"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 20 de junio de 2014

“LA VERDADERA COMIDA”


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:

 “LA VERDADERA COMIDA”


La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“EL QUE CREE”

Un abrazo... P. Bernardino.



                        “LA VERDADERA COMIDA”                   

La fiesta de Corpus Christi tiene orígenes relativamente recientes, pero puede ser una buena oportunidad para recuperar la raíz bíblica de la Eucaristía. Sería el jueves santo su lugar y su contexto más propio.

En el evangelio de san Juan, después de la multiplicación de los panes, la palabra de Jesús, que se declara a sí mismo “el pan que baja del cielo”, encuentra la incomprensión y el rechazo de sus coterráneos. Para ellos era imposible aceptar a ese hombre como “bajado del cielo”, cuando conocían bien a su familia humana. No reconocen su origen divino y su posibilidad de dar vida. Están encerrados en su mentalidad, que sólo recuerda el maná como pan bajado del cielo, en el tiempo de la gran travesía del desierto, cuando sus antepasados salieron de la esclavitud de Egipto.

  Leemos en el evangelio de san Juan 6, 51-58                                      


   Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”.

Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

                           PALABRA del SEÑOR                      

Con la declaración: “Yo soy”...
Jesús hace suyo el lenguaje de las manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento, indicando que ahora Dios se manifiesta a través de él. Él es “el pan vivo bajado del cielo”, don de Dios, de donde trae su origen. Siendo pan, alimenta al que lo acoge y lo asimila. El discípulo come de ese pan aceptando el proyecto de Jesús y su persona. De este modo se hace parecido a él, nace de nuevo, “de lo alto”, para una vida plena y definitiva, que la misma muerte física no podrá vencer: “El que coma de este pan vivirá eternamente”.

Jesús manifiesta al Padre a través de su condición humana, la fragilidad de su cuerpo concreto. Su humanidad es “la carne”, el alimento ofrecido para el nuevo éxodo, como la carne del cordero pascual había alimentado al pueblo del antiguo éxodo de Egipto. En el encuentro y la acogida de Jesús en su identidad humana, se abre para todos los pueblos el acceso a la libertad, a la vida, al amor del Padre: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.


La reacción escandalizada...
de las autoridades judías: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”, permite a Jesús profundizar su mensaje: “Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes”. Tienen que aceptar su humanidad, que se entregará a la muerte violenta de la cruz para dar vida. Su asesinato manifestará su fidelidad y su amor hasta el extremo. Su cuerpo entregado y su sangre derramada serán fuente de vida para todos. Su signo y sacramento será la eucaristía que celebra la comunidad.

La entrega de la vida para que todos tengan vida será también el camino que tienen que aprender sus discípulos y discípulas. Ellos tendrán vida definitiva aceptando el sacrificio de Jesús, para asimilarse a él y hacerlo camino para su propia vida.

La memoria de Jesús, de su palabra...
y enseñanza, de su pasión y muerte, puede reducirse a una dimensión simplemente ritual, a la fidelidad rigurosa a las ceremonias y al culto, a la elaboración de fórmulas teóricas de doctrina, a una devoción emotiva y vacía. Las religiones han tenido a veces una gran habilidad en trasformar y reducir a ritos y celebraciones, enseñanzas que eran para la vida. O han promovido formas de participación sentimental, sin consecuencias efectivas, sin un compromiso concreto para el cambio.


El que se alimenta de la realidad humana de Jesús, de su cuerpo y su sangre, entra, a través de Jesús, en la intimidad con el Padre. Su existencia se transforma en pan ofrecido para la vida de todos, y sabrá reconocer el cuerpo herido de Jesús en todos los crucificados del mundo de hoy.A imitación de Jesús, muchos mártires se hicieron pan para la vida del pueblo. No hay que olvidarlos jamás. Pero hay otra manera de hacerse pan: en la realización diaria, en el testimonio de una vida gastada en el amor. Esta realización fiel es posible sólo si la Palabra hecha carne nos alimenta permanentemente y nos ayuda a discernir nuestro camino.



Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


LECTIO DOMINGO 15 DE JUNIO
 "EL QUE CREE"                     



Un día Jesús preguntó, a los que caminaban con él: “¿Quién dice la gente que soy yo? Luego de las respuestas que lo identificaban con un profeta, vuelve a preguntar: Y ustedes, ¿quién dicen que soy? La respuesta de la teología-filosófica: Tú eres la segunda persona de la Santísima Trinidad; No creado, engendrado, Dios de Dios, Luz de luz. Por Obra del Espíritu te encarnaste de María, y por nosotros te hiciste hombre… Creo que Jesús tenía buen humor, habría reído con ésta tan seria respuesta. Con toda su seriedad, no ha contribuido en gran cosa a cambiar el corazón humano. Con todo reconozco el esfuerzo de querer verter en conceptos humanos lo inefable del misterio divino. Una cosa, sin embargo, sigue siendo cierta: el ser humano puede experimentar personalmente a Dios como misericordia salvadora; quien escucha a Jesús, confía en su palabra y le sigue, encontrará la libertad de ser hijo, podrá entrar y salir y encontrar vida abundante.

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna.” El diálogo del capítulo tercero del evangelio de Juan –de donde se ha tomado el texto de este domingo- es entre Jesús, Nicodemo y el Bautista; es el diálogo entre la Palabra, la ley y los profetas. La ley prescribe lo que se debe hacer, Jesús realiza las obras del Padre: “Si no hago las obras de mi Padre, no me crean...” (Jn. 10, 37). Los profetas denunciaban las infidelidades del pueblo y anunciaban lo que Dios haría para salvarlos. Jesús no sólo es un profeta, es la Palabra de Dios que “se hizo carne” (Jn. 1,14) y revela personalmente a Dios. La zarza ardiente de la revelación donde se manifiesta la verdad más profunda de Dios es la cruz. Es en la Cruz, donde Jesús “habiendo amado a los suyos… los amó hasta el extremo”. Es aquí donde se revela el amor infinito de Dios: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo”. El misterio más profundo de: “Yo Soy” se revela en la cruz para liberarnos de toda esclavitud. La resurrección es a la vez la respuesta del Padre a la vida y la muerte de Jesús, y en el envío del Espíritu Santo: Dios hecho don para los hombres.

El misterio de la revelación de Dios, como Padre Hijo y Espíritu Santo, es invitación a salir de nuestros egoísmos y miedos y, arriesgándolo todo, siguiendo a Jesús en confiada obediencia, creyendo en su Palabra, ir a los que por miedo pasan la vida como esclavos, para liberarlos. (Cfr. Heb. 2, 15)

Aumenta, Señor, nuestra fe, para que podamos caminar hacia ti sin hundirnos, como Pedro que en respuesta a tú llamado camina sobre las aguas, seguro mientras confía en la palabra que ha escuchado, pero expuesto a hundirse en cuanto el miedo se apodera de él y le hace perder la confianza. (Cfr. Mt. 14,28-30). Haz, Señor, que aún en medio de la noche no perdamos la fe: “Que bien sé yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche”:

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche!

Aquella eterna fonte está escondida.

¡Qué bien sé yo do tiene su manida

aunque es de noche!

Su origen no lo sé pues no le tiene,

mas sé que todo origen della viene

aunque es de noche.

Un extracto de la poesía de San Juan de la Cruz... inspiradora.


  Joel, Puerto Aysén – Chile                                                 




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