Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“AL ATARDECER”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abaja un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“AL AMANECER”.
Un abrazo ... P. Bernardino.
“AL ATARDECER”.
El amor y el miedo: las dos fuerzas que pueden inducirnos a opciones opuestas. El miedo puede inmovilizarnos o llevarnos a buscar soluciones de defensa, a veces agresivas e irracionales. El amor nos abre a la vida y a la creatividad, a la esperanza y al riesgo.
Leemos en el evangelio de san Juan 20, 19-31
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo:
“¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. El les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”.
PALABRA del SEÑOR
El mensaje de María Magdalena...
que “fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor”, no fue suficiente para convencerlos y liberarlos del miedo. Ellos están en el Cenáculo “con las puertas cerradas por temor a los judíos”: la violencia desatada contra Jesús, podría extenderse a sus seguidores. Y está cerrado y dolido el corazón: ¿Cómo perdonarse la negación, el abandono, la traición? ¿Y qué futuro les espera? A sus ojos, Jesús ha sido derrotado. Sus enemigos, que lo han colgado en la cruz, son los vencedores.
Pero es el “atardecer del primer día de la semana”: es la noche de la liberación, como la noche del antiguo éxodo. La presencia de Jesús resucitado libera del miedo. Él se manifiesta diciendo: “La paz esté con ustedes”. Para esos discípulos, temerosos y desamparados, que habían desaparecido durante la pasión, ningún reproche: sólo un mensaje de paz. Es la paz entre Dios y la humanidad que Jesús ha realizado a través de su muerte y resurrección, la reconciliación y pacificación del corazón, la comunión y armonía con toda la humanidad y con la creación entera. Es la paz que Jesús había prometido a los discípulos, angustiados por el anuncio de su partida: “La paz les dejo; les doy mi paz”.
Hay pocas palabras capaces de expresar...
tan eficazmente la condición de bienestar total y alegría que Jesús ofrece. Es la paz que los discípulos no pierden ni frente a la persecución y la cruz, en la lucha por la justicia y la verdad. Él está en medio de ellos, como lo había prometido: “No los dejaré huérfanos”. Él es la fuente de la vida y la esperanza: en medio del mundo los discípulos tendrán apuros, pero, “ánimo, que yo he vencido al mundo”.
Como signos de su victoria, Jesús les muestra las manos y el costado. Son los signos de un amor hasta el extremo, que se ha entregado venciendo el odio y la muerte. Son las manos que han levantado a enfermos y pecadores, que han tocado y sanado al leproso, han partido el pan, lavado los pies de los discípulos en la última cena, las manos que cuidan y defienden las ovejas: “Yo les doy la vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mis manos”, las manos heridas en la cruz. Son las manos en que el Padre ha confiado todo, las manos en que confiar, Y el costado abierto, el corazón traspasado, para una nueva y eterna alianza, sellada con su sangre.
Por eso la alegría. No porque ya no hay...
peligros y persecución, sino porque la muerte no ha derrotado a Jesús. Él está vivo y presente. Con él el sufrimiento será como los dolores del parto, que se transforman en alegría cuando nace una nueva vida.
Con este respaldo, con esta certeza, los discípulos pueden salir de su refugio, y ser lanzados a la misión: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Justo a partir de la dolorosa experiencia de la fragilidad de los discípulos, Jesús les propone que sean continuadores de su obra. Tendrán que repetir los mismos gestos de sanación y perdón, los gestos que revelen la gran compasión del Padre por el infinito dolor del mundo. Para eso había sido enviado Jesús: para hacerse nuestro hermano, compartir nuestra miseria, hacerse leproso con los leprosos, excluido con los excluidos. “De la misma manera los envío a ustedes”: la misión de los discípulos tiene su origen y modelo en la misión de Jesús, será su prolongación. Sus discípulos seguirán siendo frágiles y vulnerables, pero tendrán una energía extraordinaria que los hará capaces de vencer el miedo y anunciar con valentía que el Señor ha resucitado, y que las tinieblas y la muerte pueden ser vencidas: "Reciban el Espíritu Santo”.“Sopló sobre ellos”, como hizo Dios, que infundió en el hombre su aliento de vida en la primera creación: serán una creación nueva, una nueva humanidad. “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan": el perdón es el primer fruto del Espíritu. Una comunidad reconciliada, de puertas abiertas, humilde, acogedora, enviada a todo el mundo, en diálogo con las distintas razas y culturas, sin exclusiones ni discriminaciones: una comunidad de discípulos misioneros.
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINICAL DOMINGO de RESURRECCIÓN
“AL AMANECER”
Me gusta este evangelio, pues es el triunfo de Dios sobre el mal, ante la duda y la cobardía, es el reencuentro del Dios amigo y Pastor que siempre anima a tener más fe. Y me gusta porque una vez más la mujer cobra un papel importante como comunicadora de la fe en los apóstoles. María Dolorosa, callada, espera la alegría de la resurrección de su hijo.
Otra mujer discípula, María de Magdala, que no alucinó, sino que primera vio a su Maestro y animó la fe de sus hermanos, comunicó a los apóstoles donde debían reencontrarse con su Maestro. Pedro y Juan corren presurosos, a ver si esta gran verdad ya anunciada por Jesús antes de su muerte podría ser tan cierta, y lo era. Con tanto sufrimiento y pena se habían olvidado del poder de sus palabras.
Luis, Lima – Perú
* * *
Jesús ha resucitado. Ya lo había anunciado anteriormente. Pero la resurrección superaba totalmente a los apóstoles. Tras la transfiguración, les dijo que “a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Ellos retuvieron estas palabras, discutiendo entre sí qué era lo de resucitar de entre los muertos”. Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía: creen ver un espíritu. “No acababan de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados”. Tomás conocerá la misma prueba de la duda y, en última aparición del Resucitado en Galilea referida por Mateo, “algunos sin embargo dudaron”. Por esto, la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació – bajo la acción de la gracia divina – de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado”. ¡Has resucitado! Luego eres realmente Dios. Se ha cumplido lo que habías dicho. Tu madre no ha ido al sepulcro. Ella sí creía en tus palabras. Sabía que era necesario que murieras primero para poder resucitar y enviarnos al Espíritu Santo. Ella, la esposa de Dios Espíritu Santo, fue la primera en creer. Y es bienaventurada porque creyó “sin haber visto”.
“Cristo vive”. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia. “No teman”: con esta invocación saludó un ángel a las mujeres que iban al sepulcro; “no teman”. Ustedes vienen a buscar a Jesús Nazareno, que fue crucificado: ya resucitó, no está aquí”. El tiempo pascual es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel: Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos”. Jesús, estás vivo. “Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe”. La vida cristiana no consiste en seguir unas palabras más o menos profundas, en tener unos sentimientos más o menos solidarios con los demás hombres, o en realizar una serie de actos externos más o menos distraídos o emocionantes. “No: Cristo vive”. Y ser cristiano es, precisamente, vivir tu vida: una vida de hijo de Dios por la gracia, que nace con el bautismo y se refuerza con los demás sacramentos, con la oración y las buenas obras. El tiempo pascual es un tiempo de alegría: Alégrense, pues la alegría es propia de los hijos de Dios.
Esta es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida. Recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la resurrección a los apóstoles y a todos los otros. Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas".
Silvia, La Paz – Bolivia
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