"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 1 de marzo de 2014

“¿POR QUÉ SE INQUIETAN?”.


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“¿POR QUÉ SE INQUIETAN?”.



La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“EL SOL SOBRE  MALOS  Y  BUENOS”.

Un abrazo... P. Bernardino


“                   ¿POR QUÉ SE INQUIETAN?”.                   


La acumulación de bienes, sobre todo de dinero, es tan generalmente aceptada, al punto que en la opinión común una persona no vale tanto por lo que es, sino por la cantidad de bienes que posee. ¿Cuál es el criterio que Jesús propone?

  Leemos en el evangelio de san Mateo 6, 24-34                                                 

Dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer o qué van a beber, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?

¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.

Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
PALABRA del SEÑOR



Jesús quiere ayudar a sus discípulos a entender...

bien cuál debe ser su relación con los bienes y el dinero.

Hay personas que ponen toda su confianza en el dinero, y gastan todo su tiempo y sus energías para acumularlo y protegerlo. Su felicidad está en poseerlo. Creen que el dinero les sirve. En realidad son ellas que sirven al dinero. Se trata de una idolatría, el dinero hecho ídolo. Esas personas pueden tener también algunas prácticas religiosas, pero su corazón pertenece al dinero, en lugar de pertenecer a Dios. Jesús afirma tajantemente: “No se puede servir a Dios y al dinero”. Es una opción inevitable: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo”.


Jesús no declara malos el dinero y los bienes. Son malos cuando crean división e injusticia, condenando a millones de personas a la pobreza, al hambre y a la exclusión; cuando se pone en el dinero toda la confianza, acumulando bienes para aumentar el poder y el prestigio, y vencer la inseguridad y el miedo al futuro. La verdadera seguridad viene de Dios que es Padre.

Con mucha insistencia Jesús exhorta: 
“No se inquieten”. En realidad, habría muchos motivos para inquietarse: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. Son las preocupaciones por los elementos esenciales de la vida. Jesús no niega estas preocupaciones, pero las pone dentro de un horizonte de confianza en el Padre Dios, y por eso repite:“No se inquieten”. El Padre mira a todas las criaturas y provee a ellas con una sabiduría, equilibrio y armonía que sólo la codicia del hombre puede amenazar o destruir: “Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta”. Los pájaros, considerados animales inútiles, que “no siembran ni cosechan”, encuentran alimento. Mucho más los hombres, que siembran y cosechan, que trabajan responsablemente y luchan por la vida, tendrán el alimento necesario. Jesús no exhorta a la flojera, a la falta de esfuerzo, a la aceptación pasiva de la pobreza, dejándole a una falsa concepción de la providencia la tarea de solucionar la terrible injusticia del hambre en el mundo. Quiere sólo que todo el trabajo por una vida digna y por la justicia sea hecho con una profunda confianza en el Padre.


También la mirada contemplativa a la belleza...
de la naturaleza tendrá que producir la misma confianza: “Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos”. La energía misteriosa que va embelleciendo y haciendo fecunda la madre tierra, es el cuidado providente del Padre, que con mucho más amor cuidará de sus hijos e hijas: “Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes!”.

Por otro lado, la angustia y la obsesión por acumular bienes, no va a garantizar mayormente la vida: “¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?”. Por eso, el reproche de Jesús: “¡Hombres de poca fe!”, que no tienen confianza en el Padre, y ponen su total confianza en los bienes y el dinero. Es la actitud de los que pueden, tal vez, tener una apariencia de religiosidad, pero en realidad son paganos: “Son los paganos los que van detrás de estas cosas”.

Jesús quiere grabar en el corazón de los discípulos...
la certeza de que son hijos, cuya vida está en las manos de un Padre que cuida de ellos y conoce bien las cosas de que necesitan: “El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan”. El centro de sus preocupaciones no tiene que ser el dinero, sino el poner en práctica las Bienaventuranzas, para formar una comunidad justa y fraterna, el Reino de Dios: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”.


Ésta es la certeza única, para hoy y para mañana. Enfrentarán en su momento el mañana con la misma confianza, sin adelantar inquietudes y angustias: “No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”. El Padre, que da la fuerza para enfrentar las dificultades de hoy, la dará también para enfrentar los problemas que se presentarán mañana. ¡Confíen en él!



Bernardino Zanella      bernardino.zanella@gmail.com

Gustavo M. Llerena     gusosm@yahoo.es



  LECTIO DOMINICAL 23 de Febrero 2014      
 El SOL sobre Malos y Buenos                             

Creo sea importante conocer el contesto en que se inserta esta enseñanza de Jesús. Saber que los enemigos eran todos los demás, los "no suyos", sólo porque pertenecientes a otra estirpe o raza o religión, y por eso considerados enemigos de Dios, no tanto porque en algún modo fueran hostiles o persecutores, como en cambio entendemos nosotros. Entonces es más fácil amar a los "enemigos", porque para nosotros ellos son el prójimo, los hermanos, los hijos de Dios. Y esto porque al cristiano que ama a Dio-Amor, no le está permitido odiar. 

Queda más difícil, tal vez, orar por quien te molesta, te insulta, te hace mal, el enemigo verdadero. Creo que haría falta, cada mañana al despertar, dirigiéndose a Dios, poner en sus manos nuestros malhechores, sin saber quiénes serán, y pedirle la gracia de ser prontos, en el momento de la provocación, a orar por ellos, con la certeza de la salvación de la persona por la cual pido. Podría ser de ayuda para placar los ánimos, evitar venganzas y desquites, eliminar la tentación de restituir cuanto nos ha sido hecho. De aquí a ser "perfectos como es perfecto el Padre que está en los cielos"... hay largo trecho. 
 Gianna, Pordenone – Italia                                                                           

* * * 
Si aprendiera del amor del Padre… ¡cuánto amor derrama día a día sobre cada uno de nosotros, sin hacer excepciones: “Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos”! 

Y Jesús, ¡cómo procura que lo aprenda e internalice!, pero mi poco amor me hace volcarme más hacia la “venganza” que se manifiesta de muchas maneras, a veces con una sutil indiferencia, y así no respondo cuando me piden, cuando necesitan ayuda… 

Bien me enseña el Maestro con su testimonio, el cual por sobre todo está impregnado de una profunda humildad. Creo que acá está mi mayor dificultad: no ser humilde como para reconocer que todo es Gracia, que mis capacidades y todo cuanto realizo me viene de Dios; que todos caminamos, avanzando o retrocediendo por la vía que él nos señala como camino de perfección. Cuando me dejo acompañar por él, me resulta más fácil avanzar y no continúo con las ofensas, las desconfianzas, los desencuentros, “la venganza”. Así ayudo de mejor manera a que otros también descubran lo maravilloso de la gracia, el amor y el perdón de Dios. 
  Hilda, Roma – Italia                                                                                     

* * * 
El amor, la justicia y la paz, se construyen con las obras más que con las palabras. Jesús actúa u obra lo que dice y dice lo que actúa u obra. Jesús en la cruz dijo: "Padre, perdónalos porque no saben lo hacen" (y dicen, por extensión, pues también nosotros debemos perdonar las calumnias, como obra de misericordia). Jesús también nos enseña, como bien le dijo a Pedro, que setenta veces siete debía perdonar. La oración del “Padre nuestro” es un constante reconocimiento de alabanza, súplica y perdón. Pues Dios es bueno con todos, pero como Justo Juez obra con misericordia, y dará a los justos y a los injustos su merecido lugar. El amor, el perdón son la señal de los cristianos. Dios aprecia de buen corazón a los sencillos y humildes. La obediencia de amar y perdonar nos hará santos. Aunque muchas veces tengamos que denunciar las injusticias de los poderosos, debemos corregirlos en el amor a Dios, para no hacernos cómplices de sus maldades, aunque a veces por hacerlo nos expongamos a la persecución, difamación, o pérdida de la vida. Quién vive en el amor de Dios, morirá para vivir. Quien no ama a su prójimo (próximo o cercano enemigo), miente si dice que ama a Dios (1Jn 3, 11-17). 

    

  Luis Ángel, Lima – Perú                                                                             

* * * 
Estoy en un momento que necesito expresar algo respecto al Evangelio de hoy. Ojalá logre ordenar mis ideas. 

Me duele pensar y ver que tal vez nunca podré cumplir con ese mandato tan hermoso de ofrecer la otra mejilla sin reclamo. Tal vez mi mente no está tan sana como debe estar una cristiana y no la puedo dominar. 

La injusticia me rebela, me duele, me conmueve, me subleva, me obliga a pelear o por lo menos a patalear. Lamentablemente lo injusto es pan de cada día y a veces ya ni siquiera podemos advertir su actuar ante nuestros ojos; sin embargo hay injusticias tan grandes, pero tan grandes, que personalmente creo que perdonarlas o ignorarlas es un pecado que no me dejará dormir el resto de mi vida. 

No es que crea que soy alguien autorizado o especial en este mundo, pero creo firmemente que estoy en él por algo más que cumplir con el ciclo vital y que si no hago algo daré cuentas al Padre, y será cuando ya no pueda corregir mis actos o cambiar de parecer. Entonces, cuando se presentan actos tan maliciosos, bochornosos, injustos y que demuestran que se perdió la condición humana, me exalto y reclamo tratando de encontrar la forma menos agresiva y más aproximada a las leyes divinas, para hacer escuchar y respetar lo que creo está hiriendo al pueblo de Dios. 

¿Estará bien ofrecer la otra mejilla si las bofetadas son muy reiteradas? ¿No será bueno ante los ojos del Señor ayudar a proteger a las mayorías? ¿Qué hacer para obtener justicia sin transgredir las leyes divinas? ¿Qué decir cuando seres humildes y enfermos están siendo golpeados y lastimados? ¿Qué hacer cuando hay abusos que maltratan a niños indefensos y enfermos y a las personas que los cuidan? 

  Susana, Oruro – Bolivia                                                                               



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