3er DOMINGO de ADVIENTO 2013
Querido/a Amigo/a:
Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
"LAS OBRAS DE CRISTO"
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“DIOS TE HA FAVORECIDO”.
Un abrazo... P. Bernardino
"LAS OBRAS DE CRISTO"
El individualismo, que se ha extendido tan ampliamente en el mundo de hoy, hace que muchas personas tengan una vida centrada sólo en sí mismas, o en su familia, sin preocuparse de la organización de la sociedad. En realidad, hay diferentes modelos de sociedad de los cuales todos, conciente o inconcientemente, en distintas medidas somos responsables y concurrimos a realizar.
Leemos en el evangelio de san Mateo 11, 2-11:
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien yo no sea motivo de tropiezo!”.
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: “¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver, entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. El es aquél de quien está escrito: ‘Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino’. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.
PALABRA del SEÑOR
Juan Bautista está en la cárcel...
Luego será decapitado. Es el precio que tiene que pagar por su atrevimiento en denunciar la corrupción y la inmoralidad de un poderoso, el rey Herodes. Es el destino de los profetas. Juan había convocado a las muchedumbres, invitando a la conversión y amenazando los castigos divinos, para preparar la venida del Mesías. Había bautizado a Jesús, obedeciendo a su pedido. En esa oportunidad lo había reconocido, y había declarado: “Soy yo quien necesito que tú me bautices”. Pero ahora, en la cárcel, le llegan voces sobre “las obras” que Jesús está realizando, y no lo convencen. Había esperado a un Mesías juez, que habría hecho justicia en Israel, y habría separado los buenos de los malos, premiando y castigando con rigor: “El árbol que no produce frutos buenos será cortado y arrojado al fuego”. En cambio, Jesús no responde a estas expectativas. Y a la oscuridad de la cárcel, en el corazón de Juan se le agrega la sombra de la duda: ¿No me habré equivocado? ¿Será otro el elegido? Por eso, envía a dos discípulos, para preguntarle directamente a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”.
Jesús no contesta con teorías sobre el Mesías...
Reenvía los dos mensajeros a Juan, simplemente con la indicación de los hechos concretos: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan”. Jesús realiza los anuncios de los antiguos profetas, con gestos que recuperan a toda esa humanidad enferma y herida, que era excluida de la vida social y religiosa porque considerada impura. Ha venido para ofrecer vida, liberar y levantar, para sanar y manifestar a todos la misericordia y la ternura del Padre.
Los pobres son los destinatarios del Reino de Dios: “La Buena Noticia es anunciada a los pobres”: los últimos que pasan a ser primeros, en el corazón de Jesús y en el corazón de todos los discípulos.
Jesús sabe bien que su actitud y su enseñanza...
son motivo de escándalo para muchos. Tal vez lo serán para el mismo Juan Bautista, y mucho más para los escribas y fariseos, para todos los que adoran a un Dios que justifica el poder y los privilegios de pocos. Y otros intentarán domesticarlas de distintas maneras. Por eso agrega la bienaventuranza: “¡Y feliz aquél para quien yo no sea motivo de tropiezo!”: feliz aquel que acepta a Jesús y descubre que él ofrece un proyecto de vida como manifestación del amor gratuito del Padre.Jesús respeta y aprecia a Juan Bautista. Sin duda él no es “una caña agitada por el viento”, que se doblega oportunistamente frente a cualquier situación. Y menos “un hombre vestido con refinamiento”. Es “más que un profeta”. Es el mensajero auténtico enviado para preparar la venida del Mesías: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Jesús lo reconoce como la persona más grande, no sólo en el horizonte de la primera Alianza: “Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista”. Juan el Bautista para Jesús es “más grande” que Abraham, más que Moisés, más que los grandes personajes de la historia antigua. Más que el emperador de Roma. El criterio de grandeza que usa Jesús no mide según el poder y el prestigio. Y con ese criterio Jesús reconoce también que quien acoge a él y hace suyo el proyecto del Reino de Dios, es “más grande” que el mismo Juan el Bautista, que no ha conocido la Buena Noticia: “El más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.
Bernardino Zanella bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena gusosm@yahoo.es
LECTIO DOMINICAL 08 de DICIEMBRE
"DIOS TE HA FAVORECIDO".
Hoy he tenido el día de retiro. He podido estar tranquilamente contemplando a la Virgen María, en la Palabra, en todo lo que he escuchado y vivido en este día. María me permite descubrir el gran amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros, cómo Él se alegra cuando confiamos y respondemos con fe a su llamada, como María. Aprendo de ella a que mi fe necesita del intelecto: ¿Cómo sucederá esto? Mi fe no debe ser un fanatismo transitorio, debe apuntar a creer, aún sin comprender todo, pero puedo, como ella, adorar y decir: “Que me suceda como tú dices”.
Me anima el hecho de que ella, plenamente envuelta de Dios, se va de prisa a ayudar a su prima. Si realmente Dios me ha encontrado y yo a Él, debo actuar con más presteza y alegría en el servicio a los demás, con la alegría que me da el saberme amada por Dios.
Realmente María es una gran compañera de camino, con la cual, estoy segura, podré conocer más al Señor. Ella lo amó, lo conoció tanto, fue su mayor alegría. Sea también para nosotros nuestra mayor alegría.
Hilda, Roma - Italia
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La Virgen de Nazaret, dócil al Espíritu Santo es madre de Jesús. María Virgen es en cierto modo una protesta silenciosa contra todo funcionalismo, estructura, machismo e intento de encerrar a Dios en el templo. El anverso y reverso del relato de Lucas, entre el anuncio del nacimiento de Juan Bautista y el anuncio del nacimiento de Jesús, muestra que la acción de Dios, la que transforma la historia, es una función que depende del Espíritu – no de los funcionarios del Templo –. Es en el anuncio del nacimiento de Jesús donde irrumpe el Espíritu, pero su acción espera un “sí” resuelto. “En aquel tiempo”, brotó de lo más íntimo de una joven: María, la Inmaculada.
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. La vocación humana es vivir alegre, es decir: felices. Para ello es necesario cavar, ahondar y cimentar nuestra vida en Dios, Abbá (cf Lc 6, 48). Creerle, confiar en él, buscar hacer su voluntad, es la respuesta del hombre/ mujer: “Hágase en mí según tu palabra”. Lejos de Él o sin Dios, la vocación humana se frustra. (cf Lc 15, 11-31). El veneno del pecado nos hace desconfiar de Dios, alejarnos, escondernos de Él. Es así como el pecado merma o destruye nuestra vocación. María, la joven virgen, no se esconde de Dios, le busca en el jardín de la historia de su pueblo, confía, está abierta a su palabra y a su voluntad. El himno del “Magníficat” manifiesta como María recorre la historia para descubrir la huella de Dios. Comprendamos, como ella, que la cercanía de Dios no sólo está cuando el Verbo – Jesús – descansa en su seno, sino cuando aparentemente se ha alejado hasta las tinieblas de la cruz. Aprendamos, como ella, a buscar a Dios, “rastreándole” en las alegrías y en las cruces de nuestros pueblos. Descubramos que lo inmaculado, está también en nosotros, en la belleza de la fe que confía en el Padre, cree en Jesús y se hace dócil al Espíritu.
“El ángel del Señor anunció a María; / y concibió por obra del Espíritu Santo… / He aquí la esclava del Señor; /. Hágase en mí según tu palabra… Y el Verbo se hizo carne; / y vivió entre nosotros…: es la oración del medio día. Hace memoria de la mayor gesta de la historia del amor de Dios por nosotros. Se produce en la tranquilidad de un pueblo desconocido de Galilea, con una virgen llamada María, prometida a un hombre llamado José. Lo desconocido del pueblo, de la joven y su prometido, queda en la memoria humana justamente por la acción del Espíritu que la cubría con su sombra y que por su “sí” hizo fecundo su seno.
Joel, Puerto Aysén - Chile
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En el evangelio, Dios Padre envía al ángel a pedirle a María que acepte ser madre de Jesús. Ella es la gran elegida, la que da su sí generoso. Creo que Dios también nos pide día a día un sí. La santísima Virgen, tan pura y llena de gracia, acepta ser la madre de Jesús libremente, y siente que es la servidora de Dios. ¡Qué fe más grande y hermosa nos enseña! Ella no dudó y con su humildad dice sí Señor: “Que se haga tu voluntad”.
Nosotros, que sólo buscamos la felicidad y ante cualquier dolor desfallecemos, no seríamos capaces de decir: hágase tu voluntad, Señor. Siempre buscamos respuestas a las cosas de Dios. Nuestra madre nos educa con su fe inquebrantable. Pido a nuestra Señora que me ayude a educar y me enseñe a ser fuerte, digna y bondadosa como ella.
Sandra, Coyhaique - Chile
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María, Madre, Santa Madre... Nuestra madre terrenal es una gota que nos permite experimentar el amor incondicional en el océano de la luz del amor de María. Y sin amor no existe nada. Todo se trata de recuperar el camino del amor. ¿Puedes ver en el rostro de un enfermo a tu hermano? ¿Puedes ver en el rostro de un moribundo a tu hermano? ¿Puedes ver en el rostro de un equivocado a tu hermano? Si alguna vez de verdad pudiste sentirlo, entonces habremos experimentado una gota del amor incondicional de la madre a sus hijos que deambulamos entre la oscuridad y la luz, la bajeza y la nobleza, la dormidera y la conciencia. Ella es el faro en el océano, el lucero en la noche, el oasis en el desierto, la barca en la tormenta. Ella se siente, no se razona; ella pide corazones, no argumentaciones. Y cuando la sientes, es la tibieza del propio manto celestial que la abarca el que te abriga. Nunca pude entender a María desde los púlpitos de las declamaciones, ni desde la filosofía, ni la ciencia: pretendiendo entenderla, sólo la olvidé. Lo bueno es que Ella no te olvida jamás. ¿Cómo podría una Madre olvidar? Y si abro el corazón e intento dejar de entender, Ella está allí, sonriendo, feliz de que comprendas el camino de regreso a su casa.
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