"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 6 de septiembre de 2013

“CALCULAR LOS GASTOS”



Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“CALCULAR LOS GASTOS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo  un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“SI TE INVITAN”.

Un abrazo...  P. Bernardino



                     “CALCULAR LOS GASTOS”                    



En una sociedad que tiene suficientes motivos para dudar de cualquier radicalismo, el evangelio propone con fuerza la radicalidad del seguimiento de Jesús.

     

 Leemos en el evangelio de san Lucas 14, 25-33                                        



Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo:
Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.


PALABRA del SEÑOR





Mucha gente camina con Jesús hacia Jerusalén. Jesús no quiere que se trate sólo de un acompañamiento físico. Muchos están allí, pero sus pensamientos no están con el pensamiento de Jesús. Sueñan con un Mesías poderoso, que conquiste el poder y lo comparta con ellos, o con un Mesías juez, que castigue a los malos y premie a los buenos. Jesús pide que compartan el sentido de su viaje, aprendiendo de él, el maestro, a ser discípulos, asumiendo su proyecto de vida. Por eso, “dándose vuelta”, dirigiéndose a los que van detrás de él, les aclara: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo”. El proyecto de Jesús unifica todas las energías del discípulo y las encausa todas bajo esta prioridad. La familia, los afectos más tiernos y profundos, los proyectos más ambiciosos, la vida misma, no son excluidos; son grandes valores que encuentran en la centralidad de Jesús su lugar y armonía. Nada es más importante que la adhesión a Jesús y a su proyecto. Si alguien o algo pudiera desviar su corazón, el discípulo sabe que debe reorientarlo hacia él, y sólo en él encontrar el sentido de su vida.





Esta opción puede experimentar la oposición...
de los demás, el desprecio o la persecución de parte de los que saben vivir en este mundo, que manejan bien la lógica del poder y de los intereses, que utilizan parientes y amigos para su propia ventaja. Esta será la cruz inevitable del discípulo, siguiendo a Jesús que lo ha precedido, junto con la fatiga de hacer nacer en sí mismo el hombre nuevo, libre de todo egoísmo: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.


Seguir a Jesús no puede ser fruto...
de un entusiasmo superficial y momentáneo. Exige reflexión y compromiso. Jesús lo recuerda con dos breves parábolas. “¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?”. “Calcular los gastos” para “edificar una torre” significa tener clara conciencia de la grandeza y la dificultad de realizar el proyecto de Jesús, en uno mismo y en la sociedad en que vive.

También la comparación con el rey, que “se sienta antes a considerar” si tiene las fuerzas suficientes para su campaña de guerra, ilustra eficazmente las exigencias y la responsabilidad de quien se pone en el seguimiento de Jesús. Hay obstáculos que pueden dificultar la adhesión del discípulo, como los lazos de los afectos, la aspiración al poder y el miedo al sufrimiento, a la cruz. Pero el obstáculo más común es la atadura a los bienes: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. Los bienes de la tierra son buenos y necesarios, pero pueden hacerse dueños, poseer el corazón del discípulo e impedir el seguimiento de Jesús y la realización del reino de Dios: los seguidores de Jesús no pueden servir a dos dueños, a Dios y al dinero.




Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena gusosm@yahoo.es 




                        Lectio Domingo 01 de Septiembre                  
           " SI TE INVITAN"             



Si me invitan, primero reflexiono en introspección si de verdad quiero ir, acompañar, compartir con quien me ha invitado. Trato de no acudir a invitaciones formales, protocolares o socialmente bien vistas. 

Si me invita un amigo, un hermano de sangre o de corazón, no hay primeros ni últimos, hay círculos donde todo es compartir y aprender, dar y recibir. 
Y aunque la vanidad se presenta más a menudo de lo que desearía, está la conciencia colectiva que siempre va rotando y que en las palabras de cualquiera más despierto en ese momento te lo puede recordar. Y la humildad es aceptarlo. 


      isabel, City Bell – Argentina                                                 



* * * 



Es el último sábado de la actividad de Jesús que Lucas menciona. Jesús va a comer a casa de un fariseo importante, pareciera ser iniciativa de él. El texto litúrgico deja fuera la curación del hidrópico, que es como el prólogo de lo que vendrá a continuación. El hidrópico es imagen de los fariseos que han abandonado a Dios, fuente de agua viva, y se cavaron pozos agrietados (cf Jer 2, 13), que llenan con el agua contaminada del egoísmo y la hipocresía. Esto les hincha y les hace incapaces de entrar por la puerta estrecha del reino, que es misericordia y gratuidad. 
“Al ver que los invitados elegían los primeros puestos, les dijo esta parábola”. Aquí Jesús ilustra la nueva realidad de quien ha sido curado de su sed insaciable e hinchazón: es la humildad, lo contrario de quienes se anticipan a escoger los primeros puestos. Lucas lo ha anticipado en el principio de su evangelio, en el cántico de María, y retoma esta convicción una y otra vez. Jesús ha elegido el último puesto; él en lugar de “inflarse” y levantarse, se “vació” se hizo pobre, sometiéndose a todos hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso, obtuvo un nombre que está sobre todo nombre. 
“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado”. A muchos, hoy el lenguaje de la gratuidad resulta extraño, duro e incomprensible. La sociedad actual tiende a producir un tipo de persona insolidario, consumista, incapaz de generosidad. Por eso resulta duro escuchar la invitación desconcertante de Jesús: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti porque ellos no tienen como retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”. El empeño de Jesús, hacer presente el reino de Dios, buscaba una sociedad en la que cada cual pensara en los más débiles e indefensos; una sociedad en la cual aprendiéramos a querer, respetar y amar, no a quién mejor nos paga, sino a quién más nos necesita. 
“¡Feliz de ti porque ellos no tienen como retribuirte!”. Extraña bienaventuranza, pero verdadera: es la semejanza con el mismo Cristo: amor gratuito: “De su plenitud hemos recibido todos gracia por gracia” (Jn 1, 16). La gratuidad toca el centro de la vida cristiana, que encuentra en el don de la eucaristía su alimento. 

        Joel, Puerto Aysén – Chile                                                 


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