Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“TÚ LO HAS VISTO”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS”.
Un abrazo... P. Bernardino.
“TÚ LO HAS VISTO”
En ningún tiempo, como hoy, se han invertido tantos recursos para impedir al pueblo reconocerse a sí mismo y ver los sistemas de dominación cultural y económica que lo tienen sometido.
Leemos en el evangelio de san Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38
Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé”, que significa “Enviado”. El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?”. Unos opinaban: “Es el mismo”. “No – respondían otros –, es uno que se le parece”. Él decía: “Soy realmente yo”.
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: “Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo”. Algunos fariseos decían: “Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?”. Y se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?” El hombre respondió: “Es un profeta”. Ellos le respondieron: “Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?”. Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: “¿Crees en el Hijo del hombre?”. Él respondió: “¿Quién es, Señor, para que crea en Él?”. Jesús le dijo: “Tú lo has visto: es el que te está hablando”. Entonces él exclamó: “Creo, Señor”, y se postró ante Él.
PALABRA del SEÑOR
Jesús había proclamado: “Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Pero es posible no seguirlo, y caminar “en tinieblas”. La sanación de un hombre ciego evidencia y dramatiza esta proclamación.
Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Allá donde los discípulos ven el castigo por alguna culpa, Jesús ve la oportunidad de manifestar la fuerza creadora y liberadora de Dios. Como hizo Dios en la primera creación, Jesús usa el barro, para dar la posibilidad de nacer de nuevo, a ese hombre que nunca había visto la luz, ni podía imaginar que existiera un mundo sin tinieblas: “Hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego”. Jesús lo manda a lavarse “a la piscina de Siloé”, que significa “Enviado”. Es él el Enviado del Padre, el hombre verdadero que puede revelar al pueblo oprimido la posibilidad de una humanidad nueva, libre y justa.
El ciego recobra la vista...
logra su integridad humana y regresa cambiado de tal manera, que hasta los vecinos dudan de su identidad: “Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: ‘¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?’. Unos opinaban: ‘Es el mismo’. ‘No – respondían otros –, es uno que se le parece”. El encuentro con Jesús lo ha transformado.
Es un hecho tan relevante, que se considera oportuno llevar al que había sido ciego, delante de las autoridades religiosas, que se dividen frente a la interpretación del hecho. Algunos tienen como criterio de juicio la Ley, que ha sido transgredida, porque la curación se ha realizado en día sábado, día de reposo absoluto. Por lo tanto, el transgresor de la Ley tiene que haber actuado no en nombre de Dios, sino por el poder del Maligno: “Algunos fariseos decían: Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado”. Otros, en cambio, no aceptan esa explicación: “¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?”.
Pero de nuevo todos se unen...
cuando el ciego reconoce a Jesús como profeta, que viene de Dios. No pueden aceptar que alguien que ha encontrado a Jesús pueda abrir los ojos, ver y juzgar autónomamente, sentirse adulto y libre, sin miedo y no sumiso a su poder: “Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?”. La conclusión es inevitable: “Y lo echaron”.
A ese hombre que ha sido echado, se le ofrece una nueva acogida: “Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: ¿Crees en el Hijo del hombre?”. Ahora que puede ver, el ciego puede reconocer a Jesús, el hombre pleno y auténtico: “Tú lo has visto: es el que te está hablando”; le declara su fe y le da su adhesión: “Creo, Señor – y se postró ante él”.Al hombre que había sido ciego, se le abre un camino de vida, en el seguimiento de Jesús: “Quien me siga tendrá la luz de la vida”; y los que pretendían ver y ser guías del pueblo, preocupados por su poder, seguirán ciegos, caminando “en tinieblas”.
Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DIVINA DEL DOMINGO 23 de marzo
Si tú conocieras el don de Dios
Si tú conocieras el don de Dios
La propuesta del evangelio nos permite comprender varias acciones ligadas a nuestro modo de vida cotidiano y permanentemente olvidadas como la solidaridad, los prejuicios religiosos y principalmente actitudes machistas.
En el contexto en que se encuentra Jesús, los samaritanos son parte de los pueblos alejados de las leyes político-religiosas que rigen su modo de vida cotidiano y Jesús propone romper todos esos obstáculos que impiden conocer la profundidad de su mensaje. Pide agua a una mujer samaritana, hecho criticado por autoridades religiosas de ese momento. Enseña que si antes se adoraba a Dios en la montaña, ahora debe ser en la profundidad de las actitudes hacia el prójimo, tampoco en los templos donde muchos acostumbran ocultarse a las realidades de desigualdad que existen en el mundo.
El papa Francisco, cuando analiza la realidad de la Iglesia, se identifica con las propuestas de Medellín, en la reunión de obispos, fueron resultado de la mirada a pueblos marginados de Latinoamérica, con una pobreza extrema. El resultado fue, identificarse con “la opción preferencial por los pobres”, para avanzar en la construcción de un reino de justicia, solidaridad y valores humanos.
Francisco, La Paz – Bolivia
* * *
Con frecuencia, sufrimos bajo el peso de nuestra situación, determinada por la historia vivida y por sus factores. Somos a menudo pelotas de la política, la economía de mercado, el consumo desbocado, víctimas o victimarios del mal y el pecado. Nos preguntamos cómo puede ser posible, en tales condiciones, nuestra vida tal como nosotros la planeamos. “En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo buscaba y no lo encontraba” (Cant 3, 1). Y, en la oscuridad de la noche nos acercamos a preguntar: ¿Cómo puede suceder esto? (Jn 3, 9). O, al sol del medio día, sedientos, buscamos saciar nuestra sed. Sin embargo, en todos hay tantas cosas de las que no nos gusta hablar; mensajes que no comprendemos o se quedan para siempre en el equívoco. Entonces, Jesús que tiene sed de realizar lo nuevo en lo antiguo, toma la iniciativa, flirtea, buscando enamorarnos, porque ya no está entre nosotros como lejanía y juicio, sino como tierna cercanía y perdón de la que tienen sed todos los que aman. Y, te dice: “Dame de beber”. ¡Cómo! ¿Tú pides, tengo algo que yo pueda darte?
¡Oh, feliz encuentro, qué perla encontrada en el brocal del pozo! Si tú la has encontrado, muéstrame algo de su fulgor. Con la punta de tu dedo, moja mi lengua reseca de idolatría, amarga de ley y de culto. Sí, necesito pedirlo porque el don de Dios no es un salario que hay que ganar con sacrificios y holocaustos; o sacar con fatiga del pozo de la ley. El amor del Padre, que tanto amó al mundo que entregó a su único Hijo, es el don (cf Jn 3, 16). Es necesario pedirlo, para que sea dado, porque este don no se impone, se ofrece. Él, tiene sed de darse, dice: “Dame de beber”.
Al fin, la mujer – símbolo del pueblo como esposa de Dios, o del alma – dice: “Dame de esa agua”. El deseo es ya don que Dios ha puesto en mí, es como el Espíritu que busca posarse sobre nosotros para romper nuestra dureza de cabeza y el corazón de piedra; es el deseo que ahonda mi ser, para que Él pueda sumirse y colmar de agua viva mi sed de ser. “Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, como tierra agostada, reseca, sin agua” (Sal 63, 2).
“Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico adoraran al Padre en espíritu y en verdad”. Dios deja de ser “muchos dioses” y es el Padre que comunica su vida en el Hijo. El Padre es uno y no tiene privilegiados – judíos, samaritanos –: tiene hijos y estos son hermanos.
Los Samaritanos aceptaron a Jesús y le rogaban que se quedara con ellos. Él se quedó dos días con ellos: son los días de la siembra y remiten al “tercer día”, el de la cosecha. ¿Seremos capaces de pedir lo mismo o nuestros “maridos” – dioses, ídolos –, nuestro pasado, nos atan más que a ellos?