"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 14 de junio de 2014

“EL QUE CREE”

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“EL QUE CREE”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“LOS ENVÍO A USTEDES”.

Un abrazo... P. Bernardino

                               “EL QUE CREE”                           

El domingo después de Pentecostés, celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad.

Podríamos decir que a conclusión del tiempo pascual, tenemos la oportunidad de una reflexión sobre la experiencia de Dios que hicimos a lo largo del año litúrgico hasta hoy. Hemos recordado la encarnación de Dios en Jesús, preparada en el tiempo de adviento y vivida en las fiestas de Navidad. Hemos recordado la pasión, muerte y resurrección de Jesús en las fiestas pascuales, y su regreso al Padre y el don del Espíritu en la Ascensión y Pentecostés.

¿Cómo hemos percibido a Dios en este itinerario de fe?

“A Dios nadie lo ha visto nunca. Lo ha manifestado el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre”. A través de Jesús hemos conocido al Padre, su ternura y su misericordia, y por la intercesión de Jesús el Padre nos envía el Espíritu: “Yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”. Es un Dios que se ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu. Aunque la palabra Trinidad no se encuentre en el evangelio, nos ayuda a entender algo de la realidad misteriosa de Dios, como fue manifestándose en la historia de la salvación.




En el diálogo de Jesús con Nicodemo, encontramos mayor luz. 
 Leemos en el evangelio de san Juan 3, 16-18:                             

Dijo Jesús:
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

PALABRA del SEÑOR


Nicodemo era un abogado judío...
atento a los fenómenos espirituales y deseoso de una profunda reforma del culto y de la vida de Israel. Cree que Jesús pueda ser la persona enviada por Dios con esta finalidad. En cambio, Jesús no le propone una simple reforma, sino un nuevo nacimiento: “Si uno no nace de nuevo, no puede vislumbrar el Reino de Dios”.

“Nacer de nuevo”, del Espíritu, para una vida definitiva ya desde ahora, una “vida eterna” que vence la muerte misma: éste es el proyecto de Dios para la humanidad, que Jesús revela con su vida y su predicación. Y es posible sólo por un amor de Dios que llega al extremo de entregar “a su hijo único”, para que todos tengan vida, y “nadie perezca”. Se puede ver aquí una alusión a Abrahán, que estaba dispuesto a sacrificar a su propio hijo, creyendo que Dios se lo pedía. Jesús, levantado en alto, en la cruz, es la manifestación del amor de Dios a la humanidad. Es un amor para todos, sin ninguna discriminación. Un don ofrecido a un mundo amado, que Dios quiere salvar, y no juzgar y condenar, aunque el mundo tenga la posibilidad de acogerlo o de rechazarlo. Éste es el drama de la humanidad: poder decir no a Dios, poder elegir otros caminos, que son caminos de muerte. Probablemente nadie elige conscientemente caminos de muerte, porque todos buscamos ser felices y vivir plenamente. Pero la búsqueda de vivir bien no tiene que ser superficial, egoísta, interesada y consumista. Tiene que ser integradora, justa, abierta a los demás, atenta a la situación de los más necesitados, comprometida con Dios y con toda su creación, en un proceso de transformación y transfiguración del mundo. Si uno no se adhiere a este proyecto de humanidad nueva, se excluye por sí mismo de la plenitud de la vida y de la verdadera felicidad: “El que no cree, ya está condenado”.


“Nacer de nuevo” ...
puede significar también una mirada nueva hacia la naturaleza, reconociéndola como don de Dios que hay que cuidar, para nosotros y para las generaciones futuras. Será una forma de agradecer a Dios “que tanto amó al mundo”, una forma de reconocer al Espíritu de Dios que “renueva la faz de la tierra” y “hace nuevas todas las cosas”.Celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad no significa meternos en complicadas reflexiones teológicas. Podríamos recordar dolorosamente la trágica división de la iglesia simplemente discutiendo si el Espíritu es enviado sólo por el Padre, o también por el Hijo. Libres de esos conflictos, hoy podemos vivir intensamente esta experiencia de un Dios que se ha revelado como comunidad de amor, familia divina: el Padre, que “amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”; el Hijo, que manifiesta en la naturaleza humana el amor y la bondad del Padre a favor de todos los hombres; y el Espíritu, que es la energía y la sabiduría de Dios dentro de cada persona: una Trinidad que es modelo eficaz de nuestras familias, de nuestras comunidades y de toda la convivencia humana.






Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


  LECTIO DOMINGO PENTECOSTÉS 2014          

  "LOS EVÍO AUSTEDES"                                     



La experiencia de la Iglesia naciente se elevó como un clamor por encima de los miedos, y con un valor incomprensible proclamó: Dios existe. Dios es amor; su victoria se ha cumplido. Dios mismo ha secado las lágrimas de dolor que a través de la historia provoca la violencia de los poderosos; su violencia de muerte ha quedado vacía, como el sepulcro de Cristo. Todas las tinieblas del juicio injusto y la brutal ejecución fueron vencidas, como el sol vence la noche más oscura. He aquí el testimonio que dio y da sentido a la Iglesia, este es el núcleo del evangelio: Dios triunfa en sus propias obras y se prodiga victorioso a la humanidad entera. Es el testimonio de quienes permanecían “reunidos” por el cuidado y ternura del pastor que nunca les abandonó. Inverosímil, pero es la Verdad, la radical. Es la acción del Espíritu Santo que les revela esta verdad, impulsándoles al anuncio. Es el Espíritu que les hace agradecer el pasado, por las maravillas que Dios ha obrado; miran el futuro con esperanza, porque es de Dios; la comunidad descubre el presente como acción de Dios en su amor que desciende en el Espíritu. El grito de toda criatura que nace, la Iglesia lo replica anunciando a Cristo resucitado. 



“Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados…”. El perdón es don del Espíritu, no somos nosotros la fuente del per-don. Que la diversidad de dones, que el Espíritu ha derramado en nuestros corazones, no se estanque en nosotros. Menos aún el perdón, pues es el don de desatar y hacer nuevas las cosas: por ello es don del Espíritu, pues es principio de creación y redención.



“Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Nos ha enviado a la humanidad entera. Personalmente, a veces, digo: ¡Dios mío, qué gente a la que me has enviado! Cuantas veces he pensado: la tierra a la que me has enviado está llena de piedras, espinos y caminos endurecidos, sobre los cuales la semilla de tu Palabra es comida por los pájaros o permanece infecunda. Cuando parece germinar, creo ver que rápidamente se transforma en cizaña. Señor Jesús, al decir esto no quiero decir que yo sea mejor que los hermanos a los que tú me envías. Conozco mis debilidades y mi pobre corazón, pero tú lo conoces más y mejor: no soy distinto a mis hermanos. Mi egoísmo me hace pensar siempre en mis dolores, mis preocupaciones y ni siquiera una hora puedo olvidarme y velar junto a ti, que en tu oración me tienes siempre presente. Señor, sana mis ojos para que pueda ver cómo crece el trigo en la tierra buena, y en cada hombre y mujer vea a un hermano/a; sana mi corazón ahogado en la miseria de mi vida espiritual; que no me sienta la fuente de tus dones y tu gracia, sino la “cañería” por donde pase tu amor, ternura y misericordia. Haz que no sólo cumpla “mi deber”. Sé, Señor, que al enviarme no me has enviado lejos de ti, me has puesto en el camino para volver por ti a la casa del Padre. Eres el desconocido que camina conmigo, tu bastón de peregrino es mi apoyo y tu palabra me hace olvidar mi pobreza, el fuego de tu amor me hace volver de prisa hacia aquellos de los que me quiero alejar, para ayudarles en lo único necesario: encontrarte a ti único bien y quedarse contigo. 



Que en Pentecostés, al igual que la Iglesia naciente, hablemos con lenguas de fuego de Dios vivo y presente, cuyo amor se ha prodigado victorioso a toda carne en Cristo Resucitado. Que nos haga experimentar gozosamente que somos enviados, con alegría evangélica, a compartir la experiencia de ser discípulos del crucificado y resucitado. Que el Espíritu reúna en la unidad los múltiples dones, nos comunique paz y valor al perdonar, humilde audacia para aceptar a los demás, reconociendo su valor, aunque no los comprendamos.






Joel, Puerto Aysén – Chile                                                 

* * *

Hay una canción que me gusta por cómo expresa tanto con su música como por el contenido, lo que es este día: “Pentecostés, día de fiesta, día del Señor, día de la iglesia. Se derrama, se siente el Espíritu del Señor”. Todo esto gracias al Amor que siempre con tanta generosidad nos dona Dios; Él que sin necesidad alguna de nosotros, siempre está buscando la forma de entrar en diálogo, de que seamos diálogo entre nos y con Él y viendo lo perdido que nos encontramos y que no logramos estar unidos y dialogar como en tiempos de la Torre de Babel, nos da la gracia de invocar y pedir los dones de su Espíritu en el día a día. Lo pedimos y Él se nos da, pero… Como nunca falta el pero, no nos convertimos. Yo no me convierto y menos mal que Dios es rico en misericordia; solo así puedo acceder a su perdón y procurar pedir perdón y perdonar, convertirme, para hacer de mi comunidad, mi familia, donde me encuentre un lugar de paz, de unidad, ser verdaderamente instrumento de unidad y de paz. Sólo así se notará que el Espíritu santo se derrama en mí y cada día será Pentecostés, día de fiesta, día del Señor.

A esta misión me siento invitada por el Señor y sé que con su Espíritu no habrá temor o deseos de abandonar al ver que todos reman distinto, que vivimos una presencia de “Torre de Babel” en que cada uno habla lo suyo, su propio interés, su gusto, olvidando de que somos invitados a ser familia como lo es la Santísima Trinidad y que el proyecto de Dios es que crezcamos en unidad y comunión.

  

 Hilda, Roma – Italia                                                            

* * *

La continuidad de la propuesta de Jesús está en función de la fortaleza de quienes asumen ese liderazgo que él dejó. En los últimos encuentros con sus discípulos, se observan las recomendaciones para que salgan a las ciudades y difundan el mensaje de paz, amor y justicia.

Lamentablemente, el temor y el miedo que manifiestan en los primeros momentos, cuando están ocultos y de miedo, es una característica de todos al principio. Entonces hace falta una fuerza, un soplo que nos da Jesús, nos recuerda cuánto dolor ha tenido que soportar antes de su asesinato y posiblemente lo que nos tocaría a todos quienes asumamos de verdad su propuesta de liberación.

Todos los laicos somos temerosos. Muchos obispos y sacerdotes también muestran temor a la verdad. Nos gusta quedarnos en el oscurantismo de la edad media, no queremos recibir ese espíritu de verdad. Nos conformamos con los conceptos simplemente religioso–litúrgicos y permanecemos dentro los templos con los ojos vendados a la realidad.

El papa Francisco quiere ir más allá, quiere reformar el estatismo de las actuales estructuras. Cada vez se escuchan más voces que piden otro concilio, pero no con muchos de los actuales obispos y cardenales. Si somos todos iglesia, también muchos laicos deberíamos participar.




 

 Francisco, La Paz – Bolivia                                                






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