Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“PARTIÓ LOS PANES”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
ABAJO un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“UN TESORO ESCONDIDO”.
Un abrazo... P. Bernardino.
> PARTIÓ LOS PANES <
Frente a las estadísticas que revelan la terrible dimensión del hambre en el mundo, fácilmente una persona de fe podría preguntarse: y Dios, ¿dónde está? ¿Por qué no interviene para salvar tantas vidas inocentes?
No es este el lugar para una reflexión exhaustiva sobre estas preguntas, pero alguna luz nos puede venir del texto del evangelio de san Mateo 14, 13-21:
Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compareciéndose de ella, sanó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: “Éste es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos”. Pero Jesús les dijo: “No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”. Ellos respondieron: “Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados”. “Tráiganmelos aquí”, les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
PALABRA del SEÑOR
Cuando Jesús se entera...
del asesinato de Juan Bautista de parte de Herodes, deja a sus discípulos y a la muchedumbre y se retira, tal vez para vivir en soledad el duelo por la pérdida del amigo, tal vez para orar, o por miedo y prudencia: “Se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas”. Pero mucha gente lo va buscando, recorriendo a pie con gran sacrificio un largo camino. Jesús se compadece y sana a sus enfermos.
El evangelio de Mateo va presentando una escena que reproduce simbólicamente las condiciones del antiguo éxodo. Al atardecer, los discípulos aconsejan prudentemente a Jesús que despida a todos, para que vayan a comprarse algo para comer. Y Jesús les da esta sorprendente respuesta: “No es necesario que se vayan,denles de comer ustedes mismos”. Los discípulos no tenían que cinco panes y dos pescados, y logran darle de comer a cinco mil hombres, “y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas”, como renovando el prodigio del maná durante la travesía del desierto.
espectacular del milagro realizado por Jesús, sin entender la fuerza del mensaje que propone. Los discípulos presentan a Jesús lo poco que ellos tienen, y no lo guardan para sí, para saciar su propia hambre. Jesús toma los cinco panes y los dos pescados, bendice a Dios, reconociendo que el pan es don de Dios. Es él que lo dona a los hombres, y los escucha mientras lo invocan: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Y cuando los hombres aprenden a tener un corazón agradecido y a compartir el pan, se liberan de su egoísmo y hacen que haya abundancia de pan para todos. El verdadero milagro, que hace posible la multiplicación de los panes, es el cambio del corazón, liberado del instinto de acumulación y del miedo de que lo que hay no alcance para uno mismo.
En el desierto, cuando el demonio tentó a Jesús para que cambiara las piedras en panes, él se había resistido a usar su poder en su propia ventaja; ahora cambia el corazón de piedra, que pretende que cada uno solucione sus problemas como puede, por su cuenta, como proponían los discípulos: “Despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos”, e indica el camino de la solidaridad. Si en el desierto Jesús apeló a la palabra de Dios como alimento: “Está escrito: el hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, ahora manifiesta que esa palabra tiene que producir frutos de solidaridad y justicia entre los hombres.
Los discípulos dieron de comer a la multitud, según la indicación de Jesús, sirviendo a toda la gente sentada “sobre el pasto”, con la dignidad de personas libres, como se usaba en la cena pascual.
El detalle de “los que comieron...
fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”, no quiere hacer una distinción entre hombres, mujeres y niños, sino decir que siguiendo a Jesús en el nuevo éxodo desaparece toda discriminación y fragilidad, y se llega a ser personas maduras alimentadas por la palabra y movidas por el Espíritu.
Los panes repartidos nos ayudan a entender también la Eucaristía. Los gestos de Jesús son los mismos de la Última Cena, que la comunidad cristiana repite en la celebración de la Eucaristía: “Tomó los panes, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos”. Jesús se hace pan, y a través de este signo manifiesta su entrega: cuerpo ofrecido, sangre derramada. Compartir el pan de la Eucaristía nos capacita para ser artífices del compartir los bienes, y tener la inteligencia y la voluntad para abrir caminos para una sociedad más justa y equitativa, donde nadie sea excluido de la mesa de la vida.La multiplicación de los panes es ahora tarea nuestra. La tentación es reducirla a ritos, con ceremonias solemnes y ornamentos preciosos.
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINGO 27 de JULIO
> Un tesoro escondido <
Las parábolas que Jesús utiliza para ilustrar la búsqueda y construcción de un reino de justicia, solidaridad y amor, están siempre dirigidas a explotar nuestras principales aflicciones y debilidades de todos los días: el dinero, la riqueza o el poder. En ese sentido Jesús muestra con una propuesta: qué ocurriría si unas o unos encontrásemos un tesoro, una perla, a alguno le toca el premio mayor de la lotería o encuentra una gran cosecha de pescados o mercaderías. Ello nos permite hacer una reflexión profunda para valorar entre lo material que es el dinero o la riqueza que con seguridad se perderá muy fácilmente, o ser parte de un cambio para construir una sociedad donde principalmente esté presente el respeto a los valores más importantes: Ama Sua, Ama Llulla, Ama K`ella, que quiere decir: No robar, no mentir y no ser flojos, o el respeto a los derechos humanos fundamentales de convivencia, y donde a la mujer se la respete como una persona y no como un objeto de comercio; a los niños y ancianos se les proporcione lo más elemental para vivir bien.
Esa propuesta es para reflexionar cuan fácil es encontrar a Dios o separarnos mas de él. Por ello diariamente, en el hogar, en el trabajo, en las comunidades, etc. debe existir un cambio.
Francisco, La Paz – Bolivia
* * *
El bullicio, la prisa, el activismo del mundo de hoy es el ropaje que oculta en nosotros aquello que es verdaderamente importante. Encontrar lo esencial, hallar lo verdaderamente importante, liberarnos de lo que es secundario para quedarnos con lo esencial es un tesoro.
Quienes se encontraban con Jesús, en un nivel poco profundo, quizás se preguntaban: ¿no será una locura seguirle? Él se juntaba con los despreciados, buscaba a los pecadores y compartía con ellos y les hablaba del Reino de Dios. Una realidad que no se veía en los gestos sencillos y en su enseñanza que los sabios y entendidos rechazaban.
Con las parábolas Jesús siembra en nosotros una pregunta: ¿No habrá en la vida un “secreto” que todavía no hemos descubierto? En todo su mensaje y vida Jesús está comunicando su experiencia de Dios. Encontrar, en lo profundo de nuestro ser, en el corazón, un poco la experiencia de Dios como Padre; aquello que vivía Jesús es lo que dará sentido a nuestra vida.
Liberarnos de la prisa, el bullicio y el activismo para poder enfocar nuestra energía espiritual en lo esencial. “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura” (Mt 6, 33). La búsqueda del reino: está oculto en Jesús, en su vida y mensaje, muerte y resurrección. Su seguimiento exige concentración. No podemos estar en “mil cosas” porque así, en realidad, no estamos en nada, estamos distraídos. El mundo nos distrae con cosas que se nos ofrecen para hacernos consumistas y así esclavos. Nos distraen con ideas o ideologías, para someternos. Estamos distraídos cada vez que lo secundario se hace primario.
El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El campo somos nosotros mismos. Recordemos la parábola del sembrador, al sembrar unas semillas cayeron… en distintos terrenos. ¿No somos nosotros esa tierra, ese campo? Entonces, trabajemos nuestro campo y quizás allí encontraremos el tesoro. El reino de los cielos se parece también a un negociante, que se dedica a buscar perlas finas. ¿Lo humano, por definición no es un buscador de sentido? El camino de esa búsqueda pasa siempre por la interioridad. Jesús, el Señor, es quien va delante en ese trabajo y búsqueda, él es el Buen Pastor que nos guía, nos cuida en el camino al Padre (cf Jn 14, 6).
¿Podemos decir, de verdad, que hemos encontrado nuestro sentido y hemos optado por vivirlo? ¿Hemos experimentado la profundidad de ese sentido que nos hace insobornables, a pesar de nuestros fallos, a lo que nos aleja de él? Y sobre todo, ¿sentimos en lo más profundo de nosotros el norte, el horizonte o eje, que aporta a nuestra vida el fuego, la alegría que nos empujan a caminar en su dirección; que nos dan la solidez que hace, incluso que una situación, aparentemente sin sentido, recobre su valor y desde ahí tenga sentido en el camino que hemos emprendido?
Señor, “que tu misericordia me consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste. Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré, porque tu ley es toda mi alegría” (Sal 118, 76-77).
Joel, Puerto Aysén – Chile
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