Reciban un cordial saludo; espero que se encuentren gozando de paz y bienestar.
El día 11 de este mes de octubre inicia el Año de la Fe convocado por el Papa Bene-dicto XVI, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. El Año de la Fe terminará en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013.
¿Qué es el Año de la Fe y para qué sirve? Leyendo la Carta Apostólica Porta Fidei, la Puerta de la Fe, con la que se convoca el Año de la Fe, podemos encontrar algunos pensamientos, escritos por el Papa, que pueden ayudarnos a comprender la finalidad de esta iniciativa, por ejemplo cuando dice que: es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor y una oportunidad para volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado; que es redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe, además de ser una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. En es-te mismo sentido me parece importante citar un párrafo del número 13 de la Carta: “Durante este tiempo tendremos la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe (Heb 12,2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de la Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad hu-mana para transformarla con el poder de su Resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación”.
Pienso que el camino que debemos recorrer junto con toda la Iglesia durante este Año es ante todo un camino de reflexión sobre la fe que nos ayude, a todos los creyentes en Cristo, a que nuestra adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Recordemos que por la fe, hombres y mujeres de toda edad, han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.
Que el Año de la Fe nos ayude a todos a crecer en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres y a reafirmar nuestro compromiso de creyentes para que sepamos dar testimonio de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad.
Pongamos nuestra mirada en María, quien ha sido proclamada dichosa porque ha creído, y pidámosle que nos enseñe a vivir atentos a la Palabra para crecer en nuestra fe y saber compartirla sin miedo y cualitativamente con las personas que encontramos por las calles del mundo.
Buen trabajo a todos y Dios los bendiga abundantemente.
Fr. Ángel
Extraido de COSMO LINE
Boletín de información rápida del Secretariado general de las comunicaciones
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Octubre 2012 Año 5 - N. 10
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Octubre 2012 Año 5 - N. 10
alvaro fraile >>> anda... levántate y anda
anda… levántate y anda
no tengas miedo, tu no te rindas, no pierdas la esperanza
no tengas miedo, yo estoy contigo, en lo que venga
y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza
anda… levántate y anda
no tengas miedo, tu no te rindas, no pierdas la esperanza
no tengas miedo, yo estoy contigo, en lo que venga
y nada puede ni podrá el desconsuelo retando a la esperanza
anda… levántate y anda
no tengas miedo, no desesperes, no pierdas la confianza
no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas
no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada
anda… levántate y anda
no tengas miedo, yo voy contigo siempre y a donde vayas
no dejes que envejezca un solo sueño cosido alguna almohada
anda… levántate y anda
no tengas miedo, yo te sujeto solo confía y salta
no tengas miedo, voy a cuidarte te alzaré cuando caigas
siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo
anda… levántate y anda
no tengas miedo, voy a cuidarte te alzaré cuando caigas
siempre puedes empezar de cero, yo lo hago todo nuevo
anda… levántate y anda
tú eres mi sueño y mi causa no piense que voy a dejarte caer
voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer
para que tengas vida... anda levántate
voy a despertarte y estaré a tu lado para que cada día sea un nuevo renacer
para que tengas vida... anda levántate
MAS SOBRE...
Introducción
El 11 de octubre de 2011 el Papa Benedicto XVI, con la Carta Apostólica Porta fidei, convocó a toda la Iglesia católica al “Año de la fe”. Éste, en efecto, da inicio el 11 de Octubre de 2012, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y finalizará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. El año de la fe será, también, la respuesta de los creyentes a las solicitaciones del próximo Sínodo de los Obispos sobre el tema “La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana”. Para profundizar los contenidos de la fe, su Santidad nos invita a retomar el estudio del “Catecismo de la Iglesia Católica”, uno de los frutos más importantes del Concilio mismo, a los 20 años de su publicación. Por cierto, el Papa así se expresa en la Carta citada: “Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable” (11). Es a través de sus páginas, continúa explicándonos su Santidad, como se descubre que “todo lo que presenta no es una teoría, sino el encuentro con una ‘Persona’ que vive en la Iglesia” (11).
La simbología de la “puerta” y lo difícil de conservar la fe hoy
La imagen de la “puerta” nos hace pensar en una “entrada” importante, en una “introducción” en la vida de comunión con Dios. Por la “puerta de la fe y de la Iglesia”, en efecto, emprenderemos un camino que dura toda la vida (n. 1) y que nos permitirá alcanzar la meta final de la salvación en el Padre, Hijo y Espíritu Santo. El objetivo es hermoso, sin embargo, no es de fácil conquista, sobre todo por el momento histórico de descomposición social y por la “cultura adversa” en la que estamos inmersos y que el Papa Benedicto así describe: “Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas” (2). Que la fe tradicional esté devaluada lo constatamos, cotidianamente, en la siempre más escasa participación de los creyentes a los momentos fundantes de la vida cristiana y, sobre todo, en la siempre mayor incoherencia entre la vida y fe que profesan. A este punto, nos suplica el Papa: “No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta” (Mt 5, 13-16). El año de la fe debe devolvernos “sabor” para que fermentemos la masa y debe convertirnos en “lámpara” luminosa para disipar las tinieblas. Todo esto, a pesar de que la fe se ve sometida, más que nunca, a una serie de interrogantes que provienen del “cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales únicamente al de los logros científicos y tecnológicos” (12). Sin embargo, la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno. En efecto, ambas, aunque por caminos de conocimientos distintos, tienden a la “verdad” y todo destello de verdad será siempre reflejo luminoso de Dios, su autor.
Las finalidades del Año de la fe
En línea con el año de la fe, que el Siervo de Dios Pablo VI proclamó en 1967 para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, en el decimonono centenario de su supremo testimonio, este nuevo año de la fe conserva las mismas finalidades: las de reanimar la fe, purificarla, confirmarla y confesarla con nuevo vigor, sea personal que eclesialmente, bajo la iluminación siempre valiosa y esplendorosa de los textos dejados en herencia por los Padres conciliares. A la manera del ciego de nacimiento del Evangelio, durante este año de la fe, aspiramos al milagro de volver a recobrar la “vista” de la fe: ¡Señor, haz que veamos! Haz que redescubramos la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar a los demás lo que creemos. Además, en el pensamiento del Papa, el Año de la fe será también una ocasión propicia para intensificar su celebración en la liturgia y, de modo particular, en la Eucaristía: “cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC, 10).
Contenido de la fe y acto de fe
Acerca del misterio de la fe, Benedicto XVI distingue lo que es su “contenido”, que hay que conocer y profundizar constantemente, y lo que es, propiamente, el “acto de fe”, con el cual decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. Justamente, san Pablo afirmaba: “Con el corazón se cree y con los labios se profesa” (Rm 10, 10). Profesar con la boca, lo que hemos aprendido con la mente, a su vez, implica el “testimonio” y el “compromiso público” porque el cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La misma profesión de fe, en efecto, es un acto personal y al mismo tiempo comunitario, porque el primer sujeto de la fe es y será siempre la Iglesia. Creemos lo que cree la Iglesia y es en la fe de la comunidad cristiana que cada uno recibe su consagración bautismal.
La dimensión histórica de nuestra fe
A lo largo del año, no podemos perder el “piso” de la fe, o sea, su dimensión histórica. Por cierto, es su historia que nos hace contemplar el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y del pecado (13). Apreciamos la santidad de los que la han alcanzado y nos avocamos a la misericordia del Padre los que la hemos traicionado con el pecado. Este año, por lo tanto, podremos experimentar nuevamente el amor perdonante de Dios.
La historia de la fe, además, nos remanda a sus enormes testigos. En efecto, es por la fe de María, quien acogió la palabra del Ángel y creyó; por la fe de los Apóstoles, quienes lo dejaron todo para seguir al Maestro; por la fe de los mártires, quienes entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; por la fe de hombres y mujeres, que han consagrado su vida a Cristo; por la fe de muchos cristianos, que han promovido acciones sufridas en favor de la liberación y justicia, etc. como nos ha llegado, íntegra, la fe y cómo estamos llamados a “reanimarla, purificarla, confirmarla y confesarla”.
Fe y obras de caridad
Lo que, en todos los tiempos, ha elevado el sentido de la fe y la ha hecho apreciar por muchos, ha sido la “caridad”. Resultaría poco eficaz y convincente, a lo largo de este año, buscar y profundizar la fe desconectándola del ejercicio de la caridad. Evocamos, con razón, las palabras del apóstol Santiago cuando nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?” (San 2, 14ss). Por cierto, la fe sin caridad no da fruto y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda (14). Será gracias a la fe como podremos reconocer, en quienes nos piden ayuda, el rostro del Señor. Creer, por cierto, es ver la realidad humana con los ojos de Cristo; es interpretar los acontecimientos que suceden, según Dios.
Sostenidos por la fe, entonces, seremos capaces de discernir evangélicamente la “realidad social”, que nos entorna, y tomar con esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando así “unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia” (2Pe 3, 13).
Conclusión
En fin, con fe en el corazón, hasta las pruebas de la vida, a la vez que nos permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo, serán preludio de la alegría y la esperanza a la que ella nos conduce (15). Conscientes de que tener y vivir la fe nos hace bienaventurados a la manera de María: “Bienaventurada, María, porque has creído” (Lc 1, 45).
P. Umberto Mauro Marsich,
Misionero Xaveriano
Año de la Fe, ¿para qué?
Una auténtica y renovada conversión para comunicar la fe con nuevo ardor
+ Felipe Arizmendi Esquivel Obispo de San Cristóbal de Las Casas
HECHOS
Del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, en todo el mundo católico se celebra el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que fue una irrupción del Espíritu Santo para renovar la Iglesia, y del vigésimo aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, que sintetiza lo que creemos y las dimensiones y exigencias de nuestra fe.
En muchas diócesis se están generando varias iniciativas para vivir este acontecimiento. En la nuestra, dedicamos tres días a repasar algunos de los temas centrales del Concilio, para revisar si nuestra vida y nuestra práctica pastoral corresponden a su espíritu, y para impulsarnos a una renovada fidelidad a nuestra vocación a la santidad y a una nueva evangelización integral, que nos revitalice en la opción preferencial por los pobres, signo y prueba de fidelidad al Evangelio.
¿Hace falta este Año de la Fe? Claro que sí. Basten algunos datos. En cinco años y medio, en la ciudad capital del país, en instituciones de salud del gobierno, se han practicado casi 93,000 abortos, facilitados por la legislación que lo autorizó, también para mujeres que van allá desde otros Estados. Y presumen de esa cifra, así como de 58 millones de condones que han repartido por todas partes sólo en esa entidad. Y quienes matan a tantos miles y miles, se declaran católicos y católicas que alegan su “derecho” a decidir sobre la vida de inocentes e indefensos. ¿Cómo es su fe?
¡Cuántos narcotraficantes, extorsionadores, asesinos a sueldo, secuestradores, violadores, ladrones, adúlteros, corruptos, etc., se declaran católicos! ¿Cómo está su fe, y cómo fueron evangelizados por nosotros? ¿Qué hacer para su conversión? Esta no depende sólo de que los metan a la cárcel, o los eliminen, sino de que encuentren en Cristo un camino de liberación interior y ya no hagan daño a la sociedad ni a sí mismos.
Disminuye el número de católicos; aumentan otras confesiones religiosas y, sobre todo, los no creyentes; ¿y esto no nos cuestiona a los agentes de pastoral? ¿En qué hemos fallado? ¿Seguimos con una pastoral repetitiva, sin nuevo ardor, sin nuevos métodos, sin nuevas expresiones?
CRITERIOS
El Papa Benedicto XVI, como pastor universal y preocupado por las deficiencias eclesiales, nos invita “a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta fidei, 6), y a promover y sostener “un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Ib 7).
Estamos convencidos de que cuando alguien en verdad se encuentra con Jesucristo, cambia su vida, deja de hacer el mal y hace el bien a todos; por ello, el Papa nos dice: “Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación, sabiendo que donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad” (10-IX-2012). “El encuentro con el Dios de Jesucristo es capaz de transformar profundamente a todo ser humano, incluso en las condiciones más pobres, para conferirle la dignidad suprema de hijo de Dios. El encuentro con Cristo da el impulso para vencer incluso las dificultades aparentemente más insuperables” (20-VIII-2012). “Confiad en el Evangelio, en su fuerza transformadora, en su capacidad de despertar las conciencias y provocar desde dentro el rescate de las personas y la creación de una nueva fraternidad. La difusión de la Palabra del Señor hace florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los pueblos… El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios. Sólo así la Palabra de salvación dará fruto” (7-IX-2012).
PROPUESTAS
Demos la importancia que merece a este Año de la Fe. Les invito a leer, meditar y practicar los dieciséis documentos del Concilio Vaticano II: cuatro constituciones, 9 decretos y tres declaraciones. Es doloroso y preocupante que algunos ni siquiera los hayan leído. Y revisemos cada quién cómo vivimos nuestra fe católica; ojalá seamos más coherentes.
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