Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“SI TU HERMANO PECA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“EL RICO TAMBIÉN MURIÓ”.
Un abrazo... P. Bernardino
“SI TU HERMANO PECA”
El hombre decidido, firme, seguro de sí mismo, que amenaza y cumple, que se venga de las ofensas que cree haber recibido, parece la imagen del hombre valiente, con fuerte personalidad. El hombre paciente, que busca el diálogo, la reconciliación, el perdón y el reencuentro, parece un hombre débil, que no sabe hacerse valer. Y en cambio, en él están la verdadera fortaleza y sabiduría.
Leemos en el evangelio de san Lucas 17, 3b-10
«Dijo el Señor a sus discípulos: “Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”.
Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”».
PALABRA del SEÑOR
Es posible que en la comunidad...
de los discípulos, alguien se desvíe: un hermano puede ofender a otro hermano. La ofensa provoca separación. Es el mismo ofendido que, en lugar de tener resentimiento y deseo de venganza, debe tomar la iniciativa y tratar de recomponer la unidad, reconstruir la armonía y la paz, a través de la corrección fraterna, para llegar al arrepentimiento, la reconciliación y el perdón: “Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo”. La indicación de Jesús es breve y esencial, e indica una dirección, aunque en la realidad estos procesos muchas veces son difíciles y fatigosos.
Y lo más difícil es seguir perdonando...
cuando se repite la ofensa. El número siete en el mismo día indica que es posible la perseverancia sin límite en la ofensa, pero igualmente es necesaria la disponibilidad sin límite al perdón: “Si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”.
Para poder vivir y anunciar las exigencias...
del Reino de Dios, de una sociedad justa, solidaria y reconciliada, los apóstoles piden a Jesús una mayor fe: “Auméntanos la fe”. Les queda demasiado grande su propuesta. Él contesta que no hace falta un aumento de fe. Es necesario simplemente tener confianza en Dios y creer que es posible la conversión, pasar de la concepción religiosa de los escribas y fariseos, representados por la morera, a la liberación que realiza la plena adhesión a Jesús y a su proyecto: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería”.
Sin la adhesión a Jesús los apóstoles seguirán siendo esclavos de la Ley, cumplidores de todas las obligaciones, “simples servidores”, pero no alcanzarán la libertad de los hijos. El servidor conoce la dureza de un patrón que no lo respeta y se hace servir, sin tener en cuenta su dignidad y su cansancio: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”. Igualmente los discípulos, si siguen sometidos a la Ley, sólo podrán decir: “No hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”, pero no conocerán el amor gratuito de Dios. Como el hijo mayor de la parábola, que había cumplido con todas las órdenes, sirviendo por tantos años “sin saltarse nunca un mandato”, no había sido capaz de compartir la alegría por el regreso de su hermano menor, ni había podido conocer y reproducir en su vida ese inmenso amor gratuito del padre. No ha pasado de servidor a hijo.
Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
LECTIO DOMINICAL 29 de Septiembre
“EL RICO TAMBIÉN MURIÓ”
“Que sus ojos no vean ni sus oídos oigan, ni su corazón entienda, ni se conviertan para que yo los sane” (Mt. 13, 15). Extrañamente nos negamos a ver lo que no queremos ver. Por eso Jesús tuvo tantas dificultades cuando anunció: “El reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la buena noticia” (Mc. 1, 15). No nos gusta la parte nueva de la Buena Nueva. Es que en cosas de riquezas no haremos caso ni aunque resucite un muerto.
A la inversa del administrador “corrupto”, esta parábola ilustra el pasaje: “Háganse amigos con el dinero injusto… Oídas todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, se burlaban de él” (Lc. 16, 9. 14). Entonces les dijo: “Había un hombre rico que se vestía de purpura y lino y banqueteaba espléndidamente…”. El texto del rico – Epulón – y el pobre Lázaro muestra en imágenes lo que se canta en el Magníficat y se proclama en las bienaventuranzas-lamentaciones. Está equivocado el “buen sentido” de los fariseos que se burlan de Jesús.
Un rico despreocupado que “banquetea espléndidamente”, ajeno al sufrimiento de los demás, y un pobre mendigo Lázaro, a quien “nadie da nada”; el rico no tiene nombre (aún cuando se le llama Epulón, este no es un nombre, deriva de épulo, convite, banquete: eran los encargados de los banquetes que se hacían a los dioses): dos hombres distanciados por un abismo de egoísmo e insolidaridad, que según el evangelio puede hacerse definitivo. El rico recibe lo que dio; la sed que lo consume es signo de que él se excluyó de lo humano. En el lugar de los muertos, siente sed de ser humano; no está en el “seno” de Abraham. Sigue siendo hijo, pero en su vida se deshumanizó, no vio al pobre que le necesitaba; ahora está en el “seno” de la muerte. Así como el pobre Lázaro necesitaba del rico durante su vida, mucho más el rico necesita del pobre después de la muerte.
“En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicieron” (Mt 25, 40). El pobre Lázaro está a la puerta del rico, muriéndose de hambre; el rico evita todo contacto y sigue “banqueteando espléndidamente”, ajeno al hermano que, a su puerta, está cubierto de llagas. No atraviesa la puerta que le acercaría a Lázaro, es como la actitud del hijo mayor, se niega a entrar al banquete del Padre. Acá niega la entrada a su hermano, por ello su banquete se convierte en una condena, en un inmenso abismo.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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Se me mezclan muchas imágenes... Por un lado las infantiles cuando escuchaba los sermones en las iglesias: "Estamos en un valle de lágrimas y el consuelo viene después". Esto me produjo muchas contradicciones hasta que , por experiencia propia de vida comprendí un poco esto del sufrir, que no es que hay que provocarlo para llegar a Dios sino aceptarlo cuando llega y buscar en él el aprendizaje para llegar a nuestra propia alma que entonces nos permite ver un poco más a Dios.
Nuestra dimensión corporal física, densa, nuestro ego enquistado en esta forma nos hacen propensos a la posesión de lo material y con ello la posibilidad de perder nuestra esencia... Entonces viene la vida superficial de acumulación de bienes, dinero, poder.
Yo no siento que Lázaro haya ido cerca de Dios por haber sido pobre y haber sufrido sino que, para mí, esa pobreza y sufrimiento que en esta parábola están descritos con la imagen del mendigo, le dio una condición en donde Lázaro pudo entender el sentido de su vida y elevó su conciencia. No todos pueden, y muchos permanecen sólo como mendigos en todos los planos. Necesitarán más tiempo tal vez para comprender. Tampoco se resolvía el tema porque el fariseo le diera algo (la caridad suele ser entre la gente que tiene mucho dinero: desprenderse de lo que no les duele) no ayuda ni al pobre ni al rico. Nadie se gana su subida en la escalera de la ascensión a niveles superiores de conciencia por "comprarse" nada a los ojos de Dios. El consuelo es de este mundo, como la misma palabra lo dice con – suelo: es la empatía, el sostén y comprensión del que está sufriendo, sea cual sea la proveniencia de ese sufrimiento: material, emocional, espiritual; es el no desprecio, no evitar ni doblar la vista frente a él, es la presencia de un corazón abierto que sostiene más que habla, para que esa persona pueda encontrar su camino, su arraigo, su propio sendero de responsabilidad en el destino de su vida, su "libre albedrío"; y si quien da consuelo está en otra situación (por ejemplo, mejor económicamente), esto no quiere decir que su trabajo personal de evolución haya terminado. Éste no cesa hasta la muerte y más allá de la muerte. Para mí esto es hermandad: vernos todos como hijos de Dios, cada uno en su necesario e inevitable camino de evolución en donde los momentos de compartir son fundamentales, pero también los momentos de soledad y silencio y contemplación.
Isabel, City Bell – Argentina
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Las diferencias entre quienes tienen más y quieren mantener las diferencias abismales entre estos pocos frente a los muchos que tienen poco o casi nada, es una de las tareas de todo cristiano católico para hacer desaparecer esta forma de injusticia.
La propuesta de Jesús en el Evangelio nos muestra con mucha claridad que las actitudes de la sociedad actual de tener al dinero como su dios están en contra de una verdadera práctica cristiana. No es suficiente cumplir con algunos ritos religiosos; es importante practicar la justicia, la solidaridad y el respeto al derecho de los pobres y marginados de la tierra. Las guerras o el sonido de los tambores que anuncian la muerte son una forma que muestra el deseo de tener más, apoderarse de los recursos del débil para acumular más riqueza.
A propósito de la posición cristiana de los latinoamericanos en el tema que se plantea entre el rico y el pobre, en la reunión de la Conferencia episcopal latinoamericana (CELAM) en Medellín, Colombia, en 1968, se había hecho énfasis en el compromiso de la Iglesia con los pobres. Dicho compromiso refleja el sentir del evangelio. Sin embargo, la solidaridad con los pobres sigue siendo un aspecto de la fe rechazado u olvidado por muchos, incluso obispos y curas (Teologia de la liberación, por el padre Jordi Rivero).
Francisco, Potosí – Bolivia
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Esta lectura provoca un poco de temor, pues hace entender que el reino prometido es para los desposeídos, los que sufren, los sin voz. Es para analizarse y decir: Señor, dame un corazón cálido, generoso para mis hermanos. Se puede ver claramente que para ser fiel al Padre hay que dejar la ambición, el amor al dinero, que sólo trae la esclavitud al hombre. Dios padre nos pide la justicia, la generosidad y el amor. No podemos cegarnos frente a las necesidades de los demás. Cada día nos encontramos con hermanos que sufren hasta de soledad, y me pregunto: ¿dónde estoy yo?, ¿donde está mi ayuda?
Es el momento para que cada uno piense en lo que el Padre quiere para que alcancemos el reino de justicia y de paz.
Sandra, Coyhaique – Chile
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