Querido/a Amigo/a:
Te envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
“TODOS LOS DÍAS”.
La reflexión, como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Abajo un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
“SI ME AMAN”.
Un abrazo... P. Bernardino.
“TODOS LOS DÍAS”
A los cuarenta días de las Pascua, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo. Es un lenguaje simbólico, que quiere decir que ha terminado el tiempo de la presencia de Jesús en la tierra y que Él está definitivamente en su vida en el espíritu. Para los discípulos y discípulas comienza una experiencia nueva: vivir sin ver a Jesús. Lucas en los Hechos nos dice que como los Apóstoles “permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía”, dos ángeles les preguntaron: “¿Por qué siguen mirando al cielo?”. ¡Vuelvan a la tierra! Allí es el espacio donde deben realizar su vocación de discípulos.
Leemos en el evangelio de san Mateo 28, 16-20:
Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
PALABRA del SEÑOR
Con estos últimos versículos de su evangelio...
San Mateo relata el único encuentro de los apóstoles con Jesús resucitado. Él se despide de ellos. Es un momento intenso y muy significativo. Los apóstoles son once. Falta Judas, que había seguido el camino de la traición y de la muerte. Tampoco en los once la fe está bien firme todavía. Algunos “se postraron delante de él”, otros “todavía dudaron”. Es la condición que se dará permanentemente en la comunidad. También la duda puede ser gracia, que libera de toda arrogancia y presunción.
El encuentro se realiza en Galilea. La despedida es desde “la montaña donde Jesús los había citado”. Es tal vez la montaña en que Jesús había proclamado las bienaventuranzas, para decir que él desaparece, pero a los discípulos les queda el código de conducta para seguir realizando su proyecto. Desde Galilea había empezado la misión de Jesús hacia Israel, acompañado por los primeros discípulos y discípulas, que se habían adherido a él con entusiasmo. Desde Galilea comienza la nueva misión de los discípulos hacia todos los pueblos: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Tienen que ir, salir, hacer discípulos, comunicar a todos la experiencia de haber encontrado a Jesús, y de haber descubierto en su seguimiento algo que puede llenar el corazón y dar sentido a la vida, el camino de la felicidad verdadera: “Dichosos… Dichosos”. Convencer que la enseñanza de Jesús nos ofrece una plenitud de vida y de gozo. ¡Convencer! Para convencer hay que estar convencidos. Para “hacer discípulos” hay que “ser discípulos”, y no simplemente maestros que enseñan algunas doctrinas religiosas. Una comunidad que sea atraída por los criterios del mundo, seducida por el poder, el prestigio, las apariencias, los bienes, no convence a nadie. Una iglesia que no se haga humilde, fraterna, acogedora, solidaria, no atrae a nadie. Para “hacer discípulos” hace falta una profunda conversión personal. Es más fácil hacer clientes y usuarios de servicios religiosos que verdaderos discípulos, que conocen al Maestro y siguen sus pasos.
Una actitud de escucha y de confianza...
Una actitud de escucha y de confianza...
nos dará la posibilidad de encontrar también a discípulos y discípulas que llegan a identificarse con Jesús a través de otros caminos, otras experiencias religiosas que les han permitido un proceso de liberación interior y de amor concreto para con los demás, a veces hasta dar la vida.
“Hagan discípulos” no es una invitación a la conquista del mundo, sino la entrega de una misión de servicio, para acercarse a todas las razas y las culturas con profundo respeto, “con los pies descalzos”, como decía padre Amado, Oblato de María Inmaculada, por muchos años misionero en el Altiplano boliviano.
A los nuevos discípulos se los bautizará...
como signo de consagración, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, haciéndolos capaces de conocer la palabra de Jesús y de ponerla en práctica: “Enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”.La promesa de Jesús: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, no es algo marginal. Es lo central de nuestra esperanza. Él es el crucificado, el derrotado, el aplastado por los poderosos, pero es el verdadero vencedor: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra”. Es el poder que nace del amor, de la entrega de la vida. Ese amor acompañará a los discípulos “todos los días”, y hará posible su misión evangelizadora y liberadora. El Emanuel, el Dios con nosotros, no nos dejará huérfanos. La fuerza de su Espíritu nos hará fieles testigos de su amor. La suya no será una ausencia, sino una presencia definitiva que nada podrá vencer, “hasta el fin del mundo”.
Gustavo M. Llerena... gusosm@yahoo.es
"SI SE AMAN"
Este pasaje del Evangelio es muy hermoso. ¡Cómo quisiera probar realmente la sensación de estar con Jesús y él en mí y juntos en el Padre! También es importante sentir la presencia del Paráclito que nos consuela, nos guía y nos apoya. Esto ya es más difícil para mí, porque si Jesús ha sido uno de nosotros, vivió junto con sus discípulos, etc., lo podemos imaginar, y si "quien me ve, ve al Padre", al Padre también lo podemos imaginar. Pero, el Espíritu Santo, ¿cómo es? Es difícil para mí decir: "Esta es obra del Espíritu Santo". Generalmente la percibo como "cercanía de Jesús". No puedo distinguir las dos Personas cuando intervienen en mi vida. ¿Tal vez pertenezco yo también a ese mundo que no lo conoce y no lo ama?
Gianna, Pordenone – Italia
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“No los dejaré huérfanos: es una de las declaraciones más tiernas y emotivas de Jesús. Su partida no significa abandono de los suyos”. ¡Qué hermosas palabras! No me resultaron ajenas. Es como si las hubiese recordado; como cuando estás en un momento difícil y alguien que amas tiene un gesto único y tú te dices: no esperaba menos, tenía que ser así. Eso han significado estas palabras para mí en estos tiempos.
Lourdes, Montevideo – Uruguay
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La lucha por el reconocimiento, la búsqueda de igualdad y el rechazo a las exclusiones, es una de las demandas más fuertes de nuestro tiempo. Las heridas más profundas de la humanidad son las desigualdades, porque frustran el más profundo anhelo humano, el de la unidad: “Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn 17, 21).
Cuando en algunos momentos de silencio, de oración-contemplación, por gracia, alcanzamos captar lo que de verdad hay en nosotros, se descubre una sed insaciable de unidad – de paz y felicidad, de amar y ser amado, que no es sino anhelo de unidad –; unidad con todo y con todos y más profundamente con el misterio de amor al que llamamos Dios. Anhelo que, no lo sacie el tiempo limitado, aspira a la eternidad. Nos percibimos separados, y sin embargo en nosotros un impulso que nos empuja hacia los demás, lo llamamos amor. Sólo el nos libra del vacío y de aquello de: “no está bien que el hombre esté solo” (Gen 2, 18). ¿No es acaso el Espíritu Santo que intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar? (cf Rom 8, 26).
Todo lo que llamamos experiencia humana: risa y llanto, paz y guerra, caridad y egoísmo, esclavitud y libertad, pecado y salvación: ¿Quién puede abarcarlo y amalgamar toda estas fuerzas dispersas, caóticas y a veces opuestas entre sí? El amor de Dios hacia nosotros es realmente la única total integración de nuestra existencia humana. Por ello, el amor a Dios es nuestra primera orientación. El amor nos pone delante de Aquel sin el cual nuestro ser sería pasión inútil. “Si me aman, cumplirán mis mandamientos. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. “El Espíritu Santo les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho”. El Espíritu nos hará comprender la anchura y la longitud, la altura y profundidad del amor de Cristo (cf Ef 3, 18), su grandeza integradora. Sólo Cristo y su amor pueden integrar todas las fuerzas caóticas que experimentamos; y sólo a él no se le acabará el ánimo y la confianza en nosotros, porque ama al Padre, quien nunca se ha arrepentido de habernos creado y de llamarnos a reproducir en nosotros la imagen de su Hijo. Y el que sondea los corazones sabe lo que pretende el Espíritu: librarnos de la ley del pecado y de la muerte (cf Rom 8, 2. 27). “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él.” Amarlo a él significa vivir como él, cumpliendo su palabra. Y su palabra es el mandamiento de amarnos mutuamente.
Joel, Puerto Aysén – Chile
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Generalmente nuestros sentimientos están orientados hacia actitudes muy personales, que contrastan con la propuesta de Jesús en el evangelio, donde nos propone la solidaridad como instrumento para buscar el camino de la liberación. Esos sentimientos nos atan permanentemente a las actitudes de la sociedad actual. Nos interesa muy poco la pobreza de muchos sectores empobrecidos. Nos gusta permanecer en la sintonía de quienes están destrozando el mundo a través del poco o ningún respeto del medio ambiente.
Cuando Jesús se despide, les pide a los discípulos continuar con su propuesta y a cambio de eso les propone darles un espíritu de verdad y de fuerza frente a las adversidades del mundo que no va aceptar tan fácilmente cambiar la lógica de una sociedad consumista, que permanentemente ha destruido los valores y premia los antivalores.
Existen grupos que piensan que el espíritu viene mientras están sentaditos con olor a incienso, bien comidos y bebidos y encerrados en las sacristías de algunos templos. Por eso Jesús dice muy claramente. “Si me aman cumplirán mis mandamientos”, y ustedes sí podrán acceder a ese Espíritu, por que la sociedad y el mundo no podrán hacer eso.
El papa Francisco y los documentos de Medellín piden ser promotores de la construcción de un mundo nuevo, con justicia, paz y solidaridad, muy especialmente a una parte conservadora de la jerarquía católica.
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