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Querido/a Amigo/a:
También esta semana estoy enviando a un pequeño grupo de amigos/as un breve comentario sobre el evangelio del domingo. Mi intención es sólo ofrecer una provocación inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que serán enviadas luego a todo el grupo.
ABAJO, un ejemplo de aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: ¿Qué clase de terreno eres?
Un abrazo.
Bernardino
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Dejen que crezcan juntos
Jesús nos ofrece una manera diferente de vivir, no según los criterios comunes, sino según su propuesta, que él manifiesta con su vida y su enseñanza: un camino de servicio y solidaridad, hasta gastar la vida por amor. Cuando habla del “Reino de Dios”, quiere decir que si logramos progresivamente abrir nuestro corazón a su propuesta y realizarla, Dios será el Rey de nuestra vida, y no tendremos otros dueños o patrones.
Jesús ofrece a todos esta posibilidad, que puede ser aceptada o rechazada. Explica esto con comparaciones, con parábolas, como leemos en el evangelio de san Mateo 13, 24-43:
Jesús propuso a la gente esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: "Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?" Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo". Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?"
"No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero"».
También les propuso otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, ésta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas». Después les dijo esta otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: «Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo».
El les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
En la primera parábola vemos a dos sembradores: el Hijo del hombre, y el Enemigo, el Maligno; y dos clases de semilla: buena semilla de trigo, y hierba mala, la cizaña. Los dos sembradores siembran sus diferentes semillas en el único campo, que es el mundo. De sus semillas crecen buenos y malos. Ésta es la realidad en que vivimos: un mundo complejo, donde algunos viven un mensaje de amor, y otros son movidos por otros intereses e instintos. La división entre buenos y malos no pasa por las instituciones de pertenencia, como por ejemplo las religiones y las iglesias, sino por el corazón de cada uno. Y dentro del corazón mismo de cada uno pueden crecer contemporáneamente buen trigo y cizaña. Dentro la misma comunidad de los seguidores de Jesús se puede dar sa convivencia. Tal vez era ésta la preocupación pastoral de Mateo, cuando escribía su evangelio: una iglesia en el mismo tiempo santa y pecadora. Cuánto nos indignamos, porque quisiéramos ver una comunidad más generosa y llena de entusiasmo, y en cambio a veces nos movemos con la misma lógica del mundo, dominados por los mismos instintos de poder, acumular, ser servidos, agarrados a nuestros privilegios, por los cuales luchamos usando el nombre de Dios en vano.
Nos duele ver este enredo de trigo y cizaña en la misma iglesia. Y nos sorprende la orden de Jesús: “dejen que crezcan juntos”. Hacer todo lo que está en nuestras manos para vivir bien, en paz, para seguir a Jesús que “pasó haciendo el bien”, sin imponer nada a nadie, ni el mismo bien.
Hay otra comparación, otra parábola, en el evangelio de Mateo, con que Jesús nos habla del dinamismo, la fuerza con que crece el Reino de Dios. Es una parábola iluminadora frente al desaliento de algunos que están angustiados por el proceso de secularización de la sociedad de hoy, por la pérdida de valores, la disminución de la práctica religiosa en las nuevas generaciones, la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. Vivimos un proceso de transición que hay que asumir con mucha paz y sabiduría.
Las grandes transformaciones culturales y sociales que se están dando necesitan un largo tiempo para que se vaya conformando una nueva sociedad que tal vez estará siempre en una permanente renovación. Puede significar también una crisis profunda de la iglesia, así como ha venido estructurándose a lo largo de los siglos, pero no será el fin del Reino de Dios. El Reino de Dios es como un grano de mostaza, nos dice Jesús. Es el más pequeño de todas las semillas, “pero cuando crece es la más grande de todas las hortalizas y se convierte en un arbusto”. No un orgulloso cedro del Líbano que domina todos los árboles, sino un simple arbusto, que sólo sobresale entre las hortalizas, pero capaz de cobijar a los pájaros del cielo. Ningún proyecto de grandeza y de dominación de todos los pueblos, como era el sueño del mesianismo judío, sino humilde acogida y protección.
Una tercera parábola o comparación nos habla de levadura. Sin duda Jesús recuerda una experiencia familiar, en que “una mujer”, su madre, mezclaba “Un poco de levadura”, “con gran cantidad de harina”, para hacer el pan. Como la levadura, el Reino de Dios es eficaz y puede transformar la humanidad, sin apariencias triunfalistas, sino desapareciendo y actuando desde el interior de la masa.
Las enseñanzas de estas parábolas pueden liberarnos de la angustia y del miedo, y darnos una grande paz, que nos permita ser una presencia activa y transformadora en el mundo de hoy, libres de la tentación del poder y del prestigio, sólo inspirados por la Palabra de Dios y confiados en la energía de su Reino.
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Marcela Gándara: "TU PALABRA"
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Marcela Gándara: "TU PALABRA"
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Si, ojalá supiéramos reconocer qué clase de tierra somos y una vez descubierta, en el contacto con el Jesús del evangelio, volver una y otra vez a suplicar al Espíritu que nos haga disponibles para acoger, cada día la Buena Semilla, la que brota de nuestro interior, de los otros o de los acontecimientos... y que confiados/as en su ayuda sepamos responder siempre amando, comprometiéndonos en buscar el bien y la justicia para todos.
Desde la humildad y la confianza en Dios, dejándonos llevar por el Espíritu, llegaremos a producir el 100 por uno, se irá forjando el Reino, crecerá la esperanza en medio del desencanto, resurgirán las utopías que nos ayudarán a vivir plenamente.
Pilar – Manresa
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Creo que en distintas etapas de mi vida he sido diferentes clases de terreno. En algunas trataba de tener como centro la palabra de Jesús y de cumplirla, pero los niños chicos, el trabajo, los problemas en casa, me hacían distraer del camino. Traté de mantenerme en contacto con la Palabra pero en la comunidad en que participaba, ya no se realizaban actividades en conjunto, sólo la celebración de la misa y eso no era suficiente, no encontraba la forma de poner en práctica el mensaje y de hacer algo junto a otras personas y no de manera aislada. Ahora que los chiquilines están más grandes hice la opción de trabajar en un lugar que me demanda mucha energía y tiempo pero en el que siento que soy útil y estoy volviendo a participar más en actividades que puedo compartir con otras personas que buscan lo mismo. Yo creo que el camino se hace en comunidad y que el terreno se mantiene más abonado si nos acompañamos unos a otros. Pero los frutos van a aparecer, muchos o pocos, en la medida que hagamos cosas para otros.
Lucía – Uruguay
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«Cada hombre [cada mujer] es una gleba de tierra, apta para dar la vida a tus gérmenes divinos, oh Dios».
Así comienza una esplendida oración de la noche, de P. Juan Vannucci. Cómo quisiera ser un terrón de tierra buena, lista para acoger la palabra de Dios, no sólo a través de las palabras del evangelio, sino también respondiendo con entusiasmo y empeño a las solicitaciones que me llegan del encuentro con los demás.
Y cómo quisiera ser un terrón de tierra pura, no contaminada por muchas mezquindades de cada día.
Pienso que para mí hay todavía mucho que azadonar y arar.
Me molesta, en el texto del evangelio, la frase: «Al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene». Sé que hay que contextualizarla, pero me molesta siempre la manera de hablar de Jesús de una forma tan dura y exigente. Quisiera entender más.
Elena – Bergamo
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Yo creo que soy todos los tipos de tierra... Algunas invitaciones de Jesús, ni las capto. Otras me entusiasman a morir... y las abandono pronto. Otras se van ahogando de a poco. Otras, de algún modo están allí, a través de los años. Yo quisiera ser flores y frutos abundantes. Y no quisiera tener el corazón endurecido, "para que yo no los sane". Me parece que en estos tiempos vivimos como corriendo, y entonces, se nos endurece el corazón. Necesito, necesitamos, detenernos, calmarnos, para captar que se nos endurece el corazón, y así ver que necesitamos que él nos sane. Creo que podemos parar, que puedo elegir vivir más detenidamente, y ahí dejarme sanar... y ayudar a que otros, otras también se dejen sanar.
Gloria – Coyhaique
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