Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo, fiesta del Nacimiento de San Juan Bautista:
“Vivió en lugares desiertos”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“La semilla en la tierra”.
UN ABRAZO : BERNARDINO
La capacidad de vivir dentro de la historia, interpretando los acontecimientos a la luz del Espíritu “que hace nuevas todas las cosas”, es un don no común, y particularmente raro en nuestro tiempo. Es lo que llamamos “lectura de los signos de los tiempos”.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”. Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”. Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados, y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron grababan este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.
PALABRA del SEÑOR
COMENTARIO DE ESTE DOMINGO
Este texto nos habla del nacimiento de Juan Bautista. Dice que “llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre”. Es el cumplimiento del tiempo de embarazo, pero ha llegado también el tiempo nuevo, con el nacimiento del “Precursor” que precede y anuncia la presencia del Mesías. Por eso los “vecinos y parientes” felicitan a la madre, porque ha vencido la esterilidad vivida como una humillación y un castigo, y se ha manifestado “la gran misericordia” de Dios.
A los ocho días tiene que realizarse el rito de la circuncisión del niño, con la imposición del nombre. El recién nacido asegura la continuidad de la descendencia. Por lo tanto, el nombre tendría que ser rescatado desde la tradición familiar, para indicar el destino del niño. Pero el Ángel ya había anunciado a su padre Zacarías la misión y el nombre del hijo. Se llamará Juan, y “precederá al Señor con el espíritu y la fuerza de Elías”. Como su nacimiento había sido don de Dios y no simple fruto “de la carne y de la sangre”, así su vida seguirá el camino que Dios le tiene preparado.
El padre mismo confirma el nombre, “y en ese mismo momento Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios”. Había quedado mudo “por no haber creído”, representante de un mundo que ya no tenía nada que decir, pero ahora puede volver a cantarle al Señor, conmovido con todos los vecinos por el “acontecimiento” que demostraba que “nada es imposible para Dios”.
El poder del Señor está sobre el niño: ¿cuál será su futuro?
“Vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel”. Su escuela es el desierto. Separado de la sociedad, rompe con las tradiciones familiares y religiosas, libre de ataduras y condicionamientos. Más allá de las distintas hipótesis de contacto con los Esenios u otras experiencias, Juan Bautista se ubica en un espacio de silencio y contemplación, en un horizonte infinito, donde las voces que se oyen vienen sólo desde adentro, desde la profundidad del corazón.
Tal vez es lo que Dios está preparando para la iglesia de hoy. A lo largo del tiempo hemos construido una maquinaria eclesial enorme y compleja, de un punto de vista institucional y teológico, a menudo seducidos por los ídolos del poder y del dinero, alejándonos de la vertiente límpida y fresca del evangelio. Los grandes intentos de renovación, como el Concilio Vaticano II, han sido prontamente neutralizados. Se da a nivel mundial un profundo proceso de desencanto y de pérdida de interés. El mundo juvenil ya no se siente atraído, y el éxodo de los adultos constituye una hemorragia masiva y silenciosa. ¿No será que Dios quiere llevar de nuevo la iglesia al desierto? “Yo volveré a conquistarla. La llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Allí me responderá, como en los días de su juventud”.
¿Y no será éste también el itinerario personal para cada discípulo de Jesús?
TUS COMENTARIOS
SON SIEMPRE IMPORTANTES
te esperamos en los e-mail´s ...
Lectio 17 Junio................................. > La semilla en la tierra,
Que lindas son estas parábolas. Siento que en el lenguaje simbólico nos conecta con nuestra esencia. Somos parte del universo, de la tierra, somos tan pequeños ante tanta inmensidad. Pero junto con ser pequeños, llevamos dentro de nosotros el Espíritu Santo que está en toda la creación, haciendo fecundas todas las cosas. Está todo conectado maravillosamente. Somos semilla de transformación. Creo que las crisis de la sociedad actual, más que deberse al tipo de modelo económico o político, pueden explicarse más profundamente desde una gran crisis espiritual. Crisis no solo de las religiones sino del ser humano, que busca un sentido del ser, un nuevo sueño colectivo como humanidad, cimentado en valores fundamentales como la compasión, el amor, la solidaridad, la comunión, la armonía con la naturaleza, la defensa de la vida. Nuestra sociedad necesita que nos sintamos semilla, que por más pequeña que sean nuestras obras, somos un pequeño ejemplo de un nuevo mundo posible, un mundo más comunitario, más cercano al Reino. Jesús también asimila el Reino con un grano de mostaza, regalándonos la esperanza de que nuestros pequeños ejemplos semilla, pequeñas obras de amor, pequeños testimonios de misericordia, son pequeños saltos hacia lo que la Iglesia y la humanidad tienen que llegar a ser.
Mónica, El Abrazo de Maipú – Chile
Mónica, El Abrazo de Maipú – Chile
***********************************************************************************************************
En el libro del profeta Daniel
leemos, en el capítulo 4, sobre un sueño que tuvo el gran rey Nabucodonosor:
Había un árbol de gran altura y en sus ramas anidaban las aves del cielo. Y
salió una orden de abatir ese árbol... El árbol era el mismo rey. El rey se
había olvidado que es Dios quien otorga la dignidad de rey, a quien Él quiere,
también al más humilde de los hombres (Dn 4, 14).
Jesús se preocupaba siempre y en
primer lugar por la gente más humilde. Por los más pobres. Solo cuando los
oprimidos y humillados recibirán la dignidad de rey, estará el Reino de Dios en
medio de nosotros. En esto consiste la novedad del Reino de Dios. Los más
pequeños – la semilla más pequeña –, tienen que ser entronizados como reyes.
Pensar en eso llenaba a Jesús con inmensa alegría. En eso consistía el proyecto
y el anhelo de nuestro Señor. Ahí encontramos como iglesia el programa completo
de nuestra misión.
*********************************************************************************
La lectura de “la semilla” que viene del evangelio Marcos nos permite analizar cuán importante es pensar en un reino de justicia, de paz, libertad y derecho. Para ello deberíamos pensar en dos momentos: un antes, donde vivimos en una sociedad plagada de antivalores, donde la solidaridad no existe y sólo se piensa en la supervivencia de uno a través de grupos privilegiados; y otro momento en la esperanza de un reino donde podamos vivir en comunidad, compartir el pan, los servicios básicos, la ropa y las enseñanzas.
En el primer caso deberíamos preguntarnos ¿Quién sembró la
mala semilla de las injusticias? ¿Quién o quienes crearon las guerras? ¿Por qué
grupos o individuos sólo buscan el poder? ¿Por qué niños son asesinados o
quedan huérfanos? ¿Por qué a unos pocos les interesa solo el poder? En estas
respuestas encontraremos culpables en la historia y entre ellos muchos papas,
obispos y curas, además de políticos: por ejemplo la edad media, la época del
colonialismo español. Entonces la respuesta personal es que muchos no han
entendido el verdadero mensaje: que la semilla debería ser para construir un
reino para todos, no sólo para unos privilegiados.
En el otro caso nos toca aunque a pocos insistir en cambiar
la semilla que vamos dejando al futuro, pensar que Dios no es imparcial. Él es
parcial con el pobre, la viuda, la mujer, los ancianos y debe ser nomás
imparcial con los otros.
Francisco, Oruro – Bolivia
Francisco, Oruro – Bolivia
********************************************************************************************
Ante un mundo tan complicado es casi imposible leer estas
palabras tal cual nos invita, sin embargo la invitación de Cristo al seducirnos
es clara. Me siento interpelada a esta invitación y mi corazón está en plena
disposición. Ahora que vivo otra etapa en mi vida me siento animada, pero a la
vez impotente por tantas situaciones de injusticia que vive mi país. Aún así no
me desanimo, porque siento que Dios nos ama y mi deber es tratar de amar.
Rosario, El Alto – Bolivia
*********************************************************************************
El Reino de Dios está en nosotros. Cristo habita en cada uno de nosotros. Sólo hay que abrirle la puerta de nuestro corazón para que la semilla crezca y de frutos. La realidad que nos rodea la podemos cambiar, sólo si cada uno de nosotros está dispuesto a cambiar... y ¿cómo le abrimos la puerta a Jesús? Negando nuestro propio yo, y dejando que su amor misericordioso guíe nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestro obrar en nuestra vida diaria. Cristo nos llama a amar como él nos ama. En la medida que nosotros seamos capaces de amar y de ver en el otro el rostro de Cristo, seremos entonces capaces de vivir a Cristo y mostrar su rostro.
Lorena, Santiago – Chile
El Reino de Dios está en nosotros. Cristo habita en cada uno de nosotros. Sólo hay que abrirle la puerta de nuestro corazón para que la semilla crezca y de frutos. La realidad que nos rodea la podemos cambiar, sólo si cada uno de nosotros está dispuesto a cambiar... y ¿cómo le abrimos la puerta a Jesús? Negando nuestro propio yo, y dejando que su amor misericordioso guíe nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestro obrar en nuestra vida diaria. Cristo nos llama a amar como él nos ama. En la medida que nosotros seamos capaces de amar y de ver en el otro el rostro de Cristo, seremos entonces capaces de vivir a Cristo y mostrar su rostro.
Lorena, Santiago – Chile
**********************************************************************************************************
Vaya que me gusta la parábola del granito de mostaza. Una semillita tan, pero tan pequeña, puede dar frutos en abundancia. Eso sí, esa semillita debe tener un cuidado especial, debemos abonarla, regarla y remover su tierra dejando que el sol no sólo la ilumine, sino también la caliente. Indudablemente que así crecerá sana y fuerte; primero extendiendo sus raíces hacia abajo, y luego alzando sus tallos hacia las alturas, cobijando flores, frutos y hasta pájaros que anidan allí. Vaya, vaya: en esa acogida no es sólo recibir, sino salir al encuentro de mi prójimo... Que lindo, en estos tiempos que son un poco más difíciles que otros; pero no por eso imposibles.
Cristina, Avellaneda – Argentina.
********************************************************************************
Gracias por la reflexión. Hacía tiempo que no leía un comentario tan vigente y actual de estas maravillosas parábolas. Solamente quisiera agregar que los tiempos de Dios no tienen relación con nuestros tiempos. Vivimos en una sociedad que no espera que la semilla de fruto. De hecho hemos perdido el contacto con la tierra y vivimos constantemente navegando en el ciberespacio a una distancia apreciable del sentido de la existencia. Quizás la desesperanza ha pasado a formar parte de la vida postmoderna, entregándonos desánimo y resignación. Siento que la escuela nos entrega, de vez en cuando, signos de que la semilla está creciendo, aun sin que nosotros nos demos cuenta.
Alberto, Santiago – Chile
Dany, La Paz – Bolivia
Gracias por la reflexión. Hacía tiempo que no leía un comentario tan vigente y actual de estas maravillosas parábolas. Solamente quisiera agregar que los tiempos de Dios no tienen relación con nuestros tiempos. Vivimos en una sociedad que no espera que la semilla de fruto. De hecho hemos perdido el contacto con la tierra y vivimos constantemente navegando en el ciberespacio a una distancia apreciable del sentido de la existencia. Quizás la desesperanza ha pasado a formar parte de la vida postmoderna, entregándonos desánimo y resignación. Siento que la escuela nos entrega, de vez en cuando, signos de que la semilla está creciendo, aun sin que nosotros nos demos cuenta.
********************************************************************************
La semilla de mostaza que deviene un arbusto grande –
y no un árbol, como he aprendido hoy – realmente es una imagen muy alentadora.
Todo crece aunque no lo veamos directamente. Igual con el Reino de Dios. Solo
mirando atrás nos damos cuenta...
Chris, Bélgica
Chris, Bélgica
********************************************************************************************
Una y otra vez Jesús habla del
Reino de Dios, su tema preferido, la razón de su vida. Y lo curioso es que
solamente tenemos que sembrar la semilla. “Una vez sembrada, crece”, “la tierra
por si misma produce”. Es un mensaje de esperanza y confianza. Hay que sembrar,
cosechar, acompañar el crecimiento y disfrutar, junto con toda la creación.
Parece un mensaje demasiado simplista; hay tantas amenazas, tanta
vulnerabilidad, que impiden el crecimiento y el desarrollo en plenitud. Mucho
habla Jesús de todo eso en sus parábolas, pero lo más importante está aquí: hay
que sembrar y seguir sembrando, la semilla más pequeña que sea, y tener
confianza en que habrá frutos, que contienen otra semilla para sembrar y seguir
sembrando... inconteniblemente. Hacer crecer y madurar está en las manos de
Dios.
Gilberto, Oruro – Bolivia
**********************************************************
Gilberto, Oruro – Bolivia
**********************************************************
Creo que sí es un mensaje de esperanza, porque, como dice
la escritura, nadie sabe como llega a crecer la semilla, pero lo hace, pues
nosotros no nos damos cuenta como va creciendo el reino de Dios en nosotros,
pero sí vamos sintiendo sus frutos; pues hay una paz que nos irradia, un gozo
que nos llena y una fuerza que nos invade y eso es porque la semillita empezó a
crecer.
*********************************************************************************************************
¿Qué me toca pensar y hacer ante
esta realidad del Reino de Dios que nos expresa Jesús? Dos sentimientos: confianza
y paciencia.
Confianza porque aunque no piense
en el fruto de mis esfuerzos, el Reino avanza sin que nadie lo detenga. Y
paciencia porque Dios no tiene prisa: la cosecha será al final.
Sin darme cuenta contribuyo a la
obra de Dios si mi adhesión a Jesús y mi accionar con mis hermanos es según la
voluntad de Dios, ya que el Reino lo llevamos dentro, por la gracia divina. No
por eso vivir queriendo ganar méritos esforzados; la misericordia y el vivir
feliz como nos manda, y más que nada el hacer felices a los demás, esa será
nuestra semilla como la de mostaza que de pequeñita crece sin delirios de
grandeza, con humildad, y extenderla.
Silvia, La Paz – Bolivia
Silvia, La Paz – Bolivia
No hay comentarios:
Publicar un comentario