"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 22 de junio de 2013

“CONDENADO A MUERTE”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“CONDENADO A MUERTE”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“UNA MUJER PECADORA”.

Un abrazo  P. Bernardino

                      “CONDENADO A MUERTE”.                  


Hay una diferencia importante entre fe y religión. La fe es la adhesión a Dios, relación con él, confianza en él. La religión es la organización social de la fe. No siempre fe y religión van en la misma dirección. Es posible pertenecer a una institución religiosa, sin encarnar los valores de la fe que la inspira.

 Leemos en el evangelio de san Lucas 9, 18-24             

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”.Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: “El Hijo de hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará”.
PALABRA del SEÑOR


Después de la multiplicación de los panes...
Jesús finalmente puede estar a solas con sus discípulos, en un contexto de oración. Quiere hacer con ellos una evaluación de la actividad realizada, para manifestar más claramente su proyecto y su misión, y propone una pregunta como guía de la reflexión: ¿Quién es él?

Primero quiere saber qué opinión sobre él se ha hecho la gente, que ha escuchado su palabra y ha visto tantos signos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. El éxito no es muy bueno. La gente ha percibido que Jesús es algo extraordinario, pero no va más allá de ubicarlo entre algunos grandes personajes del pasado. No ha entendido la novedad de Jesús.



Él hace la misma pregunta a los discípulos: 
“Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Esta vez el éxito parece mejor. Los discípulos siguen sinceramente a Jesús y creen que en él se manifiesta la elección de Dios. Pedro se apura en contestar en nombre de todos: “Tú eres el Mesías de Dios”. Podría haber percibido algo del misterio de Jesús. Pero la reacción de Jesús pone en evidencia el peligro de esa respuesta: Jesús “les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie”. En el pensamiento de Pedro y de los demás discípulos está siempre la esperanza de un Mesías poderoso, conquistador, nacionalista, con el cual compartir el poder, bien diferente de lo que Jesús iba enseñando.


Por eso, al final Jesús mismo contesta...
a la pregunta. No revindica para sí ningún título. Él es simplemente “el hijo del hombre”, la imagen de la realización plena del ser humano según el proyecto de Dios, que no se alcanza a través del poder, del prestigio, de la acumulación de bienes, sino a través de la donación de sí mismo en el servicio a los demás. Es un camino contrario al proyecto y a los intereses de muchos, de las mismas autoridades religiosas, que se le opondrán hasta matarlo: “El Hijo de hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte”. Éste es su destino: “condenado a muerte”, rechazado por el sistema de injusticia de este mundo. Pero la vida es más fuerte, la vida vence. Su palabra última será “resucitar al tercer día”. Habrá días de soledad, de sufrimiento y oscuridad, pero no podrán suprimir la luz.

Ésta es la identidad de Jesús...
que debe extenderse también a sus seguidores: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga”. Para seguir a Jesús, hay que cargar la cruz, que no es simplemente la experiencia de las limitaciones propias de cada ser humano: la fragilidad, la enfermedad y la muerte, sino el sufrimiento por la oposición al proyecto de amor, la hostilidad que viene del mundo, de la sociedad injusta y egoísta, y también de la ambigüedad del corazón y de los instintos del discípulo mismo.


La lucha del discípulo para hacer nacer la humanidad nueva es de “cada día”. Si en su proyecto prevalecieran sus intereses, sus caprichos y ventajas personales, sus sueños de poder, echaría a perder su vida. Todos los días él mira a Jesús, “condenado a muerte” por su fidelidad al proyecto del Reino, y lo sigue gastando y perdiendo su vida para hacer crecer la vida de todos. Por eso la pregunta cuestionadora del evangelio, que obliga a la comunidad de los discípulos a medirse continuamente sobre el camino recorrido por Jesús: Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?Y tú, ¿quién dices que es él para ti ?





Bernardino Zanella           bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena           gusosm@yahoo.es  

 DOMINGO 16 de JUNIO  
"UNA MUJER PECADORA"

Una mujer pecadora... La palabra pecado ha sido motivo de tantos malentendidos. Leí por ahí que pecado significa "equivocación". No sé de donde salió esta explicación, pero a mí me cierra más. Somos seres imperfectos que nos equivocamos una y otra vez. Y asirse a una estructura (ayunar, ir a misa, confesarse) no tiene nada que ver con no equivocarse ni con comprarse ninguna salvación. Hemos visto infinidad de hipócritas haciéndolo. En Argentina, por ejemplo, en la tenebrosa dictadura militar, hay muchas fotos que atestiguan a Videla comulgando... No encuentro un ejemplo más claro de la falsedad de los ritos vacíos de conciencia. O son para aparentar, o son para autoengañarse.

La mujer dio ternura, dio lo mejor que tenía y lloró. Sus lágrimas son sanadoras. Este episodio de la vida de Jesús me conmueve, por la sencillez y la humildad del verdadero amor de Jesús, que sólo ve lo real, el corazón abierto, pidiendo sanarse y pidiendo estar cerca de quien tiene la vibración más alta del amor. Eligiendo, no exigiendo, ni reclamando, ni juzgando. Y la equivocación de la mujer no es mayor o menor que la del fariseo. Simplemente estaba viviendo una vida de daño y desamor para ella. El fariseo exige la recompensa de su sacrificio. La mujer sólo siente que puede abrir el corazón, pedir perdón, y su alma volverá a ser libre. Cada uno en esta vida sabe qué camino está eligiendo para elevar su espiritualidad... En realidad creo que hay un camino, nada más: La conciencia de la verdad, no importa cuán elevada o dura sea, si podemos ver la verdad de quienes somos y no nuestras pretensiones: nuestra fe nos salva.


  
     Isabel, CityBell – Argentina 

* * *
La discriminación de la mujer en muchas sociedades ha sido un problema histórico. Muchos pueblos, por cultura, o por tradición, no han permitido a la mujer ejercer muchos deberes que solo han sido permitidos a los varones. Uno de los ejemplos más dolorosos está relacionado con la Iglesia católica, que no permite a ellas ejercer un sacerdocio, mucho menos llegar a un obispado. En estas condiciones Jesús da un tremendo mensaje. No sólo acepta a una mujer, que a juicio del fariseo es una prostituta, a quien le otorga la posibilidad de participar en todo su proceso de proclamar su mensaje de amor, justicia, solidaridad y fundamentalmente de liberación.

Seguramente en la época del oscurantismo de la edad media se han definido reglas que han prohibido el ejercicio de muchas tareas a las mujeres, dejando en las gavetas la propuesta de Jesús. Estas actitudes de los fariseos antes y ahora limitan derechos que las sociedades del siglo XXI han superado abundantemente. Es necesario comprender que los juicios y prejuicios deben ser hechos para uno mismo y no para los demás. 


  
 Francisco, Potosí – Bolivia 

* * *
Estamos mucho más unidos unos a otros de lo que nos parece. Lo diverso no nos debe llevar a separarnos. No sólo nos une nuestra condición humana; nos une también nuestro objetivo final. Ese sentirnos distintos: “No soy como los demás”, nos hace muy mal y nos coloca en un camino errado. Estamos tan cerca del pecador como del santo.

Hubo un cambio en mí, cuando descubrí con asombro que aquellas personas que “me chocaban”, me caían mal, y de las que me distanciaba; las juzgaba egoístas, poco confiables, repulsivas, intolerables, necias, etc.; esas mismas personas a otros, muchos mejores que yo, no les causaban enojo ni les “chocaban”. Entonces me pregunté: ¿Por qué me perturban tanto y a él, o a ella, no? Descubrí que yo era la causa, mi egoísmo, el querer parecer distinto, mi fariseísmo. En fin, el miedo, que es ausencia del amor, creaba esas barreras y mecanismos de defensa. El miedo a ser como ese a quien juzgaba, o el miedo a ser como él, me separaba (fariseo significa separado). Me ocupaba en defenderme, me sentía atacado. Es esto lo que se refleja en la escena del evangelio, en la casa del fariseo que ha invitado a Jesús a comer.

En casa de Simón el fariseo, Jesús es más “dueño de casa” que el que le ha invitado. Así sucede en todos nosotros, en nuestra realidad personal, Dios es más “dueño de casa” que nosotros mismos. Él está en nosotros, no para reemplazarnos, sino para que, encontrándonos con él, seamos quienes somos: dignos hijos del Padre (cf Mt 5, 45). Con frecuencia nos encontramos “fuera de sí”, es decir, nos encontramos sin estar en contacto con nuestra realidad profunda, esclavizados por el pecado, lejos de casa.

Jesús es quien acoge a la mujer que llega, sin ser invitada, porque necesitaba de hospitalidad, de ser acogida. Jesús, como dueño de casa, permite que realice su humilde servicio, reservado a los esclavos: lavarle los pies; y ella lo hace con sus lágrimas, secándolos con sus cabellos. Y viendo la humildad y el amor, Jesús ha perdonado sus pecados. La puso en el lugar del dueño de casa. Sí, a ella, una mujer prostituta, le ha puesto en el lugar de Simón (cf Mt 21, 31): era él quién debía ofrecer el agua para los pies del huésped, saludarle con un beso, ungirlo con un perfume. Fue ella, la pecadora, y no el fariseo Simón, la que fue ensalzada y devuelta al lugar de su dignidad de hija, hermana, señora y dueña de sí.

La mujer acogida por Jesús, en casa del fariseo, es punto de partida de la acción rehabilitadora y liberadora de Dios. Queda la pregunta por Simón el fariseo: ¿Qué habrá pasado con él? ¿Cómo interpretar su gesto de invitar a Jesús a comer en su casa? Y nosotros, con tantos gestos o signos que realizamos, que nos hacen parecer cercanos a Jesús, ¿estamos en comunión con su vida y acción, con su manera tan valiente de ser compasivo para los demás? 


     Joel, Puerto Aysén – Chile

* * *

En el evangelio, una mujer – ¡y qué mujer! – se atreve a estropear una sobremesa cuidadosamente preparada. La arrogante entrometida no sólo quebranta las leyes de la buena educación, sino que, además, comete una infracción de tipo religioso: un ser impuro no debe manchar la casa de un hombre socialmente puro (un fariseo).

Por un momento Cristo pierde su dignidad de profeta a los ojos de su anfitrión: “Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando, y lo que es: una pecadora”. Ante la situación que se ha presentado, Jesús utiliza el recurso de los sabios: en vez de corregir a su anfitrión, lo invita a salir de su ignorancia y a reconocer que el verdadero pecador es él, el fariseo que se cree puro.

La mujer, a nadie ha engañado: ha repetido los gestos de su oficio; la misma actitud sensual que ha tenido con todos sus amantes. Pero esta tarde sus gestos no tienen el mismo sentido. Ahora expresan su respeto y el cambio de su corazón. El perfume lo ha comprado con sus ahorros, que son el precio de su “pecado”. Y sin dudarlo rompe el vaso, para que nadie pueda recuperar ni un gramo del precioso perfume. Una vez más, el gesto fino y elegante.

Salen aquí a la luz dos dimensiones de la salvación. Por una parte, estalla la libertad propia del amor. En esta comida el fariseo tenía todo previsto y preparado. Pero basta con que una mujer empujada por su corazón entre sin haber sido invitada, y la sobremesa cambia del todo. Por otra parte, el episodio revela la liberación ofrecida por Jesús. El Mesías proclama con sus actos y palabras que el hombre ya no está condenado a la esclavitud de la ley y de una religión alienante. El cristiano es un ser liberado sobre la base de esa fe hecha amor práctico que predica Jesús: “tu fe te ha salvado”.

En la antigüedad las prostitutas eran consideradas esclavas; socialmente no existían. Sin embargo, esta tarde una prostituta escucha las palabras de absolución y de canonización, porque ha hecho el gesto sacramental, ha expresado su decisión de cambiar de vida. Así se coloca a la cabeza del Evangelio. ¿Qué otra cosa pueden significar las palabras de Cristo “tus pecados están perdonados”? Es lo mismo que decir: “Mujer, eres una santa”.


  
   Silvia , La Paz – Bolivia

* * *

Me encanta el enfoque de la reflexión de la lectura, cuando dice: "una mujer pecadora ha sido escogida", confirma el estilo pedagógico que escoge Jesucristo para enfatizar el singular ejemplo que esta humilde mujer propone a las mujeres de nuestro tiempo. En la primera lectura escuchamos como es que Dios mismo, por medio de Nathan, exhorta al buen David, a volver al camino del bien y le invita al proceso de reconciliarse con Dios, consigo mismo, y por ende con su comunidad. Es decir, Nathan le recuerda a David su dignidad como hijo de Dios y su oportunidad de recapacitar y volver al amor. La carta de San Pablo nos explica el justo lugar de la ley y la prevalencia del amor sobre la ley, y el evangelio es una descripción sencilla pero detallada del rol que les toca a las mujeres en el esfuerzo de establecer la civilización del amor. Esta mujer, de la que habla el evangelio, ha sido escogida para demostrar que es la decisión de amar la única manera de acercarnos humanamente al amor eterno que nuestra alma busca incansablemente. Lo interesante para mí es que esta lectura concluye mencionando a otras valerosas mujeres que en otros momentos importantes en la historia de la salvación calladamente modelan el camino a la santidad, no por la perfección de sus vidas, sino por la capacidad de reconocer y amar. Este es uno de los lazos de la segunda lectura, con el tema de la conectividad en la comunidad. Además, la mención de Juana alude al rol de la esposa de aconsejar sabiamente, Susana trae a la mente el rol de la esposa de vivir la castidad y la honradez en medio de la comunidad que es al fin y al cabo quien da el importantísimo testimonio en ese pasaje, de como es que la virtud arrasa con la manipulación del engaño. Estos modelos reales de mujeres, que hacen vida el Evangelio de Jesucristo en diferentes y variados ámbitos de la vida antigua, son indudablemente los modelos ideales para la mujer de nuestro tiempo, porque señalan la opción de amar que ellas escogen, pero también porque el amor sencillamente prevalece y vence las ambiguas estructuras sociales que sostiene la ley. Esta opción de amar hace presente el rostro de Jesucristo y cambia radicalmente las actitudes de la sociedad. Estos valores son los que nuestros hijos necesitan tener presente hoy día.


  
    Mercedes, Santiago – Chile





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