Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“NO SE INQUIETEN”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“COMO YO LOS HE AMADO”.
Un abrazo... P. Bernardino
Hay momentos en que la humanidad parece vivir un proceso de deterioro y desesperanza, como si ya no tuviera futuro. Pero hay en el ser humano una capacidad de reacción e indignación, que lo hace despertar y buscar nuevos caminos de humanización. Es la presencia del Espíritu.
Leemos en el evangelio de san Juan 14, 23-29:
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará: iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: Me voy y volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que Yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean”.
Es un momento muy difícil para los discípulos. Ellos no logran comprender la gravedad e importancia del momento. Siguen soñando una manifestación gloriosa de Jesús delante del mundo: “¿Por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. En cambio, Jesús insiste en una relación profunda con él de parte de cada discípulo, guardando fielmente su enseñanza y dando continuidad a su proyecto: “El que me ama será fiel a mi palabra”. El amor del discípulo para con Jesús se traducirá en amor concreto para con los demás, poniendo en práctica su mandamiento.
Esta actitud transformará...
al discípulo en verdadero santuario de Dios: “Mi Padre lo amará: iremos a él y habitaremos en él”. Como en el antiguo éxodo, los discípulos en camino gozarán de la presencia de Dios, serán su morada. Pero no será más un Dios lejano, que se puede alcanzar sólo a través de la mediación de lugares y personas sagradas, sino un Dios que se encuentra en la interioridad del corazón: cada persona es sagrada.
Es una experiencia que no todos pueden tener: “El que no me ama no es fiel a mis palabras”. No hay verdadera experiencia de Dios sin el compromiso de solidaridad con los hermanos, con hechos de liberación y de vida. Esta enseñanza de Jesús viene del Padre que lo ha enviado. Pero no todos la aceptan y la cumplen. La cumple el que es animado por el Espíritu.
Jesús recuerda a sus discípulos...
que su presencia física en medio de ellos se termina: “Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes”. Él no seguirá hablándoles directamente. Ya les ha entregado el patrimonio de su enseñanza. Ellos tendrán que guardarla y profundizarla, y para eso recibirán del Padre el don del Espíritu: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”. Todo lo que no han entendido, porque su mente estaba ocupada por pensamientos diferentes, con la esperanza de un mesías poderoso, podrán por fin comprenderlo, por la luz del Espíritu Santo en ellos. Los ayudará a recordar, a pasar de nuevo por el corazón su palabra: como harán las mujeres después de la crucifixión de Jesús, para llegar a la certeza de que Jesús está vivo; como hará Jesús mismo con los discípulos de Emaús. Jesús no quiere que su despedida sea cargada de dolor y tristeza. Deja a los discípulos su paz. Es un adelanto de la paz pascual que el Resucitado deseará a los discípulos, llenos de miedo, encerrados en el cenáculo después de su crucifixión: “La paz esté con ustedes”. La paz que Jesús ofrece no es parecida a la paz que ofrece el mundo: “Les doy mi paz, pero no como la da el mundo”, una paz a veces reducida a un saludo ritual, o impuesta por un sistema profundamente injusto, que la usa para dominar, reprimir y asegurar privilegios, como era en ese tiempo la paz del imperio romano. La paz que Jesús entrega nacerá de la certeza de que, volviendo al Padre, él estará definitivamente con los discípulos, acompañándolos siempre a través del Espíritu. Es el cumplimiento del proyecto del Padre en Jesús. No debe despertar angustia y miedo: “No se inquieten ni teman”. A pesar de la terrible prueba de la pasión inminente, que puede sacudir la fe de los discípulos: “les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean”, hay lugar sólo para la alegría: “si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre”. La despedida de Jesús abrirá una nueva etapa en la realización del Reino de Dios: el tiempo del Espíritu.
Un abrazo... P. Bernardino
"NO SE INQUIETEN"
Hay momentos en que la humanidad parece vivir un proceso de deterioro y desesperanza, como si ya no tuviera futuro. Pero hay en el ser humano una capacidad de reacción e indignación, que lo hace despertar y buscar nuevos caminos de humanización. Es la presencia del Espíritu.
Leemos en el evangelio de san Juan 14, 23-29:
PALABRA del SEÑOR
En las últimas horas de su vida,
Jesús comparte con sus discípulos un diálogo lleno de ternura, en la intimidad de su última cena. Les transmite su mandamiento, de amarse recíprocamente, imitando su amor: “como yo los he amado”, y les asegura que no los dejará desamparados, porque pedirá al Padre para ellos el don del Espíritu, de manera que puedan ser continuadores de su obra, una vez que él haya regresado al Padre..
Es un momento muy difícil para los discípulos. Ellos no logran comprender la gravedad e importancia del momento. Siguen soñando una manifestación gloriosa de Jesús delante del mundo: “¿Por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. En cambio, Jesús insiste en una relación profunda con él de parte de cada discípulo, guardando fielmente su enseñanza y dando continuidad a su proyecto: “El que me ama será fiel a mi palabra”. El amor del discípulo para con Jesús se traducirá en amor concreto para con los demás, poniendo en práctica su mandamiento.
Esta actitud transformará...
al discípulo en verdadero santuario de Dios: “Mi Padre lo amará: iremos a él y habitaremos en él”. Como en el antiguo éxodo, los discípulos en camino gozarán de la presencia de Dios, serán su morada. Pero no será más un Dios lejano, que se puede alcanzar sólo a través de la mediación de lugares y personas sagradas, sino un Dios que se encuentra en la interioridad del corazón: cada persona es sagrada.
Es una experiencia que no todos pueden tener: “El que no me ama no es fiel a mis palabras”. No hay verdadera experiencia de Dios sin el compromiso de solidaridad con los hermanos, con hechos de liberación y de vida. Esta enseñanza de Jesús viene del Padre que lo ha enviado. Pero no todos la aceptan y la cumplen. La cumple el que es animado por el Espíritu.
Jesús recuerda a sus discípulos...
que su presencia física en medio de ellos se termina: “Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes”. Él no seguirá hablándoles directamente. Ya les ha entregado el patrimonio de su enseñanza. Ellos tendrán que guardarla y profundizarla, y para eso recibirán del Padre el don del Espíritu: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”. Todo lo que no han entendido, porque su mente estaba ocupada por pensamientos diferentes, con la esperanza de un mesías poderoso, podrán por fin comprenderlo, por la luz del Espíritu Santo en ellos. Los ayudará a recordar, a pasar de nuevo por el corazón su palabra: como harán las mujeres después de la crucifixión de Jesús, para llegar a la certeza de que Jesús está vivo; como hará Jesús mismo con los discípulos de Emaús. Jesús no quiere que su despedida sea cargada de dolor y tristeza. Deja a los discípulos su paz. Es un adelanto de la paz pascual que el Resucitado deseará a los discípulos, llenos de miedo, encerrados en el cenáculo después de su crucifixión: “La paz esté con ustedes”. La paz que Jesús ofrece no es parecida a la paz que ofrece el mundo: “Les doy mi paz, pero no como la da el mundo”, una paz a veces reducida a un saludo ritual, o impuesta por un sistema profundamente injusto, que la usa para dominar, reprimir y asegurar privilegios, como era en ese tiempo la paz del imperio romano. La paz que Jesús entrega nacerá de la certeza de que, volviendo al Padre, él estará definitivamente con los discípulos, acompañándolos siempre a través del Espíritu. Es el cumplimiento del proyecto del Padre en Jesús. No debe despertar angustia y miedo: “No se inquieten ni teman”. A pesar de la terrible prueba de la pasión inminente, que puede sacudir la fe de los discípulos: “les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean”, hay lugar sólo para la alegría: “si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre”. La despedida de Jesús abrirá una nueva etapa en la realización del Reino de Dios: el tiempo del Espíritu.
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Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo Llerena gusosm@yahoo.es
Gustavo Llerena gusosm@yahoo.es
DOMINGO 28 DE ABRIL 2013 “COMO YO LOS HE AMADO”.
Con este evangelio tocamos fondo. Yo reconozco que no puedo cumplir este mandamiento si Él no me da su Espíritu para hacerlo. Entonces para eso tengo que abrirle el corazón, ser humilde, salir de mi mismo, dejar que él me trabaje, dejar caer toda resistencia de mi parte. Humanamente hablando puedo darme que hacer, fijar una prioridad en este quehacer, volver siempre a empezar para amar de verdad, pero al final sólo su gran amor conmigo puede hacer el milagro de que yo ame como él me ha amado. Pido a la Virgen, como Madre, que interceda por mí y por todos los hombres y mujeres de este mundo para que podamos amar de verdad.
Miro, Coyhaique – Chile
* * *
Sólo el Amor. Jesús es el Maestro del Amor. Y la paradoja que en su nombre se libraron tantas guerras. Jesús pasó por todas las pruebas del hombre, todas las tentaciones, todos los abismos por los que pasamos todos en nuestra vida. El vino a demostrarnos que, como hombre, se puede elevar el espíritu, porque el mismo se declara: “El hijo del Hombre”. Su iluminación total llega al final, en su crucifixión en la que, a pesar de todo, sigue confiando: “Hágase tu voluntad”. Maestro de maestros, en cuyo nombre nosotros aún sólo exigimos, reclamamos y pedimos más… de lo que sea, pero más. En esta sociedad de consumo desenfrenada sólo se trata de pedir y consumir, nunca de aceptar, agradecer y dar. Maestro de maestros, en cuyo nombre se ha olvidado el Amor, seguimos siendo mucha mente y poco corazón. Seguimos argumentando para nuestra conveniencia, nuestro ego, nuestras necesidades, y sólo las nuestras. Si no me siento uno más entre los hermanos sino el único, no puedo amarme y no puedo amarlos. Todo lo que haré será un poco de caridad.
Sé que al final y por siempre aún El nos espera...
Cada día una oración
desde mi sentir y mi latir:
Gracias y perdón.
Re-clamar, conviértete en clamor.
El Amor gritándote en tu centro
para que dejes de exigirlo afuera
a quien sea.
Isabel, CiryBell, La Plata – Argentina
* * *
“La única deuda con los demás sea el amor” (Rm 13, 8). El amor verdadero se aleja de sí – egocéntrico – para no retornar más hacia sí mismo. Esto significa que, cuando se está en el camino del amor verdadero, se encuentra su auténtica verdad, o su esencia verdadera. “Humildad es andar en verdad” (Santa Teresa de Ávila) El amor, solo él, hace al hombre olvidarse de sí mismo; de tal manera que, por el amor, alcanzamos lo que auténticamente somos. Y se realiza el milagro de una salida del ego que no conoce ya ningún retorno. “Ahora conozco a medias, después conoceré tan bien como Dios me conoce a mí” (1Cor 13, 12).
¿Qué hace al otro, digno de amor? ¿Por qué debería amar al que no me ama? He aquí el gran dilema siempre nuevo, casi eterno.
“Y a todos les decía: el que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Lc 9, 23). Este aparente contrasentido, negarse a sí, constituye la verdadera esencia del ser humano: él recibe en la medida que pierde: “Si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo” (Jn 12, 24); puede ascender en la medida que no tiene miedo a la cruz. “Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos” (1 Cor 23): sólo alcanza su felicidad en la medida que busca y encuentra algo que es distinto de sí mismo. La renuncia a uno mismo es el único camino que conduce a la realización plenamente humana.
“Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros”. La más terrible de las tentaciones es que intentamos secretamente (o inconscientemente) que el amor desinteresado se convierta sólo en un medio para alcanzar la autoglorificación. No así el Hijo del hombre: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado por él”. Aquí se habla de la manifestación del amor que se entrega hasta el extremo, no se busca a sí mismo; no busca su propia gloria, sino la gloria de Dios. Dándose a sí mismo.
En el amor estamos siempre en deuda con los demás: “En esto reconocerán todos que ustedes son discípulos míos: en que se aman unos a otros”. Cuando alcancemos esto, o hayamos llegado tan lejos en el amarnos como Él nos amó, no por nuestra fuerza, sino por la gracia de Dios, “conocerán todos que somos sus discípulos”. Y Él será glorificado.
Joel, Puerto Aysén – Chile
* * *
¡Qué corto y qué contundente es el mensaje de este domingo! No es nuevo, vuelve a recordarnos que el centro de la enseñanza de Jesús es el amor. Ahora nos pide: “ámense unos a otros, como yo los he amado”: nada fácil para el mundo de hoy, con tantas distracciones, aspiraciones, exitismos, tentaciones, comodidades, etc., etc. (nuestra noche – obscuridad). Difícil, también, es poder despercudirse de nuestras enseñanzas, costumbres, apegos, socializaciones. Sin embargo, en Jesucristo todo lo podemos; sólo nos falta reforzar nuestra fe, querer ese nuevo proyecto de vida (asemejarse a Él) y perseverar.
Tal vez, mi mayor error en ese seguimiento, es desconocer y aceptar mi fragilidad que me hace caer constantemente, me cuesta perdonarme, y todo eso me hace retroceder y muchas veces dudar de seguir adelante. Afortunadamente, hay esperanzas: conocemos y debemos recordar los distintos testimonios existentes, que nos muestran al Dios encarnado, infinitamente amoroso y misericordioso, que en la debilidad y obcecación humana (Pedro – Pablo) encontramos su fuerza, su luz.
Señor Jesús, desde lo hondo de mi corazón, te pido con fuerza que tu espíritu me ilumine en este caminar y que no lo haga sola, como si fuera isla, sino con mis compañeros, con los que me rodean, es decir, en comunidad.
Vero, Santiago – Chile
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