Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“AL AMANECER”
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“Tu rey viene”.
Un abrazo... P. Bernardino
“AL AMANECER”
Podríamos mirar los acontecimientos de la historia con los ojos de quien dice que al final los más poderosos siempre ganan, los pobres siempre son vencidos, y las revoluciones, vaciadas de su inspiración liberadora, reproducen siempre los sistemas de dominación y dependencia. La fe en la resurrección, en cambio, nos asegura que en la humanidad hay una irresistible energía que hace nacer de nuevo, a pesar de las derrotas, y apostar siempre por la vida.
Leemos en el evangelio de san Mateo 28, 1-10
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
El Ángel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba y vayan en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán. Esto es lo que tenía que decirles”.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de El. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.
PALABRA del SEÑOR
Si la parte central de todo el evangelio...
es la memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la página central de esta memoria es el anuncio del sepulcro vacío y de la victoria de Jesús sobre la muerte: “No está aquí, porque ha resucitado”.
Fue necesario que terminara el día del descanso, “pasado el sábado”, para que “María Magdalena y la otra María” se pusiesen en camino hacia el sepulcro de Jesús. En su preocupación ha estado el cumplimiento de la ley del sábado y el recuerdo de la cruz y de la sepultura de Jesús: domina la muerte en sus pensamientos, quieren sólo “visitar el sepulcro”. Todavía no se dan cuenta de la luz que está naciendo y que iluminará el nuevo día, “al amanecer del primer día de la semana”: es el inicio de una nueva creación.
No acompaña a las dos mujeres...
la madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que había estado con ellas en la crucifixión de Jesús. Anteriormente ella había pedido para sus hijos los primeros puestos a lado de Jesús cuando él asumiera el reino, pero ha visto que el trono de Jesús había sido la cruz y a su lado dos bandidos crucificados con él, “uno a su derecha y el otro a su izquierda”. Sus sueños de poder se habían venido abajo, y ella ya no tenía motivo para seguir pensando en Jesús. Se queda con la muerte. No podrá ser testigo de su resurrección.
Cuando las mujeres llegaron al sepulcro, “se produjo un gran temblor de tierra”. Es la dramatización, según la simbología del Antiguo Testamento, de la intensa experiencia que han vivido las mujeres. En su corazón se fue abriendo camino la certeza de que Jesús está vivo, que la muerte no tiene poder sobre él: “El Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella”. El sepulcro no tiene prisionera la vida: “Vengan a ver el lugar donde estaba”. Son las mujeres las que tienen la primera experiencia de la resurrección de Jesús, y la comunicarán a los discípulos. Las mujeres, que tienen una alianza instintiva y profunda con la vida, son las que perciben que la vida, la Vida verdadera, no ha muerto. Guardan en su corazón las palabras de Cristo: “El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive y cree en mí no morirá jamás”. Perciben que la muerte no es la última palabra, a pesar de la dureza de su presencia concreta. Ellas ayudarán progresivamente a la comunidad a tomar conciencia y a proclamar con firmeza que Jesús vive, que su mensaje de amor no ha sido borrado por la muerte, y que su cruz ha sido la máxima manifestación de la vida y del amor.
La vida no ha sido vencida...
sino que se ha manifestado plenamente en la fidelidad de Jesús hasta su entrega suprema. La muerte en la cruz abre para Jesús la plenitud de la vida y la total y definitiva comunión con el Padre. Ha sido derrotada la muerte, no por la reanimación de un cadáver, sino por la fuerza de una vida que va más allá de la muerte, la vida transfigurada, de que ya se había visto un anuncio en la transfiguración de Jesús. El Ángel del Señor que “bajó del cielo” tiene las mismas características del Jesús transfigurado en la montaña: “Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve”. La vida vence, y la verdadera muerte es dueña sólo de sus guardianes: “Los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos”. Las autoridades, que habían puesto a los guardias para cuidar el sepulcro de Jesús, son ellas las que están en el sepulcro, el lugar de la muerte.
A las mujeres se les confía una misión: “Vayan en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. Los varones todavía no están, como no han estado al pie de la cruz en el momento de la muerte de Jesús. Son las mujeres las portadoras del mensaje de la vida y de la resurrección.Mientras las mujeres corren a llevar la noticia a los discípulos, Jesús mismo sale a su encuentro y les renueva la misión: “Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”. Para encontrarse con Jesús los discípulos deberán seguir las indicaciones que les transmiten las mujeres. Tendrán que abandonar la capital, el lugar del poder homicida, y volver a Galilea, el lugar de la primera vocación y del primer anuncio. Desde Galilea comenzarán un nuevo viaje, no hacia Jerusalén, sino hacia todos los pueblos, mensajeros del Reino de Dios y animados por el espíritu del Resucitado.
Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINICAL DOMINGO DE RAMOS 2014
" TU REY VIENE "
LECTIO DOMINICAL DOMINGO DE RAMOS 2014
" TU REY VIENE "
El signo de la liberación está presente en Jesús y se manifiesta con su presencia en el pueblo, que espera a un líder que acabe con la dominación que ejerce el poder romano y los serviles como Herodes y los dueños del poder religioso. Pero esta liberación no será física, deberá crecer como el grano de mostaza, deberá ser espiritual. Deberá nacer un nuevo hombre que dé prioridad a Dios antes que al poder o al dinero.
El asesinato de Jesús, como escarmiento a su presencia profética en todos los lugares que visitaba, denunciado la injusticia en contra de los derechos de los pobres y marginados y anunciando la construcción de un reino: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres, me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4, 18); bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos (Lc 6, 20): servirá para que muchos quienes aun dudaban que su presencia era simplemente religiosa, se dieran cuenta que tendría el poder de convertir el hambre, el dolor y el sufrimiento en una esperanza, aun a costa del sacrificio del hombre inocente.
Francisco, La Paz – Bolivia
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Jesús es el verdadero Rey, pero un rey de amor, rey de los pobres, de los humildes y sencillos, algo que en ese momento nadie entendió. No comprendían que el reino de Jesús no pertenecía a este lugar de pecadores. Somos tan pequeños y no entendemos lo que Jesús predicaba. Esperaban a un rey guerrero, a un Mesías luchador, a un Jesús que no liberaba. Pero en mi poquedad siento que a mí también me hubiese costado entender a Jesús en ese momento de la historia. No era fácil su manera de ver el mundo, amar a los enemigos, dar la otra mejilla, etc. Verdaderamente él es hijo de Dios, es el amor hecho hombre. Jesús es el Rey de todos nosotros y reinará por siempre.
Sandra, Coyhaique – Chile
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“Silencio de los ojos, silencio de los oídos, silencio de la boca, silencio de la mente, en el silencio del corazón Dios habla” (Teresa de Calcuta). El silencio es el primer paso para llegar a Dios y comprender que las ideas, los conceptos, los discursos, que hacemos de Dios son todos inadecuados. El silencio necesario que nos lleva a lo esencial de la vida, es lo más escaso en nuestro mundo, tan lleno de ruidos. Sin embargo, participamos de silencios que no dan vida: El silencio cómplice frente a las injusticias, el silencio cobarde que calla por miedo; el silencio egoísta que se encierra en el ego y se niega a compartir, estos son silencios de muerte y no de vida.
Al leer la pasión, según san Mateo, me ha estremecido el silencio de Jesús. Comenzando con el pasaje de “La entrada triunfal en Jerusalén”. Los gritos de alegría, los signos, de los mantos y ramos cortados para alfombrar el camino por donde pasaba Jesús, contrastan con el silencio de Él. Y, cuando las autoridades religiosas, indignadas le dicen, “¿Oyes lo que están diciendo?”. Jesús responde: “Sí. ¿Acaso nunca han oído aquel pasaje: Sacaré una alabanza de la boca de criaturas y niños de pecho?” (Mt 21, 16). “Cuando lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no respondía nada. Entonces le dijo Pilato: ¿No oyes de cuantas cosas te acusan? Pero no respondió una palabra, con gran admiración del gobernador” (Mt 27, 12-14). En su pasión habla pocas veces y brevemente. Nunca para defenderse, sólo para dejar clara su identidad. El silencio de Jesús no es cómplice, ni cobarde, ni egoísta. Es el silencio del amor en donde los hechos hablan por él. Su silencio no es sólo exterior, sino el espacio que nos permite contemplar su pasión interior; es el silencio digno de quien lo ha dicho todo y que expresa su gran confianza en el Padre. Su silencio resalta el hecho de que no ha sido comprendido y por lo mismo, no acogido. Hasta su grito y plegaria en la cruz: “Eli Eli lema sabactani – Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, ha sido mal interpretados (cf Mt 27, 46-50).
Una comunidad, de los primeros cristianos interpretó este silencio, así: “Cuando era insultado no respondía con insultos, padeciendo no amenazaba, más bien se encomendaba a Dios, el que juzga con justicia” (1Pe 2, 23) Me llena de sentido y paz, mi pobre y escaso silencio, el contemplar desde esta perspectiva el silencio de amor vivido y entregado del Señor Jesús.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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Hoy es día de retiro. Como siempre, el Señor me ha hecho ver otro aspecto de mi persona: "el cansancio". Cuántas veces es producto de mí no aceptación de las diversidades que se presentan, oponiéndose a mis criterios y gustos. Este cansancio me paraliza, me deja girando en mis propios cuestionamientos, en mí misma. No así cuando mi cansancio se debe al donarme, empeñándome en vivir lo que aprendo y escucho del Maestro. Así soy una bienaventuranza. Pero se hace más cómodo el cansancio cuando todo me va bien y entonces me doy cuenta que nada he aprendido del Maestro, ya que Él, frente a todo su ir y venir de enfrentar murmuraciones, criticas, etc., no hizo más que responder con amor. Esto es lo que aún en nuestros tiempos no asimilamos del todo, yo no lo asimilo, ya que queremos responda a nuestras expectativas. Como la gente de su tiempo, pedimos un Mesías diferente. Me cuesta que muera en cruz y reconocerlo montado en un asno. Tal vez, ahora digo: ¡Ha resucitado!, y ¡qué alegría!, pero antes estuvo montado en el burro. Sin embargo, no debo olvidar que también se cansó, que no tenía donde reclinar su cabeza y que optó siempre por lo más humilde: un burro, un pesebre.
Ojalá que cuando lo aclame con hosanna, cuando le diga ¡bendito!, sea porque lo reconozco como único rey de mi vida y Él sea soberano de ella. Así el cansancio no me cansará en mi vida consagrada, sino que me animará a tomar mi cruz y seguir tras Jesús con alegría.
Es siempre bueno ponerse delante del Señor. Me ayuda a reconocerme y hoy algo más conozco de mí.
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