"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

jueves, 25 de septiembre de 2014

“¿QUE LES PARECE?”

uerido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“¿QUE LES PARECE?”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“VAYAN TAMBIÉN USTEDES”.

Un abrazo... P. Bernardino

                           “¿QUE LES PARECE?”                        



muchos nos pasa que decimos o enseñamos algunas cosas, pero nosotros mismos no siempre las ponemos en práctica. A veces hablando con sinceridad, simplemente no logramos cumplir lo que decimos. Otras veces decimos cosas en que no creemos, y no las llevamos a la práctica. La coherencia entre palabra y vida es un desafío constante.



                                        Leemos en el evangelio de san Mateo 21, 28-32  


esús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 

¿Qué les parece? Un hombre tenia dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña”. Él respondió: "No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste le respondió: “Voy, señor”, pero no fue. 
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre? “El primero”, le respondieron.
Jesús les dijo: Les aseguro que los publícanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publícanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.





ntroduciendo una comparación, una parábola dirigida a las autoridades religiosas y civiles, Jesús les hace esta pregunta: “¿Qué les parece?”

Evidentemente el evangelista Mateo quiere que conteste también su comunidad, y también nosotros. ¿Qué nos parece de la actitud de los dos hijos? Uno le dijo “no” al padre que le pedía que fuera a trabajar a su viña, y luego le obedeció: “se arrepintió y fue”, fue capaz de cuestionarse y cambiar. Y el otro le dijo “sí”, y luego no le obedeció. ¿En cuál de los dos hijos nos reconocemos, si en lugar del dueño de la viña ponemos a Dios, entendiendo toda la ternura y el cariño que hay en la invitación: “Hijo”, hijito? Mateo desearía que no imitemos a ninguno de los dos hijos, y que digamos “sí” a la voluntad del Padre y simplemente la cumplamos.

Pero, para quedarnos en los protagonistas de la parábola, la enseñanza que sacan los oyentes de Jesús es que el hijo que dijo “no” al padre y luego le obedeció, cumplió realmente la voluntad del padre, mientras que no la cumplió el que había dicho “sí”. Diciendo su “sí” había visto a un patrón al que someterse: “Sí, señor”, no al padre a quien obedecer con amor filial. Realizó lo que decía el profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.

Es demasiado fácil leer hoy esta parábola y limitarnos a decir que el pueblo de Israel es el hijo que dijo “sí” a Dios y no cumplió, mientras que el nuevo pueblo de Dios que viene del mundo pagano, después de haber dicho “no”, finalmente se convirtió y obedeció a Dios. Probablemente es éste un primer nivel de interpretación.




Pero el cuestionamiento va más en profundidad. En Israel había cumplidores de la Ley, “los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo”, que en realidad no cumplían la voluntad de Dios, porque no se abrían a la novedad de Jesús y habían rechazado el mensaje de Juan el Bautista, como luego rechazarán a Jesús mismo. Y había transgresores de la Ley, publicanos y prostitutas, que ya con la predicación de Juan el Bautista se habían convertido, “creyeron en él”. Los excluidos cambiaron su vida, mientras que los jefes religiosos, que con sus palabras adoraban a Dios, quedaron atados a su ambición y arrogancia, sirviendo únicamente a sus intereses. Por eso la afirmación categórica de Jesús: “Les aseguro que los publícanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”. Publícanos y prostitutas no sólo “llegan antes”, sino reemplazan.

El pueblo de Israel tenía una renovación ritual de la alianza con Dios, y repetía anualmente su compromiso: “Nosotros haremos todo lo que Dios nos ha dicho”, y luego no lo hacía. Es María, la madre de Jesús, que en la Anunciación dice “sí”, en nombre suyo y en nombre de la nueva humanidad, y se entrega a la voluntad de Dios, con su palabra y hechos concretos.Cumplir la voluntad del Padre es la enseñanza de esta parábola del evangelio de Mateo, en coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos: “No el que diga ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Es lo que pedimos en el ‘Padre nuestro’, “hágase tu voluntad”: ser cumplidores de la voluntad de Dios, realizando con palabras y hechos el proyecto de Dios que Jesús nos ha propuesto. ¡Cuántas personas en el mundo viven de esta manera, cumpliendo la voluntad de Dios, sin hablar mucho, perteneciendo a veces a distintas religiones, o a ninguna! ¡Y cuántas personas realizan ese mismo proyecto de Jesús, pero le dicen “no” de palabras y lo rechazan, escandalizadas por las actitudes de muchos creyentes, que no hacen lo que dicen! El culto verdadero a Dios es el culto que realizamos con nuestra vida, mientras que a veces nos conformamos con la repetición rutinaria de algunos ritos, sin que ellos nos cambien realmente, como el hijo de la parábola que dijo: “Voy, señor”, pero no fue. Podríamos merecer ese duro juicio de Jesús: “En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos. Hagan y cumplan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen”.




             


Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena...
gusosm@yahoo.es





 LECTIO DOMINGO 21 de SEPTIEMBRE                             

 "VAYAN TAMBIÉN USTEDES"                              


Si escuchamos esta parábola con detención, nos damos cuenta de cuan parecidos seríamos a los últimos jornaleros, porque veríamos como injusta la paga, porque cargamos con nuestros pecados. No entendemos al Padre, este Padre que nos enseña a perdonar, el que nos dice que también los que se arrepienten a última hora serán salvados y perdonados por él si piden por su alma. Y serán tratados con la misma misericordia que los hombres que han trabajado por su iglesia siempre. Que hermosa parábola, porque el Señor es bueno y ama a todos los que lo aman .Este es el reino de Dios por el que tenemos que trabajar, un reino de justicia, de paz y de amor.


 Sandra, Coyhaique – Chile                                                                      

* * *

Nuestra natural inclinación de hacer cálculos egoístas para alcanzar aquello que creo me hará feliz. Entonces trabajo para ser reconocido, ser amado, tener éxito, ser aprobado, etc. Y de ahí que buscamos acumular méritos para alcanzar lo anterior. Incluso, la salvación creemos obtenerla con méritos. Hay una sola cosa importante: amar, lo demás es basura. Quien ama, escribe san Pablo, no es envidioso, ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se alegra de las injusticias, se alegra de la verdad.

Este pasaje del evangelio de Mateo, lo entiendo desde el pasaje anterior: el joven rico que pregunta, ¿qué obras buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna? Luego Pedro dice: “Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿Qué será de nosotros?”. La respuesta de Jesús: “Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros”. Una respuesta paradojal que se ilustra con la parábola: “El reino de los cielos se parece…”. Una parábola provocativa. El protagonista es el dueño de la viña. Su atención está centrada en la persona y no en la producción. Aunque el trabajo haya sido muy desigual, al dueño le interesa que todos tengan lo necesario para vivir con su familia: un denario. Esto “ofende” a quienes han sido contratados en la primera hora. Su molestia está en que el señor ha tratado a los últimos igual que a los primeros. Ciertamente, igual que nosotros, pensaban los que “primeriaron” que los últimos no se lo merecían. Se quejan contra el dueño de la viña. ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que, más que estar midiendo los méritos de las personas, Dios busca responder a nuestras necesidades? Escandaliza imaginar que Dios sea bueno con todos, lo merezcan o no. Rompe todo nuestros esquemas. El dueño de la viña responde a los que se quejan: “¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”. El mensaje de la parábola es claro: Dios, al igual que el dueño de la viña, da a todos su denario, lo merezcan o no, porque Dios es amor. No trata injustamente a nadie, pero salva incluso a los que, según nuestros cálculos, no se lo han ganado. Ante este Dios, lo único que cabe es el gozo agradecido y la confianza absoluta en su profunda y misteriosa bondad.

 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                    

* * *

La sociedad actual no quiere cambiar. Es muy difícil pensar en una propuesta diferente al proyecto de liberación que Jesús nos ofrece. Es por eso que el mensaje del evangelio nos dice que debemos buscar, en la mañana, a medio día y aun en la noche, mujeres y hombres que se comprometan a trabajar por esa propuesta liberadora. Al final la paga económica o el salario no será lo que nos interesa, sino haber aportado a la construcción de una nueva sociedad, que sea diferente a la que vivimos todos los días, donde aceptemos a los más necesitados, a los pobres, a los niños y a la mujer marginada como parte de una comunidad solidaria, donde reine la justicia y el derecho.



 Francisco, La Paz – Bolivia                                                                    








sábado, 13 de septiembre de 2014

“SI NO PERDONAN”.

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“SI NO PERDONAN”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. 
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“SI TU HERMANO PECA".

Un abrazo... P. Bernardino.



                          “SI NO PERDONAN”                       


La experiencia de nuestras limitaciones y de nuestra fragilidad ha llevado a los hombres a construirse una imagen de un dios “todopoderoso”, capaz de superar nuestra impotencia y resolver todos los problemas que nosotros no tenemos la capacidad de solucionar.


Jesús, en cambio, nos revela otra imagen de Dios. Su enseñanza y su vida son el camino más transparente y luminoso para el verdadero conocimiento de Dios, que no tiene como finalidad una mayor información y más datos sobre su identidad. Lo poco que podemos lograr saber sobre Dios es para que experimentemos su relación con nosotros, que nos ayude a transformar nuestra vida, de manera que sea siempre más parecida a lo que él es.


La característica más íntima de Dios, que Jesús nos presenta, es su misericordia. La manifiesta en todos sus gestos y sus palabras. Nosotros estamos llamados a reconocerla con un corazón agradecido y a reproducirla en nosotros mismos.

  Leemos en el evangelio de san Mateo 18, 21-35                               

Se acercó Pedro y dijo a Jesús: 
«Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».

Jesús le respondió:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.

Comenzada la tarea...
le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.

Al salir, este servidor...
encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Los demás servidores...
al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?". E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».

                      PALABRA del SEÑOR                    


Pedro hace una pregunta a Jesús...
orientando ya la respuesta: “¿Cuántas veces tendré que perdonar?”. 

Hay una madurez en esta pregunta. Ya no se habla de castigar al hermano culpable, o de venganza por la ofensa recibida. Ni se exige como condición el arrepentimiento del hermano autor de la ofensa. Pedro quiere sólo conocer la medida del perdón: “¿Hasta siete veces?”. Le parece una actitud de grande generosidad llegar a perdonar siete veces, porque ya era tan difícil perdonar una sola vez. Los más perfectos podían llegar hasta tres. La respuesta de Jesús es increíble: “Hasta setenta veces siete”: una medida sin límites.

¿De dónde saca Jesús esta medida? “Setenta veces siete” era el grito de Lamec, descendiente de Caín, en el Antiguo Testamento, que amenazaba esa venganza contra quien se atreviera a herirlo o golpearlo. Esa misma medida Jesús indica para el perdón del hermano. Con una parábola hace ver como es Dios, a través de la imagen de “un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores”. Frente a un servidor que invoca misericordia por una deuda enorme, imposible de pagar, “el rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda”. Así es Dios. No hay deuda o falta, por grave que sea, que no pueda encontrar su misericordia. Dios tiene “entrañas” de misericordia.

Una vez conocida y experimentada...
la misericordia del rey, el servidor está llamado a reproducir en su vida esa misma misericordia y a ofrecerla a sus compañeros. Es lo que el servidor de la parábola no quiere hacer. A un compañero que le debía una pequeña cantidad de dinero, le exige el pago inmediato, y frente a su imposibilidad de cancelar en el momento la deuda, “lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía”.

La terrible conclusión no quiere presentarnos una imagen de un Dios castigador y violento. Sería contra su verdadera naturaleza. Y no se puede pensar que la misericordia de Dios esté condicionada y dependiente de la nuestra. Quiere sólo decirnos cuál es el camino que tenemos que seguir: “¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?". No es posible conocer este aspecto más propio de Dios, que es la misericordia, experimentarlo en nosotros mismos, y no extenderlo a los demás. Recibir misericordia y no ofrecerla es echar a perder la vida, como nos dice la parábola con imágenes tan duras: “Indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos”.Por supuesto, la capacidad de perdonar “hasta setenta veces siete” no significa ninguna tolerancia o complicidad con el mal. Hace falta una gran sabiduría y fortaleza: oponernos firmemente, con todas nuestras fuerzas, al mal, en nosotros y en la sociedad, exigiendo también la justa reparación; y en el mismo tiempo abrir el corazón a una misericordia que es el don más grande que podemos recibir y ofrecer. “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”.


  LECTIO >> DOMINGO 07 de Septiembre         


                 “SI TU HERMANO PECA"                  



Este texto bíblico de Mateo me lleva a pensar en lo misericordioso que es nuestro padre de los cielos. Si él, que es Dios, perdona nuestros pecados, ¿quiénes somos nosotros que no podemos perdonarnos? Claro que es difícil para nosotros los humanos perdonar a quien nos ha herido, o ha realizado algo en contra nuestra, pero si somos verdaderos cristianos tenemos que hacer lo que Jesús nos dice: es mostrar el amor a mis hermanos, es preocuparme por el otro. Y juntos en comunidad sentir que Cristo está en medio de nosotros, porque oramos, alabamos a Dios unidos. 

Nuestra Madre del cielo aprendió a vivir junto a los discípulos en comunidad. Qué ella nos enseñe igualmente a saber perdonar y amar a nuestros hermanos. 




 Sandra, Coyhaique – Chile                                                                 



* * * 

Muchas veces somos igual que los fariseos: vemos la paja en el ojo ajeno y no la biga en el nuestro. El Señor es tan misericordioso y nos perdona siempre todas nuestras infidelidades a él que es el mismo Dios, nuestro Señor. Debemos mirar con esa mirada del Señor hacia nosotros, para que desde ahí podados corregir a nuestro hermano y bajo esos criterios y no los humanos, cuando nos creemos que somos dueños de la verdad y sólo vemos las apariencias exteriores de las personas, mientras que el Señor penetra en el fondo de nuestro corazón y de ahí el va transformándonos. Los criterios del Señor son muy distintos a los nuestros. Es el Padre amoroso y misericordioso que está a la espera, esperando nuestro regreso al igual que el hijo prodigo. 

En la corrección debe primar la misericordia del Señor, teniendo presente que él es misericordioso con nosotros, y desde esa mirada podemos corregir a los demás, según sus criterios y no los nuestros.
 María Teresa, Santiago – Chile                                                           

* * * 

“Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo” (Rom 13, 8). El perdón es el camino para alcanzar nuestra verdad. Si no se perdona, no se puede descubrir la verdadera identidad. La razón es simple: estaré siempre en aquel que me ofendió, o en aquello que no me perdono, fuera de mí, impidiendo así que conozca mi propia verdad. El perdón, la misericordia, se consigue sólo por una profunda humildad de corazón. La humildad es el conocimiento de la propia verdad, de la propia miseria, de las pasiones que nos atacan, de las sombras que llevan hacer el mal que no queremos, y dejar de hacer el bien que queremos (cf Rom 7, 15). 

Leemos en el evangelio de Mateo: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado” (Mt 18, 15-20). Ayudarnos mutuamente a ser mejores, es la propuesta a quienes se reúnen en nombre de Jesús. Todos hemos experimentado cuanto bien nos ha hecho una crítica amistosa y leal, una observación oportuna, el apoyo sincero, en momentos en que nos desorientamos. 

“Yo les aseguro: todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedara desatado en el cielo”. No sólo a los demás atamos o desatamos; también nosotros nos atamos o desatamos. Lo experimentan muchos de los que han transgredido las leyes y han sido encarcelados: su reintegración a la sociedad es muy difícil, quedan atados, “marcados”. Toda persona es capaz de superar su pecado, volver a la razón y la bondad. Pero, casi siempre, necesita encontrarse con alguien que le ame de verdad, le invite a interrogarse y le contagie un deseo nuevo de verdad y generosidad. El perdón es un camino al propio corazón, para llegar al corazón del hermano. Viene al caso comentar el encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19, 1-10). Vivía en Jericó, donde le conocían y le despreciaban. Estaba atado y empequeñecido a su oficio de cobrador de impuesto. Nadie de sus coetáneos, daba nada por él: era el despreciado pecador público. Jesús, “amigo de publicanos y pecadores” (cf Mt 11, 19), lo trata como a un “publicano”, es decir con mayor ternura, consideración y amor, hospedándose en su corazón: su casa (cf Mt 9, 9-13). ¿No será eso lo que quiere enseñarnos el evangelio cuando dice: “Considéralo como pagano o publicano? Porque el amor es con creces la perfección de la ley. Unas líneas antes al texto que leemos, está la parábola de la oveja perdida. Reconocemos, nuevamente, que esto es imposible para el hombre que no ha renacido del Espíritu. La falta de perdón, el pre-juicio y el desprecio a los demás nos impiden conocernos, ya que estamos fuera de nosotros, ocupados en enjuiciar y atar a los demás en sus yerros. ¿Podremos así reunirnos en nombre de Jesús, diciendo que le conocemos, que hemos comido y bebido con él? ¿Que en su nombre hemos profetizado y expulsado demonios y en su nombre hemos hecho muchos milagros (cf Mt 7, 22-23)? El que conoce a Jesús se conoce a sí mismo; el Espíritu es el maestro interior, maestro de la vida. “Y nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino con el Espíritu Santo” (1Cor 12, 3). 

 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                 

* * * 

La palabra nos habla de una corrección fraterna que pudiéramos hacer a la persona que nos lastima, nos hiere, muchas veces con mentiras, calumnias, egoísmos. Lamentablemente cuando la persona no pertenece a una comunidad, y con seguridad no entiende o medita la palabra, y más aun si es asesorada por su pareja en forma negativa y con rencor, es muy difícil conseguir que escuche o recapacite y peor admita su falta. 

Lo único que me queda es confiar en un Padre justo y misericordioso y orar por esa persona con mucho fervor. Confiar en él y seguir orando, y no convertirme en juez. Dejar en manos divinas. 

 Silvia, La Paz – Bolivia                                                                       




viernes, 5 de septiembre de 2014

“SI TU HERMANO PECA”.

Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“SI TU HERMANO PECA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. 
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“VE DETRÁS DE MÍ”.
Un abrazo... P. Bernardino


                         “SI TU HERMANO PECA”                  

Uno de los sentimientos humanos más profundos e instintivos, es el deseo de venganza, cuando consideramos, con o sin razón, que hemos sido ofendidos, personalmente, o el grupo al que pertenecemos.

A veces en la Biblia se le atribuye al mismo Dios el espíritu de venganza, para castigar en Israel las transgresiones a su Ley, y en los pueblos extranjeros las violencias contra Israel.

Más propiamente, la Biblia reivindica sólo para Dios el poder de la venganza, para liberar el corazón del hombre de la voluntad de vengarse por su propia cuenta, por una ofensa o una injusticia recibida: “Mía es la venganza; yo daré lo merecido”.

También la ley del talión del “ojo por ojo, diente por diente” ha querido limitar la reacción violenta del que se considera ofendido: su venganza no puede producir un mal mayor que la ofensa recibida. Si te han sacado un ojo o un diente, tú puedes sacarle un ojo o un diente a tu adversario, pero no más que eso. No puedes sacarle los dos ojos, o matarlo.

La idea de un Dios justiciero, que toma venganza de todas las ofensas, está profundamente enraizada en la conciencia religiosa. Los males que nos llegan, a veces por nuestros errores o limitaciones, son fácilmente interpretados como castigo de Dios: un Dios que mide todas nuestras acciones con los criterios de la justicia humana y da a cada uno según su merecido.

Jesús nos propone otra imagen de Dios: un Dios que es Padre. Y como hijos e hijas de un padre tan misericordioso, Jesús nos enseña a no responder al mal con el mal, a romper la cadena de la venganza y trabajar con otros medios por la reconciliación, la justicia y la paz, aunque esta opción parezca históricamente perdedora. La comunidad cristiana tendría que ser un modelo de perdón y corrección fraterna en las relaciones interpersonales de sus miembros.

  Leemos en el evangelio de san Mateo 18, 15-20                             

Jesús dijo a sus discípulos:
“Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.

PALABRA del SEÑOR


La comunidad de los discípulos...
tiene que ser el lugar del amor fraterno y de la paz, y si la paz ha sido rota por alguna ofensa, hay que buscarla de nuevo a través de la reconciliación.

En el texto del evangelio vemos a dos miembros de la comunidad: uno que ha ofendido y otro que ha sido ofendido. La ofensa es un mal que hay que eliminar, porque daña a las personas y a la comunidad, y podría despertar el deseo de venganza. El evangelio de Mateo nos propone los pasos conocidos por la tradición. El que ha sido ofendido no tiene que esperar que el ofensor se arrepienta y pida perdón. Y menos puede pensar en la venganza. Tiene que ofrecerle su perdón y corregir fraternalmente al hermano a solas: “Ve y corrígelo en privado”. Será la manera de intentar ganarlo y reconducirlo a la comunidad.




Si el autor de la ofensa...
no reconoce su falta, otros miembros de la comunidad podrán hablarle y ser testigos de su error: “Busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos”. Y si no los escucha, finalmente será la comunidad que tratará de hacerle reconocer el mal hecho. La comunidad tendrá que ayudar al hermano a liberarse de su culpa y experimentar el don del perdón y de la reconciliación.




Frente a la posible indisponibilidad del hermano, Jesús dice: “Considéralo como pagano y publicano”, como un pecador. Pero Jesús ha venido justamente para los pecadores, los enfermos, los excluidos. Si tu hermano sigue en el error, él mismo se separa de la comunidad, pero tú no lo dejes solo, ámalo más, aunque sea con un amor que no tiene respuesta. Si hay que amar a los enemigos, cuanto más tendrás que amar a un hermano que se ha equivocado, sin juzgarlo, conciente de tu propia fragilidad. Puedes ganarle sólo con el amor, un amor misericordioso que te llevará a orar por él, con una oración comunitaria que será irresistible frente al Padre: “Lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo”. La infinita compasión del Padre pasa por la acción liberadora de la comunidad.Lo que dará segura eficacia a la oración de la comunidad, en un contexto de reconciliación, no será su poder o el número de sus integrantes. Por pequeña y débil que sea la comunidad, su fuerza será el nombre de Jesús, apelando a su persona: “Si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”. Él está en medio de los hermanos que no quieren ser jueces de un hermano que peca, sino testigos e instrumentos de su misericordia. Centrados en Jesús y comprometidos con su proyecto, podrán extender en el mundo la experiencia de la compasión vivida en la comunidad.





  Lectio DOMINGO 01 Septiembre             

                               VE DETRÁS DE MÍ       



La parte final del proceso de Liberación iniciado por Jesús es el sacrificio de su vida, en manos de la traición, la delación y el inconformismo de aceptar un cambio verdadero. Los judíos de ayer y de hoy no permiten las libertades y derechos para los pueblos que no aceptan el sometimiento de los poderosos. Aquellos que se creen dueños de la verdad y buscan el poder a cualquier costo, sembrando la muerte sin importar quien esté al frente, son parte de ese mundo que critica Jesús: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”. Y esta propuesta llega hasta nuestros días: si ganamos algo material a costa de nuestras libertades, hemos perdido la vida entera. No podernos pensar en ceder nuestros ideales empeñando nuestras libertades. 

Jesús es muy fuerte en su palabra: el que quiera seguir con mi propuesta, “que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz”. La propuesta de Jesús no es solamente religiosa. Él no dice: el que no asiste a misma todos los días perderá su vida; tampoco dice: el que no esté todo el día encerrado en un templo golpeándose el pecho y tenga olor a incienso, no es mi discípulo. La enseñanza de Jesús parte de la solidaridad con los desposeídos de la tierra, con los pobres que han sido excluidos de las listas de los poderosos. Es la enseñanza de la solidaridad con la mujer excluida, con el anciano, con el discapacitado; es la solidaridad con el que no tiene dinero para buscar justicia. Esa es la cruz que pide a quienes quieren seguirle: la solidaridad y ser consecuentes con la liberación. 



 Francisco, La Paz – Bolivia                                                                     

* * * 

Las altas expectativas que ponemos en los demás es una manera de manipularlos. Esperamos que nos vaya bien a través de los demás. Si eso no ocurre, entonces los otros son responsables. Estas expectativas nacen del ego – “Quién a buen árbol se arrima...” –, “¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!”: es lo que dicen los discípulos de Emaús. También nosotros estamos expuestos a las expectativas de los demás. 

Leemos, en este Evangelio: “Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo: ¡Dios no lo permita, Señor! No te sucederá tal cosa”. ¡Cuánto entiendo a Pedro! No sólo el cariño a Jesús le mueve. Se da cuenta que la propuesta de Jesús derrumba todas sus expectativas; ya no hay primeros puestos (cf Mt 20, 21). Es comprensible que Pedro, como todos los seres humanos, se preocupe por su vida y su futuro. Pero la inseguridad de su existencia no debería empujarlo al temor, sino a la confianza en Dios. Nuevamente – estoy con Pedro cuando – comienza a hundirse. He aquí el drama, la lucha más dura y permanente que todos debemos sostener. Seguir a Cristo, buscar la voluntad del Padre, no es buscar asegurar aquello que llamamos vida. ¡Qué fuerte es la tendencia de buscar seguridad! ¿Cuánto de nuestro “tener una religión” es contar con un seguro para la vida eterna, según nosotros la imaginamos? Olvidamos el seguimiento de Jesús y el servicio a la causa del Reino. 

“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”. Se ha dado la costumbre de llamar “cruz” a cualquier cosa que hace sufrir, incluso a situaciones que aparecen en nuestra vida producto de nuestro pecado o nuestra manera equivocada de vivir. No se puede confundir la cruz cristiana con cualquier desgracia. La cruz brota en la vida del cristiano como consecuencia del seguimiento fiel a Cristo y del servicio a la causa del Reino: “El que quiera seguirme”. Entonces, la cruz es consecuencia de ese seguimiento, es hacerse uno con él. Nuestro Señor es un crucificado y resucitado, a él seguimos. De esta actitud de seguimiento se entiende eso de “negarse a sí mismo”, que Jesús pide a quien quiera seguirle. Negarse no significa “mortificarse”, castigarse a sí mismo y menos aún despreciarse autodestruyéndose. No son actitudes masoquistas las que alienta Jesús. Negarse a sí mismo, es optar por Jesús, descubriendo en su proyecto la más profunda y auténtica realización de todo ser humano, sinónimo de: buscar la voluntad de Dios. Este es el origen y meta de la vida de Jesús. Negarse a sí mismo es liberarse de la tendencia egoíca que nos hace vivir como el rico que ensancha los graneros, buscando con ello preservar lo que llama “su vida”. “El que quiera salvar su vida la perderá”. Jesús propone: aquello que quieres conservar, la vida biológica, cuerpo y sangre, lo tendrás si dócil al Espíritu, dejas que actúe como levadura para que transforme tu cuerpo y sangre en pan de vida para los demás. Es el sentido de la Eucaristía: dejar que él te asimile para ser otro Cristo. Esto, imposible para los hombres, es posible para Dios (cf Mt 19, 26). 



 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                                     

* * * 

Al iniciar una nueva obediencia, la Palabra del domingo me anima en esta misión, nada fácil por cierto, y me ayuda a ver que cada nueva obediencia es un renunciar a uno mismo, asumir la propia cruz, esa cruz que es ir primero en contra de mi propio yo, que busca la estabilidad y enfrentar aquello que no siempre es grato o lo que se opone a todo lo que me enseña Jesús: amor, respeto, paz. Estoy en un medio en que todo eso no se vive y los valores humanos, espirituales, están bastante ocultos y dejados de lado por intereses mezquinos o por formas de vida que se han hecho naturales, del diario vivir, como ser: robos , balaceras, acuchilladas, violaciones..., un mundo en que todo es cuesta arriba y sin respiro. 

En medio de todo Jesús me invita a seguir, a ir contra corriente, a hacer vida esas palabras tan lindas que escuchamos en las homilías dirigidas casi desde el “pulpito”, tan distante de estas crudas realidades, pero que Jesús sí hizo vida, dándola para que se hicieran realidad. 



 Hilda, Santa Fe – Argentina                                                                   

* * * 

En esta lectura primero veremos como un discípulo, que por un don de Dios puede llegar a ser roca firme, luego se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino en la que se puede tropezar. Y otro aspecto: tenemos unos cuantos años para vivir en este mundo, y casi siempre dejamos de lado lo principal. ¿Qué es lo principal en esta vida? Dios, mi vida de gracia, valores morales y espirituales, la familia, los hijos y la total armonía con Dios y con el prójimo. Las riquezas y los placeres materiales suelen fascinar tanto; el trabajo y otras obligaciones secundarias nos absorben tan en demasía que lo principal siempre se queda a un lado. ¡Así agotamos nuestra vida y olvidamos lo esencial! 



 Silvia, La Paz – Bolivia                                                                            

EL VIVE 2014


HorariOSM.....................MARCA TU PAIS