Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“TODOS COMIERON”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“PADRE, HIJO y ESPÍRITU”.Un abrazo... P. Bernardino
“TODOS COMIERON”.
Comida y casa: dos exigencias fundamentales para una vida digna. Aprovechando su ineludible necesidad, se han creado poderosos imperios que monopolizan los alimentos y la construcción de casas, sobre todo en las grandes ciudades. Pero esa lógica de acumulación, por lamentable que sea, es uno de los instintos más profundos que está también en el corazón de cada ser humano, y necesita extrema vigilancia y voluntad de cambio.
Leemos en el evangelio de san Lucas 9, 11-17:
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres.Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
PALABRA del SEÑOR
Después que los discípulos...
regresaron de la misión a la cual los había enviado Jesús, él intenta retirarse con ellos a un lugar apartado, para evaluar la experiencia y para descansar. Pero la gente no los deja tranquilos, y llega hasta ese lugar. Jesús no se muestra molesto y la acoge, alimentándola con su palabra y sanando a los enfermos.
Pero el Pan de la Palabra no basta.
El hambre de la muchedumbre...
y el lugar desierto hacen recordar el antiguo éxodo, cuando Moisés sació al pueblo con el maná. Ahora hay alguien que es más que Moisés. La gente parece no acusar el hambre, a pesar que es tarde, y ni se da cuenta de la noche inminente. Hay algo demasiado importante que ocupa su corazón, la presencia de Jesús, al punto que todo el resto es relativo.
Pero el Pan de la Palabra no basta.
El hambre de la muchedumbre...
y el lugar desierto hacen recordar el antiguo éxodo, cuando Moisés sació al pueblo con el maná. Ahora hay alguien que es más que Moisés. La gente parece no acusar el hambre, a pesar que es tarde, y ni se da cuenta de la noche inminente. Hay algo demasiado importante que ocupa su corazón, la presencia de Jesús, al punto que todo el resto es relativo.
Son los apóstoles que se preocupan de la comida y del alojamiento de toda esa gente, y ya tienen la solución: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento”. Despide, que vayan: que cada uno piense por sí mismo y solucione sus problemas. No importa si la consecuencia son la dispersión, la soledad, la angustia frente a problemas que no tienen solución. Es la lógica de siempre, y el más fuerte sabrá aprovechar de las necesidades de los demás.Jesús tiene una propuesta diferente: “Denles de comer ustedes mismos”. Háganse cargo ustedes de los problemas del pueblo, y busquen soluciones comunes. No importa la escasez de los recursos: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados”. Si los recursos se comparten, habrá lo suficiente para todos.
El evangelista Lucas lo demuestra...
describiendo los gestos de Jesús según la celebración de la eucaristía de su tiempo: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud”. Como diciendo que Jesús mismo se ofrece primero como pan para el hambre de todos, y por eso indica el camino para vencer toda clase de hambre: hacerse pan, como Jesús. Participar en la eucaristía significará comprometerse con las necesidades concretas del pueblo, abriendo caminos de comunión y solidaridad, contra la dispersión, compartiendo los bienes en justicia y equidad: “Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas”. Desde dentro de la comunidad brota la abundancia.Sin duda la solución extraordinaria que Jesús dio ese día al problema contingente del hambre de sus seguidores puede ser llamativa. Pero mucho más llamativa tiene que ser la indicación que este signo ofrece para una convivencia en que juntos se enfrenten los problemas fundamentales de la sociedad, sin que nadie tenga demasiado y otros no tengan lo suficiente, o sin que nadie sea obligado a gastar tiempo, salud y vida para que pocos acumulen inmensas fortunas. El verdadero milagro es el cambio del corazón.
OSM 1233 / 2013
Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo Llerena gusosm@yahoo.es
LECTIO COMENTARIOS DOMINGO PASADO
“PADRE, HIJO y ESPÍRITU”.
El concepto, la idea, sin una práctica es idolátrica. El espíritu no nos llevará a un conocimiento desvinculado de la vida, porque el amor siempre se hace vida; como en la cruz, la mayor expresión de amor, la vida de Cristo se hizo vida para nosotros. La forma como comprendemos la revelación resulta siempre condicionada por la propia manera de comprender; incluso las que constituyen el dogma católico – la Trinidad –, son formadas de acuerdo con el pensamiento humano; y, no son sino flechas que apuntan hacia la dirección de algo que trasciende nuestra mente.
Propongo leer este texto del capítulo 16 del evangelio de Juan, desde el verso 5 hasta el 15. Si miramos el evangelio en su conjunto, descubrimos que nos lleva a un encuentro con Jesús – quien se experimenta profundamente como Hijo, por ello, nos comunica su experiencia, da a conocer al Padre –; y, Él empuja a salir de sí para ir al otro en una actitud de amor y servicio. Por ello, mientras más a fondo busquemos esta experiencia de encuentro con el Señor Jesús, el Espíritu nos impulsará a vivir como Él vivió, en absoluta confianza y obediencia al Padre, entregando todo lo que Él era – Cuerpo y Sangre, crucificado –.
El Espíritu debe enseñarnos, convencernos – en nuestra propia vida, en la Iglesia y en el mundo – que el Espíritu de Dios, de la Verdad, de la fuerza y del amor, viene por la cruz, y cualquier otro pensamiento es pecado, es no creer en el que fue crucificado y por la resurrección volvió al Padre. Quizás el texto del evangelio nos parezca abstracto y lejano, más aún, como lo presenta la liturgia. Sin embargo, si contemplamos nuestra propia vida, nuestra tristeza, nuestra incredulidad y todo lo que tal vez llena nuestro corazón, creo que podríamos leer una vez más estos pocos versículos que, con la gracia de Dios, podrían tocar nuestro corazón. Entonces podríamos escuchar a Jesús, que nos dice: Están tristes porque yo, que soy la cercanía de Dios – Dios con nosotros –, me voy aparentemente a las tinieblas de la muerte, al fracaso absoluto; están tristes, porque piensan que se acabó todo, me he ido; ¡pero, no! Yo he vuelto al Padre, y sólo así puede estar el Espíritu con ustedes, quien les convencerá de que no creer en esta realidad, de mi marcha al Padre, es la raíz del pecado; y, mi ida, mi tener razón en sus vidas – creer – es el juicio de las potencias del pecado, que nos quieren tener cautivos. Por ello, ¡Crean! Llamen al Espíritu y descubrirán que con nosotros está el Señor, que da vida verdadera, que perdona y libera y en el centro de nuestro ser, la semilla del reino dará fruto abundante.
Al vivir como Él por la acción del Espíritu, que es gracia de Dios, comprenderemos el Misterio y callaremos, porque la palabra se hará en nosotros vida, se hará carne. Dios es Amor, Vida y Servicio: una trinidad. El amor siempre se hace vida, la vida siempre es un servicio.
Creo en Dios Padre misericordioso, origen y fuente de vida y amor.
Creo en Jesús, el Señor, hijo de María, que vivió en tiempo de Pedro, Santiago y Juan. Pasó haciendo el bien, confiando y amando hasta el extremo. Por la locura de la cruz, va Él al Padre, y es por Él recibido, de ello nos convence el Espíritu. Creo en el Espíritu, que con suavidad me seduce a que crea y creyendo tenga vida eterna. Amén.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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No sé si tomamos conciencia del misterio de la Trinidad. Yo al menos algo lo he hecho con el correr del tiempo. Agradezco a Dios el que este gran misterio lo haya podido dar a conocer por medio de su mismo Hijo, el cual con su palabra ha hablado del Padre y del Espíritu Santo, ha expresado cómo fluía la comunión entre ellos, comunión que era y es todo amor. Percibo algo de este gran amor cuando vivo en comunión con mis hermanos, aunque no siempre es tan fluida. Agradezco a Dios la fe recibida y que tantos hermanos han tenido. Ayer en Roma, veía en la catacumbas de san Calixto la imagen de santa Cecilia que está indicando su fe en la santísima Trinidad con sus tres dedos extendidos señalando Dios uno y trino. Tantos hermanos dieron su vida por su fe; tampoco ellos lograron comprenderla en su totalidad, pero tenían fe de que así era, y también creo que así es, sino no rezaría el Credo. Y como ocurrió a San Agustín, difícilmente podré comprender y meter toda su inmensidad en mi pequeñísima y limitada humanidad: es simplemente fe.