando vida, hasta dar su vida. Los discípulos harán lo mismo. Con su adhesión a Jesús, se constituyen como piedras vivas para la construcción de una ciudad santa, que se resiste al reino de la muerte. A esta ciudad santa son admitidos todos los que viven la experiencia de un amor liberador, y quedan excluidos los que siguen atados a su egoísmo: “Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Responsabilidad y misión del discípulo es de ser en el mundo una presencia que “desata”, que sana y libera, haciendo llegar a todos el amor misericordioso del Padre, todos llamados a ser hijos “de Dios vivo”.
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DIVINA Domingo 22 de JUNIO
"LA VERDADERA COMIDA"
"LA VERDADERA COMIDA"
Nuestra naturaleza biológica está programada para preservarnos; ello nos lleva a defendernos o atacar y acumular bienes. Esta lucha, que es permanente, san Pablo la traducía en términos espirituales, como la lucha entre la carne y el espíritu: “En mi interior me agrada la ley de Dios, pero en mis miembros descubro otra ley, que lucha contra la ley de la razón y me hace prisionero de la ley del pecado que habita en mis miembros” (Rom 7, 22-23). Esta tendencia, siendo buena en su origen, el ego la amplifica y la coloca como absoluta. Jesús, como hombre, no fue ajeno a esta lucha; sin embargo en él no prevaleció como ley absoluta. En él se hace presente la voluntad del Padre como don: no se defiende, no agrede, ni acumula bienes: se hace pan de vida. Por ello el pan partido y comido, el vino compartido, son los signos que lo hacen presente.
El capítulo seis del evangelio de san Juan es una unidad que se debe leer en su totalidad. Quedarse con una porción, dificulta su comprensión y la empobrece.
Juan no narra la institución de la Eucaristía, que los lectores ya conocen, sino que prefiere hacer comprender su misterio profundo. El capítulo seis es la puesta en escena en clave narrativa, para decir que Jesús vino para darnos vida. Así, para cada uno de los lectores, es posible unirse a los “Doce”, que por boca de Pedro dicen: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Para los judíos la Ley era alimento del cual nutrirse. En el evangelio de Juan, “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Y, él es el verdadero pan bajado del cielo, y es la verdadera comida y verdadera bebida: “Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí”. En su travesía por el desierto el pueblo encontraba en el maná el alimento que sustentaba la vida física, mientras que la ley constituía el alimento que le aseguraba la vida eterna. Ahora Jesús se presenta como comida y bebida verdaderas, realización de la vida que en la creación tiene su principio, en el éxodo su rescate, y en la comunión con Dios su plenitud.
El pan, al igual que el vino, desde su origen nos habla de lo humano. Nace siempre en familia, en un hogar, allí es amasado, leudado y cocido para ser partido y comido. Pero no sólo habla de lo humano, en el origen del pan está el trigo como don natural de la vida, don de Dios al igual que la vida humana. Crece suave y tierno, sea entre zarzas o rocas; es débil, no se defiende ni agrede, puede ser arrancado, devorado por bestias o pájaros. Siempre ha estado en la mesa del pobre o del rico, es alimento de niños y ancianos. ¿No es acaso, el pan, metáfora de lo divino y lo humano?
Que el Espíritu transforme, al igual que el pan del altar, nuestra vida en vida verdadera como la de Cristo.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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La propuesta del evangelio de san Juan, cuando Jesús plantea: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”, a primera vista es difícil de comprender, porque a lo largo de una gran parte de la historia de la Iglesia se ha enfocado y nos han encasillado en un esquema simplemente dogmático. Este pasaje se debe interpretar como un mensaje simbólico, porque en ese contexto Jesús había recibido su sentencia de muerte y eran los últimos momentos de su vida y debía transmitir un mensaje en el cual el pan es su vida misma, sus momentos de anuncio y denuncia, su mensaje de liberación frente a las ataduras de la sociedad mercantilista, donde el dios del dinero es el ídolo principal. Jesús proclama la justicia y la defensa de los derechos de los más pobres, que permanentemente es pisoteada por quienes tienen el poder y manipulan las verdades a través de los medios de comunicación. En cambio los ritos a los que permanentemente vamos asistiendo no permiten analizar el corazón de la verdadera propuesta de Jesús.
Y su sangre es el sacrificio que va a ocurrir con su asesinato. Su sangre se va a derramar y va significar el mensaje del escarmiento para quienes hablan de libertad, para quienes están alineados con los pobres del mundo, en contra de los poderes que dominan el mundo y son los que proponen la cultura de la muerte.
Francisco, La Paz – Bolivia