Querido/a Amig@:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“LES HARÁ JUSTICIA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“Levántate y vete”.
“Levántate y vete”.
Un abrazo... P. Bernardino
“LES HARÁ JUSTICIA”
Es imposible que Dios exista, con todos los males que hay en el mundo. Si existiera, intervendría y no permitiría tanto sufrimiento. Ésta es la opinión que algunos tienen. Y tienen razón, porque no existe ese Dios. El Dios que Jesús revela es totalmente diferente.
Leemos en el evangelio de san Lucas 18, 1-8
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”.
Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
PALABRA del SEÑOR
La intención de Jesús aparece clara...
Los discípulos que quieran hacer el mismo camino de Jesús y asumir su proyecto, tienen que aprender a “orar siempre sin desanimarse”. Es una condición esencial para conseguir que se realice la justicia. Las dificultades de una verdadera conversión personal, la oposición y la fuerza de los que tienen otro proyecto de vida, orientado a buscar sus propios intereses y a fortalecer su poder, pueden llevar a creer que son imposibles los cambios, y que los poderosos jamás serán derribados “de su trono”. Jesús quiere convencer de lo contrario. Con la oración perseverante el discípulo puede enfrentar y vencer las dificultades, porque es Dios mismo que lo acompaña en su lucha por la justicia, y por eso no debe “desanimarse” nunca.
Para entender aprender su enseñanza...
Jesús propone una parábola en que la protagonista es la persona más débil y desprotegida en su sistema social: una viuda, es decir una mujer sin el amparo de un hombre, a quien la ley y la sociedad no le reconocen ningún derecho.
De un lado, “había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres”; y de otro lado, una pobre viuda. Los dos personajes son el espejo de la sociedad. El juez representa el poder injusto, que se cree invencible, y humilla y explota a los débiles. La viuda es el símbolo de todas las víctimas de la injusticia. Aunque su voz parezca no tener ninguna importancia, ella pelea con tenacidad y clama para que el juez le haga justicia: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Al fin, después de una larga y perseverante insistencia, lo consigue. El juez, vencido, declara: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”. No procede en cumplimiento del derecho, sino para evitar la molestia.
Jesús mismo explica el sentido de la parábola:
si un juez injusto cede frente a la perseverancia de una viuda, cuanto más Dios “hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche”.
Por supuesto, Jesús no quiere comparar a Dios con el juez injusto, sino subrayar la firme voluntad de justicia que tiene Dios, que oye el clamor de las víctimas, con una compasión infinitamente más grande que la sensibilidad de cualquier ser humano.
Pero, ¿qué es lo que se pide en la oración?, y ¿qué es lo que Dios concede? De la respuesta que damos a estas preguntas depende la imagen de Dios que podemos tener. Hay personas que están peleadas con Dios o que han perdido la fe porque Dios no ha escuchado sus oraciones. Otras han fortalecido su fe porque han conseguido lo que pedían. Y queda el escándalo de un mundo tan injusto, con violencia, opresión, guerras, hambre, explotación y desigualdad. ¿Por qué Dios no interviene, frente al inmenso sufrimiento de tantos inocentes? ¿Es que no hay suficiente oración?
Este texto del evangelio no quiere dar...
todas las respuestas, pero ofrece un aporte interesante. Dios quiere un mundo justo, una humanidad en paz, una sociedad en que sean respetados los derechos de todas las personas, sobre todo de los más débiles, y en armonía con toda la naturaleza. Él no necesita que alguien lo convenza o lo presione con sus oraciones, porque está totalmente dedicado a su proyecto de justicia y de amor para el bien de todos. En cambio, el ser humano muchas veces tiene otros proyectos y otros pensamientos. La oración perseverante hace que el orante, a través de un diálogo constante con Dios, vaya progresivamente purificando sus intenciones negativas, identificándose siempre más con el proyecto de Dios y comprometiéndose en la construcción de un mundo justo como Dios lo sueña y lo quiere. La oración cambia al orante, no a Dios. Habrá mucho menos males en el mundo y mucha más justicia, no por una intervención mágica de Dios, sino por el cambio del corazón del hombre.El cerco y la caída de la ciudad de Jerusalén, a mano del imperio romano, provocarán una crisis gravísima entre los discípulos. El enorme sufrimiento de esos días pondrá a dura prueba su fe. Por eso la inquietante pregunta de Jesús: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”. Lucas subraya la pregunta, porque otros acontecimientos y crisis terribles a lo largo de la historia podrían sacudir profundamente la fe de la comunidad. La perseverancia en la oración la podrá salvar. A pesar de todas las dificultades, la comunidad tendrá que seguir identificándose con la viuda de la parábola, en su lucha perseverante por la justicia.
todas las respuestas, pero ofrece un aporte interesante. Dios quiere un mundo justo, una humanidad en paz, una sociedad en que sean respetados los derechos de todas las personas, sobre todo de los más débiles, y en armonía con toda la naturaleza. Él no necesita que alguien lo convenza o lo presione con sus oraciones, porque está totalmente dedicado a su proyecto de justicia y de amor para el bien de todos. En cambio, el ser humano muchas veces tiene otros proyectos y otros pensamientos. La oración perseverante hace que el orante, a través de un diálogo constante con Dios, vaya progresivamente purificando sus intenciones negativas, identificándose siempre más con el proyecto de Dios y comprometiéndose en la construcción de un mundo justo como Dios lo sueña y lo quiere. La oración cambia al orante, no a Dios. Habrá mucho menos males en el mundo y mucha más justicia, no por una intervención mágica de Dios, sino por el cambio del corazón del hombre.El cerco y la caída de la ciudad de Jerusalén, a mano del imperio romano, provocarán una crisis gravísima entre los discípulos. El enorme sufrimiento de esos días pondrá a dura prueba su fe. Por eso la inquietante pregunta de Jesús: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”. Lucas subraya la pregunta, porque otros acontecimientos y crisis terribles a lo largo de la historia podrían sacudir profundamente la fe de la comunidad. La perseverancia en la oración la podrá salvar. A pesar de todas las dificultades, la comunidad tendrá que seguir identificándose con la viuda de la parábola, en su lucha perseverante por la justicia.
Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena gusosm@yahoo.es
Gustavo M. Llerena gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINICAL DOMINGO 13 de Octubre
"LEVÁNTATE y VETE"
Agradecimiento, hemos confundido esta palabra con " agradar" agradar al otro de manera superficial, decir gracias por buena educación, para ser bien visto, para en definitiva seguir viviendo pendiente de lo que el otro pueda facilitarme....a veces parece una pesadilla la pretensión de que el otro me apruebe... fue parte desde nuestra infancia buscando esto afanosamente en nuestros padres para seguir toda una vida, con los maestros, los amigos, la pareja, la gente "importante"....y resulta ser que nadie, nadie de todos ellos puede darte la FE aunque le agrades sobremanera y le agradezcas con creces cualquier acto.... Ni siquiera Jesús (mucho menos Él) ¡¿ cómo podría darte EL la fe de que creas en El?
Y en mi experiencia, cuando agradeces de Corazón sin esperar nada sino sólo reconociendo la gracia y la bondad, lo Divino te da un atisbo de su Luz y Jesús sonríe...y si puedes sentir eso....puedes sentir Fe. La fe no se estudia, ni se encuentra en algún camino complicado, se muestra si abrimos de verdad el Corazón Cristal que todos tenemos pero que hemos olvidado o tapado detrás de velos extraños que nos nublan la mirada. LEVANTÉMONOS, ya es hora.
Isabel, City Bell - Argentina
* * *
En muchos ha resonado la palabra "gratitud" y es porque no la escuchamos muy a menudo y escucharla en el evangelio tal vez no llama tanto la atención como el milagro de la curación; siempre nos vamos más por lo espectacular y dejamos de lado aquello que nos puede ayudar, animar en el día a día, como ser dar las gracias por lo recibido, por la ayuda o el servicio que da aquel que no tiene grandes capacidades, pero que sin embargo ofrece lo poco y nada que tiene para ayudar.
Nos suele pasar como los nueve leprosos que dieron por hecho su curación pero debían cumplir más con la ley que devolverse a dar las gracias, como que lo que el otro hace es solo su obligación, y aún siéndolo, nuestro deber es dar gracias porque ha sido un beneficio para mí, merecido o no, beneficio al fin, aunque sinceramente es más inmerecido ya que todo es gracia de Dios y a Él sí debemos dar gracia infinitas por su gran amor y porque no nos pide nada, al contrario como dice con el hijo pródigo: "Todo lo mío es tuyo".
* * *
Me ha siempre fascinado el “caminar” de Jesús por toda la Palestina, sobre todo después de haber leído un librito muy intenso de Christian Bobin, El hombre que camina, que identifica a Jesús justo con esta su característica.
Reflexionando sobre este aspecto de la vida de Jesús he hecho algunas consideraciones: “caminar” para mí puede significar salir de la cáscara de mi vida cómoda y tranquilla, para ir al encuentro de los demás, sobre todo a las personas que sufren. Pero puede significar también dejar mis seguridades y hacerme interpelar por los problemas que la vida y el mundo me presentan cada día.
Pienso que el leproso de hoy es tal vez el “migrante”, que golpea a las puertas del norte del mundo después de haber dejado su tierra a causa de la miseria e de la guerra. Es grande mi tristeza en estos días por los cientos de migrantes que se ahogaron en el mar Mediterráneo, en el intento de alcanzar Lampedusa, l’avamposto de Italia para los países del norte de África. Y más grande todavía es la indignación frente a la actitud de muchas personas y partidos políticos, que ven en estos migrantes sólo un peligro para su seguridad.
Hace mucha falta una educación a la acogida de toda persona en dificultad, aun si diferente de nosotros por cultura, raza, pertenencia religiosa.
Y tal vez justo partiendo de cada uno de nosotros esta actitud puede extenderse y contagiar otras personas.
Además, es significativo, en el texto del evangelio de Lucas, el hecho que el único leproso que tiene gratitud por la sanación conseguida es justo un extranjero.
* * *
Nueve de cada diez hombres viven y mueren como leprosos. Sólo uno se vuelve hacia el Salvador, glorifica a Dios, y se postra a los pies de Jesús y “hace eucaristía” –da gracias-. Es la acogida de la salvación. Uno que no entendía de leyes, ni ritos, socialmente despreciado por ser extranjero, samaritano, vuelve para glorificar a Dios por Jesús. Es el único que ha sabido sorprenderse por la curación y reconocerse agraciado. Los que han estado en contacto con las grandes obras de Dios lo han tomado como algo normal; han vuelto a sus pozos agrietados que el agua no retienen.
“Tomando pan, dio gracias…”. El dar gracias, ser agradecido humaniza. Entiendo que una de las dificultades para reconocer a Jesús – Jesús significa: Dios salva- es no saber dar gracias. El agradecimiento lleva a reaccionar con gozo y expresar la alegría de saberse mirado misericordiosamente por Dios. “Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava” (Lc 1, 47). Así lo expresa la Virgen María, Isabel, Juan Bautista, en el vientre de su madre, y tantos otros que pasando sobre las ataduras de lo aprendido –leyes, ritos, religiones-, se vuelven a Jesús “porque no hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvados” (Hch 4, 12). Es más, si no se sabe agradecer no se sabe orar. La oración y la alegría es manifestación de vida sana.
Las preguntas de Jesús que parecen quejas o reproches, probablemente de la redacción de Lucas, se pueden leer como invitación a vivir en admiración y gratitud. “Hay algo que traigo a la memoria – la memoria del corazón – y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renueva cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!” (Lam 3, 21). Esto es vivir admirado y agradecido.
“Tú fe te ha salvado”. La confianza produce la curación, pero el agradecimiento produce la vida sana y alegre. Ciertamente es una pena que tantos, nueve de diez, se conforman sólo con la curación. Su relación con Dios es un contrato: “te ofrezco oraciones y sacrificios y tú me recompensas”. “Me acuerdo de ti cuando te necesito, es decir, como a fin de mes, cuando necesito que se me pague”. Recuperar la gratitud es el gran paso para aceptar el banquete que ha preparado el Padre, que se alegra por el hijo que ha vuelto, y sanar mi relación con Dios; esta “sanación” –salvación- genera una manera nueva de mirarse a sí mismo, de relacionarse con los demás y con las cosas; es la verdadera fuente de la salvación.
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