"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 28 de junio de 2013

“TE SEGUIRÉ A DONDE VAYAS”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“TE SEGUIRÉ A DONDE VAYAS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
ABAJO un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“CONDENADO A MUERTE”.

Un abrazo P. Bernardino



                 “TE SEGUIRÉ A DONDE VAYAS”.                 


La sociedad de hoy está experimentando cambios muy rápidos, no sólo a nivel tecnológico, sino también a nivel de cultura y de costumbres. Pero los cambios verdaderos, que alcanzan la estructura más profunda del ser humano, son muy lentos, a pesar de las apariencias. También la conversión no es fácil.

    Leemos en el evangelio de san Lucas 9, 51-62          



Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?” Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: “¡Te seguiré adonde vayas!” Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Y dijo a otro: “Sígueme”. Él respondió: “Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

PALABRA de DIOS


JESÚS concluye su actividad Misionera en Galilea... 
Percibe que su propuesta de un proyecto nuevo de vida y de sociedad, que él anuncia como “Reino de Dios”, va encontrando siempre mayor resistencia, y la incomprensión de sus mismos discípulos. Ya se proyecta en su horizonte la sombra de la cruz: “estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo”. Entonces decide de enfrentarse firmemente con el centro de la oposición religiosa, el santuario del poder, representado por la ciudad de Jerusalén: “se encaminó decididamente hacia Jerusalén”. Será un camino largo, según el evangelio de Lucas, durante el cual Jesús entrega muchas enseñanzas, para indicar qué significa caminar con él como discípulos, compartiendo su misión y su mismo destino.Tiene que pasar por Samaría, región entre Galilea y Judea, y envía mensajeros para preparar el alojamiento en el pueblo adonde iba a llegar.

Los samaritanos de ese pueblo no lo reciben...

No quieren colaborar con un grupo que parece dirigirse a Jerusalén con un proyecto mesiánico, para conquistar el poder y luego dominar todo el país. Son muy celosos de su autonomía, siempre en conflicto con la capital. En la visión de Lucas, representan también a todos los que se oponen al mensaje de Jesús, incapaces de acogida y escucha.




La reacción de los discípulos Santiago y Juan...
dos hermanos violentos y ansiosos de poder, deseosos de ocupar los primeros puestos al lado de Jesús, es de la misma naturaleza: al rechazo de los samaritanos quieren responder quemando el pueblito: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”. Para ellos, Jesús no puede ser inferior al profeta Elías, que hizo bajar fuego del cielo, que quemó el novillo de la ofrenda, y a los oficiales de Ocozías, rey de Samaría, con sus soldados. Es la lógica de la venganza y del castigo, del poder contra otro poder. No es la lógica de la tolerancia y la misericordia, del servicio y del perdón que Jesús va enseñando: no caminan con Jesús, aunque estén con él físicamente.




Jesús responde duramente...
como lo hacía con los demonios: “Él se dio vuelta y los reprendió”. Y simplemente cambia itinerario: “se fueron a otro pueblo”. Habrá otro lugar que le dará hospitalidad, otras personas que le acogerán.Entre los mismos samaritanos aparecen nuevos discípulos, a los cuales Jesús manifiesta las condiciones para caminar con él.

Un primero le promete: 
“¡Te seguiré adonde vayas!”. Frente a tanto entusiasmo, Jesús le aclara la condición de precariedad y fatiga que comporta esa opción: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Jesús mismo invita a un segundo: 
“Sígueme”. Pero a él le cuesta liberarse de la identidad cultural y religiosa que representa el padre. Es un mundo de muertos, mientras que Jesús le ofrece un camino de vida: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”.

Seguir a Jesús exige determinación y perseverancia. Ni la familia y los afectos pueden constituir una dificultad o un obstáculo para el discípulo: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Es la respuesta de Jesús a otro discípulo que todavía no es capaz de hacer como los primeros que Jesús llamó desde la actividad de la pesca en el mar de Galilea: “Inmediatamente, dejándolo todo, lo siguieron”.De estas vocaciones, que van descubriendo con fatiga las exigencias del discipulado, nacen los nuevos evangelizadores que Jesús enviará para la grande misión a los pueblos.







Bernardino Zanella           bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena           gusosm@yahoo.es  

   LECTIO DOMINGO 23 de Junio   

    “CONDENADO A MUERTE”.       

Cambiaría la pregunta: ¿Quién soy yo para El? Porqué semejante Espíritu, que pasó todas las pruebas del hijo del hombre, cargó su cruz y sólo dio y devolvió Amor en el reino de los hombres, debería yo ponerlo dentro de mi pequeña, testaruda, confusa y condicionada mente? Cualquier opinión sería sólo un juicio. Así es que me declaro sin palabras frente a la Luz.

 
    Isabel, City Bell, Argentina 

* * * 

El contexto en que se encuentra Jesús es muy importante, teniendo en cuenta que es una evaluación, tal vez la primera en que hace a sus discípulos y discípulas esta pregunta: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Las respuestas son variadas, interpretando la magnitud de la enseñanza que dejaba.

Y en nuestro siglo XXI deberíamos trasladar esta pregunta a quienes pensamos decirnos católicos o cristianos. Lamentablemente a lo largo de varios siglos, principalmente en la edad media, la manipulación nos ha hecho ver a un Jesús siempre triste, sin ningún atisbo de sonrisa o alegría. En esas condiciones no es posible entender la importancia de sus enseñanzas, la profundidad del cambio que nos pide: En este mundo donde impera el egoísmo, la ambición de poder, donde la cultura de la muerte está predominando en muchos lugares del mundo, es muy difícil aceptar esa propuesta, teniendo en cuenta que a lo largo de los últimos 2000 años, la justicia, la solidaridad, la liberación de las estructuras de odio y muerte, son difíciles de practicar por esta sociedad que ha elegido el dinero antes que a Dios.

Para mí, Jesús es el hijo de Dios hecho hombre y que ha nos ha dejado una difícil tarea: cambiar la realidad del mundo.


 
    Francisco, Potosí – Bolivia 

* * *

¿Quién es Jesús para mí? Jesús es el Hijo de Dios a quién envió para mi salvación. Él me liberó, me salvó, me levantó y devolvió mi dignidad. Es mi todo. Sin Él no soy nadie, todo lo que tengo y todo lo que soy se lo debo, vivo agradeciéndole cada instante de mi vida. Desde el encuentro con Él, mi Dios, mi vida es plena. Me enseñó el amor al prójimo, el perdón y la esperanza.


 
    Silvia, Oruro – Bolivia







sábado, 22 de junio de 2013

“CONDENADO A MUERTE”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“CONDENADO A MUERTE”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“UNA MUJER PECADORA”.

Un abrazo  P. Bernardino

                      “CONDENADO A MUERTE”.                  


Hay una diferencia importante entre fe y religión. La fe es la adhesión a Dios, relación con él, confianza en él. La religión es la organización social de la fe. No siempre fe y religión van en la misma dirección. Es posible pertenecer a una institución religiosa, sin encarnar los valores de la fe que la inspira.

 Leemos en el evangelio de san Lucas 9, 18-24             

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”.Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: “El Hijo de hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará”.
PALABRA del SEÑOR


Después de la multiplicación de los panes...
Jesús finalmente puede estar a solas con sus discípulos, en un contexto de oración. Quiere hacer con ellos una evaluación de la actividad realizada, para manifestar más claramente su proyecto y su misión, y propone una pregunta como guía de la reflexión: ¿Quién es él?

Primero quiere saber qué opinión sobre él se ha hecho la gente, que ha escuchado su palabra y ha visto tantos signos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. El éxito no es muy bueno. La gente ha percibido que Jesús es algo extraordinario, pero no va más allá de ubicarlo entre algunos grandes personajes del pasado. No ha entendido la novedad de Jesús.



Él hace la misma pregunta a los discípulos: 
“Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Esta vez el éxito parece mejor. Los discípulos siguen sinceramente a Jesús y creen que en él se manifiesta la elección de Dios. Pedro se apura en contestar en nombre de todos: “Tú eres el Mesías de Dios”. Podría haber percibido algo del misterio de Jesús. Pero la reacción de Jesús pone en evidencia el peligro de esa respuesta: Jesús “les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie”. En el pensamiento de Pedro y de los demás discípulos está siempre la esperanza de un Mesías poderoso, conquistador, nacionalista, con el cual compartir el poder, bien diferente de lo que Jesús iba enseñando.


Por eso, al final Jesús mismo contesta...
a la pregunta. No revindica para sí ningún título. Él es simplemente “el hijo del hombre”, la imagen de la realización plena del ser humano según el proyecto de Dios, que no se alcanza a través del poder, del prestigio, de la acumulación de bienes, sino a través de la donación de sí mismo en el servicio a los demás. Es un camino contrario al proyecto y a los intereses de muchos, de las mismas autoridades religiosas, que se le opondrán hasta matarlo: “El Hijo de hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte”. Éste es su destino: “condenado a muerte”, rechazado por el sistema de injusticia de este mundo. Pero la vida es más fuerte, la vida vence. Su palabra última será “resucitar al tercer día”. Habrá días de soledad, de sufrimiento y oscuridad, pero no podrán suprimir la luz.

Ésta es la identidad de Jesús...
que debe extenderse también a sus seguidores: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga”. Para seguir a Jesús, hay que cargar la cruz, que no es simplemente la experiencia de las limitaciones propias de cada ser humano: la fragilidad, la enfermedad y la muerte, sino el sufrimiento por la oposición al proyecto de amor, la hostilidad que viene del mundo, de la sociedad injusta y egoísta, y también de la ambigüedad del corazón y de los instintos del discípulo mismo.


La lucha del discípulo para hacer nacer la humanidad nueva es de “cada día”. Si en su proyecto prevalecieran sus intereses, sus caprichos y ventajas personales, sus sueños de poder, echaría a perder su vida. Todos los días él mira a Jesús, “condenado a muerte” por su fidelidad al proyecto del Reino, y lo sigue gastando y perdiendo su vida para hacer crecer la vida de todos. Por eso la pregunta cuestionadora del evangelio, que obliga a la comunidad de los discípulos a medirse continuamente sobre el camino recorrido por Jesús: Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?Y tú, ¿quién dices que es él para ti ?





Bernardino Zanella           bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena           gusosm@yahoo.es  

 DOMINGO 16 de JUNIO  
"UNA MUJER PECADORA"

Una mujer pecadora... La palabra pecado ha sido motivo de tantos malentendidos. Leí por ahí que pecado significa "equivocación". No sé de donde salió esta explicación, pero a mí me cierra más. Somos seres imperfectos que nos equivocamos una y otra vez. Y asirse a una estructura (ayunar, ir a misa, confesarse) no tiene nada que ver con no equivocarse ni con comprarse ninguna salvación. Hemos visto infinidad de hipócritas haciéndolo. En Argentina, por ejemplo, en la tenebrosa dictadura militar, hay muchas fotos que atestiguan a Videla comulgando... No encuentro un ejemplo más claro de la falsedad de los ritos vacíos de conciencia. O son para aparentar, o son para autoengañarse.

La mujer dio ternura, dio lo mejor que tenía y lloró. Sus lágrimas son sanadoras. Este episodio de la vida de Jesús me conmueve, por la sencillez y la humildad del verdadero amor de Jesús, que sólo ve lo real, el corazón abierto, pidiendo sanarse y pidiendo estar cerca de quien tiene la vibración más alta del amor. Eligiendo, no exigiendo, ni reclamando, ni juzgando. Y la equivocación de la mujer no es mayor o menor que la del fariseo. Simplemente estaba viviendo una vida de daño y desamor para ella. El fariseo exige la recompensa de su sacrificio. La mujer sólo siente que puede abrir el corazón, pedir perdón, y su alma volverá a ser libre. Cada uno en esta vida sabe qué camino está eligiendo para elevar su espiritualidad... En realidad creo que hay un camino, nada más: La conciencia de la verdad, no importa cuán elevada o dura sea, si podemos ver la verdad de quienes somos y no nuestras pretensiones: nuestra fe nos salva.


  
     Isabel, CityBell – Argentina 

* * *
La discriminación de la mujer en muchas sociedades ha sido un problema histórico. Muchos pueblos, por cultura, o por tradición, no han permitido a la mujer ejercer muchos deberes que solo han sido permitidos a los varones. Uno de los ejemplos más dolorosos está relacionado con la Iglesia católica, que no permite a ellas ejercer un sacerdocio, mucho menos llegar a un obispado. En estas condiciones Jesús da un tremendo mensaje. No sólo acepta a una mujer, que a juicio del fariseo es una prostituta, a quien le otorga la posibilidad de participar en todo su proceso de proclamar su mensaje de amor, justicia, solidaridad y fundamentalmente de liberación.

Seguramente en la época del oscurantismo de la edad media se han definido reglas que han prohibido el ejercicio de muchas tareas a las mujeres, dejando en las gavetas la propuesta de Jesús. Estas actitudes de los fariseos antes y ahora limitan derechos que las sociedades del siglo XXI han superado abundantemente. Es necesario comprender que los juicios y prejuicios deben ser hechos para uno mismo y no para los demás. 


  
 Francisco, Potosí – Bolivia 

* * *
Estamos mucho más unidos unos a otros de lo que nos parece. Lo diverso no nos debe llevar a separarnos. No sólo nos une nuestra condición humana; nos une también nuestro objetivo final. Ese sentirnos distintos: “No soy como los demás”, nos hace muy mal y nos coloca en un camino errado. Estamos tan cerca del pecador como del santo.

Hubo un cambio en mí, cuando descubrí con asombro que aquellas personas que “me chocaban”, me caían mal, y de las que me distanciaba; las juzgaba egoístas, poco confiables, repulsivas, intolerables, necias, etc.; esas mismas personas a otros, muchos mejores que yo, no les causaban enojo ni les “chocaban”. Entonces me pregunté: ¿Por qué me perturban tanto y a él, o a ella, no? Descubrí que yo era la causa, mi egoísmo, el querer parecer distinto, mi fariseísmo. En fin, el miedo, que es ausencia del amor, creaba esas barreras y mecanismos de defensa. El miedo a ser como ese a quien juzgaba, o el miedo a ser como él, me separaba (fariseo significa separado). Me ocupaba en defenderme, me sentía atacado. Es esto lo que se refleja en la escena del evangelio, en la casa del fariseo que ha invitado a Jesús a comer.

En casa de Simón el fariseo, Jesús es más “dueño de casa” que el que le ha invitado. Así sucede en todos nosotros, en nuestra realidad personal, Dios es más “dueño de casa” que nosotros mismos. Él está en nosotros, no para reemplazarnos, sino para que, encontrándonos con él, seamos quienes somos: dignos hijos del Padre (cf Mt 5, 45). Con frecuencia nos encontramos “fuera de sí”, es decir, nos encontramos sin estar en contacto con nuestra realidad profunda, esclavizados por el pecado, lejos de casa.

Jesús es quien acoge a la mujer que llega, sin ser invitada, porque necesitaba de hospitalidad, de ser acogida. Jesús, como dueño de casa, permite que realice su humilde servicio, reservado a los esclavos: lavarle los pies; y ella lo hace con sus lágrimas, secándolos con sus cabellos. Y viendo la humildad y el amor, Jesús ha perdonado sus pecados. La puso en el lugar del dueño de casa. Sí, a ella, una mujer prostituta, le ha puesto en el lugar de Simón (cf Mt 21, 31): era él quién debía ofrecer el agua para los pies del huésped, saludarle con un beso, ungirlo con un perfume. Fue ella, la pecadora, y no el fariseo Simón, la que fue ensalzada y devuelta al lugar de su dignidad de hija, hermana, señora y dueña de sí.

La mujer acogida por Jesús, en casa del fariseo, es punto de partida de la acción rehabilitadora y liberadora de Dios. Queda la pregunta por Simón el fariseo: ¿Qué habrá pasado con él? ¿Cómo interpretar su gesto de invitar a Jesús a comer en su casa? Y nosotros, con tantos gestos o signos que realizamos, que nos hacen parecer cercanos a Jesús, ¿estamos en comunión con su vida y acción, con su manera tan valiente de ser compasivo para los demás? 


     Joel, Puerto Aysén – Chile

* * *

En el evangelio, una mujer – ¡y qué mujer! – se atreve a estropear una sobremesa cuidadosamente preparada. La arrogante entrometida no sólo quebranta las leyes de la buena educación, sino que, además, comete una infracción de tipo religioso: un ser impuro no debe manchar la casa de un hombre socialmente puro (un fariseo).

Por un momento Cristo pierde su dignidad de profeta a los ojos de su anfitrión: “Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando, y lo que es: una pecadora”. Ante la situación que se ha presentado, Jesús utiliza el recurso de los sabios: en vez de corregir a su anfitrión, lo invita a salir de su ignorancia y a reconocer que el verdadero pecador es él, el fariseo que se cree puro.

La mujer, a nadie ha engañado: ha repetido los gestos de su oficio; la misma actitud sensual que ha tenido con todos sus amantes. Pero esta tarde sus gestos no tienen el mismo sentido. Ahora expresan su respeto y el cambio de su corazón. El perfume lo ha comprado con sus ahorros, que son el precio de su “pecado”. Y sin dudarlo rompe el vaso, para que nadie pueda recuperar ni un gramo del precioso perfume. Una vez más, el gesto fino y elegante.

Salen aquí a la luz dos dimensiones de la salvación. Por una parte, estalla la libertad propia del amor. En esta comida el fariseo tenía todo previsto y preparado. Pero basta con que una mujer empujada por su corazón entre sin haber sido invitada, y la sobremesa cambia del todo. Por otra parte, el episodio revela la liberación ofrecida por Jesús. El Mesías proclama con sus actos y palabras que el hombre ya no está condenado a la esclavitud de la ley y de una religión alienante. El cristiano es un ser liberado sobre la base de esa fe hecha amor práctico que predica Jesús: “tu fe te ha salvado”.

En la antigüedad las prostitutas eran consideradas esclavas; socialmente no existían. Sin embargo, esta tarde una prostituta escucha las palabras de absolución y de canonización, porque ha hecho el gesto sacramental, ha expresado su decisión de cambiar de vida. Así se coloca a la cabeza del Evangelio. ¿Qué otra cosa pueden significar las palabras de Cristo “tus pecados están perdonados”? Es lo mismo que decir: “Mujer, eres una santa”.


  
   Silvia , La Paz – Bolivia

* * *

Me encanta el enfoque de la reflexión de la lectura, cuando dice: "una mujer pecadora ha sido escogida", confirma el estilo pedagógico que escoge Jesucristo para enfatizar el singular ejemplo que esta humilde mujer propone a las mujeres de nuestro tiempo. En la primera lectura escuchamos como es que Dios mismo, por medio de Nathan, exhorta al buen David, a volver al camino del bien y le invita al proceso de reconciliarse con Dios, consigo mismo, y por ende con su comunidad. Es decir, Nathan le recuerda a David su dignidad como hijo de Dios y su oportunidad de recapacitar y volver al amor. La carta de San Pablo nos explica el justo lugar de la ley y la prevalencia del amor sobre la ley, y el evangelio es una descripción sencilla pero detallada del rol que les toca a las mujeres en el esfuerzo de establecer la civilización del amor. Esta mujer, de la que habla el evangelio, ha sido escogida para demostrar que es la decisión de amar la única manera de acercarnos humanamente al amor eterno que nuestra alma busca incansablemente. Lo interesante para mí es que esta lectura concluye mencionando a otras valerosas mujeres que en otros momentos importantes en la historia de la salvación calladamente modelan el camino a la santidad, no por la perfección de sus vidas, sino por la capacidad de reconocer y amar. Este es uno de los lazos de la segunda lectura, con el tema de la conectividad en la comunidad. Además, la mención de Juana alude al rol de la esposa de aconsejar sabiamente, Susana trae a la mente el rol de la esposa de vivir la castidad y la honradez en medio de la comunidad que es al fin y al cabo quien da el importantísimo testimonio en ese pasaje, de como es que la virtud arrasa con la manipulación del engaño. Estos modelos reales de mujeres, que hacen vida el Evangelio de Jesucristo en diferentes y variados ámbitos de la vida antigua, son indudablemente los modelos ideales para la mujer de nuestro tiempo, porque señalan la opción de amar que ellas escogen, pero también porque el amor sencillamente prevalece y vence las ambiguas estructuras sociales que sostiene la ley. Esta opción de amar hace presente el rostro de Jesucristo y cambia radicalmente las actitudes de la sociedad. Estos valores son los que nuestros hijos necesitan tener presente hoy día.


  
    Mercedes, Santiago – Chile





jueves, 13 de junio de 2013

"UNA MUJER PECADORA"

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:

"UNA MUJER PECADORA" 
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“NO LLORES”.

Un abrazo... P.Bernardino



                     “UNA MUJER PECADORA”.                    

En la época de la globalización, la discriminación social sigue pasando por muchos niveles: económico, étnico, político, religioso, cultural… A pesar de los procesos de cambio que se han dado en muchos países, la discriminación social de la mujer continúa siendo un tema desafiante en casi todas las sociedades.


 Leemos en el evangelio de san Lucas 7, 36–50:             

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de El, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”. Pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro”, respondió él. “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso que aquél a quien perdonó más”.
Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquél a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?” Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

PALABRA del SEÑOR





El evangelista Lucas...
se detiene en los detalles de la escena en que “una mujer pecadora”, una prostituta, manifiesta su amor a Jesús, en el contexto de una comida en la casa de un fariseo llamado Simón. Un fariseo es el perfecto cumplidor de la ley, y su casa es el lugar más puro y honrado. Y justo mientras Simón está a la mesa con Jesús como invitado, entra descaradamente en su casa una mujer bien conocida en la ciudad. Se acerca a Jesús, y “se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume”. Jesús, que ya había sido considerado “amigo de publicanos y pecadores”, no la rechaza y la acoge.









Pero para Simón es un escándalo insoportable...
Esa mujer, ya se sabe, es lo que es, pero, ¿cómo Jesús tolera todo eso? En la mente del fariseo el juicio está claro: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”. Jesús, que intuye este juicio, ilumina a Simón a través de una breve parábola, ayudándolo a sacar él mismo la conclusión: de dos deudores, a los cuales un prestamista perdonó la deuda, “¿cuál de los dos lo amará más?”. Si a uno le perdonó una deuda enorme, y al otro una pequeña, sin duda lo amará más “aquel a quien perdonó más”. Ahora, esa mujer ha sido perdonada de una deuda enorme, “sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados”, y por eso manifiesta tanto amor.




El perdón precede el amor y lo provoca...
La mujer lo ha manifestado con gestos de infinita ternura. El fariseo, en cambio, se considera artífice de su propia salvación: “Yo no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros… Yo ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano”. No es capaz de gestos sinceros de amor, porque no tiene conciencia de la necesidad de ser perdonado. Los dos, la mujer y el fariseo, son objeto de la misericordia de Dios, pero su respuesta es diferente. El hombre puro, riguroso cumplidor de la ley, no conoce los caminos de la gratitud y del amor. La “mujer pecadora”, que todos juzgan porque está fuera de la ley, es la que “demuestra mucho amor”.

En la lógica del diálogo, Jesús parece introducir también otro concepto: el amor no sólo es fruto y consecuencia del perdón recibido gratuitamente, sino que atrae la misericordia de Dios: por toda la ternura que la mujer ha manifestado, le han sido perdonados los pecados. De alguna manera, el amor es también motivo y causa del perdón, o al menos hace posible y dispone a acogerlo con un corazón agradecido.

Una mujer, pecadora, ha sido elegida...
como ejemplo de confianza en Dios y adhesión a Jesús: “Tu fe te ha salvado”. Jesús la despide con esta certeza: “Vete en paz”, reconciliada consigo misma y con la vida, plenamente feliz.¿Y el fariseo?











Bernardino Zanella           bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena           gusosm@yahoo.es  

 LECTIO DOMINGO 02 de JUNIO   
                             "NO LLORES"    

Hola Jesús, estabas muerto y estás vivo, por eso te saludo como amigo presente, autor de la vida. El Amor guió tus pasos hacia la coincidencia del camino, sin casualidad, a un pueblito desconocido, Naím, y encontraste a una viuda más desconocida aún, y desamparada: sin esposo y sin hijo. ¿Porque le dijiste: "No llores"? Tú también lloraste frente a la tumba del amigo.
Trato de comprender: eres la Vida, pero solidarizas con el dolor humano. Eres la Vida y solidarizas hasta morir, como todo ser humano.

La muerte duele, le duele también al Hombre-Dios, lo hace llorar y reclama como un abandonado. Si me dices: "No llores", es porque antes me dijiste: "Quien cree en mí, aunque muera, vivirá". 
Llorando y temblando te digo: "Creo en ti", pero tú aumenta mi fe, para que el llanto no sea más fuerte que la alegría.

     Un peregrino, Las Toscas – Argentina

* * *

Mientras leo este material, mi pequeña hija de tres años canta: "Los que caminan por la vida, Señor...", y luego se pierde en la letra y su mundo de fantasía, mientras esta recostada en un sillón, teniendo que soportar su "quiet time" luego del almuerzo. Me sorprendió a mi misma el cuadro del cual soy parte, mientras reflexionaba sobre la fragilidad de ser humano. Cuántas veces caemos muertos en la angustia, la depresión, el aislamiento, la desesperanza; y sin embargo siempre está nuestro Padre Celestial allí a nuestro lado para decirnos: "¡Levántate!", para devolvernos a la vida, para ponernos en los brazos de las personas que nos aman y que nosotros amamos. De las maneras más sencillas, ¡allí está él!


United-States icon  Raquel – Estados Unidos de América
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El texto me deja un mensaje, que el Señor es compasivo, el Señor es luz, es vida y le pido así como lo levantó al hijo de la viuda me levante a mí, en mi vida, cuando me sienta angustiado, sin fuerzas para afrontar los vaivenes de mi vida. Él, que es luz, me levante y me fortalezca: eso te pido, mi Señor.


 
   Fernando, Oruro – Bolivia

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La enseñanza de la lectura nos muestra la solidaridad de Jesús al dolor, hecho que nos permite analizar las actitudes humanas en la sociedad. Generalmente nuestro compromiso con quienes padecen hambre o dolor es por conveniencia o está mercantilizado. Existen ONG’s en Latinoamérica que lucran donde existen síntomas de pobreza y el dolor de los pobres es secundario a las intenciones de servicio a otros intereses.

Cuando Jesús siente el dolor de una madre nos muestra, más allá de la figuración política o religiosa, una propuesta de servicio, solidaridad y justicia que hoy nos permitiría mirar nuestras actitudes egoístas. En el mundo y particularmente en nuestros pueblos latinoamericanos existen muy pocos gobernantes que en sus planes y políticas de gobierno apoyan con prioridad a los niños, los ancianos, las mujeres y los pobres. Muchos seres viven en condiciones tan infrahumanas que sólo la muerte será un descanso, pero Jesús nos muestra la otra alternativa: la vida.

Todos podemos ser profetas, anunciar la verdad, la justicia y la solidaridad y denunciar los egoísmos, las envidias, la cultura de la muerte y las pretensiones sólo de buscar el poder para crear la injusticia.


   Francisco, Potosí – Bolivia

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Creo que Jesús en el momento que vio a la viuda pensó en su madre. Al menos yo lo hacia cuando veía tantas abuelitas que vivían solas, y mucho más Él se iba a conmover viendo el dolor de su madre viuda, pronto quedaría sola. Y ves cómo nos ama que no quiere nuestro dolor, y no sólo devuelve la vida al hijo, sino que da su vida por ese hijo, dándole la gracia de poder resucitar. Es genial de verdad, puro derroche de amor.


   Hilda, Roma – Italia

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Los milagros pueden convertirse en obstáculo para encontrarnos con Cristo Jesús, “quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios (Flp 2, 6); menos aún, que éstos nos impidan comprometernos tocando la realidad de injusticia, marginación y dolor, para que, con fe y confianza en el Espíritu nos sintamos llamados a luchar para cambiarla. Si nos ceñimos al relato evangélico, parece claro que el gesto de Jesús se entiende como una lucha contra el mal, aparte de ser signo de la presencia del Reino, es decir, de la actuación misericordiosa y liberadora del Señor a favor de una mujer oprimida por una cultura, que la desecha porque ya no es esposa ni madre. ¿Cuántos son desechados hoy por el sistema mercantilista, cuanta muerte, dolor y lágrimas tenemos al rededor?

“A ti te digo”: Señor, ¿a mí, de verdad? ¡Si, exactamente, a ti! Cuán necesario se hace escuchar que el Señor se dirige a mí; y no sólo para pedirme, también para alentarme y consolarme, para que crea y confíe y comience una vida nueva. “Quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre” (Jn 14, 12). Lo que identifica a Jesús con Dios y sus obras no es el poder que vence imponiéndose o sometiendo a otros, sino el servicio que es capaz de inmolarse por el otro.

“Levántate”: esta palabra, siempre que a parece en el Nuevo Testamento, es una abertura por donde se cuela la luz de la resurrección. Significa: ¡Vive, hoy para ti, una nueva vida!

Dos grupos que se encuentran, uno encabezado por Jesús que va hacia la ciudad; el otro, que sale de la ciudad, encabezado por una mujer viuda que lleva a enterrar a su hijo único. Una reacción espontánea de Jesús: “No llores”, dice a la madre y es su primer movimiento. “Felices los que lloran… porque reirán”, ha proclamado antes (Lc 6, 21). La mujer llora y sufre por sentirse lejos del Padre y por vivir en una sociedad en la que los pobres son marginados. Su primera palabra toca el dolor de la mujer. Después de esto se acerca al féretro y también lo toca, porque el amor no tiene miedo ni límites. Y dice: “Joven, a ti te digo, levántate”. No actúa artificialmente, para realizar un milagro, se siente sencillamente afectado por el sufrimiento de aquella mujer viuda. ¿En qué grupo estamos nosotros, en los que se acercan al dolor para cambiarlo o los que se alejan, lamentándose, sin hacer nada, o esperando de Dios un milagro que me permita quedarme en la comodidad o indiferencia?

En fin, es también un pasaje que revela a Cristo que a ha venido a vencer la muerte. Pero por sobre todo, más que mostrar el poder de Jesús, el relato evidencia su misericordia, hace presente la bienaventuranza; visita sin petición, oración ni fe, a quien está totalmente perdido y ya no puede ni pedir, ni orar ni creer, “porque estaba muerto y ha revivido” (Lc 15, 32).


   Joel, Puerto Aysén – Chile

viernes, 7 de junio de 2013

" NO LLORES"

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:

 "NO LLORES".
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“TODOS COMIERON”.
Un abrazo... P. Bernardino


                                   " NO LLORES"                               

Algunos, frente a situaciones locales o mundiales, pueden tener la sensación que los cambios son extremadamente difíciles e improbables. Parece que nada se mueve. Todo está estancado y sin vida. Prevalece la injusticia y el poder. Muchas veces la única opción posible es entre una solución mala y otra peor, sin la posibilidad de renovación y esperanza. Sólo queda el lamento y la frustración.

Y de repente aparece la novedad, que supera toda expectativa, y todo renace y cobra vida, como una primavera después de un frío invierno.


Leemos en el evangelio de san Lucas 7, 11-17:

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su pueblo”. El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
PALABRA del SEÑOR



Mucha gente se dirige con Jesús...
a Naím, un lugar sin ninguna importancia, desconocido en la Biblia hasta ese momento. Y se encuentra con la procesión más triste y desgarradora: “Llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda”. También la madre del joven ha quedado sin ninguna importancia, porque ya había perdido al esposo, y ahora también a su hijo único. En esa sociedad, la mujer sin el amparo de un hombre es nadie. Tiene sólo su dolor y sus lágrimas. Pero Jesús se fija en ella. Se conmueve al verla llorar. El llanto de la madre se hace su llanto, como llorará frente a la tumba del amigo Lázaro. La muerte, la injusticia, la desesperación, son el extremo opuesto de su misión de manifestar el Reino de Dios.



 En esa madre Jesús...
ve representada la tierra de Israel, que ya ha perdido a su esposo, ha sido infiel a la alianza con su Dios. Y su hijo, el pueblo judío, ya no tiene vida, oprimido por un sistema religioso que lo explota y humilla. Como esa madre que llora a su hijo, Jesús llorará sobre Jerusalén, en los últimos días de su vida, antes que lo asesinen: “Ojalá en este día tú también reconocieras el camino que conduce a la paz. Pero eso ahora está oculto a tus ojos”. Jerusalén “no ha reconocido el momento ni la visita de su Dios”, y por eso la terrible predicción: “Te llegará el día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te cercarán por todas partes. Te derribarán a ti y a tus hijos dentro de ti, y no te dejarán piedra sobre piedra”.

Pero Jesús ha venido para dar vida. Su invitación a la madre destrozada por el dolor: “No llores”, no es sólo una palabra de consuelo, es ya una promesa. No llores, porque la muerte será vencida: es un anuncio pascual.




Los detalles que subraya...
el evangelio son importantes: “Se acercó y tocó el féretro”. La persona que se acerca a un difunto y toca un féretro se hace impura. Así es la encarnación de Dios en Jesús. Y desde el pozo oscuro de nuestra impureza, Jesús abre camino hacia la vida: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”. Es la orden que resuena en los oídos de todos los presentes; es la orden que Lucas repite para su comunidad, y que llegará a todos los seguidores de Jesús: “Levántate”, porque tu vocación es la vida, la alegría, el amor. Jesús entrega el joven vivo al amor de la madre: “El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre”.La muchedumbre presente reconoce en Jesús la manifestación de la “entrañable misericordia” de Dios, un Dios “misericordioso y compasivo”: “Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios”. Muchos habrán recordado otros hechos extraordinarios de grandes profetas anteriores, como Elías, que devolvió vivo a la viuda de Sarepta el hijo que había muerto, o Eliseo, que resucitó al hijo de la mujer de Sunán. Se difunde rápidamente el comentario: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros”. Junto con la alegría por el consuelo de una madre que abraza vivo a su hijo que estaba muerto, se proclama la esperanza de la liberación de todo el pueblo: “Dios ha visitado a su pueblo”. Es profecía y adelanto de esa humanidad nueva, cuando Dios “le secará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni pena, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha pasado” (Ap. 21, 4).




Bernardino Zanella      bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo Llerena          gusosm@yahoo.es   


 LECTIO DEL PASADO DOMINGO    
 " TODOS COMIERON "                    

Si nosotros practicáramos la solidaridad como nos enseña nuestro maestro Jesús, no habría tanta hambre en nuestros países Primero él la realiza siempre predicando con el ejemplo, y después ese acto se convierte en una espiral de solidaridad, tanto así que alcanza y sobra. Lo mismo tenemos que hacer nosotros, en nuestra comunidad, y provocar la misma reacción de solidaridad. 

  Fernando Marcelo, Oruro – Bolivia

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Que la eucaristía no se nos transforme en un “objeto de culto”, desvinculada de una práctica de amor y humilde entrega, porque es un signo de vida y no de religión alienante. Que la eucaristía sea el alimento – sacramento – que nos permita buscar al Señor, seguirle hasta el desierto, porque nos damos cuenta del desierto de nuestra propia existencia. Que nos abra el apetito, nos haga caer en cuenta de cuánto necesitamos de Dios y su palabra.

El relato que hace Lucas de este banquete, marca el punto de llegada de la misión: la actividad apostólica lleva a conocer al Señor Jesús y tiene su “culmen” en la eucaristía; que es también su origen. Podemos decir que todo el evangelio es un comentario a la entrega total de Jesús en la cruz; el pan partido y compartido es prenda de su propia vida divina. Ese gesto que comenzó en la última cena, continúa hoy porque es el pan de vida; porque es distinto al maná del desierto que se agusanaba y descomponía (cf Éxodo 16, 19-20), se conserva dándolo y se multiplica dividiéndolo. Este pan que se da a todos, pero sólo los discípulos se dan cuenta de lo que ha sucedido, tiene el poder de preservar de la muerte. Y sobran “12 canastos”, uno por cada tribu y uno por cada tiempo: es el don de Dios para siempre.

¿De dónde nos viene esto de sentirnos tan separados unos de otros? ¿Por qué sentimos a Dios tan lejano, tan fuera de nosotros? ¿Por qué se nos hace tan difícil ver todo aquello que nos une? Lo que comemos, el aire que respiramos, el agua que bebemos, la luz que nos llega, todo ello por distintos caminos, llega a todo el cuerpo, a cada célula, a cada miembro y todos reciben lo que necesitan. Si por alguna enfermedad, algún órgano deja de recibir lo que le es necesario comienza a morir, y, luego, todo el cuerpo enferma y muere. Y, no sólo compartimos bienes materiales; el bien que podemos hacer se multiplica, conmueve y mueve a otros a hacer el bien. Todo aquello que se entrega con amor se multiplica y no se acaba.

Si nos identificamos con las cosas o las criaturas, es porque forman parte de nosotros mismos, no sólo de nuestro medio, esto no es malo. El error y pecado está cuando creemos que éstas nos dan vida y nos aferramos a ellas, acaparando, separándonos de aquellos que vemos como competidores. Entonces, nos dividimos, nos hacemos la guerra, condenamos a muchos a morir de hambre, sin darnos cuenta de la tremenda injusticia y pecado, que a todos nos daña; esto nos tiene enfermos como sociedad, como raza humana. La eucaristía es el pan que se parte en silencio contemplativo, signo de que todos somos un cuerpo, con distintos miembros. Es sacramento porque es presencia de Cristo que desde la cruz grita, que no sólo de pan vive el hombre. Es presencia del resucitado que, desde su gloria, envía el Espíritu para que nos convenza que sólo Dios es vida y vida eterna.

Que el Espíritu, gracia de Dios, haga que no nos guardemos en encierro egoísta, acaparando, para podrirnos como el maná del desierto. Que nos haga pan partido y comido. Y, si sentimos a Dios lejano; si el espíritu del mundo, mintiéndonos, nos promete todos los reinos y nos pareciera más creíble, llamemos a aquél que lo venció, el Señor Jesús, sigámoslo hasta el lugar donde se ha retirado. Y, quizás, no necesitemos buscar lejos; aquí lo tenemos, donde nosotros estamos. Y, si la duda persiste, el sentimiento de que estamos lejos del Señor, y nuestro corazón está tan vacío de Dios; si cansados de caminar, si pensamos que no lo encontramos, ni siquiera en nuestra oración, ni lo sentimos en el corazón; si experimentamos que nosotros estamos aquí y Dios, el Padre misericordioso, está infinitamente lejos, recibamos entonces, este pan Cuerpo de Cristo que se parte y se entrega. Eso sí, recibámoslo con fe. Acerquémonos como pobres y hambrientos, como ciegos y cojos, como llamados de las calles y caminos de este mundo; acerquémonos con la conciencia de nuestra pobreza, de nuestra existencia de vagabundos sin rumbo, porque hemos sido llamados a este banquete de la vida eterna. Si confiadamente nos acercamos y decimos: “Creo; pero ayuda mi falta de fe” (Mc 9, 24), entonces tiene Dios que hacer todo lo demás y lo hará. “Tomen y coman, éste es mi cuerpo”.

“¡Ay, ay de mí, por qué grados fui descendiendo hasta las profundidades del abismo, lleno de fatiga y devorado por la falta de verdad! Y todo, Dios mío, todo por buscarte no con el intelecto, sino con los sentidos de la carne, porque tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío” (San Agustín, Confesiones III, 6, 11).

Él estará siempre con nosotros en lo más íntimo de cada uno; brotó del suelo como grano de trigo y era divino, se hizo pan para ser comido y compartido. 


  Joel, Puerto Aysén – Chile

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¿Jesús buscó que todos lo amaran? No, Jesús amó a todos. Esa es la diferencia entre el ego y el Amor. Y el camino... 


  Isabel, Cytibell – Argentina

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La enseñanza del evangelio nos permite analizar la pobreza de muchos pueblos del mundo y en forma particular lugares africanos que sufren una extrema necesidad. Como discípulos y discípulas de Jesús, le haríamos la misma pregunta: “El pueblo ha escuchado tu palabra pero tiene hambre”; seguramente la respuesta sería la misma: “Denles de comer ustedes mismos”. Cuando Jesús se aparece a los discípulos de Emaús, ellos le reconocen porque compartía y repartía el pan.

En esta sociedad, llena de desigualdades, parece imposible conseguir tanto pan para los niños africanos y de otros pueblos del mundo, pero sí, existen fortunas para fabricar armas, para matar a pueblos inocentes y construir estructuras de poder para hacer más pobre al que tiene menos y favorecer a quienes tienen mucho. Muchos obispos y curas se contentan con decir no sólo de pan vive el hombre, porque no tienen la capacidad de identificarse con los cambios profundos que vive la humanidad. La lectura de los tiempos esta en otra dirección. Ojala seamos capaces d cumplir la enseñanza de Jesús: “Denles de comer ustedes mismos”. 


   Francisco, Potosí – Bolivia

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Hoy, como el domingo anterior, he celebrado la misa junto a las niñas de nuestro hogar. Me encanta. El padre que presidió las tiene muy en cuenta y vieras cómo ellas respondían a sus preguntas. Supieron decir que celebrábamos Corpus Christi. Preguntó qué era, y ellas: el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esto me llevó a reflexionar la grandeza de la presencia del Señor, que si bien no todos tienen una súper capacidad intelectual, logran sentir y asimilar que es hay algo diferente, que es mayor, que merece todo nuestro respeto. Si vieras cómo se acercan a comulgar, y Él está en cada una de ellas, en su inocencia, en su alma que lo adora. Por encima de sus limitantes físicas, ellas experimentan su amor, su presencia.

He participado también en la procesión de Corpus el jueves, y recordaba tus palabras, de que Jesús no vino para ser adorado sino para ser seguido. Acá vi cómo entre tantos hermanos compartíamos la misma fe en un Dios que nos ama tanto, que se da en cada Eucaristía por cada uno de nosotros. Al ver a tantos (pero, ¡tantos!) hermanos, pensaba que así es nuestro caminar hacia el cielo. Compartiendo con ellos las alabanzas, las oraciones, me sentía como delante de Dios alabándolo, como si estuviese en un inmenso altar y él presidiendo. No lo veía, obvio, pero sí, estoy segura de que él estaba presente, siempre presente por medio de la Eucaristía, de su Palabra, de su gracia, de su providencia. Me encanta el Señor, es maravilloso.


   Hilda, Roma – Italia



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