"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 26 de julio de 2014

“UN TESORO ESCONDIDO".

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“UN TESORO ESCONDIDO".
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.

Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“EL QUE TENGA OÍDOS”.

Un abrazo... P.  Bernardino.

                   “UN TESORO ESCONDIDO"                


Las parábolas que encontramos en el evangelio de san Mateo, con las que Jesús nos muestra el camino para abrirnos al Reino de Dios, es decir para asumir el proyecto de una sociedad nueva, justa y solidaria, y para que Dios sea el Rey de nuestras vidas, no son simples artificios didácticos para una más fácil comprensión. Jesús esconde bajo esas comparaciones los secretos del Reino de Dios, y nos obliga a reflexionar para descubrir el sentido más profundo. Lo pueden entender sólo las personas “humildes y sencillas”. Los “sabios y prudentes”, que tienen la mente y el corazón ocupados por su sabiduría y sus intereses, podrán entender teóricamente muchas cosas, pero no serán capaces de dar su adhesión total a Jesús y seguir sus pasos.


Sobre el Reino de Dios leemos tres parábolas de Jesús, sencillas y enigmáticas en el mismo tiempo, en el evangelio de san Mateo 13, 44-52:

Jesús dijo a la multitud:
“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?”. “Sí”, le respondieron.
Entonces agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.

PALABRA del SEÑOR


Como un tesoro escondido o una perla...
de gran valor: así es el Reino de Dios. Hay personas que lo encuentran por pura casualidad, a veces a motivo de algún acontecimiento imprevisto, feliz o doloroso, o por una experiencia muy significativa. Otras personas lo pueden encontrar como resultado de una búsqueda larga y paciente, después de haber experimentado la insuficiencia de otros caminos. Lo que es importante es la reacción del que lo encuentra: “Lleno de alegría vende todo lo que posee”. No hay nada más importante: sólo el tesoro encontrado, o la perla de gran valor: el Reino de Dios es lo único que vale. Pero ponerse en este camino, entregarse a la construcción del Reino como único objetivo de la vida y tener la capacidad de relativizar todo: intereses, prestigio, poder, bienes, diversiones, afectos, la salud y la vida misma, supone la alegría, el entusiasmo por haber descubierto el valor más grande y atractivo. Hacer que Dios sea el Rey de nuestra vida no es sólo fruto de buena voluntad. Sólo si estamos “llenos de alegría”, profundamente enamorados, podemos de verdad entregarnos a Jesús y a su proyecto. Atraídos y seducidos por él, podemos también anunciarlo valientemente y compartir nuestra alegría con los demás.

“Vende todo lo que posee”: 
“No pueden servir a dos señores: a Dios y al dinero”. Necesitamos dinero para vivir en esta sociedad, pero el dueño de nuestro corazón será Dios. Pertenecer a él, siguiendo a Jesús, como los primeros discípulos, que “dejándolo todo, lo siguieron”. No se deja todo en desprecio de las cosas o como un precio que hay que pagar, sino para la acogida de un don más grande, que espera una adhesión total y al que todo hay que subordinar.




La otra parábola, sobre la...

“red que se echa al mar y recoge toda clase de peces”, parece orientarnos más hacia el miedo del juicio último, cuando “los ángeles separarán a los malos de entre los justos”, y arrojarán a los malos “en el horno ardiente”. Tal vez era ésta la preocupación de san Mateo, que tenía una comunidad un poco dormida, que necesitaba ser sacudida y animada. En realidad la finalidad de esta comparación es parecida a la de la parábola del trigo y la cizaña. Conviven en la sociedad, en la comunidad cristiana, y en nuestro mismo corazón, el bien y el mal. Estamos llamados a hacer un proceso de iluminación y pacificación personal y comunitaria, sin juzgar a nadie, sin imponer el bien a nadie, haciendo crecer el bien y la justicia y dejando a Dios el juicio último. Más que una mirada hacia el futuro juicio, es una enseñanza para el presente, para comprometer nuestra vida. Los miembros de la comunidad, si no producen hoy frutos buenos con hechos concretos, se hacen desconocidos: “Jamás los conocí. Apártense de mí, malhechores”.La conclusión de todo el discurso en parábolas sobre el Reino de Dios, en el evangelio de san Mateo, abre un horizonte universal. Las tradiciones religiosas del pueblo judío y de todos los pueblos son un patrimonio importante, que enriquece el proyecto del Reino. El discípulo sabe armonizar “lo nuevo y lo viejo”, el mensaje de Jesús y los valores de las culturas del pueblo a que pertenece.






Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


    Lectio DOMINGO 20 de JULIO          
     El que tenga oídos                            

El reino de Dios es para todos, sin exclusiones para nadie. Hace poco comprendí que si no estuviera de la mano del Señor seria peor que cualquiera. El crecer junto a la cizaña, es el tiempo que el Señor me da para mi conversión y para que lo siga en su caminar y no para que me compare con otros. Es aprender a ser misericordioso con el otro, aprender a trabajar mi paciencia, tolerancia, para poder entender al otro desde la mirada de Jesús y no la mía. Jesús es el gran maestro en esto. Cuando yo descubro que Él elige a sus apóstoles, y le da la oportunidad a Judas Iscariote para cambiar, lo acepta tal cual es, sabiendo que lo va a traicionar, lo acoge, y a Pedro le perdona su negación.

Todo es una pedagogía para poder caminar en este mundo, que Él nos la revela, de acuerdo con nuestras capacidades. Estamos en el mundo pero no somos del mundo. 





María Teresa, Santiago – Chile                                           

* * *
Leer el evangelio, especialmente estas parábolas, me hace descubrir todas las veces que, dormido, veo la cizaña en los demás y las ganas de arrancarla. Entonces me viene lo que ya se ha dicho: “¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que hay en el tuyo?” (Mt 7, 3).

Ciertamente hay un largo camino que recorrer para entrar en la lógica del reino: “El reino de los cielos es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo”. Estar dormido es la oportunidad que usa el enemigo para sembrar cizaña. Estar despierto significa perdonar, aceptar y responder ante todo con amor; es dejar que el Espíritu cambie el corazón de piedra por un corazón que no se cierre a la verdad. Cuando vivimos centrados en uno mismo, es decir movidos por el ego – que es lo mismo que estar dormido –, llevamos con nosotros una imagen de Dios, de los demás y de uno mismo, imagen falsa, por cierto. De ahí, nos vemos, juzgamos y soñamos grandezas. En fin, trigo y cizaña no están sólo en los demás, habitan en el propio corazón. La cizaña que más nos molesta en el otro, es la que está más escondida en el corazón de uno.

Jesús no nos llama con brutalidad, nos habla con ternura. Su voz es siempre positiva. En cambio, el enemigo recalca lo negativo, nos hace ver la cizaña. El grito de Jesús en la cruz fue para que despertáramos. Pese a ello, seguimos dormidos, por ello caemos en la tentación de querer separar el trigo de la cizaña, creyéndonos naturalmente “trigo limpio”. El dueño del sembrado dice: “Dejen que crezcan juntos, hasta la cosecha”. El dueño sabe que la condición humana siempre puede cambiar y para mejor. Si anulamos la posibilidad de fallar, errar, dejaríamos de ser humanos. Una persona perfecta, en la realidad humana, no existe. El reino de Dios crece ahí, a veces en la ambigüedad de lo humano, ahí está Dios salvando. En esos comportamientos colectivos, animados a veces por grandes ideales y otras por oscuros egoísmos. En esos mil gestos que hacemos cada día, donde se mezcla gran generosidad, otras mezquindades inconfesables, ahí está Jesús, para ayudarnos a vencer el mal con la fuerza del amor y el perdón.

A quienes esperan una presencia espectacular y poderosa del reino, Jesús habla de una presencia sencilla, pequeña como grano de mostaza; es como levadura que hace crecer en humanidad, y hacernos pan para los demás. 





 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                



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