4to DOMINGO de ADVIENTO2013
Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este último domingo de Adviento: Querido/a Amigo/a:
“EL ORIGEN DE JESUCRISTO”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo. Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
Éste fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no queríadenunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de todos sus pecados”.
El evangelio de Mateo presenta “el origen de Jesucristo”...
Lectio Dominical 15 de Diciembre
Las obras de Cristo
“LAS OBRAS DE CRISTO”.
Estas reflexiones que intercambiamos semanalmente, han sido recogidas en un segundo volumen: “Tu Palabra me da vida II”, publicado, como el primero, por Latinas Editores, en la ciudad de Oruro, Bolivia. Estoy muy agradecido al Editor Iván Canelas.
Si quieres hacerte o hacer un regalo para Navidad, puedes aprovechar la publicación, que encuentras en el Santuario del Socavón, en Oruro, en los puestos de distribución de la Editorial, o pidiendo directamente a: info@latinas.com.bo
Un abrazo... P. Bernardino
“EL ORIGEN DE JESUCRISTO”.
La historia aparentemente se repite. Tiene sus breves sobresaltos y vuelve a lo mismo, al punto que muchos hoy abandonan el compromiso por cambiarla y humanizarla. Pero hay momentos que marcan un quiebre, de manera que después nada será más como antes.
Leemos en el evangelio de san Mateo 1, 18-24
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
PALABRA del SEÑOR
El evangelio de Mateo presenta “el origen de Jesucristo”...
a través de la anunciación a José. Después de recordar el río de las generaciones desde Abraham hasta José, siempre por descendencia masculina, de repente, al final, hay una interrupción y un cambio. Se dice que “Jacob engendró a José”, pero no se continúa diciendo que José engendró a Jesús, como habría sido lógico, sino simplemente que José es “el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías”. Para explicar este cambio, Mateo presenta la anunciación a José, en la que aparece claro que Jesús no es hijo de José, sino fruto de una intervención extraordinaria del Espíritu de Dios.
Se sabe que el matrimonio judío tenía dos etapas. Una primera etapa consistía en el contrato matrimonial, sin que los esposos pasasen a vivir juntos. La segunda etapa son las bodas y el inicio de la convivencia. Entre una y otra etapa podía transcurrir un año entero. Tener relaciones con otra persona durante ese tiempo era considerado adulterio. María, en ese periodo entre el contrato matrimonial y la cohabitación, “cuando todavía no habían vivido juntos”, ha quedado embarazada, “concibió un hijo”. Mateo aclara en seguida: “Por obra del Espíritu Santo”.
Los hechos y el lenguaje que usa Mateo...
permiten relacionar el origen de Jesús por obra del Espíritu, con la primera creación, cuando el “Espíritu aleteaba sobre la superficie de las aguas”, para proceder a dar orden y armonía a la tierra, y cuando Dios creó al hombre formándolo con el barro y soplándole “en su nariz el aliento de vida”. El origen de Jesús por obra del Espíritu es el inicio de una nueva creación. Jesús no hereda de José la identidad que transmitía el padre, el nombre, las tradiciones, la cultura. Es hijo de Dios, el hombre que Dios ha soñado.
Difícil saber lo que ha pasado en el corazón de José, frente al embarazo de María. Es “un hombre justo”, fiel cumplidor de la Ley, y sobre el adulterio la Ley es terrible: manda la lapidación de la mujer, haciéndola morir debajo de una montaña de piedras que el pueblo debía tirarle encima.
José busca otro camino. Tal vez ha entendido algo del misterio que se estaba realizando en el vientre de su esposa, misterio que lo desconcierta y desborda, y por eso quiere retirarse. Mateo nos recuerda sólo la manera delicada y prudente de su proyecto: “No quería denunciarla públicamente”. La solución será “abandonarla en secreto”.
Pero la intervención de Dios aclara...
el origen del niño y la vocación del mismo José: “Lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo”. Sólo a Dios, Jesús llamará padre, pero José tendrá una misión importante. Será él que le pondrá “el nombre de Jesús”. Poner el nombre es tarea del padre legítimo, que de esa manera es reconocido en sus derechos y deberes para con el hijo. Poniéndole el nombre, José le da a Jesús el amparo de la legitimidad, y así lo inserta en la descendencia de la casa del rey David, a la cual José pertenecía.
El nombre tiene un significado y revela la misión: “Él salvará a su pueblo de todos sus pecados”. Para respaldar este mensaje, Mateo recuerda un texto del profeta Isaías, que anunciaba al rey Acaz que su esposa iba a tener un hijo, que le sucederá en el trono, como señal de que Dios salvaría el reino de Judá, invadido en ese momento por los ejércitos sirios: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que significa: “Dios con nosotros”. Ese niño de la esposa de Acaz fue la prueba de que Dios estaba en medio de su pueblo, para salvarlo. El niño que nacerá de la virgen María, por obra del Espíritu Santo, será la prueba de la nueva presencia de Dios para salvar “a su pueblo”.José obedece a la palabra de Dios: “No temas recibir a María, tu esposa”, y por eso “llevó a María a su casa”. La conclusión de la anunciación a José es la misma que encontramos en la anunciación a María, según el evangelio de Lucas. María dijo: “Que se haga en mí según tu palabra”; y José “hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado”. Es la misma actitud de disponibilidad total, que María en las bodas de Caná indicará también a todos los discípulos y discípulas: “Hagan lo que él les diga”, escuchen y obedezcan a la palabra de Dios.
OSM 2013 / 2014
Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena gusosm@yahoo.es
Las obras de Cristo
Agradezco la pregunta de Juan y la respuesta de Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? “Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la buena noticia; y ¡feliz el que no tropieza por mi causa!”. En la pregunta descubro la raíz de mi desesperanza y una sutil tentación. La acción de Jesús, que se hace respuesta – Buena noticia – me inserta en la corriente de la vida y de la gracia.
La tentación: “Que baje de la cruz y creeremos en él”. Israel, al igual que nosotros, esperaba a un Mesías que tomara en sus manos el poder y eliminara todo los males. Jesús, el Mesías, pasa haciendo el bien, el bien que está al alcance de un hombre: no todos los ciegos, los sordos, los leprosos fueron curados. Su misericordia escandaliza, ama a los buenos y a los malos, convierte cada miseria en objeto de su misericordia. Podemos decir que, el águila del antiguo testamento se transforma en gallina (cf Éx 19, 4 y Mt 23, 37). Esto escandalizó a muchos; pero, “¡feliz el que no tropieza por mi causa!”.
La desesperanza: soñamos y esperamos una historia diferente de la real. Esperamos una historia donde no tengamos que cargar una cruz (cf Mt. 10, 38). Sin embargo, el trigo y la cizaña seguirán creciendo juntos. Nuestro delirio de poder y gloria se hace trizas en el madero de la cruz. Estamos llamados al seguimiento de Jesús, pobre y humilde, que no ha liquidado la historia, sino que la vivió de parte de aquel que, sin cometer el mal, se hace cargo de ésta, llevándola a la cruz: único camino hacia la resurrección. Con Jesús todo sigue como antes, no se nota ningún cambio espectacular. Los poderosos siguen en sus puestos, los pobres siguen sufriendo y están cada vez más necesitados. Entonces, o Jesús no es “el que ha de venir” y por tanto debemos esperar a otro; o es “el que ha de venir” y entonces nuestras expectativas deben ser diferente; y, no sólo las expectativas, sino nuestra orientación de vida: convertirnos.
La alegría de la Buena Noticia. El reino no lo hacen presente los ciegos, los sordos, los paralíticos o los leprosos curados, sino el que se preocupa y hace algo por ellos. La práctica de Jesús, que sana y salva, la expresa no como acción de poder, sino como compasión y misericordia. En ésta acción Dios nos visita, se acerca al marginado, cura al herido y da vida a los muertos. Acoger esta bondad, Buena noticia, y, cargando con nuestra cruz, seguir a Jesús; buscando que nuestra vida y práctica sea una acción que sane por la bondad y misericordia que pongamos en nuestros actos, nos pondrá en el camino de la vida y la salvación.
Te doy gracias, Señor, por tu bondad y amor, que es más grande que el cielo, por tu fidelidad que alcanza las nubes (cf Sal 57, 10).
Joel, Puerto Aysén - Chile.
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"¡Qué hermoso Evangelio esperanzador!: Jesús es nuestro pastor, médico y más que profeta, A veces somos causa de tropiezo hasta para con los planes de Dios. ¿Cómo, o cuándo?, deberíamos preguntarnos, y a la vez respondernos: cuando o como egoístamente acomodo mis criterios humanos para negar que existen los divinos, porque nunca Dios no nos abandona. Existen su gloria y poder que siempre se manifiestan a los que el Hijo se los revele. por voluntad de Dios Padre y del Espíritu Santo que obra todo en todos y va como el viento por donde le plazca, actuando no sólo sobre los pequeños o grandes profetas, sino también sobre los que Dios mismo escoge y apacienta. Sin embargo, todavía nos falta entender con naturalidad las maravillas de Dios, que sigue actuando en estos tiempos. A veces somos muchos los incrédulos, incluyendo laicos, religiosos y, aún peor, sacerdotes que dudan del amor de Dios y de sus instrumentos, que pueden ser cualquier hombre, mujer o niño, que manifiestan en forma extraordinaria, ahora, en el siglo 21, como en los tiempos pasados, como Dios sigue obrando con sus palabras, que son promesas, y sus hechos, que son manifestaciones, epifanías, fruto de su amor.
Luis, Lima - Perú.
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El evangelio de Mateo nos presenta la llamada “prueba mesiánica”. Juan el Bautista desde la cárcel manda emisarios para preguntarle a Jesús si es él el esperado o si deben esperar a otro. Jesús no responde con algunas pruebas teológicas, ni con citas bíblicas apologéticas, o con algunos dogmas o doctrinas, sino que se remite y remite a los consultantes a los puros hechos, que pueden ser “vistos y oídos”: “los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios... y a los pobres se les anuncia el Evangelio, la Buena Noticia”. Estos “hechos”, estas buenas noticias, son la prueba de identidad del Mesías. Y serán, tienen que ser, la prueba de identidad de quienes sigan al Mesías, al Cristo, o sea, los “cristianos”. Sólo si nuestra vida produce esos mismos hechos, sólo si somos “buena noticia para los pobres”, sólo entonces estaremos siendo seguidores de aquel Mesías, del Cristo, o sea, “cristianos”.
Silvia, Oruro – Bolivia
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