"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 30 de mayo de 2014

“TODOS LOS DÍAS”.

Querido/a Amigo/a:


Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 

“TODOS LOS DÍAS”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 

“SI ME AMAN”.

Un abrazo... P. Bernardino.


                           “TODOS LOS DÍAS”                            

A los cuarenta días de las Pascua, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo. Es un lenguaje simbólico, que quiere decir que ha terminado el tiempo de la presencia de Jesús en la tierra y que Él está definitivamente en su vida en el espíritu. Para los discípulos y discípulas comienza una experiencia nueva: vivir sin ver a Jesús. Lucas en los Hechos nos dice que como los Apóstoles “permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía”, dos ángeles les preguntaron: “¿Por qué siguen mirando al cielo?”. ¡Vuelvan a la tierra! Allí es el espacio donde deben realizar su vocación de discípulos.

  Leemos en el evangelio de san Mateo 28, 16-20:                                     

Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.

Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

PALABRA del SEÑOR


Con estos últimos versículos de su evangelio...
San Mateo relata el único encuentro de los apóstoles con Jesús resucitado. Él se despide de ellos. Es un momento intenso y muy significativo. Los apóstoles son once. Falta Judas, que había seguido el camino de la traición y de la muerte. Tampoco en los once la fe está bien firme todavía. Algunos “se postraron delante de él”, otros “todavía dudaron”. Es la condición que se dará permanentemente en la comunidad. También la duda puede ser gracia, que libera de toda arrogancia y presunción.



El encuentro se realiza en Galilea. La despedida es desde “la montaña donde Jesús los había citado”. Es tal vez la montaña en que Jesús había proclamado las bienaventuranzas, para decir que él desaparece, pero a los discípulos les queda el código de conducta para seguir realizando su proyecto. Desde Galilea había empezado la misión de Jesús hacia Israel, acompañado por los primeros discípulos y discípulas, que se habían adherido a él con entusiasmo. Desde Galilea comienza la nueva misión de los discípulos hacia todos los pueblos: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Tienen que ir, salir, hacer discípulos, comunicar a todos la experiencia de haber encontrado a Jesús, y de haber descubierto en su seguimiento algo que puede llenar el corazón y dar sentido a la vida, el camino de la felicidad verdadera: “Dichosos… Dichosos”. Convencer que la enseñanza de Jesús nos ofrece una plenitud de vida y de gozo. ¡Convencer! Para convencer hay que estar convencidos. Para “hacer discípulos” hay que “ser discípulos”, y no simplemente maestros que enseñan algunas doctrinas religiosas. Una comunidad que sea atraída por los criterios del mundo, seducida por el poder, el prestigio, las apariencias, los bienes, no convence a nadie. Una iglesia que no se haga humilde, fraterna, acogedora, solidaria, no atrae a nadie. Para “hacer discípulos” hace falta una profunda conversión personal. Es más fácil hacer clientes y usuarios de servicios religiosos que verdaderos discípulos, que conocen al Maestro y siguen sus pasos.

Una actitud de escucha y de confianza...
nos dará la posibilidad de encontrar también a discípulos y discípulas que llegan a identificarse con Jesús a través de otros caminos, otras experiencias religiosas que les han permitido un proceso de liberación interior y de amor concreto para con los demás, a veces hasta dar la vida.

“Hagan discípulos” no es una invitación a la conquista del mundo, sino la entrega de una misión de servicio, para acercarse a todas las razas y las culturas con profundo respeto, “con los pies descalzos”, como decía padre Amado, Oblato de María Inmaculada, por muchos años misionero en el Altiplano boliviano.




A los nuevos discípulos se los bautizará...
como signo de consagración, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, haciéndolos capaces de conocer la palabra de Jesús y de ponerla en práctica: “Enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”.La promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, no es algo marginal. Es lo central de nuestra esperanza. Él es el crucificado, el derrotado, el aplastado por los poderosos, pero es el verdadero vencedor: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra”. Es el poder que nace del amor, de la entrega de la vida. Ese amor acompañará a los discípulos “todos los días”, y hará posible su misión evangelizadora y liberadora. El Emanuel, el Dios con nosotros, no nos dejará huérfanos. La fuerza de su Espíritu nos hará fieles testigos de su amor. La suya no será una ausencia, sino una presencia definitiva que nada podrá vencer, “hasta el fin del mundo”.





Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


 LECTIO DOMINGO 25 de Mayo                          
                                              "SI SE AMAN"  

Este pasaje del Evangelio es muy hermoso. ¡Cómo quisiera probar realmente la sensación de estar con Jesús y él en mí y juntos en el Padre! También es importante sentir la presencia del Paráclito que nos consuela, nos guía y nos apoya. Esto ya es más difícil para mí, porque si Jesús ha sido uno de nosotros, vivió junto con sus discípulos, etc., lo podemos imaginar, y si "quien me ve, ve al Padre", al Padre también lo podemos imaginar. Pero, el Espíritu Santo, ¿cómo es? Es difícil para mí decir: "Esta es obra del Espíritu Santo". Generalmente la percibo como "cercanía de Jesús". No puedo distinguir las dos Personas cuando intervienen en mi vida. ¿Tal vez pertenezco yo también a ese mundo que no lo conoce y no lo ama? 
Gianna, Pordenone – Italia                                                              

* * * 


“No los dejaré huérfanos: es una de las declaraciones más tiernas y emotivas de Jesús. Su partida no significa abandono de los suyos”. ¡Qué hermosas palabras! No me resultaron ajenas. Es como si las hubiese recordado; como cuando estás en un momento difícil y alguien que amas tiene un gesto único y tú te dices: no esperaba menos, tenía que ser así. Eso han significado estas palabras para mí en estos tiempos. 



 Lourdes, Montevideo – Uruguay                                                    

* * * 


La lucha por el reconocimiento, la búsqueda de igualdad y el rechazo a las exclusiones, es una de las demandas más fuertes de nuestro tiempo. Las heridas más profundas de la humanidad son las desigualdades, porque frustran el más profundo anhelo humano, el de la unidad: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17, 21). 

Cuando en algunos momentos de silencio, de oración-contemplación, por gracia, alcanzamos captar lo que de verdad hay en nosotros, se descubre una sed insaciable de unidad – de paz y felicidad, de amar y ser amado, que no es sino anhelo de unidad –; unidad con todo y con todos y más profundamente con el misterio de amor al que llamamos Dios. Anhelo que, no lo sacie el tiempo limitado, aspira a la eternidad. Nos percibimos separados, y sin embargo en nosotros un impulso que nos empuja hacia los demás, lo llamamos amor. Sólo el nos libra del vacío y de aquello de: “no está bien que el hombre esté solo” (Gen 2, 18). ¿No es acaso el Espíritu Santo que intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar? (cf Rom 8, 26). 

Todo lo que llamamos experiencia humana: risa y llanto, paz y guerra, caridad y egoísmo, esclavitud y libertad, pecado y salvación: ¿Quién puede abarcarlo y amalgamar toda estas fuerzas dispersas, caóticas y a veces opuestas entre sí? El amor de Dios hacia nosotros es realmente la única total integración de nuestra existencia humana. Por ello, el amor a Dios es nuestra primera orientación. El amor nos pone delante de Aquel sin el cual nuestro ser sería pasión inútil. “Si me aman, cumplirán mis mandamientos. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. “El Espíritu Santo les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho”. El Espíritu nos hará comprender la anchura y la longitud, la altura y profundidad del amor de Cristo (cf Ef 3, 18), su grandeza integradora. Sólo Cristo y su amor pueden integrar todas las fuerzas caóticas que experimentamos; y sólo a él no se le acabará el ánimo y la confianza en nosotros, porque ama al Padre, quien nunca se ha arrepentido de habernos creado y de llamarnos a reproducir en nosotros la imagen de su Hijo. Y el que sondea los corazones sabe lo que pretende el Espíritu: librarnos de la ley del pecado y de la muerte (cf Rom 8, 2. 27). “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él.” Amarlo a él significa vivir como él, cumpliendo su palabra. Y su palabra es el mandamiento de amarnos mutuamente. 



 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                              

* * * 


Generalmente nuestros sentimientos están orientados hacia actitudes muy personales, que contrastan con la propuesta de Jesús en el evangelio, donde nos propone la solidaridad como instrumento para buscar el camino de la liberación. Esos sentimientos nos atan permanentemente a las actitudes de la sociedad actual. Nos interesa muy poco la pobreza de muchos sectores empobrecidos. Nos gusta permanecer en la sintonía de quienes están destrozando el mundo a través del poco o ningún respeto del medio ambiente. 

Cuando Jesús se despide, les pide a los discípulos continuar con su propuesta y a cambio de eso les propone darles un espíritu de verdad y de fuerza frente a las adversidades del mundo que no va aceptar tan fácilmente cambiar la lógica de una sociedad consumista, que permanentemente ha destruido los valores y premia los antivalores. 

Existen grupos que piensan que el espíritu viene mientras están sentaditos con olor a incienso, bien comidos y bebidos y encerrados en las sacristías de algunos templos. Por eso Jesús dice muy claramente. “Si me aman cumplirán mis mandamientos”, y ustedes sí podrán acceder a ese Espíritu, por que la sociedad y el mundo no podrán hacer eso. 

El papa Francisco y los documentos de Medellín piden ser promotores de la construcción de un mundo nuevo, con justicia, paz y solidaridad, muy especialmente a una parte conservadora de la jerarquía católica. 



 Francisco, La Paz – Bolivia                                                               






jueves, 22 de mayo de 2014

“SI ME AMAN”.

Querido/a Amigo/a:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo: 
“SI ME AMAN”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“CONOCEN EL CAMINO”.

Un abrazo... P. Bernardino.


                      "SI ME AMAN”                        

Para sentirse en paz con su propia conciencia, es más fácil obedecer a normas externas, en lugar que tener que inventar una respuesta responsable y solidaria frente a las distintas exigencias que la vida nos presenta.

   Leemos el texto de Juan 14, 15-21                                             

Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos:

“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.

No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.

El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.

PALABRA del SEÑOR


Este texto del evangelio de san Juan...
presenta una parte del diálogo de Jesús con sus discípulos, durante la última cena. Ellos estaban inquietos y asustados, porque Jesús les había anunciado su muerte inminente. Junto con el dolor por la pérdida del amigo y maestro, no es difícil imaginar la pregunta que está en su corazón: ¿Qué haremos nosotros sin él?

Jesús trata de tranquilizarlos, orientando su vida a una nueva dimensión, como fruto de la pascua: serán introducidos en la intimidad con el Padre, “en la casa de mi Padre”, y podrán manifestar en el mundo el amor misericordioso del Padre con obras de liberación y de vida como las de Jesús, “y aún mayores”.


Jesús pide que los discípulos vivan su amor...
para con él, en una forma muy concreta. No exige nada para sí mismo. Pide el cumplimiento de sus mandamientos, que se reducen a uno solo: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. Él sabe bien que esto no es fácil. Amar al otro, en su diversidad, teniendo el amor de Jesús como modelo y medida, y sin el apoyo de su presencia, será posible sólo como don de Dios, con la fuerza de su Espíritu. Cumplir este único mandamiento de Jesús es la manera para identificarse con él y hacerlo presente en el mundo para siempre.

Jesús será el intercesor para que el Padre envíe a los discípulos otro Consolador y Defensor, “el Espíritu de la verdad”. Era Jesús quien durante su vida ayudaba y protegía a los discípulos. Ahora tendrán a otro Consolador que los ayudará. No será más una ayuda desde afuera, o un conjunto de normas externas que hay que cumplir, sino que deberán despertar dentro de sí la energía profunda y el discernimiento que Dios ha puesto en su corazón. A ese Espíritu tendrán que entregarse.



Para recibirlo tendrán que eliminar las barreras...
que la lógica del mundo puede levantar dentro de cada uno. Hay un “mundo” amado, el lugar de la encarnación, y hay un “mundo” enemigo del evangelio y de Jesús, que representa el “sistema injusto”, el mundo del egoísmo y de la muerte, de la injusticia y la violencia, inspirado por el espíritu del mal, que desde el principio es “mentiroso y homicida”. Ese mundo se niega a ser dirigido por el Espíritu de la verdad, “a quien no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce”. El discípulo, en cambio, lo conoce y lo acoge.

“No los dejaré huérfanos”: es una de las declaraciones más tiernas y emotivas de Jesús. Su partida no significa abandono de los suyos. No quedan desamparados, como huérfanos sin protección, expuestos a todos los abusos de los poderosos. No estarán solos. Después de su pasión y muerte, la presencia de Jesús será percibida por los discípulos sólo por la fe. Ellos podrán tener la experiencia de la unión de Jesús con el Padre, y de la unión de ellos con Jesús, en el Espíritu. Fruto de la resurrección será esta comunidad de amor trinitaria, en la cual los discípulos son definitivamente introducidos: “Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes”.
En esta comunidad, el discípulo manifiesta su amor para con Jesús, con el cumplimiento de sus mandatos; y el Padre y el Hijo manifiestan su amor para con el discípulo, poniendo en él su morada y haciéndolo hijo amado del Padre y hermano de Jesús: “El que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.







Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es


 LECTIO DOMINGO 18 de Mayo 2014                      

  "Conocen el CAMINO"                                             



Jesús es el verdadero camino y es un camino de amor, porque el Padre es el amor infinito. Sé que siguiendo el ejemplo de Jesús llegaré al Padre que nos espera. Y lo más importante son nuestras obras, mi comportamiento con mis hermanos, mi compartir con ellos, el amarlos como mi Padre lo pide y como fue Jesús, que amó hasta el extremo. Así como estaban los discípulos muchas veces también nos sentimos asustados y solos, no sabemos qué hacer. La lectura nos responde que debemos mirarlo a él, escuchar, leer, aprender de su palabra, que es la respuesta para el hombre. No estamos solos, está Jesús al lado nuestro y nos acompañará hasta el fin, para no desfallecer, y estar con fortaleza, porque él nos ama, él es la verdad y la vida misma. 





  Sandra, Coyhaique – Chile                                               



* * * 

Las soluciones que buscamos en la sociedad actual, generalmente están referidas casi siempre a buscar salidas en la tarjeta de crédito o más concretamente en el dinero. Sin embargo la lección que nos da Jesús en el evangelio cuando dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, es muy difícil de entender, mucho más de practicar. Esta propuesta es lanzada al final de su vida, cuando ocurre la despedida, muy próximo al asesinato que va a ocurrir por parte de los grupos de poder, religiosos, políticos y económicos de la sociedad que en ese contexto han recibido críticas de cambio. 



La interpretación coherente para nuestro siglo XXI, debería ser la búsqueda del camino de la paz, pero ella está en manos de una justicia corrompida por grupos de poder mundial con alto dominio económico y que son ajenos a la cultura de la vida. Igualmente deberíamos buscar en cambio la verdad, la misma que está lejos de ser interpretada correctamente y adecuadamente por los medios de comunicación, que están en manos de intereses ajenos a las necesidades de los pueblos marginados y oprimidos. 

Todos somos como Felipe: nos bastaría conocer a Dios para saber la verdad. Pero Jesús es claro: tanto han escuchado, caminado y aprendido de mí y no entienden que el que me conoce a mí conoce al Padre. Nos falta ser más coherentes con las propuestas de vida que vemos a diario en los demás. 



  Francisco, La Paz – Bolivia                                              

* * * 

También esta vez las palabras de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” han creado en mí una reacción de rebelión. Mientras de un lado me tranquilizan, porque me ofrecen una indicación clara del camino a seguir, por otro lado me molestan, porque parecen excluir otras formas de búsqueda religiosa o simplemente humana. Si bien es cierto que todas las búsquedas de lo absoluto, hechas sinceramente, al final se encuentran, ¿por qué hacer afirmaciones tan categóricas? Yo crecí en una cultura impregnada de cristianismo y las palabras de Jesús me transmiten una sensación de paz, pero peleo con él cuando sus afirmaciones me hieren. Y sin embargo, ya que no puedo superar este escollo, quedo en la confusión. 


  Elena, Bérgamo – Italia                                                     

* * * 

Cuando vivimos situaciones de frustración o sufrimos pérdidas, caemos en la desesperanza, la tristeza y buscamos consuelo. La necesidad de ser consolados, en ocasiones se convierte casi en una droga: buscamos “dar lástima”, para tener atención o estar en el centro. Si no lo conseguimos, nos hacemos amargos o violentos. Con frecuencia, estas experiencias, que nos ponen fuera de sí, tienen su raíz en la falta de fe-confianza. Vivimos ansiosos, tristes y abatidos. Todo ello porque buscamos caminos que nos permitan apropiarnos de lo que no nos pertenece. “Si no somos fieles con lo ajeno, ¿quién nos dará lo que nos pertenece?” (Lc 16, 12). 

El contexto en que está este evangelio, es el de la última cena. El relato es reflejo de una mezcla de sentimientos por parte de los discípulos: desolación, frustración, tristeza, desconfianza, miedo. Jesús en medio de ellos muestra, con una compasión y una misericordia inagotable, su ternura y cariño hacia sus discípulos abatidos: “No se turbe vuestro corazón. Crean en Dios y crean también en mí”. Jesús es el traicionado, él es quien beberá el cáliz amargo, del abandono y de la cruz, y es él quien consuela. ¿Cómo es posible, cuándo él no ha retenido para sí su igualdad a Dios (cf Flp 2, 6-7), que no reclame estar en el centro, ser el entristecido, el que busca consuelo? Entiendo, por el relato, que el Señor Jesús no se considera como fuente de lo que es y de lo que da, sino como enviado, depositario, con la misión de dar a conocer todo lo que ha oído del Padre. Por ello puede consolar, sin buscar ser consolado, amar sin buscar ser amado: “El Padre que está en mí es el que hace las obras”. Sólo quien actúa en la más radical humildad puede evitar ponerse en el centro, o sentirse superior en el ejercicio de la misericordia. Así el Señor puede darse sin humillarnos, sin perder su dignidad. He ahí la verdad, el camino y la vida. 

Habitar en la casa del Padre, sus muchas habitaciones – cada hombre, cada mujer – es permitir que su gracia, la diversidad de dones que tenemos, se exprese en cada uno, sin miedo, sin estancar su amor (cf Rom 12, 6). El lecho del río no es el dueño del agua que pasa sobre él. 

“No sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?” El sentirnos dueños de lo que somos o hemos recibido, nos lleva a no entender; buscar como Adán, apropiarnos de la vida y de lo que a juicio nuestro “la favorece”, nos hace perder el camino – el hombre rico que construye graneros (cf Lc 12, 16) –. Si creemos en Dios y creemos en Jesús, entonces confiaremos que nada nos podrá dañar, seguiremos a Jesús por el camino de servicio y entrega. “Mis ovejas escuchan mi voz…, nadie las arrancará de mis manos. Mi Padre que me las ha dado es más que todos y nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre” (Jn 10, 29). Llegar a confiar tan plenamente como Jesús en el Padre, es el camino que tenemos que recorrer. Para llegar a Dios pueden haber muchos caminos – el camino a un dios terrible, a un dios vengativo, un dios que compite con nosotros –; para llegar al Padre es Jesús el camino: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.” El Espíritu nos hará comprender que Jesús está en el Padre y nosotros en él y él en nosotros (cf Jn 14, 20). 



 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                

* * * 

Menos mal que siempre Jesús sale al encuentro para animarme, siempre su Palabra reconforta, y como vio que estaba cargada con tanta escritura, con tanto estudiar, me dice: “No te turbes”, y sus palabras, como en tantos momentos complicados, me anima a no dejarme ahogar por las preocupaciones, a tener fe en Él, a mirar aquello que es verdaderamente importante, que es Él el verdadero camino, el que nos da la verdadera vida. 

Cuando compartía la palabra con Jesús, le decía cuán grande era para mí el misterio de su unión tan íntima con el Padre, que cuando Él contestaba a Felipe sentía que era el Padre que le contestaba, ya que: “Tanto tiempo que estoy contigo y todavía no me conoces”. Jesús y el Padre son uno y conozco al Padre al reconocerlo a él, y a él presente en mis hermanos, actuando en mí. 

¡Y cómo no agradecerle su continua preocupación de darme un lugar junto a él, de prepararme amorosamente un lugar!; o sea, ¡es mucho más que infinito su Amor! Es desde siempre y para siempre, un amor no sólo de palabras, sino con hechos tan concretos como de morir crucificado por mí, y sólo por el desbordante amor que me tiene. Jamás nunca podré corresponder a tanto y ni siquiera eso le preocupa, porque de igual forma sigue amándome. Al menos poder corresponder amando a mi prójimo: esa debe es la misión que debo realizar, para que sea creíble eso que digo, de que él es mi camino, verdad y vida. 


  Hilda, Roma – Italia                                                           

* * * 

Me parece muy lindo lo que dijo Jesús a los apóstoles, mientras se preparaba para dejarlos. Es como un testamento. Les invita a confiar en él, creer que en él es el Padre quien actúa, y por lo tanto, a través de él se llega al Padre y se puede conocerlo. También dice que ellos harán obras aún más grandes que las suyas. Yo pienso que estas obras son toda la caridad, hecha por ellos con amor, y que hoy todos los cristianos pueden realizar dentro de su propia comunidad. Es una invitación específica para que nos portemos como él, saliendo de nosotros mismos para ir con amor hacia los más necesitados. Y el lugar mencionado, tal vez es justamente eso. Con la certeza de que donde estamos nosotros, está también él, listo para ayudarnos a encontrar las palabras, las soluciones, como el Padre hizo con él. Es un estímulo y un gran consuelo tener conciencia de esto. 


 Gianna, Pordenone – Italia                                                






viernes, 16 de mayo de 2014

“CONOCEN EL CAMINO”.

Querid@ Amig@:

Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:

“CONOCEN EL CAMINO”.

La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado: 
“VA ADELANTE”.

Un abrazo... P. Bernardino

                       “CONOCEN EL CAMINO”                   


En las religiones el acceso a lo divino se realiza a través de ritos, posiblemente en lugares sagrados. En el cristianismo, es la relación con Jesús que introduce a la comunión con Dios.

           Leemos en el evangelio de san Juan 14, 1-12                         

Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar? Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy”.

Tomás le dijo: “Señor, no sabemos adonde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ve ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí, es el que hace las obras. Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mi hará también las obra que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre”.
PALABRA del SEÑOR


El evangelio de san Juan...
nos habla de las últimas horas de Jesús. En la intimidad de la última cena de su vida, como gesto de despedida Jesús había lavado los pies de los discípulos, diciéndoles: “También ustedes deben lavarse los pies recíprocamente”. Luego, el anuncio más doloroso: “Ya no estaré mucho tiempo con ustedes”. Y junto con ese anuncio, el mandamiento que identificará para siempre a los discípulos y discípulas: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”. El recuerdo del amor de Jesús tiene que orientar a los discípulos a tener los ojos fijos no tanto en él, sino en los hermanos, reproduciendo en las relaciones fraternas el mismo amor de Jesús.

La reacción de los discípulos tiene que haber sido de profunda angustia y preocupación. Jesús los tranquiliza: “No se inquieten”. La adhesión firme a Dios, que es adhesión a Jesús, es la condición necesaria para vencer la desesperanza: “Crean en Dios y crean también en mí”.


La partida de Jesús, su regreso al Padre...
abre para el discípulo una relación familiar con Dios: “En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”. La “casa” del Padre no es un lugar físico, un templo, un espacio, sino una manera de ser, una comunión de vida, una intimidad. A los discípulos se les ofrece ser miembros de la familia de Dios, sus hijos, hermanos de Jesús, todos acogidos, en la diversidad de su identidad personal, compartiendo la misma vida de Jesús: “Donde yo esté, estén también ustedes”.

Al apóstol Tomás, que lo interroga, Jesús declara: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. No dice: yo les enseño el camino, sino “yo soy el camino”. A través de Jesús se llega al Padre, él es el camino de acceso. El verdadero éxito humano no es conseguir más prestigio, más dinero o más poder, sino recorrer ese camino de transfiguración que ofrece Jesús para llegar al Padre. El Padre no es un Dios lejano y misterioso. Se hace presente en Jesús. Jesús es la manifestación de Dios. Nos revela la verdad sobre Dios, y la verdad sobre el hombre mismo. Es la plenitud de la vida, y la comunica a los discípulos para que realicen un proceso de humanización, en el progresivo don de sí mismos. La identificación con Jesús, desde la pluralidad de culturas y creencias, hace posible la verdadera realización humana, ser seres humanos plenos.

Los hombres han recorrido tantos caminos...
para encontrar a Dios. La historia de la búsqueda de Dios de parte de los hombres es una historia de inquietudes, iluminaciones, dudas, preguntas sin respuestas, rechazo. A veces los hombres han visto a Dios como un ser poderoso y terrible, que se manifestaba a través de los fenómenos más espantosos de la naturaleza. Muchas veces se han construido a un Dios a su propia medida, para vencer sus miedos y su propia impotencia. Jesús dice simplemente: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. El conocimiento y el encuentro con Dios pasan a través de Jesús.

El Padre realiza su obra por medio de Jesús. En lo que Jesús dice y hace vamos reconociendo y acogiendo el proyecto de salvación del Padre: “Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí, es el que hace las obras”. El criterio para reconocer a Jesús como revelación del Padre, es fijarse en sus obras. Todo lo que Jesús hace en favor del hombre, su misericordia, su acción liberadora, su perdón, la entrega de su vida, revela justamente lo que el Padre es y lo que quiere en favor de la humanidad.


Pero es sólo el inicio...
Jesús no sanó a todos los enfermos, no perdonó a todos los pecadores, no resucitó a todos los muertos. Será la humanidad nueva, nacida de la resurrección, que continuará su obra, haciendo cosas más grandes todavía. Las obras de Jesús son sólo signos que indican una dirección por la cual avanzar: “Les aseguro que el que cree en mi hará también las obra que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre".

Jesús se va, pero deja a los discípulos una gran tarea. Desde su nueva condición él los seguirá acompañando. Los discípulos no están solos. Para realizar la misión encomendada, los discípulos pueden contar con las ayuda de Jesús: “Cualquier cosa que pidan en comunión conmigo, la haré”.

Y el criterio para reconocer a los discípulos de Jesús será igualmente fijarse en sus obras, que deberán ser la continuación de las de Jesús.






Bernardino Zanella... bernardino.zanella@gmail.com
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es

  LECTIO DIVINA domingo 11 de mayo                 
                 " VA ADELANTE"                                  


Jesús es el pastor que va caminando delante de sus ovejas. Nosotros muchas veces nos escapamos de ese redil, porque encontramos una vida fácil, lisonjera, liviana, donde se vive sin exigencias, pero Jesús sale a buscarnos para que volvamos a su rebaño. El nos llama por nuestro nombre y nosotros conocemos su voz, esa voz que nos llena de paz, esperanza, amor. Jesús es la puerta que nos lleva a la felicidad. El es la vida misma que se ofrece a nosotros por amor para que tengamos una vida eterna junto a El. Su rebaño elegido es aquél que lo conoce sólo al escucharlo. 





 Sandra, Coyhaique – Chile                                                



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Había un ciego pobre, mendigaba para sobrevivir. El no veía, tampoco era visto. La institución que sabía de su disminuida vida se justificaba diciendo que él o sus padres habían pecado. Hoy sigue siendo igual; quien tiene el mango del cuchillo no siente su filo. Jesús al pasar lo vio y en él se manifestó la obra de Dios. Así comienza el capítulo nueve de san Juan y concluye con el que había sido ciego expulsado de la institución. Acogido por Jesús, es liberado. ¿A dónde lo conduce Jesús, qué le ofrece? Lo que ofrece Jesús, junto con la crítica que hace al sistema, lo encontramos en el texto de Juan 10: El Buen Pastor. El capítulo es la continuidad temática de la liberación del ciego de nacimiento, también la propuesta concreta de vida nueva. Jesús, el Buen Pastor, nos hace ver la realidad, mostrándonos qué tan falsos son los modelos de vida que ciegamente seguimos. Reconocer su voz para seguirle, hacia “los verdes pastos”, dejando los “corrales” de muerte. 

Hoy vivimos en una sociedad idólatra, su dios es el dinero. Son muchos que al igual que el ciego, nacen y viven heridos, encerrados en corrales, donde no tienen espacio ni lo suficiente para vivir, falta el pan en sus mesas, no tienen suficientes camas, sus casas son “cajas de fósforos”. Son trasquilados, su carne sirve para alimentar a ladrones y asaltantes –transnacionales y multinacionales –. De ese sistema opresor no se da cuenta quien está en la cúspide sino quien está abajo, que es siempre el que paga los platos rotos. Ciegamente seguimos al sistema que más pronto o más tarde se burla de todos. Para ladrones y salteadores, las víctimas no tienen rostro ni nombre, son una masa anónima para explotar. Son guías ciegos, pastores de muerte. Para Jesús, verdadero pastor, cada oveja tiene nombre: “Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir”, del sistema de muerte y esclavitud. 

La propuesta de Jesús constituye un verdadero modelo de vida para salir de este juego de muerte. Jesús, pastor de vida, nos propone buscar la voluntad del Padre que brinda a quien la acoge la realización de su humanidad, liberándonos de la trampa funesta, de la red del cazador. Jesús nos hace ver en la práctica que los que seguimos como modelos no son sino opresores. El va delante y nos comunica su vida, la vida misma del Hijo. Jesús es la “puerta de las ovejas”, a través de él se llega a los pastos de la vida. Dicho de otro modo, nos hace salir de la esclavitud a la libertad del Hijo, al comunicarnos su vida. 





 Joel, Puerto Aysén – Chile                                                 



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El Señor me anima con su Palabra: "Todo el que entre en el corral de las ovejas por esta puerta, estará a salvo, y sus esfuerzos por buscar el alimento no serán en vano". Vendrá el cansancio por buscarlo, decepciones, pero no serán en vano. Dios siempre nos provee y en su providencia piensa siempre en bien nuestro. No nos deja morir de hambre. 

Sentada de frente a la ventana de la capilla, veo el mar, y así como ese mar abraza la tierra de acá y de allá, así Dios y mucho más nos abraza a cada uno de nosotros, nos cubre con su gracia, nos mece con su ternura, nos sacude para despertarnos y tomar el ritmo correcto cuando dejamos de llevarnos por Él. En fin, es maravilloso, es todo un Padre, todo un Dios preocupado de mí. ¡Cuánto amor!, y yo una pequeña partícula en medio de toda su inmensidad. 
 Hilda, Roma – Italia                                                            

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“Yo soy la puerta de las ovejas”, dice Jesús. Y nosotros somos las ovejas. La imagen del Buen Pastor debe evocar en nosotros a esa persona que cuida y protege las ovejas encomendadas a su cuidado. ¿Tengo yo esa sensación de paz, seguridad y confianza que debe darme el sentirme en buenas manos, en las manos de Dios Padre que “pastorea mi alma”? Pero cuidémonos de saber reconocerlo de los que se creen pastores con engaños y adulaciones. 



 Silvia, La Paz – Bolivia                                                       







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