Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“AFLIGIDOS Y AGOBIADOS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“¿QUÉ DICE LA GENTE?”.
Un abrazo... P. Bernardino
Un abrazo... P. Bernardino
“AFLIGIDOS Y AGOBIADOS”
A veces, cuando estamos muy angustiados por dificultades y problemas, invocamos a Dios, y nuestra oración se hace grito y gemido por el sufrimiento y la impotencia.
En el evangelio, Jesús nos enseña a orar como hijos e hijas que confían en el Padre, sin charlar mucho, como si se tratara de convencer a Dios y presionarlo para que nos escuche. El Padre ya sabe lo que necesitamos antes que se lo pidamos.
Jesús mismo ora. El evangelio de san Mateo nos transmite una bellísima oración de Jesús.
Jesús mismo ora. El evangelio de san Mateo nos transmite una bellísima oración de Jesús.
Leemos en el capítulo 11, 25-30
Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
PALABRA del SEÑOR
Antes de este texto, el evangelio de Mateo...
recuerda la lamentación de Jesús con que “recrimina a las ciudades donde había realizado la mayoría de sus milagros – Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm – porque no se habían convertido”. Pero hay personas que están abiertas a la enseñanza de Jesús: “los pequeños”. Jesús se dirige al Padre, lo alaba y bendice: lo reconoce “Señor del cielo y de la tierra”. Este poder de Dios sobre cielo y tierra se traduce en una actitud desconcertante. A los “sabios y prudentes” él esconde las cosas del Reino de Dios. Los que tendrían que saber más, conocer más profundamente los misterios de Dios y del hombre, en realidad tienen un velo sobre los ojos, son ciegos. Y a partir de su ceguera pretenden dirigir al pueblo, con una religión opresora y explotadora, de imposiciones y obligaciones. Sin duda Jesús se refiere a los escribas y fariseos, que tenían atado al pueblo con una infinidad de normas y leyes que garantizaban el ejercicio de su poder y de sus intereses. Pero son también los sabios de todos los tiempos. Ellos creen que lo saben todo, que conocen bien la lógica del mundo, que es una lógica de poder, en que el más fuerte domina y se hace servir. Consideran que sólo esa lógica sirve para vivir en este mundo, desprecian y se oponen a los que no se integran en su sistema, y no se dan cuenta que es exactamente esa lógica que produce violencia, injusticia, muerte.
En su oración Jesús dice que el Padre ha querido ocultar a esos sabios un camino diferente, porque ellos no necesitan a Dios y sólo lo usan. Son cerrados y autosuficientes. En cambio, “los pequeños”, los sencillos, los pobres pueden abrir su corazón a Dios y entender la propuesta que Jesús hace con su vida y su enseñanza. Para ellos el Padre quita el velo, revela el camino escondido, el tesoro para el cual vale la pena vender todo, la puerta angosta que pocos descubren. El vivir bien no pasa por un mayor o menor conocimiento teórico de doctrinas religiosas, sino por acoger y poner en práctica la propuesta liberadora de Jesús.
Y la conclusión de la oración de Jesús...
es un modelo para nuestra oración: “Sí, Padre”. No pide nada. Es una oración totalmente gratuita, que llega a la plena adhesión a la voluntad y al proyecto del Padre. Este es también el sentido de nuestro orar: no intentar de doblar a Dios para que cumpla nuestros deseos, sino ir transformando nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y deseos para identificarnos siempre más con los pensamientos y deseos de Dios manifestados en Jesús; llegar a decir con todo nuestro ser: “Sí, Padre”, libres de cualquier instinto de poder e interés.
Jesús es la Palabra del Padre...
su revelación y presencia entre nosotros. Para conocer a Dios tenemos que mirar a Jesús y aprender de él, que nos ofrece otra sabiduría, y no la de los “sabios y prudentes”. Ha venido para liberarnos de todas las ataduras: las que quieren imponernos los poderosos, y las que alimentamos nosotros mismos dentro de nosotros, cuando no sabemos perdonarnos y reconciliarnos con nosotros mismos.La única atadura que Jesús nos propone, la única ley, es la ley del amor. Su “yugo es suave”, y su “carga liviana”: tienen fuertes exigencias de humildad y honestidad, pero no oprimen. Atraen y seducen, y hacen vivir plenamente las bienaventuranzas. Sólo en él, siguiéndole a él, que va delante, encontrará paz y alivio nuestro corazón afligido y agobiado.
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINICAL 29 DE JUNIO
¿Qué dice la gente?
¿Qué dice la gente?
La liturgia de este domingo en la Solemnidad de Pedro y Pablo celebra, en una fiesta, estas dos figuras tan diversas y tan profundamente unidas por Cristo. Pedro intuitivo e impulsivo, pero temeroso. En algún momento, por evitarse “líos” echó marcha atrás, traicionando el paso hacia los no judíos que había dado antes. Pablo, un viento huracanado, le critico públicamente por ello. Pedro dio una gran lección aceptando esa crítica y no acallando a Pablo por ella (cf Gál 2, 11) ¡Qué linda lección de cómo ser Iglesia!
Mateo es el único que tiene la variante donde Jesús dice a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia”. Quizás ello está dado porque la comunidad de Mateo era la más arraigada en la tradición Judía. Esta comunidad experimentó como nadie lo que significó el servicio de Pedro. La comunidad corría el riesgo de parecerse mucho a la institución judía, que no abría las puertas a los extranjeros – gentiles –, ni a las mujeres y a los pobres, estaban en riesgo de ser una secta judía. Entonces Pedro, que había entendido que Dios no hace acepción de personas, asumió y defendió la misión universal de la Iglesia, que había emprendido Pablo. Esta actitud de Pedro está recogida en el texto que Mateo ha elaborado, vinculando esta apertura con el mensaje y la vida de Jesús, el Señor. Entonces Pedro, fiel al mensaje de Jesús, abre con las llaves de la misericordia y la fe en Cristo, el reino de Dios a todo hombre y mujer que creyendo en Jesús, se hace bautizar para formar una comunidad de hijos (libres), hermanos (iguales) y servidores (solidarios) que brotó en el seguimiento de Jesús.
La roca en que se funda la Iglesia es la fe de Pedro, cuando esta fe mira a Jesús desde Dios: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo!”. Es, a fin de cuenta, fe en Dios Padre y en el proyecto del reino que se hace presente en Cristo, Hijo de Dios que vino para toda la humanidad.
Pedro desató el evangelio de Jesús del legalismo judío que pretendía dejarlo atado al templo de Jerusalén. Supo respetar la memoria del Señor Jesús, que enseñó que el Espíritu sopla donde quiere, y que la autoridad de los servidores de la palabra está en reconocer su acción.
En la fiesta de Pedro y Pablo, todos los que tenemos la alegría de conocer el evangelio del Señor Jesús, oremos con esa oración incesante, de la Iglesia naciente, que logró que a Pedro se le cayeran las cadenas de las manos, para que también hoy cada hombre y mujer que llega a la Iglesia se encuentre con la persona de Jesús y su Palabra liberadora y salvadora. Para que a la misma Iglesia, se le caigan las cadenas que, muchas veces, le atan a una cultura, a una ley, a tradiciones humanas.
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Sin la fe es imposible reconocer y amar a Jesús, reconocerlo como Hijo de Dios. Y entonces agradezco a Dios por la fe transmitida por mis padres, que si bien recibí una formación catequética que me permitía respetar a alguien que era superior, pero... este alguien con el tiempo se hizo más presente y vivo en mí. Ya no era solamente teoría: era vida, experiencia de vida que me permite transmitir todo cuanto voy experimentando con Él, como con el caminar le descubro siempre más. Es maravilloso, y mi fe se fortalece, se amplía mi horizonte con respecto a Él, que si bien se hace infinito, es siempre más dentro de mí.
Cómo quisiera fuese más conocido, no digo sólo por quienes le ignoran, sino que también por aquellos que se denominan consagrados, porque muchas veces no es la Roca firme donde fundamentamos nuestro seguimiento, nuestra vida, la cual se debilita al punto de padecer enfermedades que pasan a ser el Todo de nuestra vida y Él sólo una “linda oración”, que no expresa lo que se vive.
Siento que es más fácil dar a conocer a Cristo aprendido en catequesis, que al Cristo de mi vida, el que la orienta con su Palabra, con su testimonio, con su inmenso amor hacia mí y a todos, sin hacer distinciones.
Cuando compartía la Palabra con las Hermanas, descubría la humanidad de Cristo, tal vez un poco para decirles: “Vean, ¡es humano!”, ya que veía que Cristo sabe de nuestro cariño, pero cómo humanamente es importante escuchar que nos quieren, porque no siempre lo verbalizamos, lo damos por hecho y casi con nuestras acciones lo negamos, también Él se sabía Hijo de Dios, pero me pregunta a mí: ¿Quién es para mí? ¡Cómo es de importante reconocer al prójimo que camina conmigo en el día a día, saber que es hijo de Dios, reconocer su persona y decirle aquello que más destaca en él y por lo cual lo reconocemos! En esto veo lo humano de Cristo y cómo me enseña a ser más humana y por ende más misericordiosa, ya que Él lo es primero conmigo.
Hilda, Roma – Italia
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La pregunta que hace Jesús a sus discípulos: “¿Que dice la gente?”, es necesario trasladarla a nuestro tiempo: ¿Qué decimos nosotros?; ¿qué dicen los obispos y curas conservadores que apoyan a los dictadores que hacen las guerras y asesinan a gente inocente?; ¿qué dicen los ricos y poderosos que manejan la economía del mundo?; ¿que dicen los pobres, los marginados, las mujeres que trabajan día y noche y son discriminadas todos los días por la sociedad machista?; ¿qué dicen los laicos y laicas que miran desde las sacristías la realidad del mundo y tienen olor a incienso?; ¿que habrán dicho los curas inquisidores de la edad media en Europa y Latinoamérica, que asesinaron a miles de personas? Considero personalmente que las respuestas son para reflexionar profundamente. Nos han enseñado a pensar como corderitos, han manipulados nuestra enseñanza. Luis Espinal, en “Oraciones a quemarropa”, decía: “Somos cristianos por costumbre, porque fueron así nuestros padres”. En su tiempo Jesús fue un líder que planteó un cambio profundo en las estructuras político religiosas que oprimían a su pueblo. Hoy Jesús también es un líder espiritual que guía nuestra conducta y nos invita a amar al prójimo, ser solidarios con los que claman justicia y luchan por una liberación, para formar un mundo de justicia.
Francisco, La Paz – Bolivia
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En la misa del domingo 29 de junio el sacerdote, en su homilía, hizo una sorprendente yuxtaposición entre el apóstol Pedro, la roca en la que Jesús fundó su iglesia, y las piedras vivas de que habla san Pedro en su primera carta. Siempre me impresionó la imagen de estas piedras vivas que somos cada uno de nosotros en el momento en que, si lo queremos, podemos contribuir a la construcción del nuevo templo soñados por el Señor. La idea de que yo también puedo ser una piedra viva en la iglesia de Jesús hoy me llena de alegría.
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