"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 11 de julio de 2014

“EN TIERRA BUENA”.


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“EN TIERRA BUENA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. 

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
"AFLIGIDOS Y AGOBIADOS”.


Un abrazo... P. Bernardino. 

                         EN TIERRA BUENA                  

El lenguaje de los pueblos de América Latina es rico en imágenes y comparaciones, que muchas veces son más eficaces que una exposición directa de ideas.

También Jesús usa a menudo comparaciones, que llamamos parábolas. No siempre la parábola favorece la comprensión. En el evangelio de san Mateo parece que Jesús habla en parábolas para obligar a la gente a pensar, a reflexionar para descubrir el sentido escondido. Los esquemas mentales comunes llevan a repetir ideas, como la idea que el pueblo de Israel tenía sobre el Mesías, que debía ser un conquistador poderoso. Con distintas comparaciones y símbolos, Jesús intenta transmitir una imagen diferente del Mesías y del mismo Dios. Con ese lenguaje en parábolas nos habla del Reino de Dios. 

   Leemos en el evangelio de san Mateo, 13, 1-23                         

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía:

“El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.

Los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no… Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.

Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino.

El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.

Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

                     PALABRA del SEÑOR                     


Sentado en la barca, Jesús...
habla a la muchedumbre con la autoridad del Maestro. La parábola del sembrador es bien conocida, y Jesús mismo la explica a sus discípulos. Ellos pertenecen a esos “pequeños” a los cuales el Padre ha querido revelar los secretos del Reino de Dios, ocultándoselos, en cambio, “a los sabios y a los prudentes”.

El sembrador es Dios, que en Jesús nos ofrece la buena semilla de su palabra, para que podamos conocer y hacer nuestro el camino del Reino de Dios y ser felices. La semilla encuentra muchas dificultades, resistencia, oposiciones para poder brotar y crecer. A veces parece que en este mundo está destinada a un fracaso total. En cambio, esta parábola asegura que la semilla de la Palabra tiene una energía irresistible y una posibilidad de éxito extraordinario y espectacular: un grano que normalmente podía producir otros siete u ocho granos, llegará a producir otros cien, o sesenta, o treinta. Es una parábola que transmite un mensaje esperanzador en el poder de la Palabra y la realización del proyecto de Jesús.

Hay distintas clases de terrenos que reciben la semilla, cuatro actitudes que pueden pertenecer a cuatro personas diferentes o a una misma persona en distintos momentos.

Hay un terreno duro, impermeable, que...
se resiste al mensaje de Jesús y piensa sólo en sus intereses. El sembrador es generoso: echa la semilla con esperanza. ¿Quién sabe? Capaz que haya alguna pequeña brecha en la cual la semilla pueda penetrar. Donde el terreno no se abre, si el mensaje no es acogido, el Maligno, el tentador se lo lleva, y queda sólo su propuesta tentadora, como las tentaciones de gloria y poder que Jesús ha vencido en el desierto.

Hay otra clase de terreno: la semilla cae en terreno pedregoso. Es la persona superficial, de fácil entusiasmo, que tal vez es atraída por el mensaje de Jesús porque lo siente como la verdadera respuesta a sus inquietudes más profundas, pero ya lo olvida, y cede frente a la primera dificultad. “No tiene raíces”, es “inconstante”. Es como el que construye su casa sin cimientos, sobre arena. Hoy la gracia, el don más difícil y más necesario es la constancia, la perseverancia, en una sociedad superficial, de las apariencias, de lo desechable, de lo que gusta en el momento, sin un real compromiso de cambio.


Una tercera clase de terreno es donde crecen espinas...
Es tierra fértil, porque las espinas crecen bien, y brota también la semilla que ha sido sembrada. Se trata de una persona buena, bien dispuesta, que acoge la Buena Noticia del Reino y que quiere encarnarla en su vida. Pero “las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas” hacen que su mente y sus energías sean canalizadas en otra dirección. Tal vez es la condición de muchos discípulos y discípulas de Jesús. No lo rechazan, no son malos, pero no tienen tiempo. Muchas cosas, muchas “preocupaciones” impiden un verdadero compromiso de fe que anime toda la vida. Y quedan espiritualmente “estériles”.Y finalmente hay un terreno bueno, que acoge la semilla y produce fruto abundante. Es la persona que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. Construye su casa sobre roca. Es el camino de la felicidad verdadera, que la misma Madre de Jesús tuvo que aprender. Cuando una mujer le gritó a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, él contestó: “¡Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la cumplen!”: una felicidad abierta a todos, que no todos saben aprovechar.




Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es




           LECTURA Domingo 06 de JULIO

                            “AFLIGIDOS Y AGOBIADOS”               



"El vivir bien no pasa por un mayor o menor conocimiento teórico de doctrinas religiosas, sino por acoger y poner en práctica la propuesta liberadora de Jesús". 

Adherir a una institución, grupo, líder, o cualquier cosa que nos libere de la responsabilidad única e individual de seguir el camino de Cristo, es lo que ha venido sucediendo hace mucho tiempo. Reunirnos en el nombre del Señor sería hermoso: re-unirnos, no amontonarnos para que otro siga pensando, diciendo y dirigiendo nuestra vida. Por eso nos cuesta tanto todo intento grupal por una causa, razón, filosofía o prédica en " común!", porque no somos comunes, somos aspirantes eternos de un poquito de poder, aunque más no sea en pequeños sectores, aunque si es más no lo rechazaremos. La propuesta liberadora de Jesús sigue siendo lo más difícil de abrazar, porque no hay mentira que quepa en ella. La mentira, la propia y la ajena, es el velo, o "maya" como dicen los hindúes, a través del cual vemos y percibimos todo. Y hasta que no tomemos la decisión de romper este velo, convertirnos nosotros en nuestra singular individualidad, no podemos predicar ni persuadir a nadie más, pues sería agregar condimentos a la mentira, hasta hacer una bomba explosiva, como lo es hoy cada institución "en nombre de algo". 

Sencillez, humildad, verdad: lo más difícil, lo único auténtico. Que la Luz nos ilumine este camino.



 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                            

* * * 

En el evangelio de Mateo se manifiesta una gran enseñanza respecto a la propuesta de Jesús, que proclama un cambio en todas las estructuras, políticas, religiosas, económicas y jurídicas. Son los maestros de la ley de ese tiempo, los fariseos y sacerdotes, que no aceptan su mensaje y lo rechazan, porque es en los pobres y para los pobres que habla en todo momento, los marginados, los leprosos que son discriminados por ser pobres, por las mujeres que son tomadas en cuenta sólo para procrear y no participar en las decisiones. En la actualidad, en pleno siglo XXI, Jesús igualmente habla por los pobres de la tierra, por los que no tienen acceso a la educación, a la salud, por quienes se les cobra por el uso del agua, de la energía. Entonces es a ellos que se les ha revelado la esperanza de una liberación y la propuesta de construir un reino de justicia, de paz, de solidaridad. Por eso Jesús dice: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. 

En esta oración Jesús habla de los afligidos, que viven pendientes de todos los problemas de la globalización económica, de las guerras, de la muerte que es fabricada para beneficio de los poderosos. A ellos les da la esperanza: van a ser aliviados. 




 Francisco, La Paz – Bolivia                                                

* * * 

“Te alabo Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla”. La alegría, el gozo profundo, es un bien escaso. Nos contentamos con la satisfacción, el placer y la diversión que nos proporciona el bienestar consumista. Intuimos que es un error, pero no nos atrevemos a creer que Dios, acogido con fe sencilla, crea caminos nuevos hacia lo mejor de la vida: la alegría. Esta alegría no es carcajada vacía, euforia pasajera; es la alegría que anida en el corazón del compasivo y misericordioso, de quien tiene hambre y sed de justicia, de quien trabaja por la paz. Sólo puede haber verdadero gozo en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Quien da su vida para que los demás tengan vida plena, está cerca del gozo y la alegría de Jesús. 

“Has revelado estas cosas a los pequeños”. ¿Quiénes son estos pequeños que siguieron a Jesús y creyeron en Él? Los evangelios hablan de, “muchedumbre del pueblo” o el “gentío”, en contraposición de los acomodados o las clases dirigentes. En concreto, siguen a Jesús aquellos que son juzgados como incapaces de cumplir la ley, tal como lo registró Juan: “Sólo esa maldita gente, que no conocen la ley” (Jn 7, 49); los mismos que se habían acercado al Jordán para hacerse bautizar por Juan. ¿Qué era lo que descubrían estos “pequeños”? En primer lugar, la persona misma de Jesús, su compasión; el mensaje del Reino, que hacía sentir a la gente la paternidad de Dios. Su mensaje, su práctica libre y liberadora provocó un entusiasmo desbordante entre la gente más sencilla, los pobres, los marginados, enfermos y sufrientes, los que el sistema condenaba por ignorantes, impuros o pecadores. Jesús sintió compasión de aquella gente – que en su tiempo era la mayoría –, “porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor” (Mt 9, 36). De ahí, “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados. Carguen con mi yugo y aprendan de mi que soy paciente y humilde de corazón”. En él se hacía presente el Reino, marcando una distancia enorme – comparable a la esclavitud de Egipto y la libertad en la tierra prometida – entre su propuesta y la de la religión judía. 

“Ocultando estas cosas…”. ¿Qué cosas? Sin duda la presencia del Reino. Jesús, con su palabra y acción hizo presente una realidad que él mismo llamó el Reino. Su palabra hace presente la misteriosa paternidad de Dios; Dios como Padre lleno de ternura y misericordia por sus hijos/as y que quiere lo mejor para ellos. “Recorría toda la Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias” (Mt 4, 23). La curación de los enfermos no eran sólo milagros, sino lucha por asegurar la plenitud de la vida. Jesús enseñaba a sus discípulos que todos pueden defender y aliviar el sufrimiento de la gente (cf Mt 10, 7-8). La curación de los enfermos y la expulsión de los demonios, eran el signo que hacía presente el Reino de Dios. Su palabra que anunciaba y denunciaba, sus gestos de cercanía sanante, de perdón y ternura, no sólo estaban orientados a devolver la salud y dignidad de las personas; eran palabras y gestos que indicaban un camino para cambiar las situaciones desesperadas que se traducen en pobreza, hambre, marginación y sufrimiento. Por ello los sabios e inteligentes no sólo no lo entendían, sino que se sentían amenazados en su mundo de bienestar. 




 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                 

* * * 

Es cierto que el Señor sabe lo que necesitamos y nos ayuda incluso cuando no nos damos cuenta. Sin embargo es cierto también que nosotros tenemos necesidad de hablar con él, de corazón abierto, como con el mejor amigo. Yo desde hace algún tiempo, cuando rezo, antes digo algunas oraciones que aprendí de memoria y que pueden abrirme a mí y a los demás para un camino firme hacia la construcción del Reino de Dios. Pero luego confío al Señor los problemas que me angustian, para que los recuerde. Esta mañana, por ejemplo, le recordé a los muchos migrantes que en muchas partes del mundo dejan su patria en busca de una vida mejor; las muchas personas que viven en campamentos de refugiados; los presos; los enfermos; los palestinos y los israelíes. Y le pedí al Señor que bendiga a todas estas personas – los cansados y oprimidos de hoy – y especialmente que dé una caricia a los ancianos y a los niños. Pero también lo alabé y agradecí por todo lo que me donó en mi vida, y ahora por la posibilidad de estar delante de él en silencio, mientras contemplo el cielo y me dejo inundar por su luz y su perdón. 



 Elena, Bérgamo – Italia                                                      

* * * 

En esta lectura Cristo nos invita a aceptar nuestra flaqueza, nuestras enfermedades, debilidades y miserias; a reconocer nuestros propios límites, cansancios, agobios y desconsuelos. Y, sobre todo, una vez que reconocemos nuestra condición de creaturas profundamente necesitadas, quiere que nos acerquemos a Él: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados" – nos dice –, y Él nos acogerá así como somos: inermes y frágiles, pero desnudos ya de falsas caretas y de disfraces. Y entonces sí, "Yo los aliviaré", porque Él es el verdadero médico de nuestras almas.




 Silvia, La Paz – Bolivia                                                       


No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL VIVE 2014


HorariOSM.....................MARCA TU PAIS