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Querido/a Amigo/a:
Estoy enviando un breve comentario sobre el evangelio del domingo 31 de Julio del 2011. ( Domingo 18º del Tiempo Ordinario - Ciclo A ). Como siempre, mi intención es sólo ofrecer una provocación inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno/a. Cada uno/a puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que serán enviadas luego a todo el grupo.
Más ABAJO, un ejemplo de aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: "Llenos de alegría".
Un abrazo.
Bernardino
bernardinozanella775@hotmail.com
Reflexión del Evangelio según san Mateo 14,13-21
Lectio: 18º Domingo del Tiempo Ordinario (A) ............................. 31 de Julio
Reflexión del Evangelio según san Mateo 14,13-21
Compartir el pan
Frente...
a las estadísticas que nos revelan la terrible dimensión del hambre en el mundo, fácilmente una persona de fe podría preguntarse: y Dios, ¿dónde está? ¿Por qué no interviene para salvar a tantas vidas inocentes?
No es este el lugar para una reflexión exhaustiva sobre estas preguntas, pero alguna luz nos puede venir del texto del evangelio de san Mateo 14, 13-21:
Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compareciéndose de ella, sanó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Éste es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos».
Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos».
Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados».
«Tráiganmelos aquí», les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Jesús...
se encuentra con mucha gente que lo va buscando, recorriendo a pie con gran sacrificio un largo camino, y sana a sus enfermos. Al atardecer, los discípulos le aconsejan prudentemente que despida a todos, para que vayan a comprarse algo para comer. Y Jesús les da esta sorprendente respuesta: “Denles de comer ustedes mismos”. Los discípulos no tenían que cinco panes y dos pescados, y logran darle de comer a cinco mil hombres, “sin contar a las mujeres y a los niños”, y llenar doce canastas con los pedazos que sobraron.
¿Qué pasó?
Podríamos quedarnos en el aspecto espectacular del milagro, sin entender la fuerza del mensaje que Jesús propone. Los discípulos presentan a Jesús lo poco que ellos tienen, y no lo guardan para sí, para saciar su propia hambre. Jesús toma los cinco panes y los dos pescados, bendice a Dios, reconociendo que el pan es don de Dios. Es él que lo dona a los hombres. Y cuando los hombres aprenden a compartir el pan, se liberan de su egoísmo y hacen que haya pan para todos. El verdadero milagro, que hace posible la multiplicación de los panes, es el cambio de corazón, liberado del instinto de acumulación y del miedo de que lo que hay no sea suficiente para uno mismo. Compartir el pan y los bienes es el camino para solucionar el problema del hambre en el mundo. Será necesario encontrar los mecanismos económicos y políticos para su realización, pero el principio humano y espiritual es claramente éste: compartir.
¿Cómo pueden leer tranquilamente este texto del evangelio instituciones y países que excluyen a pueblos y grupos sociales del acceso al pan necesario para una vida digna, o fundan su riqueza en la explotación de los alimentos para los países pobres? La enseñanza de Jesús no es sólo para los discípulos y discípulas, sino para toda la humanidad, y la comunidad cristiana tendrá que ser un ejemplo creíble de esta práctica.
La multiplicación...
de los panes nos ayuda a entender también la Eucaristía. Los gestos de Jesús son los mismos que la comunidad cristiana repite en la celebración de la Misa: “Tomó los panes, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos”. Jesús se hace pan, y a través de este signo manifiesta su entrega: cuerpo ofrecido, sangre derramada. Compartir el pan de la Eucaristía nos capacita para ser artífices del compartir los bienes, y tener la inteligencia y la voluntad para abrir caminos para una sociedad más justa y equitativa, donde nadie sea excluido de la mesa de la vida. La multiplicación de los panes es ahora tarea nuestra. La tentación es reducirla a ritos, con ceremonias solemnes y ornamentos preciosos.
................. >>LE LLAMAN JESUS<<...............
.....Comentarios del Domingo anterior ..................................OSM.2011..
La parábola del tesoro escondido y encontrado: La persona que encuentre un tesoro escondido en un campo, experimenta tanta alegría que va a emprender una serie de cosas. Su alegría es el motor de todo su actuar. Va a desprenderse de muchas cosas.
A veces pensamos que el hecho de dejar, por ejemplo, cosas materiales u otras, o de hacer opciones de vida difíciles, o de practicar algún ascetismo, nos tiene que proporcionar la alegría. Pero en esta parábola es al revés. Primero es la alegría, y después las opciones de vida.
Mientras la parábola del tesoro escondido y encontrado nos enseña que el Reino de Dios (y podemos hablar también de la misma fe), es del orden de lo gratuito y incluso de lo inesperado, la parábola de la perla preciosa nos presenta a una persona que ya sabe de perlas finas pero quien presiente de la existencia de una perla extraordinaria y que sigue buscando. Pero igual aquí, el hecho de haber encontrado al final esta perla extraordinaria, le hace vender todo lo que tenía para adquirirla.
En la parábola de los peces, al menos en su explicación (sobre los ángeles que separan a los malos de entre los justos y el rechinar de dientes) notamos los rastros tempranos de lo que se llama una pastoral moralizadora, una pastoral del miedo también.
Nos hace pensar en algunas de las parábolas de los dos domingos pasados. Mientras la parábola del sembrador invita a tener confianza y de seguir sembrando siempre el bien, porque la semilla que va a caer en buena tierra, va a dar un fruto tan extraordinariamente abundante, que al final nos hace incluso olvidar que también habrá siempre una parte de la semilla que se pierda entre espinas, sobre roca y en el camino, la explicación de la parábola del sembrador invita más bien a un esfuerzo moral para lograr ser buena tierra. Igual con la parábola del buen trigo y la mala hierba. Esta parábola nos quiere llevar a una plena confianza en la fuerza del crecimiento del bien que Dios mismo puso en su creación y en cada uno y una de nosotros y nosotras, y nos invita a no dejarnos atrapar y obsesionar por lo malo que también siempre va a haber. La explicación de esta parábola va una vez más en el sentido de una pastoral del miedo y parece querer sacudir a la gente.
Los peces que sean todavía demasiado chiquitos pueden volver al agua para seguir creciendo. Dios es extremadamente paciente para con todos y todas. El árbol que no da fruto todavía, hay que meter algo de abono y dejarlo un año más... Y por eso decimos: ¡Gracias a Dios!
P. Gerardo Van Den Berge
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¿Cuál es el tesoro escondido, cuál es la perla fina que he encontrado en mi vida?
Son muchos, ya sea los tesoros escondidos, ya sea las perlas finas, pero tal vez yo no he vendido todo lo que tenía para hacerlos crecer y donarlos a los demás.
Hoy me examino sobre esto y agradezco a Dios por habérmelos hecho encontrar, en las personas, en los acontecimientos, en las lecturas, en las cosas pequeñas y grandes que han caracterizado mi vida.
Y me propongo de estar más atenta en reconocerlos, porque habrán muchos todavía, y para hacer que se hagan instrumento de comunión con todos y agradecimiento a Dios.
Elena – Bergamo
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No creo ser ni tan humilde y sencilla, pero por la gracia de Dios algo voy descubriendo en su Palabra que me invita a seguir comunicando la Buena Noticia.
En algunos momentos de mi vida he sido como el primero que encontró el tesoro y que lo volvió a esconder, aunque compró el terreno donde se encontraba, dejándolo escondido; con el segundo (el negociante de perlas) también me identifico, ya que al encontrarme con Jesús decidí vender lo poco o mucho que tenía y tenerle a Él.
Se me complica la vida con esto de la "red", en donde estoy yo con mi caminar, comprando perlas y dejando escondido el tesoro, pudiendo hacer crecer el Reino o impidiéndolo... Y bueno, me confío a la misericordia de Dios que por sobre todo prevalece y es lo que me da un ánimo inmenso de que aún sabiéndome tan superpecadora, algo de bien puedo hacer.
Hilda – Chile