"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 26 de julio de 2014

“UN TESORO ESCONDIDO".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“UN TESORO ESCONDIDO".
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“EL QUE TENGA OÍDOS”.

Un abrazo... P.  Bernardino.

                   “UN TESORO ESCONDIDO"                


Las parábolas que encontramos en el evangelio de san Mateo, con las que Jesús nos muestra el camino para abrirnos al Reino de Dios, es decir para asumir el proyecto de una sociedad nueva, justa y solidaria, y para que Dios sea el Rey de nuestras vidas, no son simples artificios didácticos para una más fácil comprensión. Jesús esconde bajo esas comparaciones los secretos del Reino de Dios, y nos obliga a reflexionar para descubrir el sentido más profundo. Lo pueden entender sólo las personas “humildes y sencillas”. Los “sabios y prudentes”, que tienen la mente y el corazón ocupados por su sabiduría y sus intereses, podrán entender teóricamente muchas cosas, pero no serán capaces de dar su adhesión total a Jesús y seguir sus pasos.


Sobre el Reino de Dios leemos tres parábolas de Jesús, sencillas y enigmáticas en el mismo tiempo, en el evangelio de san Mateo 13, 44-52:

Jesús dijo a la multitud:
“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?”. “Sí”, le respondieron.
Entonces agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.

PALABRA del SEÑOR


Como un tesoro escondido o una perla...
de gran valor: así es el Reino de Dios. Hay personas que lo encuentran por pura casualidad, a veces a motivo de algún acontecimiento imprevisto, feliz o doloroso, o por una experiencia muy significativa. Otras personas lo pueden encontrar como resultado de una búsqueda larga y paciente, después de haber experimentado la insuficiencia de otros caminos. Lo que es importante es la reacción del que lo encuentra: “Lleno de alegría vende todo lo que posee”. No hay nada más importante: sólo el tesoro encontrado, o la perla de gran valor: el Reino de Dios es lo único que vale. Pero ponerse en este camino, entregarse a la construcción del Reino como único objetivo de la vida y tener la capacidad de relativizar todo: intereses, prestigio, poder, bienes, diversiones, afectos, la salud y la vida misma, supone la alegría, el entusiasmo por haber descubierto el valor más grande y atractivo. Hacer que Dios sea el Rey de nuestra vida no es sólo fruto de buena voluntad. Sólo si estamos “llenos de alegría”, profundamente enamorados, podemos de verdad entregarnos a Jesús y a su proyecto. Atraídos y seducidos por él, podemos también anunciarlo valientemente y compartir nuestra alegría con los demás.

“Vende todo lo que posee”: 
“No pueden servir a dos señores: a Dios y al dinero”. Necesitamos dinero para vivir en esta sociedad, pero el dueño de nuestro corazón será Dios. Pertenecer a él, siguiendo a Jesús, como los primeros discípulos, que “dejándolo todo, lo siguieron”. No se deja todo en desprecio de las cosas o como un precio que hay que pagar, sino para la acogida de un don más grande, que espera una adhesión total y al que todo hay que subordinar.




La otra parábola, sobre la...

“red que se echa al mar y recoge toda clase de peces”, parece orientarnos más hacia el miedo del juicio último, cuando “los ángeles separarán a los malos de entre los justos”, y arrojarán a los malos “en el horno ardiente”. Tal vez era ésta la preocupación de san Mateo, que tenía una comunidad un poco dormida, que necesitaba ser sacudida y animada. En realidad la finalidad de esta comparación es parecida a la de la parábola del trigo y la cizaña. Conviven en la sociedad, en la comunidad cristiana, y en nuestro mismo corazón, el bien y el mal. Estamos llamados a hacer un proceso de iluminación y pacificación personal y comunitaria, sin juzgar a nadie, sin imponer el bien a nadie, haciendo crecer el bien y la justicia y dejando a Dios el juicio último. Más que una mirada hacia el futuro juicio, es una enseñanza para el presente, para comprometer nuestra vida. Los miembros de la comunidad, si no producen hoy frutos buenos con hechos concretos, se hacen desconocidos: “Jamás los conocí. Apártense de mí, malhechores”.La conclusión de todo el discurso en parábolas sobre el Reino de Dios, en el evangelio de san Mateo, abre un horizonte universal. Las tradiciones religiosas del pueblo judío y de todos los pueblos son un patrimonio importante, que enriquece el proyecto del Reino. El discípulo sabe armonizar “lo nuevo y lo viejo”, el mensaje de Jesús y los valores de las culturas del pueblo a que pertenece.






Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


    Lectio DOMINGO 20 de JULIO          
     El que tenga oídos                            

El reino de Dios es para todos, sin exclusiones para nadie. Hace poco comprendí que si no estuviera de la mano del Señor seria peor que cualquiera. El crecer junto a la cizaña, es el tiempo que el Señor me da para mi conversión y para que lo siga en su caminar y no para que me compare con otros. Es aprender a ser misericordioso con el otro, aprender a trabajar mi paciencia, tolerancia, para poder entender al otro desde la mirada de Jesús y no la mía. Jesús es el gran maestro en esto. Cuando yo descubro que Él elige a sus apóstoles, y le da la oportunidad a Judas Iscariote para cambiar, lo acepta tal cual es, sabiendo que lo va a traicionar, lo acoge, y a Pedro le perdona su negación.

Todo es una pedagogía para poder caminar en este mundo, que Él nos la revela, de acuerdo con nuestras capacidades. Estamos en el mundo pero no somos del mundo. 





María Teresa, Santiago – Chile                                           

* * *
Leer el evangelio, especialmente estas parábolas, me hace descubrir todas las veces que, dormido, veo la cizaña en los demás y las ganas de arrancarla. Entonces me viene lo que ya se ha dicho: “¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que hay en el tuyo?” (Mt 7, 3).

Ciertamente hay un largo camino que recorrer para entrar en la lógica del reino: “El reino de los cielos es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo”. Estar dormido es la oportunidad que usa el enemigo para sembrar cizaña. Estar despierto significa perdonar, aceptar y responder ante todo con amor; es dejar que el Espíritu cambie el corazón de piedra por un corazón que no se cierre a la verdad. Cuando vivimos centrados en uno mismo, es decir movidos por el ego – que es lo mismo que estar dormido –, llevamos con nosotros una imagen de Dios, de los demás y de uno mismo, imagen falsa, por cierto. De ahí, nos vemos, juzgamos y soñamos grandezas. En fin, trigo y cizaña no están sólo en los demás, habitan en el propio corazón. La cizaña que más nos molesta en el otro, es la que está más escondida en el corazón de uno.

Jesús no nos llama con brutalidad, nos habla con ternura. Su voz es siempre positiva. En cambio, el enemigo recalca lo negativo, nos hace ver la cizaña. El grito de Jesús en la cruz fue para que despertáramos. Pese a ello, seguimos dormidos, por ello caemos en la tentación de querer separar el trigo de la cizaña, creyéndonos naturalmente “trigo limpio”. El dueño del sembrado dice: “Dejen que crezcan juntos, hasta la cosecha”. El dueño sabe que la condición humana siempre puede cambiar y para mejor. Si anulamos la posibilidad de fallar, errar, dejaríamos de ser humanos. Una persona perfecta, en la realidad humana, no existe. El reino de Dios crece ahí, a veces en la ambigüedad de lo humano, ahí está Dios salvando. En esos comportamientos colectivos, animados a veces por grandes ideales y otras por oscuros egoísmos. En esos mil gestos que hacemos cada día, donde se mezcla gran generosidad, otras mezquindades inconfesables, ahí está Jesús, para ayudarnos a vencer el mal con la fuerza del amor y el perdón.

A quienes esperan una presencia espectacular y poderosa del reino, Jesús habla de una presencia sencilla, pequeña como grano de mostaza; es como levadura que hace crecer en humanidad, y hacernos pan para los demás. 





 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                



sábado, 19 de julio de 2014

“EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA”.


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“EN TIERRA BUENA”

Un abrazo... P. Bernardino


             “EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA”          


Jesús nos ofrece una manera diferente de vivir, no según los criterios comunes, sino según un proyecto de humanización, que él manifiesta con su vida y su enseñanza: un camino de servicio y solidaridad, hasta dar la vida por amor. Cuando habla del “Reino de Dios”, quiere decir que si logramos progresivamente abrir nuestro corazón a su propuesta y realizarla, Dios será el Rey de nuestras vidas, y no tendremos otros dueños o patrones.

Jesús ofrece a todos esta posibilidad, que puede ser aceptada o rechazada. La explica con comparaciones, con parábolas, como leemos en el evangelio de san Mateo 13, 24-43:

Jesús propuso a la gente esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?». Él les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero»”.

También les propuso otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, ésta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”.

Después les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”...

Sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”. El les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.

                      PALABRA del SEÑOR                   


En la primera parábola vemos...
a dos sembradores: el Hijo del hombre, y el Enemigo, el Maligno; y dos clases de semilla: buena semilla de trigo, y hierba mala, la cizaña. Los dos sembradores siembran sus diferentes semillas en el único campo, que es el mundo. De sus semillas crecen buenos y malos. Ésta es la realidad en que vivimos: un mundo complejo, donde algunos viven un mensaje de amor, y otros son movidos por otros intereses e instintos. La división entre buenos y malos no pasa por las instituciones de pertenencia, sino por el corazón de cada uno. Y dentro del corazón mismo de cada uno pueden crecer contemporáneamente buen trigo y cizaña. Dentro la misma comunidad de los seguidores de Jesús se da esa convivencia. Tal vez era ésta la preocupación pastoral de Mateo, cuando escribía su evangelio: una iglesia en el mismo tiempo santa y pecadora.






Nos indignamos porque quisiéramos ver una comunidad cristiana más generosa y llena de entusiasmo, más humilde y pobre, y en cambio a veces nos movemos con la misma lógica del mundo, dominados por los mismos instintos de poder, de acumular, de ser servidos, agarrados a nuestros privilegios, por los cuales peleamos usando el nombre de Dios en vano.

Nos duele ver este enredo de...
trigo y cizaña en la misma iglesia, con la cizaña explotando el terreno destinado al buen trigo, o más dolorosamente, con el trigo considerado a veces como cizaña. Sorprende la orden de Jesús: “Dejen que crezcan juntos”. Respeto y tolerancia: hacer todo lo que está en nuestras manos para vivir bien, luchando por la justicia y la paz, para seguir a Jesús que “pasó haciendo el bien”, sin imponer nada a nadie, ni el mismo bien.

Hay otra comparación, la parábola del grano de mostaza, con que Jesús nos habla del dinamismo, la fuerza con que crece el Reino de Dios. Es una parábola iluminadora frente al desaliento de algunos que están angustiados por el proceso de secularización de la sociedad de hoy, por la pérdida de valores, la disminución de la práctica religiosa en las nuevas generaciones, la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. Vivimos un proceso de transición que hay que asumir con mucha paz y sabiduría. Las grandes transformaciones culturales y sociales que se están dando necesitan un largo tiempo para que se vaya conformando una nueva sociedad que tal vez estará siempre en una permanente renovación. Puede significar también una crisis profunda de la iglesia, así como ha venido estructurándose a lo largo de los siglos, pero no será el fin del Reino de Dios.


El Reino de Dios es como un grano de mostaza, nos dice Jesús. Es el más pequeño de todas las semillas, “pero cuando crece es la más grande de todas las hortalizas y se convierte en un arbusto”. No un orgulloso cedro del Líbano que domina todos los árboles, sino un simple arbusto, que sólo sobresale entre las hortalizas, pero capaz de cobijar a los pájaros del cielo. Ningún proyecto de grandeza y de dominación de todos los pueblos, como era el sueño del mesianismo judío, sino humilde hogar que acoge y protege.

Una tercera parábola o comparación...
nos habla de levadura. Sin duda Jesús recuerda una experiencia familiar, en que “una mujer”, su madre, mezclaba “un poco de levadura”, “con gran cantidad de harina”, para hacer el pan. Como la levadura, el Reino de Dios es eficaz y puede transformar la humanidad, sin apariencias triunfalistas, sino desapareciendo y actuando silenciosamente desde el interior de la masa.Las enseñanzas de estas parábolas pueden liberarnos de la angustia y del miedo, y darnos una grande paz, que nos permita ser una presencia activa y transformadora en el mundo de hoy, libres de la tentación del poder y del prestigio, sólo inspirados por la Palabra de Dios y confiados en la energía de su Reino.




Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


         LECTIO DOMINGO 13 de JULIO  
                  EN TIERRA BUENA             

En la historia de la humanidad se puede observar que han existido muchos personajes, no necesariamente cristianos, que han difundido propuestas para cambiar las estructuras de sociedades que siempre han ofendido a la persona humana y a Dios. 

Está presente la época de la colonización en Latinoamérica, donde pueblos enteros han sido diezmados por buscar el poder y la riqueza bajo la consigna de una “evangelización”. En esos tiempos habían surgido voces que llamaban a la liberación. Estos grupos formados por militares, personas civiles, entre mujeres – hombres y muy pocos curas, habían intentado hablar del verdadero mensaje de Jesús. Sin embargo esas voces, esa semilla sembrada en su momento no fue escuchada ni procesada, principalmente por las jerarquías católicas, que esperaron casi quinientos años para que un Concilio Vaticano II y Conferencias episcopales latinoamericanas les digan que el terreno donde se habían sembrado esas semillas eran de piedra, y la semilla de liberación no brotó en sus corazones. 

Jesús, nos da una muestra de cuán difícil es asimilar una semilla que identifique la enseñanza que nos permitiría proyectar una sociedad con justicia, derechos y libertades. Nos dice muy claramente que si el terreno es fértil se va comprender el mensaje de cambio y si el terreno es de piedra, la cultura de la muerte va a seguir imponiéndose, donde las guerras injustas continuaran produciendo muerte a niños inocentes, a madres y padres con lagrimas de sangre. 


  Francisco, La Paz – Bolivia                                               

* * * 
¡Esta parábola es hermosa! Menos mal que así se expresó Jesús, pues yo, como la mayoría, no conozco los misterios del Reino, y ando a tientas buscando siempre la Luz que ilumine nuestros caminos mientras andamos. 

Más que a distintos tipos de suelos (que seríamos nosotros, los humanos, en donde se siembra la Palabra), yo siento este pasaje como la descripción de nuestra evolución. Todos somos un poco de todos los suelos en distintos momentos de nuestra vida y a veces nos quedamos mucho tiempo en alguno de ellos. No es casual que el último suelo sea el de la “Tierra fértil”. Todos podemos serlo, aunque hayamos sido poco profundos, con espinas, con pocas raíces y mucha veleidad. Por mi parte sigo abonando cada día con y en la oración el pedido de tierra fértil para el mundo y los seres que en él habitamos: por la paz, la amistad verdadera, la sincera comunicación, el bien común, la providencia para todos y sobre todo y siempre por el Amor, que es Dios. 


 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                            

* * * 
Estas palabras son de mucho aliento, pero a la vez, a uno lo hacen analizar dónde estamos en esta vida, qué tipo de tierra somos y para qué estamos puestos aquí en este mundo. 


 Marisa, Las Toscas – Argentina                                         




viernes, 11 de julio de 2014

“EN TIERRA BUENA”.


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“EN TIERRA BUENA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. 

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
"AFLIGIDOS Y AGOBIADOS”.


Un abrazo... P. Bernardino. 

                         EN TIERRA BUENA                  

El lenguaje de los pueblos de América Latina es rico en imágenes y comparaciones, que muchas veces son más eficaces que una exposición directa de ideas.

También Jesús usa a menudo comparaciones, que llamamos parábolas. No siempre la parábola favorece la comprensión. En el evangelio de san Mateo parece que Jesús habla en parábolas para obligar a la gente a pensar, a reflexionar para descubrir el sentido escondido. Los esquemas mentales comunes llevan a repetir ideas, como la idea que el pueblo de Israel tenía sobre el Mesías, que debía ser un conquistador poderoso. Con distintas comparaciones y símbolos, Jesús intenta transmitir una imagen diferente del Mesías y del mismo Dios. Con ese lenguaje en parábolas nos habla del Reino de Dios. 

   Leemos en el evangelio de san Mateo, 13, 1-23                         

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía:

“El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.

Los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no… Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.

Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino.

El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.

Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

                     PALABRA del SEÑOR                     


Sentado en la barca, Jesús...
habla a la muchedumbre con la autoridad del Maestro. La parábola del sembrador es bien conocida, y Jesús mismo la explica a sus discípulos. Ellos pertenecen a esos “pequeños” a los cuales el Padre ha querido revelar los secretos del Reino de Dios, ocultándoselos, en cambio, “a los sabios y a los prudentes”.

El sembrador es Dios, que en Jesús nos ofrece la buena semilla de su palabra, para que podamos conocer y hacer nuestro el camino del Reino de Dios y ser felices. La semilla encuentra muchas dificultades, resistencia, oposiciones para poder brotar y crecer. A veces parece que en este mundo está destinada a un fracaso total. En cambio, esta parábola asegura que la semilla de la Palabra tiene una energía irresistible y una posibilidad de éxito extraordinario y espectacular: un grano que normalmente podía producir otros siete u ocho granos, llegará a producir otros cien, o sesenta, o treinta. Es una parábola que transmite un mensaje esperanzador en el poder de la Palabra y la realización del proyecto de Jesús.

Hay distintas clases de terrenos que reciben la semilla, cuatro actitudes que pueden pertenecer a cuatro personas diferentes o a una misma persona en distintos momentos.

Hay un terreno duro, impermeable, que...
se resiste al mensaje de Jesús y piensa sólo en sus intereses. El sembrador es generoso: echa la semilla con esperanza. ¿Quién sabe? Capaz que haya alguna pequeña brecha en la cual la semilla pueda penetrar. Donde el terreno no se abre, si el mensaje no es acogido, el Maligno, el tentador se lo lleva, y queda sólo su propuesta tentadora, como las tentaciones de gloria y poder que Jesús ha vencido en el desierto.

Hay otra clase de terreno: la semilla cae en terreno pedregoso. Es la persona superficial, de fácil entusiasmo, que tal vez es atraída por el mensaje de Jesús porque lo siente como la verdadera respuesta a sus inquietudes más profundas, pero ya lo olvida, y cede frente a la primera dificultad. “No tiene raíces”, es “inconstante”. Es como el que construye su casa sin cimientos, sobre arena. Hoy la gracia, el don más difícil y más necesario es la constancia, la perseverancia, en una sociedad superficial, de las apariencias, de lo desechable, de lo que gusta en el momento, sin un real compromiso de cambio.


Una tercera clase de terreno es donde crecen espinas...
Es tierra fértil, porque las espinas crecen bien, y brota también la semilla que ha sido sembrada. Se trata de una persona buena, bien dispuesta, que acoge la Buena Noticia del Reino y que quiere encarnarla en su vida. Pero “las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas” hacen que su mente y sus energías sean canalizadas en otra dirección. Tal vez es la condición de muchos discípulos y discípulas de Jesús. No lo rechazan, no son malos, pero no tienen tiempo. Muchas cosas, muchas “preocupaciones” impiden un verdadero compromiso de fe que anime toda la vida. Y quedan espiritualmente “estériles”.Y finalmente hay un terreno bueno, que acoge la semilla y produce fruto abundante. Es la persona que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. Construye su casa sobre roca. Es el camino de la felicidad verdadera, que la misma Madre de Jesús tuvo que aprender. Cuando una mujer le gritó a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, él contestó: “¡Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la cumplen!”: una felicidad abierta a todos, que no todos saben aprovechar.




Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es




           LECTURA Domingo 06 de JULIO

                            “AFLIGIDOS Y AGOBIADOS”               



"El vivir bien no pasa por un mayor o menor conocimiento teórico de doctrinas religiosas, sino por acoger y poner en práctica la propuesta liberadora de Jesús". 

Adherir a una institución, grupo, líder, o cualquier cosa que nos libere de la responsabilidad única e individual de seguir el camino de Cristo, es lo que ha venido sucediendo hace mucho tiempo. Reunirnos en el nombre del Señor sería hermoso: re-unirnos, no amontonarnos para que otro siga pensando, diciendo y dirigiendo nuestra vida. Por eso nos cuesta tanto todo intento grupal por una causa, razón, filosofía o prédica en " común!", porque no somos comunes, somos aspirantes eternos de un poquito de poder, aunque más no sea en pequeños sectores, aunque si es más no lo rechazaremos. La propuesta liberadora de Jesús sigue siendo lo más difícil de abrazar, porque no hay mentira que quepa en ella. La mentira, la propia y la ajena, es el velo, o "maya" como dicen los hindúes, a través del cual vemos y percibimos todo. Y hasta que no tomemos la decisión de romper este velo, convertirnos nosotros en nuestra singular individualidad, no podemos predicar ni persuadir a nadie más, pues sería agregar condimentos a la mentira, hasta hacer una bomba explosiva, como lo es hoy cada institución "en nombre de algo". 

Sencillez, humildad, verdad: lo más difícil, lo único auténtico. Que la Luz nos ilumine este camino.



 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                            

* * * 

En el evangelio de Mateo se manifiesta una gran enseñanza respecto a la propuesta de Jesús, que proclama un cambio en todas las estructuras, políticas, religiosas, económicas y jurídicas. Son los maestros de la ley de ese tiempo, los fariseos y sacerdotes, que no aceptan su mensaje y lo rechazan, porque es en los pobres y para los pobres que habla en todo momento, los marginados, los leprosos que son discriminados por ser pobres, por las mujeres que son tomadas en cuenta sólo para procrear y no participar en las decisiones. En la actualidad, en pleno siglo XXI, Jesús igualmente habla por los pobres de la tierra, por los que no tienen acceso a la educación, a la salud, por quienes se les cobra por el uso del agua, de la energía. Entonces es a ellos que se les ha revelado la esperanza de una liberación y la propuesta de construir un reino de justicia, de paz, de solidaridad. Por eso Jesús dice: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. 

En esta oración Jesús habla de los afligidos, que viven pendientes de todos los problemas de la globalización económica, de las guerras, de la muerte que es fabricada para beneficio de los poderosos. A ellos les da la esperanza: van a ser aliviados. 




 Francisco, La Paz – Bolivia                                                

* * * 

“Te alabo Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla”. La alegría, el gozo profundo, es un bien escaso. Nos contentamos con la satisfacción, el placer y la diversión que nos proporciona el bienestar consumista. Intuimos que es un error, pero no nos atrevemos a creer que Dios, acogido con fe sencilla, crea caminos nuevos hacia lo mejor de la vida: la alegría. Esta alegría no es carcajada vacía, euforia pasajera; es la alegría que anida en el corazón del compasivo y misericordioso, de quien tiene hambre y sed de justicia, de quien trabaja por la paz. Sólo puede haber verdadero gozo en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Quien da su vida para que los demás tengan vida plena, está cerca del gozo y la alegría de Jesús. 

“Has revelado estas cosas a los pequeños”. ¿Quiénes son estos pequeños que siguieron a Jesús y creyeron en Él? Los evangelios hablan de, “muchedumbre del pueblo” o el “gentío”, en contraposición de los acomodados o las clases dirigentes. En concreto, siguen a Jesús aquellos que son juzgados como incapaces de cumplir la ley, tal como lo registró Juan: “Sólo esa maldita gente, que no conocen la ley” (Jn 7, 49); los mismos que se habían acercado al Jordán para hacerse bautizar por Juan. ¿Qué era lo que descubrían estos “pequeños”? En primer lugar, la persona misma de Jesús, su compasión; el mensaje del Reino, que hacía sentir a la gente la paternidad de Dios. Su mensaje, su práctica libre y liberadora provocó un entusiasmo desbordante entre la gente más sencilla, los pobres, los marginados, enfermos y sufrientes, los que el sistema condenaba por ignorantes, impuros o pecadores. Jesús sintió compasión de aquella gente – que en su tiempo era la mayoría –, “porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor” (Mt 9, 36). De ahí, “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados. Carguen con mi yugo y aprendan de mi que soy paciente y humilde de corazón”. En él se hacía presente el Reino, marcando una distancia enorme – comparable a la esclavitud de Egipto y la libertad en la tierra prometida – entre su propuesta y la de la religión judía. 

“Ocultando estas cosas…”. ¿Qué cosas? Sin duda la presencia del Reino. Jesús, con su palabra y acción hizo presente una realidad que él mismo llamó el Reino. Su palabra hace presente la misteriosa paternidad de Dios; Dios como Padre lleno de ternura y misericordia por sus hijos/as y que quiere lo mejor para ellos. “Recorría toda la Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias” (Mt 4, 23). La curación de los enfermos no eran sólo milagros, sino lucha por asegurar la plenitud de la vida. Jesús enseñaba a sus discípulos que todos pueden defender y aliviar el sufrimiento de la gente (cf Mt 10, 7-8). La curación de los enfermos y la expulsión de los demonios, eran el signo que hacía presente el Reino de Dios. Su palabra que anunciaba y denunciaba, sus gestos de cercanía sanante, de perdón y ternura, no sólo estaban orientados a devolver la salud y dignidad de las personas; eran palabras y gestos que indicaban un camino para cambiar las situaciones desesperadas que se traducen en pobreza, hambre, marginación y sufrimiento. Por ello los sabios e inteligentes no sólo no lo entendían, sino que se sentían amenazados en su mundo de bienestar. 




 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                 

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Es cierto que el Señor sabe lo que necesitamos y nos ayuda incluso cuando no nos damos cuenta. Sin embargo es cierto también que nosotros tenemos necesidad de hablar con él, de corazón abierto, como con el mejor amigo. Yo desde hace algún tiempo, cuando rezo, antes digo algunas oraciones que aprendí de memoria y que pueden abrirme a mí y a los demás para un camino firme hacia la construcción del Reino de Dios. Pero luego confío al Señor los problemas que me angustian, para que los recuerde. Esta mañana, por ejemplo, le recordé a los muchos migrantes que en muchas partes del mundo dejan su patria en busca de una vida mejor; las muchas personas que viven en campamentos de refugiados; los presos; los enfermos; los palestinos y los israelíes. Y le pedí al Señor que bendiga a todas estas personas – los cansados y oprimidos de hoy – y especialmente que dé una caricia a los ancianos y a los niños. Pero también lo alabé y agradecí por todo lo que me donó en mi vida, y ahora por la posibilidad de estar delante de él en silencio, mientras contemplo el cielo y me dejo inundar por su luz y su perdón. 



 Elena, Bérgamo – Italia                                                      

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En esta lectura Cristo nos invita a aceptar nuestra flaqueza, nuestras enfermedades, debilidades y miserias; a reconocer nuestros propios límites, cansancios, agobios y desconsuelos. Y, sobre todo, una vez que reconocemos nuestra condición de creaturas profundamente necesitadas, quiere que nos acerquemos a Él: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados" – nos dice –, y Él nos acogerá así como somos: inermes y frágiles, pero desnudos ya de falsas caretas y de disfraces. Y entonces sí, "Yo los aliviaré", porque Él es el verdadero médico de nuestras almas.




 Silvia, La Paz – Bolivia                                                       


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