"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"
domingo, 28 de octubre de 2012
viernes, 26 de octubre de 2012
“QUE YO PUEDA VER”.
Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
Un abrazo.Bernardino
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo – Bartimeo, un mendigo ciego – estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Los que acompañan a Jesús...
en su camino hacia Jerusalén, el lugar de su pasión y muerte, en realidad no lo entienden, y son como el ciego Bartimeo, sentado al borde del camino, en tierra pisada que no permite la penetración de la semilla de la Palabra.
Bartimeo vive de limosnas.
El manto que lo cubre y lo encierra representa todo su mundo, suficiente e inmóvil. Él también, como los discípulos de Jesús, espera a un Mesías, un salvador, hijo de David, conquistador poderoso. Cree que Jesús responda a esta expectativa. Pero en su ceguera invoca la luz verdadera: “Ten piedad de mí”. “Muchos lo reprendían para que se callara”: la corriente popular nacionalista intenta callar su voz. Es la corriente que todavía sigue arrastrando a los discípulos y no les permite cambiar mente.
Jesús, dentro del ruido de toda la muchedumbre, oye su voz y exige: “¡Llámenlo!”. No es sólo una indicación circunstancial. Es un llamado, una vocación, una invitación al seguimiento, a no estar “sentado junto al camino”.
“¡Ánimo, levántate! Él te llama”...
este mensaje puede despertar las esperanzas más profundas y secretas. Marcos sin duda desearía que así lo acogiera su comunidad.Bartimeo “se puso de pie de un salto y fue hacia él”: así tendrían que hacer los discípulos, abandonando una mentalidad que les impide vivir plenamente. “Arrojando su manto”: el ciego se libera de su pequeño mundo, en que encontraba toda su protección y seguridad. Va hacia Jesús, reconociéndolo no ya como “hijo de David”, sino como “Maestro”, y le ruega, desde la profundidad de su noche: “Que yo pueda ver”: ojos nuevos, para discernir el verdadero camino y seguir a Jesús, no en la búsqueda del poder, sino en la entrega de su vida. Esa disponibilidad, esa fe, hacen posible el milagro: “En seguida comenzó a ver”, y por eso puede hacerse discípulo, asumiendo y compartiendo el mismo camino de Jesús: “lo siguió por el camino”.
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“QUE YO PUEDA VER”.
La reflexión es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
ABAJO un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
La reflexión es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
ABAJO un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“ENTRE USTEDES NO DEBE SUCEDER ASÍ”.
Un abrazo.Bernardino
"QUE YO PUEDA VER"
La vida como un viaje, y una peregrinación interior, que nos hace pasar de etapa en etapa, hacia una progresiva iluminación, hasta entrar a la luz definitiva.
Leemos en el evangelio de san Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo – Bartimeo, un mendigo ciego – estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
"PALABRA del SEÑOR"
en su camino hacia Jerusalén, el lugar de su pasión y muerte, en realidad no lo entienden, y son como el ciego Bartimeo, sentado al borde del camino, en tierra pisada que no permite la penetración de la semilla de la Palabra.
Bartimeo vive de limosnas.
El manto que lo cubre y lo encierra representa todo su mundo, suficiente e inmóvil. Él también, como los discípulos de Jesús, espera a un Mesías, un salvador, hijo de David, conquistador poderoso. Cree que Jesús responda a esta expectativa. Pero en su ceguera invoca la luz verdadera: “Ten piedad de mí”. “Muchos lo reprendían para que se callara”: la corriente popular nacionalista intenta callar su voz. Es la corriente que todavía sigue arrastrando a los discípulos y no les permite cambiar mente.
Jesús, dentro del ruido de toda la muchedumbre, oye su voz y exige: “¡Llámenlo!”. No es sólo una indicación circunstancial. Es un llamado, una vocación, una invitación al seguimiento, a no estar “sentado junto al camino”.
“¡Ánimo, levántate! Él te llama”...
este mensaje puede despertar las esperanzas más profundas y secretas. Marcos sin duda desearía que así lo acogiera su comunidad.Bartimeo “se puso de pie de un salto y fue hacia él”: así tendrían que hacer los discípulos, abandonando una mentalidad que les impide vivir plenamente. “Arrojando su manto”: el ciego se libera de su pequeño mundo, en que encontraba toda su protección y seguridad. Va hacia Jesús, reconociéndolo no ya como “hijo de David”, sino como “Maestro”, y le ruega, desde la profundidad de su noche: “Que yo pueda ver”: ojos nuevos, para discernir el verdadero camino y seguir a Jesús, no en la búsqueda del poder, sino en la entrega de su vida. Esa disponibilidad, esa fe, hacen posible el milagro: “En seguida comenzó a ver”, y por eso puede hacerse discípulo, asumiendo y compartiendo el mismo camino de Jesús: “lo siguió por el camino”.
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LECTIO DOMINGO 21 Octubre
“ENTRE USTEDES NO DEBE SUCEDER ASÍ”.
Cuando hablamos de poder, a muchos o tal vez a todos se nos antoja estar primero que todos. La competencia en demostrar quién es el mejor se vuelve una obsesión acompañada por la soberbia. Pero analizando las cosas, siempre que uno está en el poder encuentra más enemigos que amigos, por que en ese momento no te importa ayudar a nadie más que a ti mismo. No te importar si el que está a tu lado necesita de ti. Y una vez que viene otra persona a ocupar tu lugar, ahí te das cuenta que no tienes nada y extrañas todo lo que cambiaste por el poder. El poder debería traer cosas buenas para uno y los demás. Si tan solo uno solo de los que tienen el control de una nación, sólo por un día despertara y pidiera para que todos sus hermanos estén bien, sería un buen inicio para que las cosas mejoren, pues con la oración estamos tan cerca de Dios, y ahí nos damos cuenta de que cada uno tiene una misión, de convivir con el prójimo en amistad. Lastimosamente estamos atravesando tiempos en los que todos se encuentran a la defensiva, que ya no queremos encontrar una mirada de cariño o una sonrisa sincera; al contrario, los prejuicios propios no nos dejan ver las pequeñas cosas que existen y que son suficientes para ser felices. Ayer leía en internet que alguien decía que las riquezas más grandes del mundo las tengo yo: amor, amigos, sueños, familia y vida. Es eso lo que debemos apreciar, estas riquezas que no nos cuestan dinero y son más fáciles de conservar por que la tienes en tu corazón, donde no te cobrarán intereses ni entrarás en bancarrota. La vida es una, y el único poder que nos debe interesar es el poder dar sin esperar nada a cambio, sólo por amor, y eso te traerá una gran felicidad, con sólo recordar que pudiste ayudar a alguien...
Silvia , Cochabamba – Bolivia
* * *
Es muy bello este pasaje, simple y complejo a la vez, porque es fácil que diga “sí, yo quiero ser discípulo de Jesús”, pero en el caminar… cuando se tiene que renunciar a tantos apegos (materiales, conocimiento, afectivos, reconocimiento, etc., en pos de otros), me voy quedando o retractando.
Hace mucho tiempo entendí que el servicio no sólo es dar cosas, tiempo o dinero gratuitamente, sino que darme yo misma con todo mi corazón (claro que muchas veces con falta de humildad), que es abajarme al otro y desde ahí caminar juntos.
Luego, al compenetrarme más con el evangelio, surgió este desafío que plantea Sn. Marcos: “servir”, “dar la vida”. Humildemente digo: ¡pucha que suena bonito!, pero qué difícil, puesto que todo a mi alrededor me lleva por el otro camino que no me permite vivir plenamente. Por eso, con infinitas caídas y errores, intento seguir a Jesús.
El éxito que da el mundo no me hace feliz, pero sí la invisibilidad de los pocos avances que tengo en esta opción elegida libremente, quiero ser coherente y consecuente conmigo y con mi fe.
Si lo simbolizo en una escala, quiero decir que, para subir hasta Jesús yo tengo que descender para el mundo, ¿no es así?
* * *
El evangelio me recuerda la actitud que permanece en el ser humano como condición de verdad (ser los primeros acumulando cargos, lugares, objetos)… tal que llega a enceguecernos y confundirnos. Debido a esto nos encontramos con la cara equivocada del mensaje que Jesús nos predica. Sin embargo él nos deja la lección y nos orienta, mostrándonos la diferencia del poder y la grandeza, o sea la cara verdadera del mensaje: quien quiera ser el primero que se haga el último, incluso sea servidor de todos.
¿Qué manera de actuar y de enfrentarse a este mundo es esa? ¡Qué gran mensaje! Así se debe marcar la diferencia, ir al contrario del egoísmo para vivir y experimentar el amor de Dios.
En qué lugar y cómo nos situamos en cada momento de nuestra vida, cuál es mi condición ahora como joven: es la pregunta que surge en mi interior. Y siendo sincera, lo que hago no es suficiente, aunque tenga una vida activa de pastoral, quizá esa sea la tarea que mi Amado deja… El descubrir: ¿qué tipo de grandeza busco? Para ser una servidora de aquellas que marcan la diferencia buscando la grandeza en el servicio.
Ahora estoy en un tiempo que siento fuerza, ya que siento mi vida como un regalo y como historia de salvación, gracias al amor que reconocí en Cristo por medio de las experiencias que viví, pero a la vez dolor porque no la puedo compartir, porque el lenguaje es diferente y ahora el evangelio ilumina mi experiencia. Esta reflexión orienta mi interior y calma mi sentimiento.
Lo magnifico es que el Amado siempre está pendiente de ti, porque te habla por medio de la palabra; así ilumina la vida de cada uno… ¡Qué amor tan grande es el que me sobrepasa!… Sólo ruego que me conceda el don del entendimiento y del amor.
Rosario, El Alto – Bolivia
* * *
En mi caminar, he ido descubriendo que una hija no tiene ningún derecho de pedirle al Padre la prioridad frente a sus otros hijos, porque ante sus ojos todos somos iguales, y para él, con su amor infinito, somos únicos e irrepetibles y nos ama a pesar de todas nuestras infidelidades.
Para mí lo más importante es sentir su amor de Padre que me cuida y guía sin que yo lo merezca. Ese amor que él me entrega es mi motor para caminar en este mundo. Él me dará el lugar que quiera.
Jesucristo y la Virgen Santísima son los caminos que me conducirán a la patria definitiva. Estamos en el mundo pero no somos del mundo.
María Teresa Santiago – Chile
lunes, 22 de octubre de 2012
anda... levántate y anda
Queridos herman@s...
Introducción
El 11 de octubre de 2011 el Papa Benedicto XVI, con la Carta Apostólica Porta fidei, convocó a toda la Iglesia católica al “Año de la fe”. Éste, en efecto, da inicio el 11 de Octubre de 2012, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y finalizará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. El año de la fe será, también, la respuesta de los creyentes a las solicitaciones del próximo Sínodo de los Obispos sobre el tema “La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana”. Para profundizar los contenidos de la fe, su Santidad nos invita a retomar el estudio del “Catecismo de la Iglesia Católica”, uno de los frutos más importantes del Concilio mismo, a los 20 años de su publicación. Por cierto, el Papa así se expresa en la Carta citada: “Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable” (11). Es a través de sus páginas, continúa explicándonos su Santidad, como se descubre que “todo lo que presenta no es una teoría, sino el encuentro con una ‘Persona’ que vive en la Iglesia” (11).
La simbología de la “puerta” y lo difícil de conservar la fe hoy
La imagen de la “puerta” nos hace pensar en una “entrada” importante, en una “introducción” en la vida de comunión con Dios. Por la “puerta de la fe y de la Iglesia”, en efecto, emprenderemos un camino que dura toda la vida (n. 1) y que nos permitirá alcanzar la meta final de la salvación en el Padre, Hijo y Espíritu Santo. El objetivo es hermoso, sin embargo, no es de fácil conquista, sobre todo por el momento histórico de descomposición social y por la “cultura adversa” en la que estamos inmersos y que el Papa Benedicto así describe: “Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas” (2). Que la fe tradicional esté devaluada lo constatamos, cotidianamente, en la siempre más escasa participación de los creyentes a los momentos fundantes de la vida cristiana y, sobre todo, en la siempre mayor incoherencia entre la vida y fe que profesan. A este punto, nos suplica el Papa: “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta” (Mt 5, 13-16). El año de la fe debe devolvernos “sabor” para que fermentemos la masa y debe convertirnos en “lámpara” luminosa para disipar las tinieblas. Todo esto, a pesar de que la fe se ve sometida, más que nunca, a una serie de interrogantes que provienen del “cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales únicamente al de los logros científicos y tecnológicos” (12). Sin embargo, la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno. En efecto, ambas, aunque por caminos de conocimientos distintos, tienden a la “verdad” y todo destello de verdad será siempre reflejo luminoso de Dios, su autor.
Las finalidades del Año de la fe
En línea con el año de la fe, que el Siervo de Dios Pablo VI proclamó en 1967 para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, en el decimonono centenario de su supremo testimonio, este nuevo año de la fe conserva las mismas finalidades: las de reanimar la fe, purificarla, confirmarla y confesarla con nuevo vigor, sea personal que eclesialmente, bajo la iluminación siempre valiosa y esplendorosa de los textos dejados en herencia por los Padres conciliares. A la manera del ciego de nacimiento del Evangelio, durante este año de la fe, aspiramos al milagro de volver a recobrar la “vista” de la fe: ¡Señor, haz que veamos! Haz que redescubramos la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar a los demás lo que creemos. Además, en el pensamiento del Papa, el Año de la fe será también una ocasión propicia para intensificar su celebración en la liturgia y, de modo particular, en la Eucaristía: “cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC, 10).
Contenido de la fe y acto de fe
Acerca del misterio de la fe, Benedicto XVI distingue lo que es su “contenido”, que hay que conocer y profundizar constantemente, y lo que es, propiamente, el “acto de fe”, con el cual decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. Justamente, san Pablo afirmaba: “Con el corazón se cree y con los labios se profesa” (Rm 10, 10). Profesar con la boca, lo que hemos aprendido con la mente, a su vez, implica el “testimonio” y el “compromiso público” porque el cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La misma profesión de fe, en efecto, es un acto personal y al mismo tiempo comunitario, porque el primer sujeto de la fe es y será siempre la Iglesia. Creemos lo que cree la Iglesia y es en la fe de la comunidad cristiana que cada uno recibe su consagración bautismal.
La dimensión histórica de nuestra fe
A lo largo del año, no podemos perder el “piso” de la fe, o sea, su dimensión histórica. Por cierto, es su historia que nos hace contemplar el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y del pecado (13). Apreciamos la santidad de los que la han alcanzado y nos avocamos a la misericordia del Padre los que la hemos traicionado con el pecado. Este año, por lo tanto, podremos experimentar nuevamente el amor perdonante de Dios.
La historia de la fe, además, nos remanda a sus enormes testigos. En efecto, es por la fe de María, quien acogió la palabra del Ángel y creyó; por la fe de los Apóstoles, quienes lo dejaron todo para seguir al Maestro; por la fe de los mártires, quienes entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; por la fe de hombres y mujeres, que han consagrado su vida a Cristo; por la fe de muchos cristianos, que han promovido acciones sufridas en favor de la liberación y justicia, etc. como nos ha llegado, íntegra, la fe y cómo estamos llamados a “reanimarla, purificarla, confirmarla y confesarla”.
Fe y obras de caridad
Lo que, en todos los tiempos, ha elevado el sentido de la fe y la ha hecho apreciar por muchos, ha sido la “caridad”. Resultaría poco eficaz y convincente, a lo largo de este año, buscar y profundizar la fe desconectándola del ejercicio de la caridad. Evocamos, con razón, las palabras del apóstol Santiago cuando nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?” (San 2, 14ss). Por cierto, la fe sin caridad no da fruto y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda (14). Será gracias a la fe como podremos reconocer, en quienes nos piden ayuda, el rostro del Señor. Creer, por cierto, es ver la realidad humana con los ojos de Cristo; es interpretar los acontecimientos que suceden, según Dios.
Sostenidos por la fe, entonces, seremos capaces de discernir evangélicamente la “realidad social”, que nos entorna, y tomar con esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando así “unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia” (2Pe 3, 13).
Conclusión
En fin, con fe en el corazón, hasta las pruebas de la vida, a la vez que nos permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo, serán preludio de la alegría y la esperanza a la que ella nos conduce (15). Conscientes de que tener y vivir la fe nos hace bienaventurados a la manera de María: “Bienaventurada, María, porque has creído” (Lc 1, 45).
Una auténtica y renovada conversión para comunicar la fe con nuevo ardor
+ Felipe Arizmendi Esquivel Obispo de San Cristóbal de Las Casas
HECHOS
Del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, en todo el mundo católico se celebra el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que fue una irrupción del Espíritu Santo para renovar la Iglesia, y del vigésimo aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, que sintetiza lo que creemos y las dimensiones y exigencias de nuestra fe.
En muchas diócesis se están generando varias iniciativas para vivir este acontecimiento. En la nuestra, dedicamos tres días a repasar algunos de los temas centrales del Concilio, para revisar si nuestra vida y nuestra práctica pastoral corresponden a su espíritu, y para impulsarnos a una renovada fidelidad a nuestra vocación a la santidad y a una nueva evangelización integral, que nos revitalice en la opción preferencial por los pobres, signo y prueba de fidelidad al Evangelio.
¿Hace falta este Año de la Fe? Claro que sí. Basten algunos datos. En cinco años y medio, en la ciudad capital del país, en instituciones de salud del gobierno, se han practicado casi 93,000 abortos, facilitados por la legislación que lo autorizó, también para mujeres que van allá desde otros Estados. Y presumen de esa cifra, así como de 58 millones de condones que han repartido por todas partes sólo en esa entidad. Y quienes matan a tantos miles y miles, se declaran católicos y católicas que alegan su “derecho” a decidir sobre la vida de inocentes e indefensos. ¿Cómo es su fe?
¡Cuántos narcotraficantes, extorsionadores, asesinos a sueldo, secuestradores, violadores, ladrones, adúlteros, corruptos, etc., se declaran católicos! ¿Cómo está su fe, y cómo fueron evangelizados por nosotros? ¿Qué hacer para su conversión? Esta no depende sólo de que los metan a la cárcel, o los eliminen, sino de que encuentren en Cristo un camino de liberación interior y ya no hagan daño a la sociedad ni a sí mismos.
Disminuye el número de católicos; aumentan otras confesiones religiosas y, sobre todo, los no creyentes; ¿y esto no nos cuestiona a los agentes de pastoral? ¿En qué hemos fallado? ¿Seguimos con una pastoral repetitiva, sin nuevo ardor, sin nuevos métodos, sin nuevas expresiones?
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, como pastor universal y preocupado por las deficiencias eclesiales, nos invita “a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta fidei, 6), y a promover y sostener “un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Ib 7).
Estamos convencidos de que cuando alguien en verdad se encuentra con Jesucristo, cambia su vida, deja de hacer el mal y hace el bien a todos; por ello, el Papa nos dice: “Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación, sabiendo que donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad” (10-IX-2012). “El encuentro con el Dios de Jesucristo es capaz de transformar profundamente a todo ser humano, incluso en las condiciones más pobres, para conferirle la dignidad suprema de hijo de Dios. El encuentro con Cristo da el impulso para vencer incluso las dificultades aparentemente más insuperables” (20-VIII-2012). “Confiad en el Evangelio, en su fuerza transformadora, en su capacidad de despertar las conciencias y provocar desde dentro el rescate de las personas y la creación de una nueva fraternidad. La difusión de la Palabra del Señor hace florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los pueblos… El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios. Sólo así la Palabra de salvación dará fruto” (7-IX-2012).
PROPUESTAS
Demos la importancia que merece a este Año de la Fe. Les invito a leer, meditar y practicar los dieciséis documentos del Concilio Vaticano II: cuatro constituciones, 9 decretos y tres declaraciones. Es doloroso y preocupante que algunos ni siquiera los hayan leído. Y revisemos cada quién cómo vivimos nuestra fe católica; ojalá seamos más coherentes.
Reciban un cordial saludo; espero que se encuentren gozando de paz y bienestar.
El día 11 de este mes de octubre inicia el Año de la Fe convocado por el Papa Bene-dicto XVI, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. El Año de la Fe terminará en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013.
¿Qué es el Año de la Fe y para qué sirve? Leyendo la Carta Apostólica Porta Fidei, la Puerta de la Fe, con la que se convoca el Año de la Fe, podemos encontrar algunos pensamientos, escritos por el Papa, que pueden ayudarnos a comprender la finalidad de esta iniciativa, por ejemplo cuando dice que: es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor y una oportunidad para volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado; que es redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe, además de ser una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. En es-te mismo sentido me parece importante citar un párrafo del número 13 de la Carta: “Durante este tiempo tendremos la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe (Heb 12,2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de la Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad hu-mana para transformarla con el poder de su Resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación”.
Pienso que el camino que debemos recorrer junto con toda la Iglesia durante este Año es ante todo un camino de reflexión sobre la fe que nos ayude, a todos los creyentes en Cristo, a que nuestra adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Recordemos que por la fe, hombres y mujeres de toda edad, han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.
Que el Año de la Fe nos ayude a todos a crecer en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres y a reafirmar nuestro compromiso de creyentes para que sepamos dar testimonio de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad.
Pongamos nuestra mirada en María, quien ha sido proclamada dichosa porque ha creído, y pidámosle que nos enseñe a vivir atentos a la Palabra para crecer en nuestra fe y saber compartirla sin miedo y cualitativamente con las personas que encontramos por las calles del mundo.
Buen trabajo a todos y Dios los bendiga abundantemente.
Fr. Ángel
Extraido de COSMO LINE
Boletín de información rápida del Secretariado general de las comunicaciones
Piazza San Marcello, 5 - 00187 Roma Tel.: +39-06-699301— cosmo.osm@gmail.com
Octubre 2012 Año 5 - N. 10
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Octubre 2012 Año 5 - N. 10
alvaro fraile >>> anda... levántate y anda
anda… levántate y anda
no tengas miedo, tu no te rindas, no pierdas la esperanza
no tengas miedo, yo estoy contigo, en lo que venga
y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza
anda… levántate y anda
no tengas miedo, tu no te rindas, no pierdas la esperanza
no tengas miedo, yo estoy contigo, en lo que venga
y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza
anda… levántate y anda
no tengas miedo, no desesperes, no pierdas la confianza
no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas
no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada
anda… levántate y anda
no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas
no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada
anda… levántate y anda
no tengas miedo, yo te sujeto solo confía y salta
no tengas miedo, voy a cuidarte te alzaré cuando caigas
siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo
anda… levántate y anda
no tengas miedo, voy a cuidarte te alzaré cuando caigas
siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo
anda… levántate y anda
tú eres mi sueño y mi causa no piense que voy a dejarte caer
voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer
para que tengas vida... anda levántate
voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer
para que tengas vida... anda levántate
MAS SOBRE...
Introducción
El 11 de octubre de 2011 el Papa Benedicto XVI, con la Carta Apostólica Porta fidei, convocó a toda la Iglesia católica al “Año de la fe”. Éste, en efecto, da inicio el 11 de Octubre de 2012, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y finalizará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. El año de la fe será, también, la respuesta de los creyentes a las solicitaciones del próximo Sínodo de los Obispos sobre el tema “La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana”. Para profundizar los contenidos de la fe, su Santidad nos invita a retomar el estudio del “Catecismo de la Iglesia Católica”, uno de los frutos más importantes del Concilio mismo, a los 20 años de su publicación. Por cierto, el Papa así se expresa en la Carta citada: “Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable” (11). Es a través de sus páginas, continúa explicándonos su Santidad, como se descubre que “todo lo que presenta no es una teoría, sino el encuentro con una ‘Persona’ que vive en la Iglesia” (11).
La simbología de la “puerta” y lo difícil de conservar la fe hoy
La imagen de la “puerta” nos hace pensar en una “entrada” importante, en una “introducción” en la vida de comunión con Dios. Por la “puerta de la fe y de la Iglesia”, en efecto, emprenderemos un camino que dura toda la vida (n. 1) y que nos permitirá alcanzar la meta final de la salvación en el Padre, Hijo y Espíritu Santo. El objetivo es hermoso, sin embargo, no es de fácil conquista, sobre todo por el momento histórico de descomposición social y por la “cultura adversa” en la que estamos inmersos y que el Papa Benedicto así describe: “Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas” (2). Que la fe tradicional esté devaluada lo constatamos, cotidianamente, en la siempre más escasa participación de los creyentes a los momentos fundantes de la vida cristiana y, sobre todo, en la siempre mayor incoherencia entre la vida y fe que profesan. A este punto, nos suplica el Papa: “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta” (Mt 5, 13-16). El año de la fe debe devolvernos “sabor” para que fermentemos la masa y debe convertirnos en “lámpara” luminosa para disipar las tinieblas. Todo esto, a pesar de que la fe se ve sometida, más que nunca, a una serie de interrogantes que provienen del “cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales únicamente al de los logros científicos y tecnológicos” (12). Sin embargo, la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno. En efecto, ambas, aunque por caminos de conocimientos distintos, tienden a la “verdad” y todo destello de verdad será siempre reflejo luminoso de Dios, su autor.
Las finalidades del Año de la fe
En línea con el año de la fe, que el Siervo de Dios Pablo VI proclamó en 1967 para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, en el decimonono centenario de su supremo testimonio, este nuevo año de la fe conserva las mismas finalidades: las de reanimar la fe, purificarla, confirmarla y confesarla con nuevo vigor, sea personal que eclesialmente, bajo la iluminación siempre valiosa y esplendorosa de los textos dejados en herencia por los Padres conciliares. A la manera del ciego de nacimiento del Evangelio, durante este año de la fe, aspiramos al milagro de volver a recobrar la “vista” de la fe: ¡Señor, haz que veamos! Haz que redescubramos la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar a los demás lo que creemos. Además, en el pensamiento del Papa, el Año de la fe será también una ocasión propicia para intensificar su celebración en la liturgia y, de modo particular, en la Eucaristía: “cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC, 10).
Contenido de la fe y acto de fe
Acerca del misterio de la fe, Benedicto XVI distingue lo que es su “contenido”, que hay que conocer y profundizar constantemente, y lo que es, propiamente, el “acto de fe”, con el cual decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. Justamente, san Pablo afirmaba: “Con el corazón se cree y con los labios se profesa” (Rm 10, 10). Profesar con la boca, lo que hemos aprendido con la mente, a su vez, implica el “testimonio” y el “compromiso público” porque el cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La misma profesión de fe, en efecto, es un acto personal y al mismo tiempo comunitario, porque el primer sujeto de la fe es y será siempre la Iglesia. Creemos lo que cree la Iglesia y es en la fe de la comunidad cristiana que cada uno recibe su consagración bautismal.
La dimensión histórica de nuestra fe
A lo largo del año, no podemos perder el “piso” de la fe, o sea, su dimensión histórica. Por cierto, es su historia que nos hace contemplar el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y del pecado (13). Apreciamos la santidad de los que la han alcanzado y nos avocamos a la misericordia del Padre los que la hemos traicionado con el pecado. Este año, por lo tanto, podremos experimentar nuevamente el amor perdonante de Dios.
La historia de la fe, además, nos remanda a sus enormes testigos. En efecto, es por la fe de María, quien acogió la palabra del Ángel y creyó; por la fe de los Apóstoles, quienes lo dejaron todo para seguir al Maestro; por la fe de los mártires, quienes entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; por la fe de hombres y mujeres, que han consagrado su vida a Cristo; por la fe de muchos cristianos, que han promovido acciones sufridas en favor de la liberación y justicia, etc. como nos ha llegado, íntegra, la fe y cómo estamos llamados a “reanimarla, purificarla, confirmarla y confesarla”.
Fe y obras de caridad
Lo que, en todos los tiempos, ha elevado el sentido de la fe y la ha hecho apreciar por muchos, ha sido la “caridad”. Resultaría poco eficaz y convincente, a lo largo de este año, buscar y profundizar la fe desconectándola del ejercicio de la caridad. Evocamos, con razón, las palabras del apóstol Santiago cuando nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?” (San 2, 14ss). Por cierto, la fe sin caridad no da fruto y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda (14). Será gracias a la fe como podremos reconocer, en quienes nos piden ayuda, el rostro del Señor. Creer, por cierto, es ver la realidad humana con los ojos de Cristo; es interpretar los acontecimientos que suceden, según Dios.
Sostenidos por la fe, entonces, seremos capaces de discernir evangélicamente la “realidad social”, que nos entorna, y tomar con esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando así “unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia” (2Pe 3, 13).
Conclusión
En fin, con fe en el corazón, hasta las pruebas de la vida, a la vez que nos permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo, serán preludio de la alegría y la esperanza a la que ella nos conduce (15). Conscientes de que tener y vivir la fe nos hace bienaventurados a la manera de María: “Bienaventurada, María, porque has creído” (Lc 1, 45).
P. Umberto Mauro Marsich,
Misionero Xaveriano
Año de la Fe, ¿para qué?
Una auténtica y renovada conversión para comunicar la fe con nuevo ardor
+ Felipe Arizmendi Esquivel Obispo de San Cristóbal de Las Casas
HECHOS
Del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, en todo el mundo católico se celebra el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que fue una irrupción del Espíritu Santo para renovar la Iglesia, y del vigésimo aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, que sintetiza lo que creemos y las dimensiones y exigencias de nuestra fe.
En muchas diócesis se están generando varias iniciativas para vivir este acontecimiento. En la nuestra, dedicamos tres días a repasar algunos de los temas centrales del Concilio, para revisar si nuestra vida y nuestra práctica pastoral corresponden a su espíritu, y para impulsarnos a una renovada fidelidad a nuestra vocación a la santidad y a una nueva evangelización integral, que nos revitalice en la opción preferencial por los pobres, signo y prueba de fidelidad al Evangelio.
¿Hace falta este Año de la Fe? Claro que sí. Basten algunos datos. En cinco años y medio, en la ciudad capital del país, en instituciones de salud del gobierno, se han practicado casi 93,000 abortos, facilitados por la legislación que lo autorizó, también para mujeres que van allá desde otros Estados. Y presumen de esa cifra, así como de 58 millones de condones que han repartido por todas partes sólo en esa entidad. Y quienes matan a tantos miles y miles, se declaran católicos y católicas que alegan su “derecho” a decidir sobre la vida de inocentes e indefensos. ¿Cómo es su fe?
¡Cuántos narcotraficantes, extorsionadores, asesinos a sueldo, secuestradores, violadores, ladrones, adúlteros, corruptos, etc., se declaran católicos! ¿Cómo está su fe, y cómo fueron evangelizados por nosotros? ¿Qué hacer para su conversión? Esta no depende sólo de que los metan a la cárcel, o los eliminen, sino de que encuentren en Cristo un camino de liberación interior y ya no hagan daño a la sociedad ni a sí mismos.
Disminuye el número de católicos; aumentan otras confesiones religiosas y, sobre todo, los no creyentes; ¿y esto no nos cuestiona a los agentes de pastoral? ¿En qué hemos fallado? ¿Seguimos con una pastoral repetitiva, sin nuevo ardor, sin nuevos métodos, sin nuevas expresiones?
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, como pastor universal y preocupado por las deficiencias eclesiales, nos invita “a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta fidei, 6), y a promover y sostener “un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Ib 7).
Estamos convencidos de que cuando alguien en verdad se encuentra con Jesucristo, cambia su vida, deja de hacer el mal y hace el bien a todos; por ello, el Papa nos dice: “Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación, sabiendo que donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad” (10-IX-2012). “El encuentro con el Dios de Jesucristo es capaz de transformar profundamente a todo ser humano, incluso en las condiciones más pobres, para conferirle la dignidad suprema de hijo de Dios. El encuentro con Cristo da el impulso para vencer incluso las dificultades aparentemente más insuperables” (20-VIII-2012). “Confiad en el Evangelio, en su fuerza transformadora, en su capacidad de despertar las conciencias y provocar desde dentro el rescate de las personas y la creación de una nueva fraternidad. La difusión de la Palabra del Señor hace florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los pueblos… El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios. Sólo así la Palabra de salvación dará fruto” (7-IX-2012).
PROPUESTAS
Demos la importancia que merece a este Año de la Fe. Les invito a leer, meditar y practicar los dieciséis documentos del Concilio Vaticano II: cuatro constituciones, 9 decretos y tres declaraciones. Es doloroso y preocupante que algunos ni siquiera los hayan leído. Y revisemos cada quién cómo vivimos nuestra fe católica; ojalá seamos más coherentes.
jueves, 18 de octubre de 2012
“ENTRE USTEDES NO DEBE SUCEDER ASÍ”.
Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
No es siempre fácil discernir, en el corazón de uno mismo, si las distintas actitudes nacen de una sincera búsqueda de servir o del secreto deseo de sobresalir y dominar. También con la mejor buena voluntad, a veces las cosas se mezclan y se confunden. Jesús nos orienta en el discernimiento y en el compromiso.
Leemos en el evangelio de san Marcos 10, 35-45:
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. Él les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?” Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?” “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”.
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
La reacción indignada de los otros diez discípulos, frente al atrevimiento de los dos hermanos, no es porque consideran un error la pretensión de los dos, totalmente opuesta al camino que Jesús va indicando. Ellos están en la misma carrera y compiten ellos también por los primeros puestos. La ambición divide al grupo y crea la enemistad.
Jesús evidencia dos caminos...
Está el camino común, del ejercicio del poder: “Aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”.
Y está el camino de los seguidores de Jesús...
“Entre ustedes no debe suceder así”. Es un camino diferente, “al contrario”. No está prohibido buscar “ser grande”, pero la única grandeza es el servicio gratuito: “El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes”. Es posible desear “ser el primero”, pero hay una sola modalidad para el discípulo: “Que se haga servidor de todos”.En la comunidad de Marcos, que ya iba organizándose con tendencias jerárquicas, la enseñanza es tajante, mirando a Jesús que indica el camino con su ejemplo concreto: “El mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. “Servir”, “dar su vida”: éste es el camino “entre ustedes”.
La enseñanza de Jesús en la cita evangélica de Marcos es, para estos tiempos, muy oportuna, tomando en cuenta los antivalores como el individualismo que son la causa principal de elegir el dinero o la riqueza más que a Dios. No es que se condene la riqueza por una cuestión simplemente social, sino principalmente con referencia a Dios.
Cuando el joven rico le plantea a Jesús como obtener la vida eterna, seguro no se refiere a una vida ultraterrestre, sino una vida de perfección, porque él sabe que le falta algo. Jesús le plantea no ocuparse más del dinero como hacemos muchos de nosotros, sino cumplir los mandamientos, entre los cuales está el “no robaras”.
La condena a la riqueza se da en muchos momentos de la vida de Jesús: no se puede servir al dinero y a Dios, porque poner otro señor a la altura de Dios es negar la existencia de Dios y divinizar la riqueza.
Cuando Jesús plantea que: es muy difícil para los que confían en las riquezas entrar en el reino de Dios, pero más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, plantea una realidad insuperable, un abismo entre la posesión de la riqueza y la perfección humana.
Francisco, Oruro – Bolivia
* * *
Leyendo el evangelio de este domingo y el comentario - hoy, aquí en Bolivia - espontáneamente nos hace pensar al padre Gregorio Iriarte, que esta semana se fue a la Casa del Padre y que hoy día ha sido enterrado en Cochabamba. A él también llegó este invitación extraordinaria: adherirse al proyecto del Reino de Dios y hacerse discípulo de Jesús: "Ven y sígueme". Si podemos creer los testimonios espontáneos de mucha gente del pueblo al momento de la despedida, podemos decir: Gregorio sí, ha intentado y logrado responder generosamente a la invitación de Jesús. El también tenía muchos bienes. Haciendo análisis crítico de la realidad, sabía muy bien que no tenemos solamente bienes materiales, sino también "capital social": nuestra formación, nuestra inteligencia, nuestras capacidades, nuestras relaciones, nuestra seguridad y protección, nuestro prestigio y nuestro estatus en la sociedad. Gregorio es para nosotros un ejemplo vivido, que ha demostrado que sí, es posible poner todo eso al servicio de los pobres, que es posible entregarse para promover una sociedad justa y solidaria en la cual reina el amor divino. Para participar al Reino, hay que vaciarse por completo a favor de los pequeños y humildes e identificarse con ellos, los verdaderos dueños del Reino. Todos estamos llamados a seguir a Jesús en este camino, en medio de tentaciones y persecuciones.
Gilberto, Oruro – Bolivia
* * *
"Vende lo que tienes y sígueme". Estamos ante el tema del seguimiento a Jesús, que significa ser discípulos, caminar con Jesús y más que nada hacer la voluntad de Él. El joven de la lectura no tiene nombre, por que personifica cada uno de nosotros: rico, fiel cumplidor de los mandamientos, aparentemente no le faltaba nada, pero no era discípulo de Jesús ni pudo cumplir la voluntad. Jesús con mucho amor le ofrece su adhesión y que lo siga, pero antes deshacerse de sus riquezas. No pudo y se fue triste, por el apego a sus riquezas que le daban poder que para él era lo más valioso.
Los discípulos, en cambio, entendieron bien el mensaje. El asunto se les presenta poco menos que imposible. Pasar por el ojo de la aguja significa poner su confianza en Dios y no en las riquezas. No es fácil ni personalmente ni como Iglesia aceptar este planteamiento. Siguiendo a los discípulos, nos preguntamos – con pretendido realismo –: “Entonces, ¿quién se podrá salvar?”. El dinero da seguridad, nos permite ser eficaces, decimos. El Señor recuerda que nuestra capacidad de creer solamente en Dios es una gracia. Como comunidad de discípulos, como Iglesia, debemos renunciar a la seguridad que da el dinero y el poder. Eso es tener el "espíritu de sabiduría", aceptar que ella sea nuestra luz. A la sabiduría nos lleva la palabra de Dios, cuyo filo corta nuestras ataduras a todo prestigio mundano. Ante ella nada queda oculto. Como creyentes, como Iglesia, ¿seremos capaces de pasar por el ojo de una aguja?
Silvia, Oruro – Bolivia
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“ENTRE USTEDES NO DEBE SUCEDER ASÍ”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“TE FALTA UNA COSA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“TE FALTA UNA COSA”.
Un abrazo...Bernardino
“ENTRE USTEDES NO DEBE SUCEDER ASÍ”.
No es siempre fácil discernir, en el corazón de uno mismo, si las distintas actitudes nacen de una sincera búsqueda de servir o del secreto deseo de sobresalir y dominar. También con la mejor buena voluntad, a veces las cosas se mezclan y se confunden. Jesús nos orienta en el discernimiento y en el compromiso.
Leemos en el evangelio de san Marcos 10, 35-45:
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. Él les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?” Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?” “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”.
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
PALABRA del SEÑOR
Los dos Hermanos...
han sido entre los primeros discípulos que Jesús llamó. En este texto del evangelio de Marcos, ellos demuestran que uno de los obstáculos más graves para un auténtico seguimiento de Jesús es la ambición y el deseo de poder.
Se presentaron a Jesús y le pidieron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús acababa de anunciarles por tercera vez cuál era su destino, conciente que las autoridades religiosas habrían muy pronto acabado trágicamente con él, y ellos en cambio no le entienden y siguen soñando con el poder. Pretenden ocupar los primeros puestos una vez que Jesús sea reconocido como Mesías glorioso y triunfador. Estaban caminando con Jesús que hablaba de la entrega de su vida, pero su mente tiene otros pensamientos, y en realidad non están siguiendo a Jesús. Es el riesgo que corre también la comunidad de Marcos, para la cual el evangelista recuerda oportunamente este episodio. Y a la misma tentación del poder estarán expuestos siempre los discípulos de Jesús.
La respuesta de Jesús al pedido...
de los dos Hermanos manifiesta claramente cual es su Misión. No ha venido para repartir favores y previlegios, sino para compartir “el cáliz” y “el bautismo”, es decir la entrega de la vida y la experiencia de la pasión. Adelanta el destino de los dos hermanos, que al final serán testigos de Jesús con su martirio: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo”. Pero la “gloria” de Jesús, su “exaltación”, será en la cruz, y en ese momento a su lado estarán los dos crucificados con él, uno a su derecha y uno a su izquierda.
han sido entre los primeros discípulos que Jesús llamó. En este texto del evangelio de Marcos, ellos demuestran que uno de los obstáculos más graves para un auténtico seguimiento de Jesús es la ambición y el deseo de poder.
Se presentaron a Jesús y le pidieron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús acababa de anunciarles por tercera vez cuál era su destino, conciente que las autoridades religiosas habrían muy pronto acabado trágicamente con él, y ellos en cambio no le entienden y siguen soñando con el poder. Pretenden ocupar los primeros puestos una vez que Jesús sea reconocido como Mesías glorioso y triunfador. Estaban caminando con Jesús que hablaba de la entrega de su vida, pero su mente tiene otros pensamientos, y en realidad non están siguiendo a Jesús. Es el riesgo que corre también la comunidad de Marcos, para la cual el evangelista recuerda oportunamente este episodio. Y a la misma tentación del poder estarán expuestos siempre los discípulos de Jesús.
La respuesta de Jesús al pedido...
de los dos Hermanos manifiesta claramente cual es su Misión. No ha venido para repartir favores y previlegios, sino para compartir “el cáliz” y “el bautismo”, es decir la entrega de la vida y la experiencia de la pasión. Adelanta el destino de los dos hermanos, que al final serán testigos de Jesús con su martirio: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo”. Pero la “gloria” de Jesús, su “exaltación”, será en la cruz, y en ese momento a su lado estarán los dos crucificados con él, uno a su derecha y uno a su izquierda.
La reacción indignada de los otros diez discípulos, frente al atrevimiento de los dos hermanos, no es porque consideran un error la pretensión de los dos, totalmente opuesta al camino que Jesús va indicando. Ellos están en la misma carrera y compiten ellos también por los primeros puestos. La ambición divide al grupo y crea la enemistad.
Jesús evidencia dos caminos...
Está el camino común, del ejercicio del poder: “Aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”.
Y está el camino de los seguidores de Jesús...
“Entre ustedes no debe suceder así”. Es un camino diferente, “al contrario”. No está prohibido buscar “ser grande”, pero la única grandeza es el servicio gratuito: “El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes”. Es posible desear “ser el primero”, pero hay una sola modalidad para el discípulo: “Que se haga servidor de todos”.En la comunidad de Marcos, que ya iba organizándose con tendencias jerárquicas, la enseñanza es tajante, mirando a Jesús que indica el camino con su ejemplo concreto: “El mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. “Servir”, “dar su vida”: éste es el camino “entre ustedes”.
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LECTIO DOMINGO 14 DE OCTUBRE
"TE FALTA UNA COSA”.
La enseñanza de Jesús en la cita evangélica de Marcos es, para estos tiempos, muy oportuna, tomando en cuenta los antivalores como el individualismo que son la causa principal de elegir el dinero o la riqueza más que a Dios. No es que se condene la riqueza por una cuestión simplemente social, sino principalmente con referencia a Dios.
Cuando el joven rico le plantea a Jesús como obtener la vida eterna, seguro no se refiere a una vida ultraterrestre, sino una vida de perfección, porque él sabe que le falta algo. Jesús le plantea no ocuparse más del dinero como hacemos muchos de nosotros, sino cumplir los mandamientos, entre los cuales está el “no robaras”.
La condena a la riqueza se da en muchos momentos de la vida de Jesús: no se puede servir al dinero y a Dios, porque poner otro señor a la altura de Dios es negar la existencia de Dios y divinizar la riqueza.
Cuando Jesús plantea que: es muy difícil para los que confían en las riquezas entrar en el reino de Dios, pero más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, plantea una realidad insuperable, un abismo entre la posesión de la riqueza y la perfección humana.
Francisco, Oruro – Bolivia
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Leyendo el evangelio de este domingo y el comentario - hoy, aquí en Bolivia - espontáneamente nos hace pensar al padre Gregorio Iriarte, que esta semana se fue a la Casa del Padre y que hoy día ha sido enterrado en Cochabamba. A él también llegó este invitación extraordinaria: adherirse al proyecto del Reino de Dios y hacerse discípulo de Jesús: "Ven y sígueme". Si podemos creer los testimonios espontáneos de mucha gente del pueblo al momento de la despedida, podemos decir: Gregorio sí, ha intentado y logrado responder generosamente a la invitación de Jesús. El también tenía muchos bienes. Haciendo análisis crítico de la realidad, sabía muy bien que no tenemos solamente bienes materiales, sino también "capital social": nuestra formación, nuestra inteligencia, nuestras capacidades, nuestras relaciones, nuestra seguridad y protección, nuestro prestigio y nuestro estatus en la sociedad. Gregorio es para nosotros un ejemplo vivido, que ha demostrado que sí, es posible poner todo eso al servicio de los pobres, que es posible entregarse para promover una sociedad justa y solidaria en la cual reina el amor divino. Para participar al Reino, hay que vaciarse por completo a favor de los pequeños y humildes e identificarse con ellos, los verdaderos dueños del Reino. Todos estamos llamados a seguir a Jesús en este camino, en medio de tentaciones y persecuciones.
Gilberto, Oruro – Bolivia
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"Vende lo que tienes y sígueme". Estamos ante el tema del seguimiento a Jesús, que significa ser discípulos, caminar con Jesús y más que nada hacer la voluntad de Él. El joven de la lectura no tiene nombre, por que personifica cada uno de nosotros: rico, fiel cumplidor de los mandamientos, aparentemente no le faltaba nada, pero no era discípulo de Jesús ni pudo cumplir la voluntad. Jesús con mucho amor le ofrece su adhesión y que lo siga, pero antes deshacerse de sus riquezas. No pudo y se fue triste, por el apego a sus riquezas que le daban poder que para él era lo más valioso.
Los discípulos, en cambio, entendieron bien el mensaje. El asunto se les presenta poco menos que imposible. Pasar por el ojo de la aguja significa poner su confianza en Dios y no en las riquezas. No es fácil ni personalmente ni como Iglesia aceptar este planteamiento. Siguiendo a los discípulos, nos preguntamos – con pretendido realismo –: “Entonces, ¿quién se podrá salvar?”. El dinero da seguridad, nos permite ser eficaces, decimos. El Señor recuerda que nuestra capacidad de creer solamente en Dios es una gracia. Como comunidad de discípulos, como Iglesia, debemos renunciar a la seguridad que da el dinero y el poder. Eso es tener el "espíritu de sabiduría", aceptar que ella sea nuestra luz. A la sabiduría nos lleva la palabra de Dios, cuyo filo corta nuestras ataduras a todo prestigio mundano. Ante ella nada queda oculto. Como creyentes, como Iglesia, ¿seremos capaces de pasar por el ojo de una aguja?
Silvia, Oruro – Bolivia
jueves, 11 de octubre de 2012
"TE FALTA UNA COSA”.
Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
El evangelio de Marcos...
anota atentamente que “Jesús se puso en camino”. Quiere que comprendamos qué significa caminar con él, ser sus discípulos, y cuáles obstáculos pueden dificultar o impedir su seguimiento. Es posible ser fieles cumplidores de los mandamientos, sin ser discípulos de Jesús. Es lo que se constata en el hombre que le preguntó a Jesús qué debía hacer “para heredar la vida eterna”. Se trata de una persona recta, que busca algo más para su vida, la certeza de una vida plena y definitiva, más allá de la muerte, y cree que Jesús pueda indicarle el camino.
Orientándolo hacia el cumplimiento de los...
mandamientos, Jesús le recuerda sólo los mandamientos que se relacionan con el prójimo, como camino abierto a cualquier forma de religiosidad. Y frente a la declaración que era un camino que ese hombre había recorrido desde siempre, Jesús lo mira “con amor”, lo hace destinatario de una invitación extraordinaria: adherirse al proyecto del Reino de Dios y hacerse discípulo de Jesús: “Ven y sígueme”. Esto es lo que le “falta”. Pero esto será posible sólo “después”. Para seguir de verdad a Jesús en el camino que lo llevará a la entrega de la vida, ese hombre tendrá que dar un paso previo: “Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres”. Debe liberarse de su individualismo, que tal vez está detrás de la misma búsqueda de “la vida eterna”, desprenderse de sus bienes, que son la base de su seguridad, y transformarlos en instrumento de solidaridad, igualdad y justicia, compartir lo que tiene y lo que es. Su seguridad será otra, será Dios: “tendrás un tesoro en el cielo”. Esta es la condición que Jesús pone a los que quieren ponerse en camino con él, ser sus seguidores.
El hombre no se atreve a dar el paso que Jesús le propone: “se entristeció y se fue apenado”. No puede lanzarse al seguimiento de Jesús, porque está atado: “poseía muchos bienes”, que le quitan la libertad, y no podrán compensar la tristeza de su vida.
En un sistema religioso en que sólo...
los ricos estaban en condición de cumplir con todas las exigencias de las normas rituales, y en que la abundancia de los bienes era considerada como manifestación de las bendiciones de Dios, Jesús sorprende a sus discípulos con una afirmación increíble: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los ricos de bienes materiales, o los que no son “pobres de corazón” aunque no posean concretamente muchos bienes, están dedicados a sus propios intereses y muy difícilmente podrán desprenderse de la seguridad que los bienes parecen ofrecerles, para asumir el proyecto del Reino de Dios. Es bien elocuente la paradoja: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
No se puede captar plenamente el sentido de la pregunta de los discípulos: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Podría significar que no les parece posible sobrevivir, sin la seguridad que pueden dar los bienes materiales; o la conciencia que el camino del desprendimiento y de la conversión es demasiado difícil.
La respuesta de Jesús:
“Para los hombres es imposible, pero no para Dios”, no reenvía a una intervención milagrosa de Dios, sino a la eficacia de la acogida del Reino de Dios, que transforma el corazón del hombre y lo hace capaz de trabajar para la creación de una sociedad justa, solidaria, feliz.A Pedro y a sus compañeros, y al que “haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos” para seguirlo, Jesús promete “la vida eterna” para “el mundo futuro”. Y ya “desde ahora, en este mundo”, a pesar de “las persecuciones”, podrán gozar de la alegría de una comunidad que será su verdadera familia, que Dios, el Padre, ama y cuida.
* * *
El matrimonio es un sacramento muy importante, y a la vez un compromiso con tu esposa, ya que una vez casado la tienes que respetar, quererla, pensar que son uno solo, como dice el evangelio, una sola carne, ya que de una costilla mía se creó mi esposa, y esa es la confirmación de que somos uno. Desde que uno se casa, tu familia, que normalmente eran tu papá, tu mamá y tus hermanos, ahora pasan a un segundo plano ya que tu familia ahora es tu esposa y tus hijos. El matrimonio tiene que ser para toda la vida, pero, ¡cuanto cuesta!, porque somos inmaduros. A veces nos casamos sin la maduración adecuada y muchos matrimonios fracasan, o crecemos y maduramos dentro del matrimonio. Con el Señor a tu lado, todos los problemas que se suscitan en el matrimonio se superan.
Fernando Marcelo, Oruro – Bolivia
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En relación al texto, discrepo en algo, y me acongoja, porque me siento como rechazando lo dicho por Jesús. Cuando se señala: "La unión del varón y la mujer nace de un amor que es más grande que el amor para con los padres, que constituye la primera experiencia fundamental del ser humano", me parece que esta afirmación no puede ser absoluta. Muchísimas uniones surgen de la necesidad social de legitimar un embarazo, de la conveniencia económica, de la locura fruto de la atracción sexual, etc. Sí, en algunos casos existe ese amor, mas el número de divorcios – en Bolivia se ha señalado en la prensa nacional que uno de cada dos matrimonios termina en divorcio – establece que algo no está muy bien. Por ello reconozco que lo que Dios une, el hombre no puede separarlo, mas, afirmar que la unión sea siempre fruto de un amor muy grande…
Iván , Oruro – Bolivia
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Cuando caminamos según el mundo y todo lo que el nos ofrece, no somos capaces de mirar el bien común de todos, sobre todo en la familia, sino sólo lo que a mí me atañe y mis sentidos me van entregando, todo lo que es apetecible y agradable, y le voy dando todo el placer que requiere mi cuerpo, porque siempre me estoy mirando a mí mismo.
El Señor me enseña otro camino, muy diferente, el que tuvo que recorrer María con José y Jesús. María guarda silencio en su concepción, pero Dios enmienda y penetra en el corazón de José, porque ella vive en completa comunicación en la oración y aceptación de la voluntad de Dios y no de sí misma. María, en toda su vida va pasando por todos los dolores, en los cuales nos vemos enfrentados de una u otra manera. En los momentos de mayor violencia hacia su hijo, guarda silencio y ora. La oración es la fuerza que nos llega del cielo para seguir adelante y aprender a aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas, a reconocer que somos limitados y que nada podemos por nosotros mismos, y aprender a confiar en nuestro Padre, que todo es para bien de los que lo aman y todo ante él tiene una razón de ser. Sólo el amor que le tengamos al Señor hará que podamos ceder a muchas cosas, entregándolas a él en reparación de todas las veces que le hemos ofendido con nuestras actitudes.
María Teresa, Santiago – Chile
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“TE FALTA UNA COSA”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.En el archivo adjunto, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.En el archivo adjunto, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“ VARÓN & MUJER”.
Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia El y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”.
Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para El todo es posible”. Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la vida eterna”.
Un abrazo. P Bernardino
"TE FALTA UNA COSA”.
El tema de la economía es hoy día siempre más central en el debate político y en las preocupaciones de la sociedad. Los distintos intereses en conflicto impiden encontrar soluciones que tengan en cuenta las necesidades de todos. El evangelio no propone un modelo, pero ofrece una inspiración que tendría que orientar todas las relaciones humanas, incuso las económicas.
Leemos en el evangelio de san Marcos 10, 17-30: Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia El y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”.
Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para El todo es posible”. Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la vida eterna”.
PALABRA del SEÑOR.
El evangelio de Marcos...
anota atentamente que “Jesús se puso en camino”. Quiere que comprendamos qué significa caminar con él, ser sus discípulos, y cuáles obstáculos pueden dificultar o impedir su seguimiento. Es posible ser fieles cumplidores de los mandamientos, sin ser discípulos de Jesús. Es lo que se constata en el hombre que le preguntó a Jesús qué debía hacer “para heredar la vida eterna”. Se trata de una persona recta, que busca algo más para su vida, la certeza de una vida plena y definitiva, más allá de la muerte, y cree que Jesús pueda indicarle el camino.
Orientándolo hacia el cumplimiento de los...
mandamientos, Jesús le recuerda sólo los mandamientos que se relacionan con el prójimo, como camino abierto a cualquier forma de religiosidad. Y frente a la declaración que era un camino que ese hombre había recorrido desde siempre, Jesús lo mira “con amor”, lo hace destinatario de una invitación extraordinaria: adherirse al proyecto del Reino de Dios y hacerse discípulo de Jesús: “Ven y sígueme”. Esto es lo que le “falta”. Pero esto será posible sólo “después”. Para seguir de verdad a Jesús en el camino que lo llevará a la entrega de la vida, ese hombre tendrá que dar un paso previo: “Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres”. Debe liberarse de su individualismo, que tal vez está detrás de la misma búsqueda de “la vida eterna”, desprenderse de sus bienes, que son la base de su seguridad, y transformarlos en instrumento de solidaridad, igualdad y justicia, compartir lo que tiene y lo que es. Su seguridad será otra, será Dios: “tendrás un tesoro en el cielo”. Esta es la condición que Jesús pone a los que quieren ponerse en camino con él, ser sus seguidores.
El hombre no se atreve a dar el paso que Jesús le propone: “se entristeció y se fue apenado”. No puede lanzarse al seguimiento de Jesús, porque está atado: “poseía muchos bienes”, que le quitan la libertad, y no podrán compensar la tristeza de su vida.
En un sistema religioso en que sólo...
los ricos estaban en condición de cumplir con todas las exigencias de las normas rituales, y en que la abundancia de los bienes era considerada como manifestación de las bendiciones de Dios, Jesús sorprende a sus discípulos con una afirmación increíble: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los ricos de bienes materiales, o los que no son “pobres de corazón” aunque no posean concretamente muchos bienes, están dedicados a sus propios intereses y muy difícilmente podrán desprenderse de la seguridad que los bienes parecen ofrecerles, para asumir el proyecto del Reino de Dios. Es bien elocuente la paradoja: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
No se puede captar plenamente el sentido de la pregunta de los discípulos: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Podría significar que no les parece posible sobrevivir, sin la seguridad que pueden dar los bienes materiales; o la conciencia que el camino del desprendimiento y de la conversión es demasiado difícil.
La respuesta de Jesús:
“Para los hombres es imposible, pero no para Dios”, no reenvía a una intervención milagrosa de Dios, sino a la eficacia de la acogida del Reino de Dios, que transforma el corazón del hombre y lo hace capaz de trabajar para la creación de una sociedad justa, solidaria, feliz.A Pedro y a sus compañeros, y al que “haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos” para seguirlo, Jesús promete “la vida eterna” para “el mundo futuro”. Y ya “desde ahora, en este mundo”, a pesar de “las persecuciones”, podrán gozar de la alegría de una comunidad que será su verdadera familia, que Dios, el Padre, ama y cuida.
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LECTIO DOMINGO 07 DE OCTUBRE
VARÓN & MUJER
Los fariseos, considerado un grupo de exagerada religiosidad, además con un tremendo poder económico y social, plantean a Jesús, como en otras oportunidades, una pregunta que supone una trampa y es para enfrentarlo con el pueblo: le muestran como referente una ley antigua de los tiempos de Moisés, cuando seguramente en ese contexto cultural y social la mujer era discriminada y considerada lo último en la escala social. Ciertamente en esa sociedad patriarcal y machista no existían como en nuestros días propuestas para la igualdad entre varón y mujer.
Para reflexionar y aplicar una buena enseñanza a nuestros días, debemos considerar el tema del divorcio desde una óptica muy amplia. Es necesario reflexionar sobre las condiciones sociales del siglo XXI, donde los medios de comunicación: TV, radio, periódicos y revistas transmiten muchos antivalores que son la causa de divorcios en todas las edades y estratos sociales. Otra principal causa es el machismo acentuado, que felizmente está siendo neutralizado con leyes en diferentes países para la igualdad de derechos en todos los ámbitos.
El compromiso de “amarse y respetarse por toda la vida, en una alianza definitiva”, es quebrado por la dureza de corazón de los hombres a que se refiere Jesús.
Francisco, Oruro – Bolivia
Para reflexionar y aplicar una buena enseñanza a nuestros días, debemos considerar el tema del divorcio desde una óptica muy amplia. Es necesario reflexionar sobre las condiciones sociales del siglo XXI, donde los medios de comunicación: TV, radio, periódicos y revistas transmiten muchos antivalores que son la causa de divorcios en todas las edades y estratos sociales. Otra principal causa es el machismo acentuado, que felizmente está siendo neutralizado con leyes en diferentes países para la igualdad de derechos en todos los ámbitos.
El compromiso de “amarse y respetarse por toda la vida, en una alianza definitiva”, es quebrado por la dureza de corazón de los hombres a que se refiere Jesús.
Francisco, Oruro – Bolivia
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El matrimonio es un sacramento muy importante, y a la vez un compromiso con tu esposa, ya que una vez casado la tienes que respetar, quererla, pensar que son uno solo, como dice el evangelio, una sola carne, ya que de una costilla mía se creó mi esposa, y esa es la confirmación de que somos uno. Desde que uno se casa, tu familia, que normalmente eran tu papá, tu mamá y tus hermanos, ahora pasan a un segundo plano ya que tu familia ahora es tu esposa y tus hijos. El matrimonio tiene que ser para toda la vida, pero, ¡cuanto cuesta!, porque somos inmaduros. A veces nos casamos sin la maduración adecuada y muchos matrimonios fracasan, o crecemos y maduramos dentro del matrimonio. Con el Señor a tu lado, todos los problemas que se suscitan en el matrimonio se superan.
Fernando Marcelo, Oruro – Bolivia
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En relación al texto, discrepo en algo, y me acongoja, porque me siento como rechazando lo dicho por Jesús. Cuando se señala: "La unión del varón y la mujer nace de un amor que es más grande que el amor para con los padres, que constituye la primera experiencia fundamental del ser humano", me parece que esta afirmación no puede ser absoluta. Muchísimas uniones surgen de la necesidad social de legitimar un embarazo, de la conveniencia económica, de la locura fruto de la atracción sexual, etc. Sí, en algunos casos existe ese amor, mas el número de divorcios – en Bolivia se ha señalado en la prensa nacional que uno de cada dos matrimonios termina en divorcio – establece que algo no está muy bien. Por ello reconozco que lo que Dios une, el hombre no puede separarlo, mas, afirmar que la unión sea siempre fruto de un amor muy grande…
Iván , Oruro – Bolivia
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Cuando caminamos según el mundo y todo lo que el nos ofrece, no somos capaces de mirar el bien común de todos, sobre todo en la familia, sino sólo lo que a mí me atañe y mis sentidos me van entregando, todo lo que es apetecible y agradable, y le voy dando todo el placer que requiere mi cuerpo, porque siempre me estoy mirando a mí mismo.
El Señor me enseña otro camino, muy diferente, el que tuvo que recorrer María con José y Jesús. María guarda silencio en su concepción, pero Dios enmienda y penetra en el corazón de José, porque ella vive en completa comunicación en la oración y aceptación de la voluntad de Dios y no de sí misma. María, en toda su vida va pasando por todos los dolores, en los cuales nos vemos enfrentados de una u otra manera. En los momentos de mayor violencia hacia su hijo, guarda silencio y ora. La oración es la fuerza que nos llega del cielo para seguir adelante y aprender a aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas, a reconocer que somos limitados y que nada podemos por nosotros mismos, y aprender a confiar en nuestro Padre, que todo es para bien de los que lo aman y todo ante él tiene una razón de ser. Sólo el amor que le tengamos al Señor hará que podamos ceder a muchas cosas, entregándolas a él en reparación de todas las veces que le hemos ofendido con nuestras actitudes.
María Teresa, Santiago – Chile
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