"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

sábado, 19 de julio de 2014

“EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA”.


Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“EN TIERRA BUENA”

Un abrazo... P. Bernardino


             “EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA”          


Jesús nos ofrece una manera diferente de vivir, no según los criterios comunes, sino según un proyecto de humanización, que él manifiesta con su vida y su enseñanza: un camino de servicio y solidaridad, hasta dar la vida por amor. Cuando habla del “Reino de Dios”, quiere decir que si logramos progresivamente abrir nuestro corazón a su propuesta y realizarla, Dios será el Rey de nuestras vidas, y no tendremos otros dueños o patrones.

Jesús ofrece a todos esta posibilidad, que puede ser aceptada o rechazada. La explica con comparaciones, con parábolas, como leemos en el evangelio de san Mateo 13, 24-43:

Jesús propuso a la gente esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?». Él les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero»”.

También les propuso otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, ésta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”.

Después les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”...

Sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”. El les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.

                      PALABRA del SEÑOR                   


En la primera parábola vemos...
a dos sembradores: el Hijo del hombre, y el Enemigo, el Maligno; y dos clases de semilla: buena semilla de trigo, y hierba mala, la cizaña. Los dos sembradores siembran sus diferentes semillas en el único campo, que es el mundo. De sus semillas crecen buenos y malos. Ésta es la realidad en que vivimos: un mundo complejo, donde algunos viven un mensaje de amor, y otros son movidos por otros intereses e instintos. La división entre buenos y malos no pasa por las instituciones de pertenencia, sino por el corazón de cada uno. Y dentro del corazón mismo de cada uno pueden crecer contemporáneamente buen trigo y cizaña. Dentro la misma comunidad de los seguidores de Jesús se da esa convivencia. Tal vez era ésta la preocupación pastoral de Mateo, cuando escribía su evangelio: una iglesia en el mismo tiempo santa y pecadora.






Nos indignamos porque quisiéramos ver una comunidad cristiana más generosa y llena de entusiasmo, más humilde y pobre, y en cambio a veces nos movemos con la misma lógica del mundo, dominados por los mismos instintos de poder, de acumular, de ser servidos, agarrados a nuestros privilegios, por los cuales peleamos usando el nombre de Dios en vano.

Nos duele ver este enredo de...
trigo y cizaña en la misma iglesia, con la cizaña explotando el terreno destinado al buen trigo, o más dolorosamente, con el trigo considerado a veces como cizaña. Sorprende la orden de Jesús: “Dejen que crezcan juntos”. Respeto y tolerancia: hacer todo lo que está en nuestras manos para vivir bien, luchando por la justicia y la paz, para seguir a Jesús que “pasó haciendo el bien”, sin imponer nada a nadie, ni el mismo bien.

Hay otra comparación, la parábola del grano de mostaza, con que Jesús nos habla del dinamismo, la fuerza con que crece el Reino de Dios. Es una parábola iluminadora frente al desaliento de algunos que están angustiados por el proceso de secularización de la sociedad de hoy, por la pérdida de valores, la disminución de la práctica religiosa en las nuevas generaciones, la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas. Vivimos un proceso de transición que hay que asumir con mucha paz y sabiduría. Las grandes transformaciones culturales y sociales que se están dando necesitan un largo tiempo para que se vaya conformando una nueva sociedad que tal vez estará siempre en una permanente renovación. Puede significar también una crisis profunda de la iglesia, así como ha venido estructurándose a lo largo de los siglos, pero no será el fin del Reino de Dios.


El Reino de Dios es como un grano de mostaza, nos dice Jesús. Es el más pequeño de todas las semillas, “pero cuando crece es la más grande de todas las hortalizas y se convierte en un arbusto”. No un orgulloso cedro del Líbano que domina todos los árboles, sino un simple arbusto, que sólo sobresale entre las hortalizas, pero capaz de cobijar a los pájaros del cielo. Ningún proyecto de grandeza y de dominación de todos los pueblos, como era el sueño del mesianismo judío, sino humilde hogar que acoge y protege.

Una tercera parábola o comparación...
nos habla de levadura. Sin duda Jesús recuerda una experiencia familiar, en que “una mujer”, su madre, mezclaba “un poco de levadura”, “con gran cantidad de harina”, para hacer el pan. Como la levadura, el Reino de Dios es eficaz y puede transformar la humanidad, sin apariencias triunfalistas, sino desapareciendo y actuando silenciosamente desde el interior de la masa.Las enseñanzas de estas parábolas pueden liberarnos de la angustia y del miedo, y darnos una grande paz, que nos permita ser una presencia activa y transformadora en el mundo de hoy, libres de la tentación del poder y del prestigio, sólo inspirados por la Palabra de Dios y confiados en la energía de su Reino.




Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


         LECTIO DOMINGO 13 de JULIO  
                  EN TIERRA BUENA             

En la historia de la humanidad se puede observar que han existido muchos personajes, no necesariamente cristianos, que han difundido propuestas para cambiar las estructuras de sociedades que siempre han ofendido a la persona humana y a Dios. 

Está presente la época de la colonización en Latinoamérica, donde pueblos enteros han sido diezmados por buscar el poder y la riqueza bajo la consigna de una “evangelización”. En esos tiempos habían surgido voces que llamaban a la liberación. Estos grupos formados por militares, personas civiles, entre mujeres – hombres y muy pocos curas, habían intentado hablar del verdadero mensaje de Jesús. Sin embargo esas voces, esa semilla sembrada en su momento no fue escuchada ni procesada, principalmente por las jerarquías católicas, que esperaron casi quinientos años para que un Concilio Vaticano II y Conferencias episcopales latinoamericanas les digan que el terreno donde se habían sembrado esas semillas eran de piedra, y la semilla de liberación no brotó en sus corazones. 

Jesús, nos da una muestra de cuán difícil es asimilar una semilla que identifique la enseñanza que nos permitiría proyectar una sociedad con justicia, derechos y libertades. Nos dice muy claramente que si el terreno es fértil se va comprender el mensaje de cambio y si el terreno es de piedra, la cultura de la muerte va a seguir imponiéndose, donde las guerras injustas continuaran produciendo muerte a niños inocentes, a madres y padres con lagrimas de sangre. 


  Francisco, La Paz – Bolivia                                               

* * * 
¡Esta parábola es hermosa! Menos mal que así se expresó Jesús, pues yo, como la mayoría, no conozco los misterios del Reino, y ando a tientas buscando siempre la Luz que ilumine nuestros caminos mientras andamos. 

Más que a distintos tipos de suelos (que seríamos nosotros, los humanos, en donde se siembra la Palabra), yo siento este pasaje como la descripción de nuestra evolución. Todos somos un poco de todos los suelos en distintos momentos de nuestra vida y a veces nos quedamos mucho tiempo en alguno de ellos. No es casual que el último suelo sea el de la “Tierra fértil”. Todos podemos serlo, aunque hayamos sido poco profundos, con espinas, con pocas raíces y mucha veleidad. Por mi parte sigo abonando cada día con y en la oración el pedido de tierra fértil para el mundo y los seres que en él habitamos: por la paz, la amistad verdadera, la sincera comunicación, el bien común, la providencia para todos y sobre todo y siempre por el Amor, que es Dios. 


 Isabel, Londres, Catamarca – Argentina                            

* * * 
Estas palabras son de mucho aliento, pero a la vez, a uno lo hacen analizar dónde estamos en esta vida, qué tipo de tierra somos y para qué estamos puestos aquí en este mundo. 


 Marisa, Las Toscas – Argentina                                         




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